Maltrato, Violencia doméstica. Psicoanálisis y Derecho,Feminismo. LA VICTIMOLOGÍA.Estudios de género.


 Maltrato.

Semblantes de mujer y goce.

Podemos referir el placer como un equilibrio homeostático; simplemente aparece después de la serie del displacer, cuando este  cede, el placer se impone, retornando a un cierto equilibrio, en dirección a la satisfacción de las necesidades. Se trata de un modelo físico. En cambio, no podemos igualar el goce al placer; Freud no tomó el asunto del goce, y si lo tomó fue encarándolo como placer. Es Lacan quien empieza a realizar la distinción entre goce y placer. El goce, podríamos decir que es una mezcla de sufrimiento y de intensidad vital, ligada a la pulsión que es ciega, situándose en el límite de lo somático y lo psíquico, no sujetándose al principio de realidad, y ,en cambio,  es lo que proporciona una intensidad y sabor agridulce a los asuntos de la vida.

Introduzcamos a Picasso que decía que la mujer era una máquina de sufrir, que gozan con el sometimiento, se quejan de cómo las tratan, siendo incapaces, parece ser, de renunciar a ese goce pulsional. Esta hipótesis de que la mujer goza cuando la maltratan es un  fantasma masculino de carácter imaginario  que consiste en que la mujer disfruta frente al maltrato, quejándose, pero que a la vez parece que busca ser acosada.

Ya Freud se preguntaba acerca de lo que quería una mujer, respondiéndose que un hijo, siendo lo único que se ponía en el lugar de la falta; se trataba del penisneid freudiano, cuya salida era la maternidad. En los albores del presente siglo esta cuestión parece de modo reduccionista, y no responde como salida a la falta de pene en la mujer. Esta cuestión era tratada en relación a la identidad de la mujer, pero tenemos que preguntarnos si en realidad existe una identidad formada de mujer; parece que la respuesta, en este sentido, es que no; aunque tampoco lo podamos hacer del hombre en el mismo sentido. Podemos decir que no existe una esencia inmutable que defina a los hombres o a las mujeres como tales.; sí podemos decir que hay una serie de semblantes acuñados por la cultura. Es en este sentido que diremos  que la cultura occidental ha reducido todos los semblantes de la mujer al de madre. Y es por esto que el semblante de Medea al que nos hemos referido en otro tema era interesante, ya que es el negativo de la abnegada madre que admite cualquier humillación  por el amor a sus hijos, en referencia al amo-padre que representa Jason.

La idea de semblante hace aparecer que la noción de identidad es construida, tratándose de identificaciones, y que por tanto están sujetas a modificación. Son identificaciones a modelos infantiles, reales para el propio sujeto, ya sea hombre o mujer, que las conforma como necesarias. Qué se podría pensar de una mujer que pudiese abandonar a sus hijos,  o que acaso no los tuviera. Se la definiría como una mala madre… pero la pregunta más concisa es si se trataría de una mujer.

Ya hemos hablado de Joan Rivière, que afirmaba que la feminidad es un disfraz que las mujeres utilizan para ajustarse a las construcciones sociales que determinan lo que es ser una mujer. Rivière señala que existe una falta de identidad en tanto esencia, y es por ello, como señalamos que utiliza el término mascarada. Esto es, que la mujer no existe como una categoría ontológica. La existencia de cuerpos sexuados, biológicamente distintos no puede responder factum a qué es ser una mujer o a qué quiere una mujer. Joan Rivière lo significa con la ejemplificación de una

paciente mujer que sentía una culpabilidad extensa en cuanto en lo diurno realizaba tareas que en la época se dirimían como masculinas; la culpa hacía que ella se viera obligada, justamente por la culpa, a compensarla, ¿ cómo ?... seduciendo por la noche, esto es, tomando el lugar descifrado como de mujer. Rivière hablaba de mascarada y nosotros hablamos de semblante, pero nos referimos a lo mismo. Los semblantes tradicionalmente femeninos son un disfraz, una mascarada. Parece que la capacidad de la feminidad sólo pudiese manifestarse de esta forma defensiva. No hay por tanto, una esencia de lo femenino… ya lo indicó Lacan: a la mujer hay que tomarla una por una; no existe LA MUJER. No existe un eterno femenino como lo inmortalizó Goethe, no siendo preciso dar existencia de un fantasma masoquista para las mujeres. Alcanzamos a decir que ellas no se subsumen a la gestación y al parto.

Por otra parte, Medea nos lo indica: la mujer no quiere sufrir aún a pesar de que la educación la conduzca a la resignación ante los malos tratos. Medea es madre, pero cuando se siente traicionada opta por vengarse, siendo al precio de sacrificar a sus propios hijos. Podemos indicar que Medea es perversa, pero aún no deja de ser una mujer.

Lacan indicaba  que, en referencia al falo, el hombre lo tiene y, en cambio, la mujer lo es. Para ésta, ser el falo adquiere la significación de que el hombre podrá ya no obturar su falta pero sí intentar taponarla a través de conquistarla; la seducción de ella busca alcanzar el deseo del partenaire. El ejercicio de la mascarada, al decir de Joan Rivière, convierte a la mujer como objeto deseable. Por el contrario, el hombre no es, pero tiene el falo en referencia al pene que le sirve para reproducirse y gozar.

Hemos indicado la salida del hombre en referencia a su propia falta, a su castración, conquistando a la mujer y colocándola justo como objeto que puede colmar la falta.¿ Y la mujer ?... Ya hemos indicado que en la época de Freud, ante el penisneid, parecía que su falta, su falta en ser, era dirimida a través de la maternidad, por medio de ese deseo que no cesa a toda costa de tener un hijo, pareciendo que es la única salida.

Conviene decir que una mujer puede elegir una pareja que en realidad este ocupando el lugar de un hijo, mostrándose infantilizado y violento. Si afirmamos que la mujer depende del pene para llegar a ser una verdadera mujer – cuestión que, por otra parte, bien se muestra en la clínica y no solamente en sus relaciones con los hombres, sino también en su relación con un Otro que le demande ocuparse en el lugar de su falta, y esto puede ser demandado por una madre -, esto es una madre, es hoy socialmente ineficaz. Si se alimenta esta posición desde el lado educativo, creando esta posición dependiente de la mujer, se contribuye a que las mujeres en determinadas circunstancias admitan una paliza o quizá algo más extremo, ya que de este  modo puede demostrarse que las quieren. Desde aquí, estamos indicando, ciertamente que para la mujer el amor o por el contrario el abandono adquiere la significación de la obturación de la falta – y es por esto que en muchas ocasiones los abandonos de los hombres a las mujeres adquieren tintes de estrago; no se sienten queridas, y por tanto surge de una forma brutal la cuestión de la falta, de la castración -.

Ciertamente, lo referido también es un imaginario social. Los hombres con su fantasma de la feminidad como mascarada les puede conducir a pensar que la mujer no sublima, reduciendo su vida a los afectos y a los cuidados de corte familiar, alcanzándolas a reducirse a estar en una minoría de edad conllevando que se pueda interpretar una bofetada como una muestra de cariño. Este fantasma de la mujer mostrada de forma irreverente, infantil eterna y sin capacidad de sublimar parece no aportar nada conveniente a  ninguno de los dos sexos; para las mujeres en cuanto están encadenadas a la relación con un hombre en estos términos de sumisión, y para los hombres por cuanto los condena a excitarse ante determinados despliegues de seducción a partir de figuras de “mujer fatal” o similares alcanzando el fetiche-falo; y si no, por eso están condenados, no hay enganche

Si anteriormente nos hemos referido a Medea es para poder significar dos extremos: Ella grita muchas cosas, y sólo nos hemos quedado en el plano de su maldad. Pero quizá sea posible realizar otra lectura sobre ella. Aristóteles habla de dos extremos, viciosos; entendiendo lo vicioso como incorrecto, plantea, en su investigación sobre los bienes que nos pueden llevar a la felicidad, que  lo bueno es siempre el justo medio entre dos extremos viciosos. Lo vicioso no conduce a la felicidad sino al sufrimiento, y si hacemos una equivalencia entre los términos de Aristóteles y el psicoanálisis nos encontramos con el placer y el goce. El justo medio nos proporciona los placeres que hacen la vida agradable mientras que el goce proporciona intensidad a la vida, con el peligro adyacente si se aproxima a sus extremos.

Si nos preguntamos o desde ya decimos que aborrecemos socialmente la figura del hombre que maltrata, tendríamos que preguntarnos que es lo que sucede para que la mujer se quede ahí paralizada a partir de las primeras escenas. Cuestión curiosa porque si nos detenemos un momento en las escenas observamos que son ciclos que se repiten. Aparece una primera escena donde se deja ver el dominio del hombre, empiezan las vejaciones, humillaciones e insultos de forma in crescendo en el tiempo, pero ¿ cómo se cierran estas escenas ? porque no son constantes, son recurrentes en el tiempo, pero no constantes, es decir, cada dos horas, por hacer referencia a un tempo. Esto es, la escena se cierra, y se vuelve a reabrir. Se cierra cuando el varón le dice a la mujer que se arrepiente, que no volverá a suceder más – por supuesto, en la mayoría ocurrirá-  y añade: “ eres mi mujer, la única, mi vida, te amo…”…. Y la mujer le cree. Y que cree…’?

Quiere creer en ese amor, hay un amor para ella. Desde aquí podemos entender a Medea, cuando escucha ya no hay más amor para ti, la violencia que surge en ella, y que en última instancia, nuestro interés en mostrar, se impone la mujer a la madre, se separa rotundamente a la figura clásica de que la mujer es una madre. Y no es que Medea no ame a sus hijos, no se trata de eso. Si no que hay algo de lo insoportable para ella que se formaliza a través del amor, de la pérdida de esto, y del abandono.

Evidentemente no estamos invitando a que las mujeres maltratadas  realicen el acto de Medea; ha sido presentado para exponer esa separación brutal donde la madre desaparece para emerger sólo la mujer. Y no estamos señalando que la esencia de una mujer, entonces, sea una asesina. Ya hemos indicado que no hay esencia ni de lo femenino ni de lo masculino, aunque sí existen imaginarios sociales que imponen una esencia que no existe.

En todo caso, señalar que para Lacan sí existe algo profundamente femenino, aunque ya se verá, complejo porque no se alcanza. Se trata del Otro goce. El hombre goza de lo suyo, del pene, por tanto de lo fálico. La mujer también puede alcanzar este goce fálico. Pero existe otro goce especifico de las mujeres, algo que las incumbe sólo a ellas. Lacan se quejaba de que las mujeres, que sienten ese goce, no hablan de ello. Lo alcanzan, lo sienten, lo gozan y no hablan. Este Otro goce es un enigma, decía Lacan, incluso para ellas, y por supuesto igualmente para los hombres. Pero este Otro goce de las mujeres levanta pasiones en los hombres en cuanto no gozan de lo de ellos, es decir, a la forma fálica.

 Estas pasiones alcanzan la violencia y la destrucción en ocasiones. Pongamos un ejemplo de ello. En la guerra, la de los Balcanes, quizá la más cercana en Europa, se producen actos de violación por parte, en este caso, de los serbios hacia los bosnios. Un acto, por supuesto, de violencia extrema contra las mujeres. Aportaremos dos lecturas:

Un acto homosexual hacia el partenaire de las mujeres, hacia el otro hombre; se utiliza a la mujer como instrumento para alcanzar al otro hombre – la escena fantasmática es dos hombres y en medio una mujer que los pone en contacto -.

La segunda lectura hace referencia a la violencia contra la mujer en cuanto a ese otro goce referido; goza de otra cosa, que el hombre no tiene, no siente, produciéndose en el hombre rabia, ira y odio con tendencia a destruir el objeto. Es la imposición a través de este medio de un único goce admitido por el hombre violento, el goce fálico. De ahí que la muestra del éxito de dicha violencia sería si la mujer queda encinta, donde ya se ve la equivalencia freudiana de niño igual pene. Es la imposición de goce falocéntrico del hombre sobre la mujer, y el odio precipitado por la pertenencia de un goce que se le escapa al hombre, propio de ellas. Qué decir que ambas lecturas no son opuestas, se dan a la vez. Véase la equivalencia de lo dicho con el imaginario social de algunos hombres acerca de la independencia de la mujer; esto es, que pueden no sólo vivir sin ellos, sino gozar sin ellos, o con otro tipo de goce que ellas detentan.

El goce de la mujer y el misticismo.

La mujer tiene un goce adicional, suplementario, respecto a lo que designa como goce la función fálica. Goce suplementario y no complementario. Tenemos entonces que del lado femenino de la lógica de la sexuación en Lacan el goce no es complementario, al masculino -  no hay media naranja -, no es un goce complementario al goce fálico, sino suplementario y contingente.

Suplementario porque no es un goce que pudiéramos añadir al fálico para obtener la unidad, y es contingente porque puede presentarse en ocasiones, a veces, o nunca. Por no existir ese límite es no-toda, es un goce dual, estrábico, dirá Lacan, la mujer está en el goce fálico pero tiene además acceso a un goce suplementario.

Apunta Lacan:  “…Sin embargo, la mujer tiene distintos modos de abordar ese falo, y allí reside todo el asunto. El ser no-toda en la función fálica no quiere decir que no lo esté del todo. No es verdad que no esté del todo. Está de lleno allí pero hay algo de más.”  Entonces como del lado de la mujer existe un goce adicional que la hace no-toda, y porque no está totalmente atravesada por la regulación fálica, teniendo a la vez relación y no relación con el falo y aunque está del lado fálico, vemos que hay algo de más, un plus que hace que no sea un todo, ese algo de más tiene que ver con este Otro goce que está más allá del falo: “…Hay un goce, ya que al goce nos  atenemos, un goce del cuerpo que está, un goce de ella, de esa ella que no existe y nada significa. Hay un goce del cual quizá nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso sí lo sabe. Lo sabe, desde luego, cuando ocurre. No le ocurre a todas…” Otra vez, lo siente pero no lo inscribe, no se descifra, no cifra. No hay en lo simbólico ningún significante que pueda escribir el goce propio de lo femenino. Es un goce inefable que quizá nada sabe ella misma a no ser que lo

siente, y ha llevado a Freud a preguntarse ¿qué quiere una mujer? Y Lacan continua: “… de este goce la mujer nada sabe, es que nunca se les ha podido sacar nada. Llevamos años suplicándoles de rodillas que traten de decírnoslo ¿y qué? Pues mutis ¡ni una palabra!...” .

La mujer, al no estar toda ella dentro de esta función, imagina que el otro sí lo está, y se dirige al hombre o a otra mujer diciéndole: "te envidio el que todo tu goce esté dentro de la función fálica", pues imagina que si el de ella estuviese todo dentro de esa función, el encuentro con el otro sexo sería posible.

La envidia de pene freudiano entonces es la figuración del plus de goce de la mujer. Esta afirmación la encontramos en el mismo Freud:" ...nos inclinamos a atribuir a este último influjo el plus que hay en las mujeres”.

El hecho de no encontrar límite a este goce, impulsa a la mujer a acercarse a una posición perversa, a la perversión, a la versión del padre: pide el castigo del padre que pueda limitar el goce que la hace padecer. Sin embargo, en el acto mismo del sacrificio, produce un plus de goce excedentario que no alcanza aún más a simbolizar, entrando a esa espiral perversa sádico-masoquista, ad infinitum.

Freud sostiene justamente que hasta el momento de la castración la mujer había vivido como un varón, es decir, toda ella dentro de la función fálica, pero que a partir de entonces, la envidia de pene es el indicador de que ya no toda su sexualidad se encuentra dentro de la función fálica: “...hasta ese momento había vivido como un varón (...), ve estropearse el goce de su sexualidad fálica por el influjo de la envidia de pene “. Envidia que no es más que la imaginarización de que ella ya no está toda dentro del goce fálico, sino que aparece un goce otro.

No hay significantes, para nombrar ese Otro goce, lo percibe, es la percepción en el sentido que daba Freud, de que no se inscribía, la percepción es un instante, en un tiempo y después desaparece, un relámpago, algo fugaz. Continuamos con la aportación de Lacan:  “…Hay pese a todo, la posibilidad de un empalme cuando se lee cierta gente seria, que por casualidad son mujeres…”. Empalme entre el goce místico, que emparenta con el goce femenino y el goce fálico. Retoma a la mística diciendo: “…La mística es cosa seria, ya sabemos de ella por ciertas personas, mujeres en su mayoría o gente capaz como San Juan de la Cruz, pues ser macho no obliga a colocarse del lado del…todo. Uno puede colocarse también del lado del no todo. Hay allí

hombres que están tan bien como las mujeres, son cosas que pasan, y no por ello deja de irles  bien. A pesar, no diré de su falo, sino de lo que a guisa del falo les estorba, sienten, vislumbran, la idea de que debe haber un goce que esté más allá. Eso se llama un místico…”.

¿Qué quiere decir la palabra misticismo? Se trata de: “una doctrina religiosa y filosófica, según la cual consiste la perfección en una especie de contemplación extática, que une el alma misteriosamente con Dios. Es un estado de unión entre el alma y Dios por mediación del amor.”. La mística entonces es una experiencia de lo divino, donde se excede a la experiencia religiosa, ya que no se trata sólo de amar a Dios, sino de alcanzar una íntima unidad con Él. Aspira a vivir el éxtasis de la fusión de lo que escapa al sentido, los escritos de los místicos serían la expresión

literaria de esta experiencia.

En la Edad Media, el misticismo estuvo con mucha frecuencia asociado al monacato, entre ellos San Juan de la Cruz, a quien a propósito de la experiencia mística Lacan lo ubica del lado femenino, pues dice “ser macho no es condición suficiente para alinearse del lado masculino”. Leemos de él:

 

Coplas sobre un éxtasis de harta contemplación

“Entreme donde no supe…

Sin saber dónde me estaba,

Grandes cosas entendí,

No diré lo que sentí,

Que me quedé no sabiendo,…

Toda ciencia trascendiendo.

…Que no hay facultad ni ciencia

que le puedan emprender, “

 

Al igual que el goce femenino, no hay modo de decir de qué se trata esta experiencia. San Juan sabe que el lenguaje poético es insuficiente, sabe que no hay ciencia ni facultad que pueda conceptualizar este goce, este éxtasis. Es por medio de la poesía que la experiencia mística puede ser traducida a palabras, pero éste no es el lenguaje de la mística ya que la mística carece de lenguaje

Hay un enigma sobre el cual habla la mística, porque este enigma no habla, al igual que el goce femenino. Dice J.A. Miller en “La disparidad del amor”:    “…Pero hay algo que sólo se obtiene en la literatura mística: el testimonio de un modo de gozar particular…” “Y el goce silencioso, es que se alcanza en la experiencia mística precisamente, se lo encuentra en la observación de que Dios se calla y se manifiesta por su pura presencia…”. Dios allí, habla.

Santa Teresa de Ávila quien vivió entre 1515 y 1614, es otro ejemplo del misticismo. De ella nos dice M. Lépée: “Sobrehumana, esta santa sin embargo es muy humana. Humana sobre todo por un no sé qué de femenino y de maternal” . Una muy buena relación hecha por este autor, entre lo femenino y lo maternal, sobre todo si hablamos en la clínica de las consecuencias del infinito del goce femenino y el estrago materno.

Nos dice Santa Teresa: “No hay sentir sino gozar sin entender lo que se goza.”. El sujeto se desvanece y sólo sabe que ha gozado. Toda la riqueza de la mística consiste en establecer esas relaciones entre el alma y Dios, el desfallecimiento, el abismo “inaccesible a la medida y a los pensamientos del hombre” se sitúan fuera de esa función, con un goce que va más allá del falo. W.James precisa que lo estados místicos son transitorios, lo que nos remite nuevamente a la irrupción de goce, y el éxtasis que se provoca, de ese Otro goce que no es afín con el significante, que no es contable en la lógica discreta del goce fálico.                                                                                              

Lacan dice que él cree en el goce de la mujer y recomienda la lectura de los escritos y jaculaciones de los místicos. Entonces diremos que la escritura permite lo que es imposible decir, lo cual coloca al místico en una tesitura especial respecto al lenguaje, viéndose obligado continuamente a forzar los límites de la significación.

En su Seminario III, “Las psicosis”, del año 1.955, allí coteja el goce padecido en la psicosis y el goce que experimenta el místico, subrayando la diferencia radical de estos testimonios, diferencia que existe entre la experiencia mística de San Juan de la Cruz, al testimoniar sobre los esponsales del alma con la presencia divina y el testimonio objetivado de Schreber, donde él es escritor pero no poeta. La poesía, dirá Lacan es creación de un sujeto que asume un nuevo orden de relación simbólica con el mundo, esto es la escritura de un análisis.

El maltrato, un vínculo psicopatológico.

La violencia en la pareja se produce en un contexto donde se supone que hay amor, hasta pensar que si no hay amor no hay, por tanto, malos tratos. Ya hemos indicado que el hombre sostiene esta situación y hemos indicado algo acerca de esa posición paradójica de la mujer en su mantenimiento. Estamos señalando que hay un vínculo entre ambos que  sujeta el maltrato.

La subjetividad, el carácter, la sexualidad, la personalidad se construyen en la familia y en la cultura. Esta se sostiene sobre la hegemonía masculina y el falocentrismo. Una cultura que está diseñada y pensada para reproducir valores masculinos y masculinizantes., y que se muestra dividida en dos campos bien delimitados: lo masculino perteneciente a lo público, y lo femenino cercado en lo privado, en lo doméstico. Y donde la agresividad, que es consustancial a la constitución del sujeto, y que es necesaria para protegerse del mundo aparece que sólo está legitimada en la cultura para el sexo masculino. Para la mujer, se legitima la sensibilidad, la abnegación, la tolerancia a la frustración, el cuidar, y valores en esta misma dirección. Desde este lado, la agresividad parece conformar la identidad del hombre. ¿ qué podría pensarse de un hombre que no defiende a su familia e hijos ?. Por tanto, la ausencia de violencia en el hombre está socialmente penalizada. Si la mujer, por el contrario de su imaginario social, la agresividad es tomada como un síntoma.,como algo que no marcha bien  y que amenaza el rol social de la crianza de los hijos.

Estos valores, como ya hemos indicado, se construyen a través de lo que Freud apuntó como los procesos de identificación, que son los primeros lazos afectivos con otro. Por tanto, la identificación se produce a través del afecto. La identificación no es algo consciente, no es un acto voluntario sobre lo que un sujeto pueda decidir; y una vez que se produce tiene el efecto de ser un invitado que nos habita, que forma parte de nosotros, y que no es fácil desalojarle.

Brannon y David definieron unos ideales del género masculino acuñándolos como “los cuatro imperativos que definen la masculinidad”: El primero de ellos es no tener nada de mujer ; ser varón significa no tener nada de aquello que se atribuye a la mujer, desde la vulnerabilidad, pasando por la pasividad, alcanzando la emocionalidad y dulzura, hasta llegar al cuidado del otro.. Se trata de la feminización eqiuivalente a las tendencias homosexuales.

El segundo hito, es ser importante, en la línea de tener éxito, ser competitivo, sentirse superior, la inteligencia, y, por supuesto, la admiración del otro. Aquí, se evita encontrase con ser impotente, fracasado, despreciado y dominado.

El tercer imperativo, hace referencia a ser un hombre duro. Alcanza a ser impasible, frío, resistente, autoconfiado y ocultar las emociones. Es un ideal de suficiencia, que deplora el encuentro con ser débil y blando El cuarto invoca el mandar a todos al infierno: la agresividad y la audacia son sinónimos de la hombría. Para ello se hace preciso utilizar la violencia, hacer lo que se venga en gana, enfrentarse sin riesgo ni temor. El encuentro temido es con la cobardía, el miedo y la duda.

Bonino añade un hito más: respetar la jerarquía y la norma. Ser hombre conlleva el obedecer al superior, no cuestionar la norma y renunciar al criterio propio.

Si tenemos en cuenta estos criterios en una identificación extrema de un sujeto, alcanzamos a esbozar cierto semblante del maltratador. Éste no reconoce a su pareja como sujeto, rechaza reconocerse como dependiente de ella, de la necesidad de ella. Rechaza, por tanto, la figura de la falta en él mismo. No puede encontrarse con su propio agujero, con sus carencias y faltas, y en suma con la castración que apunta a su falta en ser.

Si esta figura esbozada se reconociese como dependiente de su pareja se sentiría amenazado en su propia representación de la virilidad, de su identidad masculina. Por supuesto, esto es lo que se pone en juego: la propia representación de su identidad supone una identificación extrema a un ideal de lo que interpreta que es un Hombre, con mayúsculas, aquel que puede estar en el lugar de la excepción, siguiendo el esquema lacaniano sobre la sexuación, aquel que no está castrado. Para preservar dicha imagen recurre a colocarse en un lugar ficcional, pero presente en la realidad material, forzando las cosas, que revoca cualquier representación de la castración que amenaza al sujeto en cuestión. Por ello, estos sujetos evitan el encuentro con otros hombres, aquellos que pueden señalarle su propia falta, y si se producen acarrea la aprición de la debilidad, de la cobardía, símbolos de las carencias, y en última instancia, una vez más de la castración.

El lugar de ellas es importante para estos hombres. Existen para calmarlos, para saber, adivinar lo que necesita, lo que le pasa y lo que le sucede, las sumas de esto es para satisfacerlo… Y este es el lugar de las madres con los bebés: adivinar sus necesidades y sus deseos, acertándolos logrando satisfacerlos … sin que los bebés hablen. Ellas existen para comprenderlos más allá de la realidad, en estrecha intimidad y complicidad, haciendo ese Uno entre la madre y el hijo, sin poder derivar su mirada a cualquier otro o a cualquier cosa por fuera del bebé o del maltratador. El fantasma del hombre es hacer una relación simbiótica con ella… con la madre… que se produzca un Uno, donde se rechaza la figura de la alteridad, para renegar de la castración. En última instancia se trata de que para el varón se le ha escapado la figura de la madre, no ha podido atraparla – deseo incestuosos -, fue fallido este encuentro buscado en la infancia y, ya tiempo después, intenta recuperarla a través de esta existencia de mujer-pareja, que no lo es.

El enamoramiento, esa enfermedad que produce una alteración de la fiebre, nos hace ver al otro del que nos enamoramos – proceso mediante las proyecciones ya explicitadas por Freud – con todas las virtudes y valores que necesitamos – porque no olvidemos que estamos en falta -. El otro se convierte en todo para nosotros, en alguien perfecto en cuanto ocupará el lugar idealizado de los padres de la infancia.

La otra cara del enamoramiento es la fragilidad; pone en evidencia de que le necesitamos; no nos encontramos bien si no está dicha persona, alcanzando una cierta herida narcisista. En el discurso religioso, ante el matrimonio, se hace referencia textualmente a que antes erais dos y ahora sois uno; se implica directamente a la figura del Uno. Y en el discurso popular se habla de la media naranja, igualmente se aplica la posibilidad de realizar un Uno con el otro. Este Uno es un lugar que implica que no hay fallas, no hay agujero, el lugar de un Todo. En la medida en que la media naranja que se encuentra es media naranja de otra media naranja que no es nuestra media naranja, es otra… el encuentro es fallido; siempre lo va a ser por definición: no hay posibilidad del Uno, aunque fantasmáticamente se apunte a ello.

El resultado, fallido, impregna al otro: va a defraudar; el enamoramiento no dura siempre, afortunadamente, y las cosas empiezan a transformarse. Cada sujeto vuelve a ocupar su lugar, el de siempre con respecto de él mismo. Se procede a la desidealización; el otro no es tanto como el sujeto enamorado suponía, acontece lo que es. Dicha cuestión no es soportada por el maltratador, la decepción es intolerable por cuanto le confronta a situaciones íntimas. La primera, que la mujer es un sujeto, y por tanto no es siempre el objeto que le calma, le apacigua, y le adivina donde quiere que ella esté. La segunda hace referencia a que la necesita, de tal modo que no puede prescindir, no pudiendo obviar que ella no es perfecta, y que se equivoque. Estos dos encuentros evitados hacen que no den dos subjetividades, sino sólo una, aquella que le conviene al propio sujeto, haciendo que ella sea sólo una parte de él. Es la búsqueda y el encuentro de una fusión. En la medida en que dicha fusión no acontezca, hace saltar ciertos resortes e irrumpe la violencia.

En la violencia, en el acting, no hay palabra, no se habla, no se discursea, no se tolera la decepción; es más el acting es para cerrarla, obturarla a través del golpe. Es la agresividad ante la frustración de que algo se le escapa, como la madre de la infancia, de que no adivina, no sabe lo que él desea y quiere. La fusión imposible.

El discurso de estos hombres es que ellas han forzado tal situación por cuanto “no han sabido” leer su pensamiento y deseo, por “no estar donde tienen que estar”. No hay culpa en el hombre, es lo que para ellos tiene que ser. La mujer es suya, de ahí “ la maté porque era mía”, es un objeto propio en su configuración psíquica. Si ella lo deja, él tendrá que confrontarse con que la necesita, ese horror, y se estipula como una amenaza viril que apunta, una vez más, a la interdicción del incesto y la determinación de la castración.

En ellas, estas mujeres, ya hemos apuntado la idea de que están atravesadas por cierta identificación al amor de una determinada manera. También es necesario apuntar la identificación con el postulado del sacrificio, del mandato de la propia subordinación de sus deseos a favor de lo que necesitan de los otros a los que aman. Parecen ser las especialistas en el amor, en los sentimientos, en la disponibilidad, en las relaciones, ocupando un lugar en el que se siente necesaria para el otro – sigamos a Lacan: ser el falo -. Desde otro lado, señalamos lo definido como intuición femenina, atribuido a algo natural, de corte biológico, que le hace saber e intuir lo que le pasa al otro, alcanzando el estatuto de intuición científica. Dichas características conforman un ideal maternal que es definido lo que es ser una buena madre: renunciar a parte de la existencia para volcándose a la atención de los otros. La cuestión es que la mujer que se vincula al maltratador mantiene esta cuestión en forma de mandato, de imperativo categórico Kantiano, un deber ser. Es una norma, parece, sobre lo que es ser mujer, algo que atraviesa su existencia. En lenguaje psicoanalítico, es el yo ideal, incompatible con el aspecto apaciguador del superyó, apuntalador de lo que ya hemos denominado como goce – alcanzado a través del sufrimiento-.

El contexto social.

A mayor necesidad de amor,  reconocimiento, represión de la agresividad y sexualidad en la mujer nos encontramos con fuertes condiciones de someterse al otro. El sometimiento, primera condición para dejar de ser un sujeto, es la puerta de entrada para llegar al maltrato físico.

El proceso previo al maltrato reside en el asilamiento de la familia extensa y de cualquier otro lazo social. Se rompen los vínculos de apego, los lazos sociales – desde el trabajo a las amistades – cercenándolos, obturándolos y destruyéndolos. Este manejo por parte del maltratador tiene un efecto inmediato en la mujer: inseguridad y dependencia, creándola más como objeto y menos como sujeto, afectando, por tanto, a la subjetividad en ella.

Una vez que ya se encuentra aislada, desconfía de todo lo que no concierna a su pareja. Desde este sometimiento, podemos indicar que es un vínculo adictivo, estando adaptada al Otro provocando que el encuentro subjetivo se traduzca en un vacío; más intolerable que el mal trato, y más doloroso que la humillación y el golpe. Percibe la debilidad del partenaire, alcanzando el saber de que es Toda para él. Es la trampa inconsciente, porque también desdice la castración – justamente por este lugar y por el abandono -.

Psíquicamente se coloca en lugar de sostén, una prótesis imprescindible. Y casi siempre estamos en situaciones donde la mujer ya es madre – cuestión importante a tener en cuenta -, poniéndose en juego los valores de género femeninos.

Es una mujer que vive su propio narcisismo y estima a través de él, de su mirada, no teniendo nada que ver que ella sea desenvuelta, inteligente e incluso con medios económicos propios – por ello alcanza a todas las capas sociales -. Pero se encuentra privada de lo público, con independencia de que trabaje o no fuera del ámbito doméstico. En este proceso, la mujer se puede identificar al agresor, puede vivir la feminidad como una minusvalía, una debilidad; en cambio con el agresor se puede sentir de otra forma bien distinta: imprescindible, necesaria. El hombre es el soporte para su narcisismo y autoestima. Esta es la cosa.

Violencia doméstica. Psicoanálisis y Derecho.

El nacimiento del Derecho es un hecho violento. Jose Luis Aranguren lo señala así: “  la violencia se halla en el origen mismo del poder del Estado…En el comienzo, en la implantación de todo régimen, el poder es pura y simplemente violencia. Pero el régimen, una vez establecido, se autolegítima…. Y la autolegítimada violencia de cada día aparece, pura y simplemente, como defensa de la Ley y del orden público”. De ahí en adelante, el Derecho se convierte en doctrina de lo justo.

Edipo pagó muy caro su amor por Yocasta, aún cuando perpetrara su doble crimen con la virtud del enamorado y la inocencia del ignorante. Por supuesto, inocencia en referencia a la ética, y culpable en el plano de los hechos, de la ley. Si se rebatiera, en defensa de Edipo, que no hubo ánimo de obrar mal, la ley argumentaría que siempre podría haber evitado la ignorancia; entonces, hay culpa. Se trata de dos crímenes contra los orígenes de la vida que atentan contra el orden natural de las cosas; testimonian que ni la virtud ni el amor representan garantía suficiente frente a la amenaza de la destructividad humana, ya sea intencionada o no.

El mito de Edipo nos muestra algo de la relación del hombre con la ley: confronta lo que debe ser conforme a la ley con lo que ocurre en al Naturaleza prescindiendo de lo que deba o no ocurrir. Lo que es de Derecho se opone a lo que es de hecho, reafirmando una oposición, por tanto, entre la razón y lo instintivo. Frente al riesgo que entraña ese estado salvaje y amoral en el que parecen transcurrir los hechos siguiendo su curso natural, y en el que se desarrollan los dos mitos freudianos referidos al asesinato del padre de la horda primitiva y el mismo Edipo, es importante el alcance la definición de Hegel sobre el Derecho: “ la pura exterioridad negada de la conciencia moral”; negatividad consecuente de la existencia de un estado de la naturaleza anterior a todo estado social y que justifica la ligazón del hombre a la ley y, por tanto su condición de sujeto de derecho, legitimando al psicoanálisis para completar su estatuto declarándolo sujeto de la pulsión. La cuestión reside que el sujeto puede desasirse del derecho, y vivir torcidamente; pero no puede deshacerse de la pulsión, es algo que lo habita. No hay sujeto sin pulsión.

Se conviene la necesidad de conciencia en el sujeto de su sujeción a la ley moral, que lo coacciona, y le exige una subordinación y renuncia al placer; algo que tiene que ver con el proceso civilizador y que en última instancia le pide la atrofia de su sexualidad. Es una violencia sobre la pulsión sexual que se materializa en una desnaturalización del sujeto, conllevando un aspecto más humano del propio sujeto. Ya Freud señaló al superyó, fuerza coaccionadota, como la instancia que hace diferente al hombre del animal.

Nietzsche propugnó el primitivismo instintivo, y esta desnaturalización del sujeto no significa otra cosa que la esclavitud del sujeto, su acabamiento, la decadencia del superhombre en tanto “sujeto con voluntad de dominación”.

Mientras que el sujeto se somete a este proceso de desnaturalización, no parece que le quede otra salida que buscar otras alternativas a la pulsión sexual, a las que la Naturaleza parece ofrecer al resto de las especies. Pero también es necesario hablar de la precariedad del  sujeto frente a su pulsión, frente a la posibilidad de brusca agitación que promueve en el sujeto el deseo más desenfrenado, alcanzando el uso y abuso del objeto como por ejemplo ya Sade preconizó: la inmoralidad misma, la búsqueda del placer sin límite… algo que ya para el psicoanálisis no es placer. Y por tanto tenemos que admitir que la desexualización sea la única manera de tener en cuenta de forma suficiente al objeto y preservarlo de la megalomanía del sujeto porque la pulsión se nos muestra como devoradora de objetos. Preservar al objeto, no ya como acto piadoso que aborrece Nietzsche, sino porque el reconocimiento de su existencia y de sus vicisitudes se hace imprescindible para poder preservar la propia estructura psíquica del sujeto.

En la época nazi, la pulsión se desplegó en sus últimas circunstancias; se puso en juego lo que podemos llamar “el deseo en estado puro”. La destrucción del ser humano hace mención de ello; se experimenta aquello de “lo tomo porque lo quiero, es mío”; es la manifestación de la pulsión en su lado más extremo: un nazi podía actuar de la siguiente forma: “ te arranco tu ojo porque yo lo deseo”, es decir no se atiene, el deseo, a ninguna ley. El deseo no condesciende a la ley, a la ley del padre. Por tanto….la pulsión de muerte.

Debemos señalar la trampa que acompaña a la ley ya que su cumplimiento, al igual que todo imperativo al que se liga el sujeto, acarrea cierto bienestar en relación directa con el sacrificio exigido. Un bienestar proporcionado por el goce, por un sentimiento de elevación que se acerca más a cierto sentido virtuoso de la vida; lo que la ley ordena es esta división dolorosa, un sujeto en alguna medida desnaturalizado, desexualizado al precio de una cierta enajenación en el goce, que termina anudando líbido y pulsión de muerte. Aparezca por donde aparezca la desmesura, por el lado de la sexualidad o de la ley, la pulsión de muerte acecha al sujeto imprimiendo su sello, tanto en el exceso de renuncia como en el desenfreno dionisiaco porque en ambos se disimula el auténtico peligro…la falta de un verdadero objeto de deseo.

Lo importante es preservar el deseo, que se liga a la vida,  en tanto movimiento libidinal constante que busca desplazándose de un objeto a otro; sosteniendo el deseo, a pesar de esa cierta renuncia a la satisfacción total de las metas pulsionales, mantenemos vivo el objeto, sin pagarlo demasiado caro, como señala bien Piera Aulagnier, sin que ese resto inevitable de sufrimiento sea excesivo, y quizá de paso, estemos más cerca de reconocer a las propias pulsiones del objeto e intentemos satisfacerlas, de forma parcial.

Freud decía que la evolución exige, no que la pulsión finalice domesticada por el yo, sino que se consiga ser ligada por éste. Todo esto coloca al Derecho en una encrucijada en las que debe de intentar preservar las posibilidades de encuentro entre la naturaleza humana y las exigencias socio-culturales, su imbricación o, al menos, evitar su dramático desencuentro para que ese constante trabajo de ligazón del yo no se vea trabado. Quizá en este punto podemos encontrar que el marco del derecho, a veces, sea pequeño, y produzca un efecto, en los sujetos, descorazonador, frente a la limitación de la destructividad humana, en relación, al igual que Edipo, de hacer el bien o la ignorancia de hacer el mal cometa acciones sin remedio, sin apelación en referencia directa al Derecho Internacional en su justificación de la “guerra justa”. Y algo cae en el sujeto cuando comprueba que el Derecho no se atiene a la ley, cuando se expresa que el Derecho es algo que un representante de la Ley lo actúa como quiere, sin someterse a sus principios.

Si ciertamente aquí se pone en juego la dualidad de la pulsión de vida versus la pulsión de muerte, emerge otra dualidad también comprometida por esa aspiración omnipotente a la satisfacción pulsional completa, es decir, de la oposición masculino-femenino. Introduzcamos el concepto de pulsión de dominio a través de Pontalis y Laplanche. Ellos nos informan de que se trata de un término relativamente impreciso utilizado por Freud en la Teoría de los Tres ensayos sobre la teoría sexual: una pulsión no sexual que sólo secundariamente se une a la sexualidad y cuyo fin consiste en dominar al objeto por la fuerza. Freud considera a la musculatura como el soporte de esta pulsión y acuña dicho concepto en la explicación de la crueldad infantil; no persigue el sufrimiento del objeto, sino más bien que no lo tiene en cuenta; fase previa entonces, tanto a la compasión como al sadismo. En las pulsiones y sus destinos, Freud define el primer fin del sadismo como la humillación y el dominio del objeto por la violencia. El hacer sufrir no forma parte del fin originario. Finalmente con la introducción de la pulsión de muerte, la tendencia de asegurarse el apoderamiento del objeto aparece como una versión que puede adoptar la pulsión de muerte cuando ésta entra al ser vicio de la pulsión sexual, y el punto de referencia ya no recae en el dominio sino en la destrucción. Crueldad sobre la que se asienta este apoderamiento del objeto, para inmovilizarlo, minando su pulsionalidad misma para dejarlo inactivo y fijarlo en el seno del narcisismo del sujeto. Objeto pasivizado, convertido en mera proyección narcisista del sujeto que borracho de omnipotencia, no dispondría de mejor recurso para desmentir su propia tendencia y temor a la pasivización. Alcanzamos otra dualidad freudiana: oposición actividad-pasividad. Para Green se trata de repudiar la feminidad de la madre, esto es, su acción pasivizante, vivida como un ataque de carácter  insoportable a la identidad del sujeto. No habría de rechazar la feminidad de no hacerse fundamental el desmentimiento del deseo de fusión como el objeto primario a causa de la pasivización que implica. Fusión primitiva con la madre que el hombre, a diferencia de la mujer, no puede en modo alguno revivir, al estar impedido por la experiencia de la maternidad.

Si pensamos que la destrucción violenta para aniquilar al objeto debe entrañar algún tipo de angustia, un temor a algún tipo de desmoronamiento total, el asesinato aparece como la forma de obtener un cierto sosiego en la destrucción, y que también es autodestrucción. En muchas historias, sucede que tras el asesinato, se prosigue el suicidio del sujeto, o también un entregarse a las autoridades. Podríamos interrogarnos a quién mata entonces el sujeto, qué figura es la destruida…quizá se trate de un objeto depositario que va más allá de una investidura narcisista; no es una sombra la que cae sobre el yo, parece el yo mismo destruido en el acto del asesinato. El objeto encarna, pareciera, un doble necesario, indispensable, para el sujeto.

Balier realiza un análisis de comportamientos sexuales violentos; destaca el papel de la escisión del yo en este tipo de patologías. Son personas que pueden sostenerse en un mundo objetal ordinario hasta la sobreadaptación, en contraste con otra parte de sí realmente perturbada oculta en si psiquismo, pudiendo activarse en un momento determinado, algo así como una llamada.. De ahí, que en ocasiones aparezca la figura de un sujeto bien adaptado, o maduro socialmente – y que no es lo mismo que la madurez psíquica -, y que detrás de esta imagen se oculta una enorme pobreza mental, con una sintomatología de hipermadurez.

Esa llamada podría ser la amenaza de separación de pérdida del objeto primario omnipotente; la relación objetal de precipita como un callejón sin salida entre la angustia de intrusión y la angustia de separación. Nos encontramos ante la incapacidad para soportar la pérdida, para aceptarla. Emerge el sujeto como insolvente para tramitar una pérdida porque cuestiona su mismo estatuto de sujeto.

Algunas consecuencias clínicas en la violencia de género.

La consecuencia más profunda  y que aconsejarán un tratamiento del sujeto atravesado por los malos tratos será el de darse el lugar de volver a reconocerse como sujeto, recuperar la subjetividad en detrimento del ser objeto Todo. Esto no indica que el sujeto deje, en parte, de ser objeto. Lo aclaramos al decir que todo sujeto es, a la vez, objeto. Es indispensable para el vínculo con el otro, es la forma que tiene la seducción en el lugar amoroso. Sin alcanzar, en esta referencia, la destrucción de la propia subjetividad – cuestión que si ocurre en el maltrato-. Si el sujeto no se coloca en cierto lugar de objeto a para el otro – dixit Lacan – entonces no representará para el otro ser un  objeto valioso; no se ofrecerá como significativo para el Otro. Y esto alcanza a hombres y a mujeres.  Conllevaría, al decir popular, no comerse una rosca. Esta cuestión hay que entenderla bien porque corremos el riesgo de pensar que no cabe otro destino que ser puramente un objeto  de goce para el Otro… y entonces estaríamos hablando del sacrificio. Bordeamos la psicosis, donde – si se alcanza el paroxismo sacrificial – el sujeto ofrece al Otro una parte de su cuerpo en modo sacrificial, desapareciendo absolutamente como sujeto. Y se trata de que sin dejar de ser sujeto podamos ofrecernos como objeto – en momentos puntuales, parciales -.

Algunas mujeres mantienen el discurso de que no quieren ser tomadas como objeto que luego van a tirar a la papelera, no quieren ser tomadas como pañuelo de papel que luego se desecha, quieren ser tomadas en más; por su inteligencia, por su  hacer, por lo que son, que apunta a algo más que como objeto sexual, como si este lugar fuera el todo como objeto; se niegan a ello. Huyen de la posición extrema de ser un objeto en estado puro para el hombre. Y en el hombre esta cuestión se dirime, también en algo más… no ser un sujeto para inseminar, para que la mujer tenga un hijo y que alcance la posición de Madre.

Otro de los malestares subyacentes de los malos tratos se manifiesta por la sensación subjetiva de suciedad, de ser mala, que se acompaña en muchas ocasiones de haber hecho algo malo que justifica que el agresor se comportase de una forma determinada. Ya no sólo existe la agresión y el maltrato, sino que subsiste una experiencia de miseria inducida, en la que la víctima se vive como merecedora de lo sufrido. A la víctima le es mejor tener la sensación de que ha sido mala, salvando al agresor, para poder seguir optando por una figura de protección hacia ella, y por supuesto, también salvar sus ideales con respecto del amor. Se garantiza la fantasía de Otro bueno y protector. Cuando esto se viene abajo, la vivencia primaria bajo la indefensión, culpa y miseria se apodera de la estructura psicológica. Emerge otro mundo, y pone en cuestión la vida de la persona  en cuanto a su ser como sujeto.

La autoestima, es un elemento que se deriva de los elementos relacionados y descritos ya a anteriormente. Esta se encuentra en relación directa con el vínculo mantenido. Como ya hemos indicado anteriormente, el narcisismo y la autoestima pasan por el Otro, y el despliegue puesto en funcionamiento por el sujeto maltratador alcanza a que sin él, ella no es nada. Efectivamente esto se produce, quedando ambos elementos pertenecientes a la subjetividad en suspenso para la propia persona implicada. Se aclara al decir que la persona es dependiente del narcisismo aportado o significado por el agresor por cuanto ella apunta a establecerse en el  lugar del Todo, como ya hemos indicado.

Hacemos referencia a continuación a diversos trastornos surgidos en sujetos que han experimentado la violencia. Nos referiremos al TEPT, TEA y derivados. Como los cuadros que se presentan a continuación pueden surgir de otras situaciones traumáticas, desplegaremos todas las sintomatologías provenientes de lo traumático, teniendo en cuenta que no todo lo expuesto va a pertenecer a lo emergente en situaciones de violencia en la situación de  maltrato.

TEPT. Trastorno de estrés postraumático.

El término TEPT engloba dos aspectos bien definidos: por una parte una respuesta de estrés que es patológica, y por otra el trauma. Frente a un estresor el organismo responderá buscando la adaptación, el equilibrio, pero recordemos que existe el goce, aquel que va más allá del principio del placer... Podemos decir además que esto es lo propio del proceso traumático. Por lo tanto se trata de una adaptación con muchas dificultades puestas por el propio psiquismo. En todo caso, el estresor puede ser físico o psicológico y la respuesta puede ser adaptativa – eustrés - o patológica – distrés -. Es por ello que estrictamente deberíamos estar hablando de trastorno por distrés postraumático.

La definición del TEPT, por el DSM III y sucesivas definiciones de la APA, se basa en un modelo conceptual que separa a los eventos traumáticos de otras experiencias estresantes y, por consiguiente, separa al TEPT de otras respuestas al estrés.

Los eventos traumáticos o catastróficos, a diferencia de las experiencias estresantes cotidianas, han sido ligados a este síndrome, cuando originan una serie de síntomas y consecuencias determinadas.

Los estudios han comprobado que el TEPT es una enfermedad frecuente, que representa un problema para la salud pública muy importante, si bien se sabe que este trastorno no es la salida inevitable a toda exposición traumática. Llega a ser alarmante el incremento de los sucesos traumáticos en nuestra sociedad, en forma de asaltos, mal trato, robos, secuestros, violaciones, atentados y otros daños que amenazan lo cotidiano.

El DSM IV ha modificado el criterio del estresador del TEPT, de manera que ya no constituye una exigencia el hecho de que el evento se encuentre fuera del marco habitual de las experiencias humanas, siendo suficiente y necesario que la persona haya experimentado, presenciado o le hayan explicado uno o más acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás, y haya respondido con temor, desesperanza y horror intensos.

El TEPT presenta tres tipos de síntomas: intrusivos, de evitación e hiperexcitabilidad. Y tres tipos evolutivos: la forma aguda que comienza durante los tres primeros meses tras el evento, la forma crónica que dura seis o más meses y la forma retardada que aparece al menos seis meses después del trauma. Algunas formas son atípicas. Cuando la duración del trastorno es inferior a un mes, debe codificarse como trastorno por estrés agudo.

Frecuentemente, después de un cuadro agudo de estrés agudo o postraumático, puede haber una transformación permanente de la personalidad, secundaria a experiencia catastrófica, que viene expresamente recogida en la CIE-10, que es la décima versión de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud. La CIE es publicada por la Organización Mundial de la Salud.

La transformación de la personalidad no debe confundirse con los trastornos de la personalidad. Estos se desarrollan durante la infancia y se ponen de manifiesto durante la adolescencia o inicio de la edad adulta, mientras que la transformación implica un cambio o modificación de la personalidad previa, ya desarrollada. También debe diferenciarse de la acentuación de rasgos de la personalidad, ya que aquí se trata simplemente de una mayor significación de dimensiones ya existentes en al personalidad del sujeto.

Por el contrario, la transformación implica la aparición de rasgos nuevos, que no se encontraban presentes - suspicacia, desconfianza, apatía, etc.-  con las siguientes exigencias: el evento debe ser suficientemente grave como para no tener que considerar la vulnerabilidad del sujeto, debe ser persistente, más de dos años después del evento; los nuevos rasgos resultan desadaptativos, y causan malestar o deterioro social significativo, y debe descartarse que el cambio no sea debido al uso de sustancias psicotrópicas, enfermedad médica, o trastorno mental.

Concretemos después de este recorrido, una definición: Se trata de una severa reacción patológica, cuyo causante es un suceso traumático. El efecto de este último se plasma en el interior del organismo, cronificándose. No se genera sin un acontecimiento traumático, agente estresante, pero éste por sí mismo no garantiza el desarrollo del cuadro, debe existir una vulnerabilidad previa, o factores de riesgo, en el sujeto para que ello ocurra.

Factores de riesgo.

Según Cia -2001-, los factores que influencian el riesgo de sufrir un TEPT, a consecuencia de una exposición traumática pueden diferenciarse en:

Pretraumáticos.

- Género: Las mujeres presentan el doble de posibilidades de desarrollar un TEPT, respecto a los hombres.

- Edad: adultos jóvenes. Menores de 25 años.

- Educación: sujetos de educación terciaria

- Traumas infantiles: aquellos que experimentaban abuso sexual o físico infantil.

 - Exposición previa a traumas: en forma de accidentes graves, abuso, maltrato, violación, migraciones forzadas, etc.

- Trastorno psiquiátrico preexistente: de cualquier clase.

- Vulnerabilidad genética: Es discutible y da lugar a confusiones.

- Antecedentes personales en la adultez.

- Eventos vitales adversos: divorcio, desocupación, muertes recientes, bancarrota.

- Salud física deteriorada.

- Historia familiar de trastornos psiquiátricos.

Peritraumáticos

Los cuales implican las características del evento - individual, grupal, accidental o provocado-  entre los cuales se encuentran:

- Severidad o dosis del trauma: a mayor magnitud de la exposición traumática, mayor es la posibilidad de desarrollar un TEPT. Los traumas más severos, frecuentemente, incluyen la percepción de que la vida se encuentra amenazada o existe la posibilidad de sufrir lesiones graves.

- Naturaleza del trauma: La violencia personal en forma de asaltos, torturas o violaciones, en las cuales hay un agresor humano, es mucho más probable que generen TEPT que un evento impersonal (desastre natural).

- Participación en atrocidades: como agresor, testigo o víctima de las mismas.

Postraumáticos.

Los podemos dividir en:

- Pobre apoyo social y familiar.

- Reacción inmediata postrauma: Como la disociación peritraumática, la activación fisiológica o síntomas evitativos tempranos se encuentran bajo investigación como posibles factores de riesgo para el TEPT.

Cías propone además otra forma de clasificar los factores de riesgo:

- Factores referidos al trauma. Se han realizado diferentes estudios que confirman este extremo. Por ejemplo, se ha visto como los traumas intencionalmente provocados por el hombre confieren un riesgo mayor que los accidentes o desastres naturales. En general, la magnitud de los sucesos traumáticos, así como su repetición en el tiempo, constituyen elementos críticos.

- Factores referidos al sujeto que lo padece. En diferentes estudios, se han encontrado una serie de antecedentes que predisponen al desarrollo de la enfermedad: una historia familiar con ansiedad, una historia personal con conflictos neuróticos y problemas de conducta, una historia de tratamientos por conflictos psicológicos, separación temprana de padres o comportamiento antisocial. Todos estos factores predijeron, de manera significativa, el desarrollo del TEPT, luego de la exposición a un agente estresante.

El estresor.

Ya comentábamos más arriba como el DSM IV modificó el criterio del estresador, debido a lo cual no es necesario que la persona sea víctima en primera persona del suceso traumático, puede bastar con presenciarlo o escucharlo.

El DSM IV identificó cinco grupos de acontecimientos traumáticos: muerte, amenaza de muerte, graves lesiones, amenaza a la propia integridad y amenaza a la integridad de otras personas.

Las dos características más importantes son la severidad y la duración. Así por ejemplo, la experiencia en un campo de concentración y la violación se consideran situaciones de mayor riesgo para producir un TEPT crónico que la experiencia de combate o el haber sufrido un accidente de tránsito.

Entre las cusas más frecuentes de TEPT, por sexo, se tiene en los hombres las experiencias de combate o haber presenciado muertes o graves lesiones; en cambio en las mujeres destacan las violaciones y los ataques sexuales.

En frecuencia descendente las situaciones que provocan más TEPT son el recuperar la conciencia durante alguna cirugía (56%), la violación en mujeres (48,4%) y el presenciar muertes o graves lesiones entre los hombres (10,7%).

Criterios diagnósticos.

El diagnóstico del TEPT está, en principio, caracterizado por tres elementos mayores:

La reexperimentación repetida de memoria de la experiencia traumática. Estas tienden a involucrar memorias visuales y sensoriales del evento que frecuentemente son acompañadas por un desastre fisiológico y psicológico extremo, y a veces por un embotamiento emocional. Estos recuerdos pueden ocurrir espontáneamente o pueden ser disparados por una serie de estímulos reales o simbólicos.

Evitación de los estímulos que recuerden el trauma, así como embotamiento emocional e incapacidad de expresar los sentimientos. Se da un alejamiento de los estímulos cotidianos.

El estado de hiperalerta, expresado por la hipervigilancia, irritabilidad, problemas de memoria y concentración, trastornos del sueño y una respuesta de sobresalto exagerada.

Pasemos ahora a la descripción de los criterios que hace el CIE-10 y el DSM IV.

Criterios diagnósticos. CIE-10 OMS, 1992.

Surge como respuesta tardía a un evento estresante o a una situación de naturaleza excepcionalmente amenazante o catastrófica, que causarían por sí mismos malestar generalizado en un número mayoritario de personas.

Ciertos rasgos de personalidad - ej.: compulsivos-, o antecedentes de enfermedad neurótica pueden predisponer al padecimiento de la enfermedad, disponer un descenso en el umbral de la aparición del síndrome o agravar su curso.

Sus características: episodios reiterados de reviviscencias o sueños, persistente sensación de entumecimiento emocional, desapego, falta de capacidad de respuesta y evitación de todo lo que provoca el trauma.

Suelen temerse, e incluso evitarse, las situaciones que recuerdan o sugieren el trauma.

Pueden presentarse estallidos agudos de miedo, pánico o agresividad, desencadenados por estímulos que evocan un repentino recuerdo, una actualización del trauma o de la reacción original.

Estado de hiperactividad vegetativa con hipervigilancia e incremento de la reacción de sobresalto e insomnio.

Los síntomas se acompañan de depresión y/o de ansiedad, y no son raras las ideaciones suicidas.

 

El consumo excesivo de sustancias o alcohol puede ser un factor agravante.

Comienza con un periodo de latencia luego del trauma cuya duración varía desde unas pocas semanas hasta meses.

 El curso es fluctuante, pero se puede esperar la recuperación, en la mayoría de los casos.

En algunos casos el trastorno puede tener durante muchos años un curso crónico y evolucionar hacia una transformación persistente de la personalidad.

Se diagnostica si aparece dentro de los seis meses posteriores a un hecho traumático. Establecer un diagnóstico fuera de tiempo es posible cuando sus manifestaciones clínicas son típicas y la alternativa de otro diagnóstico no es viable. Deben estar presentes: las evocaciones o representaciones del acontecimiento en forma de recuerdos o imágenes o de ensueños reiterados. Suelen estarlo: el desapego emocional, el embotamiento afectivo, la evitación de estímulos relacionados al trauma. Los síntomas vegetativos, los trastornos del estado de ánimo y el comportamiento anormal contribuyen también al diagnóstico.

Criterios diagnósticos DSM IV.

A. La persona ha estado expuesta a un acontecimiento traumático en el que han existido 1 y 2:

 

1. la persona ha experimentado, presenciado o le han explicado uno (o más) acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás
2. la persona ha respondido con un temor, una desesperanza o un horror intensos. Nota: En los niños estas respuestas pueden expresarse en comportamientos desestructurados o agitados

 

B. El acontecimiento traumático es reexperimentado persistentemente a través de una (o más) de las siguientes formas:

 

1.Recuerdos del acontecimiento recurrentes e intrusos que provocan malestar y en los que se incluyen imágenes, pensamientos o percepciones. Nota: En los niños pequeños esto puede expresarse en juegos repetitivos donde aparecen temas o aspectos característicos del trauma

2. Sueños de carácter recurrente sobre el acontecimiento, que producen malestar. Nota: En los niños puede haber sueños terroríficos de contenido irreconocible

 

3. El individuo actúa o tiene la sensación de que el acontecimiento traumático está ocurriendo ; se incluye la sensación de estar reviviendo la experiencia, ilusiones, alucinaciones y episodios disociativos de flashback, incluso los que aparecen al despertarse o al intoxicarse.

 

4. Malestar psicológico intenso al exponerse a estímulos internos o externos que simbolizan o recuerdan un aspecto del acontecimiento traumático.

 

5. Respuestas fisiológicas al exponerse a estímulos internos o externos que simbolizan o recuerdan un aspecto del acontecimiento traumático

 

C. Evitación persistente de estímulos asociados al trauma y embotamiento de la reactividad general del individuo - ausente antes del trauma -, tal y como indican tres -o más - de los siguientes síntomas:

 

1. Esfuerzos para evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones sobre el suceso traumático.


2. Esfuerzos para evitar actividades, lugares o personas que motivan recuerdos del trauma.

3. Incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma.

 

4. Reducción acusada del interés o la participación en actividades significativas.

 

5. Sensación de desapego o enajenación frente a los demás.

 

6. Restricción de la vida afectiva -  ej., incapacidad para tener sentimientos de amor -.


7. Sensación de un futuro desolador -  ej., no espera obtener un empleo, casarse, formar una familia o, en definitiva, llevar una vida normal.

 

D. Síntomas persistentes de aumento de la activación –arousal-  -ausente antes del trauma -, tal y como indican dos (o más) de los siguientes síntomas:

 

1. Dificultades para conciliar o mantener el sueño.

 

2. Irritabilidad o ataques de ira.

 

3. Dificultades para concentrarse.

 

4. Hipervigilancia


5. Respuestas exageradas de sobresalto

 

E. Estas alteraciones (síntomas de los Criterios B, C y D) se prolongan más de 1 mes.

 

F. Estas alteraciones provocan malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.

Especificar si:

Agudo: si los síntomas duran menos de 3 meses Crónico: si los síntomas duran 3 meses o más.

Especificar si:

 

De inicio demorado: entre el acontecimiento traumático y el inicio de los síntomas han pasado como mínimo 6 meses.

 

Modificaciones del diagnóstico del TEPT presentes en el DSM IV-TR

 

En el DSM IV-TR, APA ,2001,  se ha introducido modificaciones del diagnóstico respecto a la versión de 1994...

 

Respecto al curso de la enfermedad se agregó que puede haber una reactivación de los síntomas en respuesta a recordatorios del trauma, a agentes estresantes vitales o ante nuevos sucesos traumáticos. Se han descrito además posibles connotaciones hereditarias, estableciendo una relación entre la historia de las depresiones en familiares de primer grado y una mayor vulnerabilidad a padecer el síndrome... Bajo nuestro punto de vista, la connotación hereditaria es cuestionable ya que las relaciones con la historia de la familia también pueden explicarse desde un punto de vista estrictamente psicológico.

 

En lo que hace al trastorno de Estrés Agudo, el DSM IV, da una información adicional, con relación al progreso de esta enfermedad hacia el TEPT. Menciona rangos de prevalencia para el TEA que oscilan entre el 14% y el 33% en sujetos expuesto a traumas severos.

 

Respecto a los síntomas asociados al TEPT, es interesante destacar la presencia de una constelación de síntomas, comúnmente asociados a un agente estresante interpersonal: perturbaciones en la modulación afectiva, comportamientos autodestructivos e impulsivos, síntomas disociativos, sentimientos de inutilidad, vergüenza, desesperanza o desesperación, sentir que ha sido perjudicado o dañado en forma permanente, pérdida del sistema de creencias anterior, hostilidad, retraimiento social, deterioro en las relaciones, alteración de las características previas de personalidad.

 

En esta versión, se describen nuevas causas que producen el TEPT y se acentúan otras:

-combatir o participar en una guerra (también ser víctima civil)

- sufrir violencia personal (agresión sexual, física, robos a mano armada)

- ser secuestrado o tomado como rehén.

- ser víctimas de ataques terroristas

- sufrir torturas o tormentos.

- ser prisionero de guerras o permanecer en campos de concentración.

- sufrir desastres naturales o provocados por el hombre 

- participar en accidentes automovilísticos o vehiculares graves.

- recibir un diagnóstico de una enfermedad parcialmente terminal.

 

Otras Patologías.

 

Cabe decir que ha medida que ha ido avanzando el estudio de las situaciones traumáticas, se han ido describiendo más clases de reacciones. Se ha definido así, el TEPT parcial y el trastorno de estrés postraumático. En ambos casos, no se acaba de cumplir el diagnóstico para un TEPT. También ha aparecido el TEPT complejo o trastorno por estrés extremo no especificado; este cuadro se asocia de preferencia con una historia de abuso interpersonal prolongado y severo - como abuso sexual, maltrato físico o experiencias bélicas prolongadas - y tiene generalmente un curso crónico y de difícil tratamiento.

 

Veamos algunas distinciones:

 

Estrés agudo.

 

Cía (2001) plantea que, el TEA (trastorno de estrés agudo) incluye la mayoría de los síntomas del TEPT y a otros relacionados a la disociación. Se incluyó esta categoría en el DSM IV para diagnosticar a los sujetos que exhibían los síntomas dentro de las primeras cuatro semanas, dado que el TEPT no podía ser diagnosticado hasta un mes después de transcurrido el suceso traumático.

 

Según el DSM IV-TR (2001), el TEA se refiere a personas que han estado expuestas a un acontecimiento traumático que se caracteriza por muerte o amenaza a la propia integridad física o de los demás. A consecuencia de ello, las víctimas desarrollan una serie de síntomas disociativos: anestesia emocional, amnesia disociativa, desrealización, despersonalización y reducción de la atención.

Si bien los síntomas del TEA son muy similares a los del TEP, deben durar como mínimo dos días y como máximo cuatro semanas, y aparecen dentro del primer mes que sigue al acontecimiento traumático. El TEPT no puede ser diagnosticado hasta, por lo menos cuatro semanas después de ocurrida la experiencia traumática.

 

A pesar de que el TEA es un predictor posible del TEPT, no todos los que presentan un TEA desarrollan luego un TEPT. Así mismo, personas que no desarrollaron un TEA pueden, posteriormente, sufrir un TEPT.

 

Criterios para el diagnóstico de Trastorno por estrés agudo DSM IV.

 

A. La persona ha estado expuesta a un acontecimiento traumático en el que han existido 1 y 2:

1. la persona ha experimentado, presenciado o le han explicado uno (o más) acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás
2. la persona ha respondido con un temor, una desesperanza o un horror intensos.

 

B. Durante o después del acontecimiento traumático, el individuo presenta tres (o más) de los siguientes síntomas disociativos:

1. sensación subjetiva de embotamiento, desapego o ausencia de reactividad emocional.


2. Reducción del conocimiento de su entorno – como estar aturdido, por ejemplo -.

 

3.Desrealización.

 

4. Despersonalización.

 

5. Amnesia disociativa – como `pr ejemplo incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma -.

 

C. El acontecimiento traumático es reexperimentado persistentemente en al menos una de estas formas: imágenes, pensamientos, sueños, ilusiones, episodios de flashback recurrentes o sensación de estar reviviendo la experiencia, y malestar al exponerse a objetos o situaciones que recuerdan el acontecimiento traumático.

 

D. Evitación acusada de estímulos que recuerdan el trauma -p. ej., pensamientos, sentimientos, conversaciones, actividades, lugares, personas -.

 

E. Síntomas acusados de ansiedad o aumento de la activación (arousal) (p. ej., dificultades para dormir, irritabilidad, mala concentración, hipervigilancia, respuestas exageradas de sobresalto, inquietud motora).

 

F. Estas alteraciones provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo, o interfieren de forma notable con su capacidad para llevar a cabo tareas indispensables, por ejemplo, obtener la ayuda o los recursos humanos necesarios explicando el acontecimiento traumático a los miembros de su familia.

 

G. Estas alteraciones duran un mínimo de 2 días y un máximo de 4 semanas, y aparecen en el primer mes que sigue al acontecimiento traumático.

H. Estas alteraciones no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej., drogas, fármacos) o a una enfermedad médica, no se explican mejor por la presencia de un trastorno psicótico breve.

 

Trastorno por Estrés Extremo o TEPT Complejo.

 

Van de Kolk, en 2002, advirtió, después de un estudio de 384.000 beneficiarios del Medicaid en Massachussets, que la mayoría de la gente que busca tratamiento por problemas relacionados con el trauma, tienen historias de múltiples traumas.

Como consecuencia de los trabajos para desarrollar los criterios del DSM IV, se describió un síndrome de problemas psicológicos que se han visto frecuentemente asociados con historias de abusos interpersonales prolongados y severos. Es decir, se describió un perfil clínico de individuos que habían experimentado la exposición prolongada y repetida a sucesos traumáticos, denominándolo «Trastorno por Estrés Extremo No Especificado» (TEE), o «Trastorno por Estrés Postraumático Complejo» (Complex PTSD).

Herman, 1992, describió las consecuencias sobre un individuo sometido a un control totalitario por un período prolongado de meses o años. Los ejemplos incluyen: ser secuestrado, o tomado como rehén, prisionero de guerra o de un campo de concentración, ser víctima de violencia doméstica, abuso físico y sexual infantil o explotación sexual organizada.

Según Cazabat, 2001, las situaciones descriptas van más allá de las consecuencias que puede tener un único hecho traumático, ya que la degradación de la identidad y de su vida relacional provoca alteraciones profundas a nivel cognitivo, perceptual, de la regulación afectiva, en la autopercepción, en la personalidad y la identidad. Van der Kolk plantea que esto delineó un complejo de síntomas asociados con el trauma interpersonal temprano:

1. Alteraciones en la regulación de los impulsos afectivos, incluyendo dificultad en la modulación de la ira y ser autodestructivo.

2. Alteraciones de la atención y de la conciencia que lleva a amnesias, episodios disociativos y despersonalizaciones.

3. Alteraciones en la autopercepción, tales como un sentido crónico de culpa y responsabilidad, sentimientos crónicos de vergüenza.

4. Alteraciones en la relación con los otros, tales como no ser capaz de creer, no ser capaz de establecer relaciones de cercanía emocional con la gente.

5. Somatización: el problema de sentir síntomas en un nivel somático para los cuales no se encuentra ninguna explicación médica.

6. Alteraciones en los sistemas de creencias: pérdida de fe, desesperanza.

Estos ahora están detallados en el DSM como características asociadas al trastorno por estrés postraumático.

Cuanto más temprano el trauma, y más larga su duración, mayor es la probabilidad de que la gente sufriera todos estos síntomas en alto grado, que constituyen el diagnóstico de trastorno por estrés extremo.

Desórdenes por disrupción.

Benyakar ,2003, define «desórdenes por disrupción» a «los desórdenes psíquicos activados por la irrupción de eventos o situaciones fácticas, que producen en el sujeto distorsiones de la vivencia afectando, de esa manera, las cualidades de la experiencia».

Los desórdenes por disrupción dan lugar a las «patologías de lo disruptivo» que son aquellas en las que un cambio que ocurre en el afuera impacta en el adentro produciendo distorsiones vivénciales, o sea, vivencias traumáticas, de estrés, ominosas o de ansiedad. Esto distingue las patologías por disrupción de las neurosis en las cuales es la distorsión intrapsíquica del sujeto lo que transforma la relación con el entorno.

Según el autor, la vivencia traumática es sólo una de las posibles respuestas a la irrupción del mundo externo en el interno y es, precisamente, la desarticulación que se produce como efecto de la interrupción de la función articuladora del afecto y la representación. El estrés, en cambio, es la respuesta que consiste en una distorsión de la articulación, sujeta a una tensión máxima pero que, sin embargo, no llega al corte. De esto se desprende que una de las diferencias fundamentales entre lo que pertenece al estrés y lo que corresponde a lo traumático, explica el autor, es el destino de la articulación. Así, en la vivencia de estrés hay una articulación distorsionada mientras que en la traumática hay una desarticulación, un corte o quiebre, del afecto y la representación.

Síndrome de ansiedad por disrupción (SAD)

Este síndrome designa el cuadro que genera en algunas personas el mero hecho de vivir en esa clase de entornos disruptivos que, al sostenerse en el tiempo, sufren un deterioro paulatino, desigual y progresivo, causando padecimientos que obedecen a la irrupción de esos entornos en el psiquismo de las personas.

Según el autor, esto lleva a los profesionales de salud mental a desviar la mirada del mundo interno del sujeto al papel que juega la dinámica del mundo externo en los procesos psíquicos que ocurren en las personas. Las formas actuales de articulación entre lo social y lo individual producen cuadros sintomáticos que ya no encajan en las categorías habituales y piden que los profesionales de salud mental se acerquen a la experiencia singular, idiosincrásica, dependiente de la estructura psíquica de cada individuo, a través de una lente pulida por las características de los eventos fácticos asociados con esa experiencia -Benyakar, 2003 -.

Según plantea el autor, en el SAD la ansiedad emerge porque el psiquismo percibe, adecuadamente, que los referentes y los significados instituidos del entorno, que proporcionan contención y facilitan enfrentar las situaciones, ya no están ahí. Las cadenas que asociaban unos hechos con otros, se desdibujan porque los hechos mismos pierden sus viejos y conocidos significados. Por ejemplo, cuando un sobre con una carta deja de ser el vehículo para la comunicación entre personas y se convierte en un arma letal. Por tanto, desaparecen los parámetros que ofrecían las referencias fijas a partir de las cuales evaluar y cuestionar la realidad externa y la interna.

Descripción del SAD

Diversos investigadores y profesionales de la salud mental concuerdan en que los fenómenos psíquicos observados y agrupados bajo la denominación SAD son:

- Estados profundos de desorientación e incertidumbre respecto del presente y, sobre todo, del futuro por la ausencia de parámetros confiables que permitan sostenerse en el pasado, actuar en el presente y planificar el futuro. Los cambios repentinos en las normas que, profundamente incorporadas a la cultura y la subjetividad, enmarcan y regulan las acciones cotidianas desbaratan los recursos simbólicos. Así, los individuos pierden la capacidad para interpretar las situaciones que viven, y por tanto, el presente pierde su sentido y arrastra consigo al futuro.

- Vivencias personales de desamparo e impotencia porque las instituciones sociales, que normalmente aseguran la vigencia de los marcos normativos, se ven desbordadas por los acontecimientos y ya no pueden garantizar las reglas de convivencia ni cumplir con las funciones para las que fueron creadas.

- Sensación de estar atrapado, de no poder escapar a las situaciones amenazantes, ya que el actual desarrollo de los medios de difusión universaliza los temores y no permite que queden resquicios donde sentirse a salvo.

- Un miedo difuso pero permanente, muchas veces no reconocido como tal, se instala como resultado de vivenciar la presencia constante de peligros larvados de origen no identificable.

- El miedo dispara sentimientos cada vez más hondos e indiscriminados de desconfianza, sospecha y desvalorización de los otros. Estas emociones exacerbadas en relación con las personas a quienes compete la responsabilidad de asegurar la estabilidad normativa e institucional, o sea, funcionarios y dirigentes, pueden desembocar en ira.

- La desconfianza promueve el aislamiento y éste, a su vez, subraya la desconfianza. Se establece así una espiral que empuja a las personas afectadas a asumir conductas egoístas, indiferentes o incluso hostiles.

- En quienes estos comportamientos no son habituales, son frecuente los sentimientos de malestar, de culpa y las actitudes de culpar a otros.

- Las personas que no pueden manifestar su ira caen presas de sentimientos de indefensión y anonadamiento que a veces las llevan a la parálisis.

- La incertidumbre ocasionada por el cambio en las reglas de juego alienta el sentimiento de impotencia. Incertidumbre e impotencia combinadas inhiben la capacidad para tomar decisiones y/ o sostenerlas una vez tomadas. Es común que personas que se sientan de esta manera caigan en estados de abulia. O que, por el contrario, recurran a una hiperactividad sin rédito y desgastante.

- El carácter inasible de las amenazas agrava la tendencia humana a establecer culpables visibles e identificables sobre quienes descargar la frustración. A su vez estas actitudes, a menudo irracionales, necesitan ser justificadas, lo cual incrementa la necesidad de aferrarse a certezas absolutas.

- Pueden darse estados de confusión leve. El desconcierto resultante instala en algunas personas la duda acerca de la validez y adecuación de los propios sentimientos y percepciones, y las hace dependientes de la opinión de otros que puedan confirmarlos. Si esta dependencia se establece con personas que enarbolan las buscadas certezas absolutas, quedan establecidas para el desarrollo de adhesiones fanáticas.

- Es muy frecuente la necesidad imperiosa de hablar insistentemente acerca de lo que sucede; de expresar a otros, una y otra vez, los temores, las inseguridades, los desconciertos, como si de ese modo pudieran disiparse o como buscando validar sus vivencias y certificar que la amenaza existe, que no es mero producto de su subjetividad.

- Al hacerlo, sin embargo, la persona se transforma, consciente o inconscientemente, en un «agente propagador del caos» que magnifica y potencia el malestar general y teme estar personalmente involucrada en la generación de su propia desazón y de la ajena. Aun cuando quien así sienta tenga la certeza de que no hay nada más alejado de su deseo que ese resultado y que nada hizo que justifique el temor que siente en ese sentido, se apodera de ella un sentimiento generalmente injustificado de complicidad con lo que amenaza.

- Esta sensación de complicidad se refuerza debido a que la amenaza no puede ser reconocida como totalmente ajena al individuo.

- Puede ocurrir que quienes se saben inocentes, exentos de responsabilidad directa alguna en relación con los acontecimientos externos que producen la disfunción generalizada del entorno, también se sientan atrapados en una penosa situación dentro de la cual ninguna de las respuestas posibles está a salvo de adquirir el sentido que el enemigo ignoto, no identificable, le confiera. No poder dominar el sentido de las propias acciones es una experiencia terrorífica muy frecuente entre las personas que viven en un entorno organizado alrededor de la amenaza terrorista, porque significa que cualquier conducta que asuman terminará, fatalmente, siendo una prueba del éxito de la acción terrorista.

- En tanto el miedo rechaza toda forma de adaptación, las personas asumen conductas pseudoadaptativas, por ejemplo, privarse de ir a cines o a supermercados o de viajar en vehículos públicos, como si con ello se pudiera acrecentar la seguridad personal.

- La compulsión a hablar suele ir acompañada de otra de signo contrario: la de consumir noticieros televisivos y radiofónicos, diarios y revistas, chismes y rumores, buscando la información que aclare y calme. Esta necesidad, que no parece satisfacerse nunca, acrecienta el consumo de datos hasta niveles intoxicantes que desgastan la capacidad crítica de los sujetos.

Rasgos específicos y comunes con otros síndromes

Benyakar,2003, plantea que algunas de las manifestaciones clínicas que presentan las personas afectadas por el SAD son comunes a los cuadros de ansiedad generalizada, los ansiodepresivos, la depresión, el estrés agudo y el estrés postraumático. Sin embargo, estas manifestaciones clínicas:

- No cumplen con los criterios que las clasificaciones actuales requieren para establecer tales diagnósticos.

- Mucha de la fenomenología que se presenta en el SAD no aparece en ninguno de los otros cuadros.

- Tampoco es posible ubicar este síndrome dentro de los trastornos por ansiedad no especificada.

- Dado que las personas que presentan manifestaciones del SAD no despliegan defensas tanto psíquicas como conductuales adecuadas porque el medio no lo permite, la sintomatología no puede incluirse dentro de los cuadros de estrés, ni calificarse como vivencias traumáticas.

 

Según el autor, estos argumentos justifican la postulación de la existencia del síndrome de ansiedad por disrupción y llevan a insistir en la necesidad de considerarlo una entidad nosológica en sí misma. Y justamente por ello, es preciso señalar las características propias, inherentes, al SAD que le confieren su singularidad.

Particularidades del SAD

1. La situación disruptiva no causa el colapso del psiquismo y por ello el SAD no puede ser incluido en la categoría de vivencias traumáticas.

2. El factor disruptivo no puede ser identificado como una amenaza, por lo que no puede hablarse de «vivencias» de estrés.

3. Las personas sienten que los sucesos disruptivos- externos, complejos, difusos, constantes, omnipresentes- son causados por ellas mismas, aun cuando no se encuentren involucradas ni directa ni indirectamente en su ocurrencia.

4. De igual modo que en los trastornos distímicos y por ansiedad originados en el psiquismo individual, el SAD también produce disfunciones en las conductas sociales, laborales, familiares. Pero, en este caso, el sufrimiento individual reconoce su origen no en el factor subjetivo sino en la distorsión del entorno y la pérdida objetiva de los roles y posiciones económicas y sociales - trabajo, ingresos, vivienda, vestimenta, etc. - que sostienen la identidad de los individuos.

5. A diferencia de los cuadros caracterizados como trastornos de ansiedad, en los cuales el individuo tiende a ocultar o esconder sus síntomas, el SAD se caracteriza por la necesidad pseudocompulsiva de hablar y compartir los sufrimientos.

6. Los sufrimientos más comunes son incapacidad para concentrarse, desinterés por el afuera, impotencia vital por deslibidinización de las relaciones cotidianas, astenia mental o física, fatiga, inquietud e impaciencia, letargo o su contrario: hiperactividad sin beneficio y aun debilitante; desesperanza, incapacidad de proyectar, tendencia a sobreactuar el temor, baja autoestima. Son frecuentes, también, los desordenes del sueño, sea insomnio o hipersomnia, la tendencia a al somatización y a los ligeros desórdenes alimentarios.

 

7. El soma se transforma en el receptor de ansiedades psíquicas no procesadas así como en el medio para expresar lo que no puede decirse. La tendencia a somatizar concomitante no va acompañada del correspondiente interés y preocupación de parte de los afectados de SAD por los síntomas somáticos que les aparecen.

 

8. Por último, el abordaje clínico del SAD reconoce una especial complejidad ya que el tratamiento se desarrolla en un entorno disruptivo que afecta y conmueve tanto a los pacientes como a sus eventuales terapeutas.

Curso Clínico del TEPT.

La respuesta inicial a un hecho traumático puede ser variable en intensidad desde síntomas aislados hasta constituirse en un Tea. Cuando la sintomatología dura más de un mes, diremos que se trata de un TEPT. En investigaciones en accidentes de trabajo, se ha encontrado que el 40% de los pacientes que presentaron un TEA, evolucionaron hacia un TEPT.

 

Algunos datos estadísticos de estudios realizados, nos pueden ayudar a tener una idea sobre el posible curso clínico: En el caso de víctimas de violación, un 47% presenta los síntomas propios a los 9 meses del hecho traumático. A largo plazo, entre 11 y 17 años, todavía un 16% mantiene los síntomas. En víctimas de accidentes de coches, a los tres años del seguimiento, un 11% sigue presentando los síntomas. En general, se puede considerar que entre el 10% y el 15% de los pacientes con TEPT, evolucionan hacia la cronicidad.

En pacientes que han sufrido accidentes con lesiones físicas graves y que fueron seguidos durante un año, se encontró síntomas de TEPT en el 30% a 40%. En estos estudios, aparece como factor de riesgo importante el haber sufrido un trauma previo severo, y el abusar de sustancias. La intensidad de los síntomas de TEPT fue el factor que determinó una peor evolución.

 

 Violencia doméstica. Psicoanálisis y Derecho.

 

El nacimiento del Derecho es un hecho violento. Jose Luis Aranguren lo señala así: “  la violencia se halla en el origen mismo del poder del Estado…En el comienzo, en la implantación de todo régimen, el poder es pura y simplemente violencia. Pero el régimen, una vez establecido, se autolegítima…. Y la autolegítimada violencia de cada día aparece, pura y simplemente, como defensa de la Ley y del orden público”. De ahí en adelante, el Derecho se convierte en doctrina de lo justo.

 

Edipo pagó muy caro su amor por Yocasta, aún cuando perpetrara su doble crimen con la virtud del enamorado y la inocencia del ignorante. Por supuesto, inocencia en referencia a la ética, y culpable en el plano de los hechos, de la ley. Si se rebatiera, en defensa de Edipo, que no hubo ánimo de obrar mal, la ley argumentaría que siempre podría haber evitado la ignorancia; entonces, hay culpa. Se trata de dos crímenes contra los orígenes de la vida que atentan contra el orden natural de las cosas; testimonian que ni la virtud ni el amor representan garantía suficiente frente a la amenaza de la destructividad humana, ya sea intencionada o no.

 

El mito de Edipo nos muestra algo de la relación del hombre con la ley: confronta lo que debe ser conforme a la ley con lo que ocurre en al Naturaleza prescindiendo de lo que deba o no ocurrir. Lo que es de Derecho se opone a lo que es de hecho, reafirmando una oposición, por tanto, entre la razón y lo instintivo. Frente al riesgo que entraña ese estado salvaje y amoral en el que parecen transcurrir los hechos siguiendo su curso natural, y en el que se desarrollan los dos mitos freudianos referidos al asesinato del padre de la horda primitiva y el mismo Edipo, es importante el alcance la definición de Hegel sobre el Derecho: “ la pura exterioridad negada de la conciencia moral”; negatividad consecuente de la existencia de un estado de la naturaleza anterior a todo estado social y que justifica la ligazón del hombre a la ley y, por tanto su condición de sujeto de derecho, legitimando al psicoanálisis para completar su estatuto declarándolo sujeto de la pulsión. La cuestión reside que el sujeto puede desasirse del derecho, y vivir torcidamente; pero no puede deshacerse de la pulsión, es algo que lo habita. No hay sujeto sin pulsión.

 

Se conviene la necesidad de conciencia en el sujeto de su sujeción a la ley moral, que lo coacciona, y le exige una subordinación y renuncia al placer; algo que tiene que ver con el proceso civilizador y que en última instancia le pide la atrofia de su sexualidad. Es una violencia sobre la pulsión sexual que se materializa en una desnaturalización del sujeto, conllevando un aspecto más humano del propio sujeto. Ya Freud señaló al superyó, fuerza coaccionadota, como la instancia que hace diferente al hombre del animal.

 

Nietzsche propugnó el primitivismo instintivo, y esta desnaturalización del sujeto no significa otra cosa que la esclavitud del sujeto, su acabamiento, la decadencia del superhombre en tanto “sujeto con voluntad de dominación”.

 

Mientras que el sujeto se somete a este proceso de desnaturalización, no parece que le quede otra salida que buscar otras alternativas a la pulsión sexual, a las que la Naturaleza parece ofrecer al resto de las especies. Pero también es necesario hablar de la precariedad del  sujeto frente a su pulsión, frente a la posibilidad de brusca agitación que promueve en el sujeto el deseo más desenfrenado, alcanzando el uso y abuso del objeto como por ejemplo ya Sade preconizó: la inmoralidad misma, la búsqueda del placer sin límite… algo que ya para el psicoanálisis no es placer. Y por tanto tenemos que admitir que la desexualización sea la única manera de tener en cuenta de forma suficiente al objeto y preservarlo de la megalomanía del sujeto porque la pulsión se nos muestra como devoradora de objetos. Preservar al objeto, no ya como acto piadoso que aborrece Nietzsche, sino porque el reconocimiento de su existencia y de sus vicisitudes se hace imprescindible para poder preservar la propia estructura psíquica del sujeto.

 

En la época nazi, la pulsión se desplegó en sus últimas circunstancias; se puso en juego lo que podemos llamar “el deseo en estado puro”. La destrucción del ser humano hace mención de ello; se experimenta aquello de “lo tomo porque lo quiero, es mío”; es la manifestación de la pulsión en su lado más extremo: un nazi podía actuar de la siguiente forma: “ te arranco tu ojo porque yo lo deseo”, es decir no se atiene, el deseo, a ninguna ley. El deseo no condesciende a la ley, a la ley del padre. Por tanto….la pulsión de muerte.

 

Debemos señalar la trampa que acompaña a la ley ya que su cumplimiento, al igual que todo imperativo al que se liga el sujeto, acarrea cierto bienestar en relación directa con el sacrificio exigido. Un bienestar proporcionado por el goce, por un sentimiento de elevación que se acerca más a cierto sentido virtuoso de la vida; lo que la ley ordena es esta división dolorosa, un sujeto en alguna medida desnaturalizado, desexualizado al precio de una cierta enajenación en el goce, que termina anudando líbido y pulsión de muerte. Aparezca por donde aparezca la desmesura, por el lado de la sexualidad o de la ley, la pulsión de muerte acecha al sujeto imprimiendo su sello, tanto en el exceso de renuncia como en el desenfreno dionisiaco porque en ambos se disimula el auténtico peligro…la falta de un verdadero objeto de deseo.

 

Lo importante es preservar el deseo, que se liga a la vida,  en tanto movimiento libidinal constante que busca desplazándose de un objeto a otro; sosteniendo el deseo, a pesar de esa cierta renuncia a la satisfacción total de las metas pulsionales, mantenemos vivo el objeto, sin pagarlo demasiado caro, como señala bien Piera Aulagnier, sin que ese resto inevitable de sufrimiento sea excesivo, y quizá de paso, estemos más cerca de reconocer a las propias pulsiones del objeto e intentemos satisfacerlas, de forma parcial.

 

Freud decía que la evolución exige, no que la pulsión finalice domesticada por el yo, sino que se consiga ser ligada por éste. Todo esto coloca al Derecho en una encrucijada en las que debe de intentar preservar las posibilidades de encuentro entre la naturaleza humana y las exigencias socio-culturales, su imbricación o, al menos, evitar su dramático desencuentro para que ese constante trabajo de ligazón del yo no se vea trabado. Quizá en este punto podemos encontrar que el marco del derecho, a veces, sea pequeño, y produzca un efecto, en los sujetos, descorazonador, frente a la limitación de la destructividad humana, en relación, al igual que Edipo, de hacer el bien o la ignorancia de hacer el mal cometa acciones sin remedio, sin apelación en referencia directa al Derecho Internacional en su justificación de la “guerra justa”. Y algo cae en el sujeto cuando comprueba que el Derecho no se atiene a la ley, cuando se expresa que el Derecho es algo que un representante de la Ley lo actúa como quiere, sin someterse a sus principios. someterse a sus principios.

 

Si ciertamente aquí se pone en juego la dualidad de la pulsión de vida versus la pulsión de muerte, emerge otra dualidad también comprometida por esa aspiración omnipotente a la satisfacción pulsional completa, es decir, de la oposición masculino-femenino. Introduzcamos el concepto de pulsión de dominio a través de Pontalis y Laplanche. Ellos nos informan de que se trata de un término relativamente impreciso utilizado por Freud en la Teoría de los Tres ensayos sobre la teoría sexual: una pulsión no sexual que sólo secundariamente se une a la sexualidad y cuyo fin consiste en dominar al objeto por la fuerza. Freud considera a la musculatura como el soporte de esta pulsión y acuña dicho concepto en la explicación de la crueldad infantil; no persigue el sufrimiento del objeto, sino más bien que no lo tiene en cuenta; fase previa entonces, tanto a la compasión como al sadismo. En las pulsiones y sus destinos, Freud define el primer fin del sadismo como la humillación y el dominio del objeto por la violencia. El hacer sufrir no forma parte del fin originario. Finalmente con la introducción de la pulsión de muerte, la tendencia de asegurarse el apoderamiento del objeto aparece como una versión que puede adoptar la pulsión de muerte cuando ésta entra al ser vicio de la pulsión sexual, y el punto de referencia ya no recae en el dominio sino en la destrucción. Crueldad sobre la que se asienta este apoderamiento del objeto, para inmovilizarlo, minando su pulsionalidad misma para dejarlo inactivo y fijarlo en el seno del narcisismo del sujeto. Objeto pasivizado, convertido en mera proyección narcisista del sujeto que borracho de omnipotencia, no dispondría de mejor recurso para desmentir su propia tendencia y temor a la pasivización. Alcanzamos otra dualidad freudiana: oposición actividad-pasividad. Para Green se trata de repudiar la feminidad de la madre, esto es, su acción pasivizante, vivida como un ataque de carácter  insoportable a la identidad del sujeto. No habría de rechazar la feminidad de no hacerse fundamental el desmentimiento del deseo de fusión como el objeto primario a causa de la pasivización que implica. Fusión primitiva con la madre que el hombre, a diferencia de la mujer, no puede en modo alguno revivir, al estar impedido por la experiencia de la maternidad.

 

Si pensamos que la destrucción violenta para aniquilar al objeto debe entrañar algún tipo de angustia, un temor a algún tipo de desmoronamiento total, el asesinato aparece como la forma de obtener un cierto sosiego en la destrucción, y que también es autodestrucción. En muchas historias, sucede que tras el asesinato, se prosigue el suicidio del sujeto, o también un entregarse a las autoridades. Podríamos interrogarnos a quién mata entonces el sujeto, qué figura es la destruida…quizá se trate de un objeto depositario que va más allá de una investidura narcisista; no es una sombra la que cae sobre el yo, parece el yo mismo destruido en el acto del asesinato. El objeto encarna, pareciera, un doble necesario, indispensable, para el sujeto.

 

Balier realiza un análisis de comportamientos sexuales violentos; destaca el papel de la escisión del yo en este tipo de patologías. Son personas que pueden sostenerse en un mundo objetal ordinario hasta la sobreadaptación, en contraste con otra parte de sí realmente perturbada oculta en si psiquismo, pudiendo activarse en un momento determinado, algo así como una llamada.. De ahí, que en ocasiones aparezca la figura de un sujeto bien adaptado, o maduro socialmente – y que no es lo mismo que la madurez psíquica -, y que detrás de esta imagen se oculta una enorme pobreza mental, con una sintomatología de hipermadurez.

 

Esa llamada podría ser la amenaza de separación de pérdida del objeto primario omnipotente; la relación objetal de precipita como un callejón sin salida entre la angustia de intrusión y la angustia de separación. Nos encontramos ante la incapacidad para soportar la pérdida, para aceptarla. Emerge el sujeto como insolvente para tramitar una pérdida porque cuestiona su mismo estatuto de sujeto.

 


  

 

 

 


 

 


 

 


 Feminismo.

Historia del feminismo

Podemos señalar tres grandes bloques  para una Historia del movimiento feminista mundial: El feminismo premoderno, donde se dan las primeras manifestaciones de polémicas feministas; el feminismo moderno, que arranca con la obra de Poulain de la Barre, extediéndose a los movimientos de mujeres y feministas de la Revolución Francesa, resurgiendo con fuerza en los grandes movimientos sociales del siglo XIX.; y por último, el feminismo contemporáneo, el neofeminismo de los años sesenta-setenta alcanzando a las últimas tendencias.

Feminismo Premoderno

Es cierto que cuando se habla de Feminismo, inmediatamente se piensa en las feministas contemporáneas o cuando mucho en las sufragistas; pero en el esfuerzo que realizan muchas investigaciones por recuperar la Historia de la que han sido borradas las mujeres, hallamos variadas y continuas muestras de luchas por la igualdad de los sexos. En general puede afirmarse que ha sido en los periodos de ilustración y en los momentos de transición hacia formas sociales más justas y liberadoras, cuando ha surgido con más fuerza la polémica feminista.

Es posible rastrear signos de esta polémica en los mismos principios de nuestro pasado clásico. La Ilustración sofística produjo el pensamiento de la igualdad entre los sexos, aunque ha sobrevivido mucho mejor la reacción patriarcal que generó: “las chanzas bifrontes de Aristófanes, la Política de Aristóteles, la recogida de Platón”.

Con estos precedentes, la historia occidental fue tejiendo minuciosamente – bien desde la religión, la ciencia y la ley - el discurso y la práctica que afirmaba la inferioridad de la mujer respecto al varón. Discurso que parecía dividir en dos la especie humana: dos cuerpos, dos razones, dos morales, dos leyes. Y en esa dicotomía el sexo femenino quedaba subordinado al masculino.

La mujer ha ocupado como regla general una posición subordinada con respecto al hombre en las sociedades que anteceden a la actual. Esta posición secundaria se ha visto siempre ligada a una determinada estructura familiar que diferenciaba los roles de género:

 Los derechos de la mujer en la familia de la Grecia Clásica no aumentaron con respecto  a las civilizaciones egipcia y mesopotámica. Las leyes reconocían,  en el siglo IV a.c. el divorcio y el repudio de la esposa sin necesidad de alegar motivo alguno. La mujer, sólo en caso de malos tratos, podía conseguir que se disolviera el matrimonio., Pasaba toda su vida confinada en el hogar, y tenía a su cargo el cuidado de los hijos y de los esclavos sin que se le permitiera participar en los negocios públicos. De niña vivía al lado de su madre y se casaba a los 15 años sin ser consultada.

 Las Amazonas son el primer y más persistente mito de mujeres en libertad viviendo en comunidades. Poderosas porque manejaban armas. Tener armas es, ayer como hoy, tener poder. Está estudiado que las regiones donde vivieron tenían grandes reservas de hierro. De ahí

que ellas mismas fabricaran las armas. Y eran guerreras porque querían conquistar territorios para instalarse.

 En cuanto a la descendencia, como normalmente vivían cerca del mar o en islas, eran regularmente visitadas por hombres aventureros o marineros, más o menos incautos, que de buen grado se emparejaban con aquellas mujeres. Ellas únicamente se quedaban con las hijas y repudiaban o mataban a los de sexo masculino. Eran, también, tiempos de barbarie.

 El éxito y perennidad del interés por las Amazonas se debe precisamente a que ellas encarnan una sociedad donde los papeles sociales estaban invertidos. Mujeres luchadoras, poseedoras de caballos y armas y sin familia tradicional organizada, fascinaron y quedaron inmortalizadas en cuentos y leyendas populares de un universo vastísimo.

 Además de estas mujeres, mitad mito mitad leyenda, se conoce la existencia de otras mujeres que no sólo se salían de sus roles tradicionales sino que fueron muy reconocidas, pese a que la Historia haya sido injusta con ellas:

 Jantipa. (s. V - IV a.c.) Mujer denostada, no ha tenido la oportunidad de dejar constancia de su pensamiento, toda vez que los textos conservados están yermos de palabras que hubieran sido pronunciadas por Jantipa. Su carácter irritable por el que eternamente ha sido conocida se justifica por la difícil y asimétrica relación sentimental con Sócrates, a través de la que asoma una mujer envuelta en un halo de humanidad y sinceridad que despierta simpatías. Jantipa no se ajusta al papel de mujer sumisa que sería de esperar en una época de hombres tan guerreros como es la Grecia clásica. Siempre aparece airada y con un cierto aire de rebeldía crónico. Sócrates no era precisamente un marido ejemplar, que pasaba prácticamente la vida en los espacios públicos donde tenía sus seguidores. Aunque la actitud de Sócrates pasa siempre por defender a su esposa, es quizás por eso que la pitonisa del oráculo de Apolo en Delfos lo considerara el más sabio entre los hombres. 

Platón en su obra La República incluyó a las mujeres en el gobierno de la polis. ¿Había entonces mujeres pensantes que se pudieran igualar a los varones? La historia atestigua que existieron mujeres que debatían de igual a igual con los hombres sobre temas como la política, la filosofía y el arte, entre otros; se llamaban “hetairas”. Y las representantes más destacadas emergen en el siglo V a.c: el llamado siglo de Oro o siglo de Pericles, era en el que el pensamiento humano en Occidente alcanzó su punto más alto.

 Federico Carlos Sainz de Robles en su obra “Encuentro con cincuenta mujeres inolvidables”, hace mención de Aspasia de Mileto, conocida comúnmente como la amante de Pericles. En lo que sí coinciden los historiógrafos fue en el hecho de que contó con los favores de dos diosas: Afrodita, la de la belleza y Atenea, la divinidad que encarnaba la inteligencia y la sabiduría, entre otros dones.Nadie habría pensado mal si Pericles hubiera amado a muchachos, o hubiera tratado mal a su primera mujer, pero escandalizaba que considerase a la segunda , Aspasia,  un ser humano, que viviese con ella en lugar de relegarla al gineceo, que invitara a su casa a amigos con sus mujeres. Todo esto era demasiado sorprendente y Aspasia era demasiado brillante para ser una mujer “honrada”.

 Diotima de Mantinea, era una mujer griega de cuya existencia real hay dudas más que razonables, supuesta sacerdotisa y maestra del filósofo ateniense Sócrates, quien en el Banquete de Platón reproduce su doctrina del amor.

 Olimpia y Safo, son otros dos ejemplos de mujeres griegas, independientes y censuradas por hacer lo mismo que hacían los hombres de la época. A Safo además, su vinculación con sus alumnas en Lesbos le sirvió para denominar desde entonces el amor entre mujeres como amor lésbico

 La Familia en la Roma clásica.

 “La familia romana era esencialmente patriarcal. El pater familias, o sea, el marido, constituía la cabeza visible de la misma y ejercía una autoridad completa sobre los demás miembros de la casa (…) La mujer romana mejoró su posición respecto a la griega, aunque siempre estuvo bajo la tutela del varón (…)”

 La Familia en el mundo musulmán

 “Como en el resto del mundo musulmán, la familia de la sociedad de Al-Andalus era esencialmente patriarcal; el padre de la familia ejercía su poder sobre la esposa, los hijos y los criados; la poligamia era corriente entre los ricos, pero los pobres eran monógamos por necesidad”.

La mujer en el sistema económico feudal

 “La mujer tenía a su cargo todas las funciones domésticas. Ella amasaba el pan, preparaba la comida, cuidaba de los animales domésticos y al mismo tiempo, ordeñaba la vaca que proporcionaba la leche, tan necesaria en la dieta de una economía de subsistencia. En realidad estaba muy especializada en la elaboración de productos alimenticios: conservas, pasteles, dulces, embutidos, etc.”

La mujer en el Antiguo Régimen.

 “Durante el Antiguo Régimen, el concepto que se tenía de la mujer y de su papel social sufrió importantes modificaciones. Las nuevas pautas, introducidas en el siglo XVI a partir del humanismo cristiano propugnado por Erasmo de Rotterdam, no rompieron del todo con la misoginia heredada de los tiempos medievales. Si bien encontramos mujeres humanistas, cultas e independientes, como Doña Mencía de Mendoza, el cometido de la mujer es fundamentalmente doméstico”.

 “Tres son sus funciones básicas: ser buena madre y esposa, ordenar el trabajo doméstico, y perpetuar la especie humana. Fray Luis de León en su obra La Perfecta Casada recoge la doctrina del Concilio de Trento y traza el perfil ideal de la mujer: modesta, recatada, obediente, sacrificada, defensora del propio honor y del familiar, educadora de los hijos, etc. Pero este perfil no era del todo real. En la España del XVII eran corrientes las relaciones prematrimoniales, y como no se contraía matrimonio por amor, abundaban el adulterio, los hijos bastardos y el aborto.”

 Continuando con la Historia del Feminismo Premoderno hay que considerar que El Renacimiento trajo consigo un nuevo paradigma humano, el de autonomía, pero no se extendió a las mujeres. El solapamiento de lo humano con los varones permite la apariencia de universalidad del “ideal de hombre renacentista”.

 Sin embargo, el culto renacentista a la gracia, la belleza, el ingenio y la inteligencia sí tuvo alguna consecuencia para las mujeres. La importancia de la educación generó numerosos tratados pedagógicos y abrió un debate sobre la naturaleza y deberes de los sexos.

 Un importante precedente y un hito en la polémica feminista había sido la obra de Christine de Pisan, La ciudad de las damas , 1405. Pisan ataca el discurso de la inferioridad de las mujeres y ofrece una alternativa a su situación, pero, como certeramente indica Alicia Puleo, no hay que confundir estas obras reivindicativas con un género apologético también cultivado en el Renacimiento y destinado a agradar a las damas mecenas. Este género utiliza un discurso de la excelencia en que elogia la superioridad de las mujeres -”el vicio es masculino, la virtud femenina”- y confecciona catálogos de mujeres excepcionales.

 Así por ejemplo, el tratado que Agripa de Nettesheim dedica a la regente de los Países Bajos en 1510, De nobilitate et praecellentia foeminei sexus. A pesar de las diferencias entre los tratados, habrá que esperar al siglo XVII para la formulación de igualdad.

 La cultura y la educación eran entonces un bien demasiado escaso y, lógicamente, fueron de otra índole las acciones que involucraron a más mujeres y provocaron mayor represión: la relación de las mujeres con numerosas herejías como las milenaristas. Guillermine de Bohemia, a fines del siglo XIII, afirmaba que la redención de Cristo no había alcanzado a la mujer, y que Eva aún no había sido salvada. Creó una iglesia de mujeres a la que acudían tanto mujeres del pueblo como burguesas y aristócratas. La secta fue denunciada por la inquisición a comienzos del siglo XIV.

 Aunque las posiciones de las doctrinas heréticas sobre la naturaleza y la posición de la mujer eran muy confusas, les conferían una dignidad y un escape emocional e intelectual que difícilmente podían encontrar en otro espacio público. El movimiento de renovación religiosa que fue la Reforma protestante significó la posibilidad de un cambio en el estado de la polémica. Al afirmar la primacía de la conciencia-individuo y el sacerdocio universal de todos los verdaderos creyentes frente a la relación jerárquica con Dios, abría de par en par las puertas al interrogante femenino: ¿por qué nosotras no?

 Paradójicamente el protestantismo acabó reforzando la autoridad patriarcal, ya que se necesitaba un sustituto para la debilitada autoridad del sacerdote y del rey. Por mucho que la Reforma supusiese una mayor dignificación del papel de la mujer-esposa-compañera, el padre se convertía en el nuevo e inapelable intérprete de las Escrituras, dios-rey del hogar.

Sin embargo, y como ya sucediera con las herejías medievales y renacentistas, la propia lógica de estas tesis llevó a la formación de grupos más radicales. Especialmente en Inglaterra, la pujanza del movimiento puritano, ya a mediados del siglo XVII, dio lugar a algunas sectas que, como los cuáqueros, desafiaron claramente la prohibición del apóstol Pablo. Estas sectas incluyeron a las mujeres como predicadoras y admitían que el espíritu pudiese expresarse a través de ellas.

 Algunas mujeres encontraron una interesante vía para desplegar su individualidad: “El espíritu podía inducir a una mujer al celibato, o a fiar el derecho de su marido a gobernar la conciencia de ella, o bien indicarle dónde debía rendir culto. Los espíritus tenían poca consideración por el respeto debido al patriarcado terrenal; sólo reconocían el poder de Dios”. Entonces se las acusó de pactar con el demonio. Las frecuentes acusaciones de brujería contra las mujeres individualistas a lo largo de estos siglos, y su consiguiente quema, fue el justo contrapeso “divino” a quienes desafiaban el poder patriarcal.

 En la Francia del siglo XVII, los salones comenzaban su andadura como espacio público capaz de generar nuevas normas y valores sociales. En los salones, las mujeres tenían una notable presencia y protagonizaron el movimiento literario y social conocido como preciosismo. Las preciosas, que declaran preferir la aristocracia del espíritu a la de la sangre, revitalizaron la lengua francesa e impusieron nuevos estilos amorosos; establecieron pues sus normativas en un terreno en el que las mujeres rara vez habían decidido.

 Para Oliva Blanco, la especificidad de la aportación de los salones del XVII al feminismo radica en que“gracias a ellos la ‘querelle féministe’ deja de ser coto privado de teólogos y moralistas y pasa a ser un tema de opinión pública”. Sin embargo, tal y como sucedía con la Ilustración sofística, seguramente hoy se conoce mejor la reacción patriarcal a este fenómeno, reacción bien simbolizada en obras tan espeluznantemente misóginas como Las mujeres sabias de Molière y La culta latiniparla de Quevedo.

 Feminismo Moderno

 Las raíces ilustradas y la Revolución Francesa.

Diferentes autoras, como Geneviève Fraisse y Celia Amorós, han coincidido en señalar la obra del filósofo cartesiano Poulain de la Barre y los movimientos de mujeres y feministas que tuvieron lugar durante la Revolución Francesa como dos momentos clave -teóricos uno, práctico el otro- en la articulación del feminismo moderno. Así, en el texto de Poulain de la Barre titulado “Sobre la igualdad de los sexos”,  publicado en 1673 -en pleno auge del movimiento de preciosas- sería la primera obra feminista que se centra explícitamente en fundamentar la demanda de igualdad sexual. Fraisse ha señalado que en esta obra asistimos a un  cambio en el estatuto epistemológico de la controversia o “guerra entre los sexos”: “la comparación entre el hombre y la mujer abandona el centro del debate, y se hace posible una reflexión sobre la igualdad”.

 Por su parte, Amorós encuadra la obra de Poulain en el contexto más amplio de la Ilustración. Aun reconociendo el carácter pionero y específico de la obra, ésta forma parte de un continuo feminista que se caracteriza por radicalizar o universalizar la lógica de la razón, racionalista primero e ilustrada después.

 Asimismo, mantiene que el feminismo como cuerpo coherente de vindicaciones y como proyecto político capaz de constituir un sujeto revolucionario colectivo, sólo puede articularse teóricamente a partir de premisas ilustradas: premisas que afirman que todos los hombres nacen libres e iguales y, por tanto, con los mismos derechos. Aún cuando las mujeres queden inicialmente fuera del proyecto igualatorio -tal y como sucedió en la susodicha Francia revolucionaria y en todas las democracias del siglo XIX y buena parte del XX-, la demanda de universalidad que caracteriza a la razón ilustrada puede ser utilizada para irracionalizar sus usos interesados e ilegítimos, en este caso patriarcales.

En este sentido, afirma que el feminismo supone la efectiva radicalización de proyecto igualitario ilustrado. La razón ilustrada, razón fundamentalmente crítica, posee la capacidad de volver sobre sí misma y detectar sus propias contradicciones. Y así la utilizaron las mujeres de la Revolución Francesa cuando observaron con estupor cómo el nuevo Estado revolucionario no encontraba contradicción alguna en pregonar a los cuatro vientos la igualdad universal y dejar sin derechos civiles y políticos a todas las mujeres.

 En la Revolución Francesa vemos aparecer no sólo el fuerte protagonismo de las mujeres en los sucesos revolucionarios, sino la aparición de las más contundentes demandas de igualdad sexual. La convocatoria de los Estados Generales por parte de Luis XVI se constituyó en el prólogo de la revolución. Los tres estados -nobleza, clero y pueblo- se reunieron a redactar sus quejas para presentarlas al Rey. Las mujeres quedaron excluidas, y comenzaron a redactar sus propios “cahiers de doléance”. Con ellos, las mujeres, que se autodenominaron “el tercer Estado del tercer Estado”, mostraron su clara conciencia de colectivo oprimido y del carácter “interestamental” de su opresión.

 Tres meses después de la toma de la Bastilla, las mujeres parisinas protagonizaron la crucial marcha hacia Versalles, y trasladaron al Rey a París, donde le sería más difícil evadir los grandes problemas del pueblo. Paule-Marie Duhet comenta en su obra  “Las mujeres y la Revolución” , una vez que las mujeres habían sentado el precedente de iniciar un movimiento popular armado, no iban a cejar en su afán de no ser retiradas de la vida política. Pronto se formaron clubes de mujeres, en los que plasmaron efectivamente su voluntad de participación. Uno de los más importantes y radicales fue el dirigido por Claire Lecombe y Pauline Léon: la Société Républicaine Révolutionnaire. Impulsadas por su auténtico protagonismo y el reconocimiento público del mismo, otras mujeres como Théroigne de Méricourt no dudaron en defender y ejercer el derecho a formar parte del ejército.

 Sin embargo, pronto se comprobó que una cosa era que la República agradeciese y condecorase a las mujeres por los servicios prestados y otra que estuviera dispuesta a reconocerles otra función que la de madres y esposas. En consecuencia, fue desestimada la petición de Condorcet de que la nueva República educase igualmente a las mujeres y los varones, y la misma suerte corrió uno de los mejores alegatos feministas de la época, su escrito de 1790 Sobre la admisión de las mujeres al derecho de ciudadanía.

Seguramente uno de los momentos más lúcidos en la paulatina toma de conciencia feminista de las mujeres está en la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, en 1791. Su autora fue Olympe de Gouges, una mujer del pueblo y de tendencias políticas moderadas, que dedicó la declaración a la reina María Antonieta, con quien finalmente compartiría un mismo destino bajo la guillotina.

 En 1792, la inglesa Mary Wollstonecraft redactará en pocas semanas la célebre Vindicación de los derechos de la mujer. Las mujeres habían comenzado exponiendo sus reivindicaciones en los cuadernos de quejas y terminan afirmando orgullosamente sus derechos.

 La transformación respecto a los siglos anteriores, como acertadamente ha sintetizado Fraisse, significa el paso del gesto individual al movimiento colectivo: la querella es llevada a la plaza pública y toma la forma de un debate democrático: se convierte por vez primera de forma explícita en una cuestión política.

 Sin embargo, la Revolución Francesa supuso una amarga y seguramente inesperada, derrota para el feminismo. Los clubes de mujeres fueron cerrados por los jacobinos en 1793, y en 1794 se prohibió explícitamente la presencia de mujeres en cualquier tipo de actividad política. Las que se habían significado en su participación política, fuese cual fuese su adscripción ideológica, compartieron el mismo final: la guillotina o el exilio.

 Las más lúgubres predicciones se habían cumplido ampliamente: las mujeres no podían subir a la tribuna, pero sí al cadalso. La prensa revolucionaria de la época lo explica: habían transgredido las leyes de la naturaleza abjurando su destino de madres y esposas, queriendo ser “hombres de Estado”. El nuevo código civil napoleónico, cuya extraordinaria influencia ha llegado prácticamente a nuestros días, se encargaría de plasmar legalmente dicha “ley natural”.

Feminismo decimonónico.

 En el siglo XIX, el siglo de los grandes movimientos sociales emancipatorios, el feminismo aparece, por primera vez, como un movimiento social de carácter internacional, con una identidad autónoma teórica y organizativa. Además, ocupará un lugar importante en el seno de los otros grandes movimientos sociales, los diferentes socialismos y el anarquismo.

 Estos movimientos heredaron en buena medida las demandas igualitarias de la Ilustración, pero surgieron para dar respuesta a los acuciantes problemas que estaban generando la revolución industrial y el capitalismo. El desarrollo de las democracias censitarias y el decisivo hecho de la industrialización suscitaron enormes expectativas respecto al progreso de la humanidad, y se llegó a pensar que el fin de la escasez material estaba cercano.

 Sin embargo, estas esperanzas chocaron frontalmente con la realidad. Por un lado, a las mujeres se les negaban los derechos civiles y políticos más básicos, segando de sus vidas cualquier atisbo de autonomía personal. Por otro, el proletariado -y lógicamente las mujeres proletarias- quedaba totalmente al margen de la riqueza producida por la industria, y su situación de degradación y miseria se convirtió en uno de los hechos más sangrantes del nuevo orden social. Estas contradicciones fueron el caldo de cultivo de las teorías emancipadoras y los movimientos sociales del XIX.

 El movimiento sufragista.

 El capitalismo alteró las relaciones entre los sexos. El nuevo sistema económico incorporó masivamente a las mujeres proletarias al trabajo industrial -mano de obra más barata y sumisa que los varones-, pero, en la burguesía, la clase social ascendente, se dio el fenómeno contrario.

 Las mujeres quedaron enclaustradas en un hogar que era, cada vez más, símbolo del status y éxito laboral del varón. Las mujeres, mayormente las de burguesía media, experimentaban con creciente indignación su situación de propiedad legal de sus maridos y su marginación de la educación y las profesiones liberales, marginación que, en muchas ocasiones, las conducía inevitablemente, si no contraían matrimonio, a la pobreza.

 En este contexto, las mujeres comenzaron a organizarse en torno a la reivindicación del derecho al sufragio, lo que explica su denominación como sufragistas. Esto no debe entenderse nunca en el sentido de que ésa fuese su única reivindicación. Muy al contrario, las sufragistas luchaban por la igualdad en todos los terrenos apelando a la auténtica universalización de los valores democráticos y liberales. Sin embargo, y desde un punto de vista estratégico, consideraban que, una vez conseguido el voto y el acceso al parlamento, podrían comenzar a cambiar el resto de las leyes e instituciones. Además, el voto era un medio de unir a mujeres de opiniones políticas muy diferentes. Su movimiento era de carácter interclasista, pues consideraban que todas las mujeres sufrían en cuanto mujeres, e independientemente de su clase social, discriminaciones semejantes.

 En Estados Unidos, el movimiento sufragista estuvo inicialmente muy relacionado con el movimiento abolicionista. Gran número de mujeres unieron sus fuerzas para combatir en la lucha contra la esclavitud y, como señala Sheyla Rowbotham, no sólo aprendieron a organizarse, sino a observar las similitudes de su situación con la de esclavitud.

 En 1848, en el Estado de Nueva York, se aprobó la Declaración de Seneca Falls, uno de los textos fundacionales del sufragismo. Los argumentos que se utilizan para vindicar la igualdad de los sexos son de corte ilustrado: apelan a la ley natural como fuente de derechos para toda la especie humana, y a la razón y al buen sentido de la humanidad como armas contra el prejuicio y la costumbre.

 También cabe señalar de nuevo la importancia del trasfondo individualista de la religión protestante; como ha señalado Richard Evans: “La creencia protestante en el derecho de todos los hombres y mujeres a trabajar individualmente por su propia salvación proporcionaría una seguridad indispensable, y a menudo realmente una auténtica inspiración, a muchas, si no a casi todas las luchadoras de las campañas feministas del siglo XIX”. Elizabeth Cady Stanton, la autora de La Biblia de las mujeres, y Susan B. Anthony, fueron dos de las más significativas sufragistas estadounidenses.

 En Europa, el movimiento sufragista inglés fue el más potente y radical. Desde 1866, en que el diputado John Stuart Mill, autor de La sujeción de la mujer, presentó la primera petición a favor del voto femenino en el Parlamento, no dejaron de sucederse iniciativas políticas.

 Sin embargo, los esfuerzos dirigidos a convencer y persuadir a los políticos de la legitimidad de los derechos políticos de las mujeres provocaban burlas e indiferencia. En consecuencia, el movimiento sufragista dirigió su estrategia a acciones más radicales. Aunque, como bien ha matizado Rowbotham: “las tácticas militantes de la Unión habían nacido de la desesperación, después de años de paciente constitucionalismo”. Las sufragistas fueron encarceladas, protagonizaron huelgas de hambre y alguna encontró la muerte defendiendo su máxima: “votos para las mujeres”. Tendría que pasar la Primera Guerra Mundial y llegar el año 1928 para que las mujeres inglesas pudiesen votar en igualdad de condiciones.

 El feminismo socialista.

 El socialismo como corriente de pensamiento siempre ha tenido en cuenta la situación de las mujeres a la hora de analizar lo sociedad y proyectar el futuro. Esto no significa que el socialismo sea necesariamente feminista, sino que en el siglo XIX comenzaba a resultar difícil abanderar proyectos igualitarios radicales sin tener en cuenta a la mitad de la humanidad.

 Los socialistas utópicos fueron los primeros en abordar el tema de la mujer. El nervio de su pensamiento, como el de todo socialismo, arranca de la miserable situación económica y social en que vivía la clase trabajadora. En general, proponen la vuelta a pequeñas comunidades en que pueda existir cierta autogestión -los falansterios de Fourier- y se desarrolle la cooperación humana en un régimen de igualdad que afecte también a los sexos. Sin embargo, y a pesar de reconocer la necesidad de independencia económica de las mujeres, a veces no fueron lo suficientemente críticos con la división sexual del trabajo. 

 Aun así, su rechazo a la sujeción de las mujeres tuvo gran impacto social, y la tesis de Fourier de que la situación de las mujeres era el indicador clave del nivel de progreso y civilización de una sociedad fue literalmente asumida por el socialismo posterior.

 Flora Tristán en su obra Unión obrera, 1843,  dedica un capítulo a exponer la situación de las mujeres. Tristán mantiene que “todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescriptibles del ser mujer”. En sus proyectos de reforma, la educación de las mujeres resulta crucial para el progreso de las clases trabajadoras, aunque, eso sí, debido a la influencia que como madres, hijas, esposas, etc., tienen sobre los varones. Para Tristán, las mujeres “lo son todo en la vida del obrero”, lo que no deja de suponer una acrítica asunción de la división sexual del trabajo. Desde otro punto de vista, entre los seguidores de Saint-Simon y Owen cundió la idea de que el poder espiritual de los varones se había agotado y la salvación de la sociedad sólo podía proceder de lo “femenino”. En algunos grupos, incluso, se inició la búsqueda de un nuevo mesías femenino.

Tal vez la aportación más específica del socialismo utópico resida en la gran importancia que concedían a la transformación de la institución familiar. Condenaban la doble moral y consideraban el celibato y el matrimonio indisoluble como instituciones represoras y causa de injusticia e infelicidad. De hecho, como señalara en su día John Stuart Mill, a ellos cabe el honor de haber abordado sin prejuicios temas con los que no se atrevían otros reformadores sociales de la época.

Socialismo marxista.

 A mediados del siglo XIX comenzó a imponerse en el movimiento obrero el socialismo de inspiración marxista o “científico”. El marxismo articuló la llamada “cuestión femenina” en su teoría general de la historia y ofreció una nueva explicación del origen de la opresión de las mujeres y una nueva estrategia para su emancipación.

 F.Engels en  “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, 1884, el origen de la sujeción de las mujeres no estaría en causas biológicas -la capacidad reproductora o la constitución física- sino sociales. En concreto, en la aparición de la propiedad privada y la exclusión de las mujeres de la esfera de la producción social. En consecuencia, de este análisis se sigue que la emancipación de las mujeres irá ligada a su retorno a la producción y a la independencia económica.

 Este análisis, por el que se apoyaba la incorporación de las mujeres a la producción, no dejó de tener numerosos detractores en el propio ámbito socialista. Se utilizaban diferentes argumentos para oponerse al trabajo asalariado de las mujeres: la necesidad de proteger a las obreras de la sobreexplotación de que eran objeto, el elevado índice de abortos y mortalidad infantil, el aumento del desempleo masculino, el descenso de los salarios… Pero como señaló Auguste Bebel en su célebre obra “La mujer y el socialismo”,  también se debía a que, a pesar de la teoría, no todos los socialistas apoyaban la igualdad de los sexos: “No se crea que todos los socialistas sean emancipadores de la mujer; los hay para quienes la mujer emancipada es tan antipática como el socialismo para los capitalistas”.

Por otro lado, el socialismo insistía en las diferencias que separaban a las mujeres de las distintas clases sociales. Así, aunque las socialistas apoyaban tácticamente las demandas sufragistas, también las consideraban enemigas de clase y las acusaban de olvidar la situación de las proletarias, lo que provocaba la desunión de los movimientos. Además, la relativamente poderosa infraestructura con que contaban las feministas burguesas y la fuerza de su mensaje calaba en las obreras llevándolas a su lado. Lógicamente, una de las tareas de las socialistas fue la de romper esa alianza.

 

Alejandra Kollontai, bolchevique y feminista, relata en sus Memorias algunas de sus estrategias desde la clandestinidad. En diciembre de 1908 tuvo lugar en San Petersburgo, y convocado por las feministas “burguesas”, el Primer Congreso Femenino de todas las Rusias. Kollontai no pudo asistir, porque pesaba una orden de detención sobre ella, pero pudo preparar la intervención de un grupo de obreras. Estas tomaron la palabra para señalar la especificidad de la problemática de las mujeres trabajadoras, y cuando se propuso la creación de un centro femenino interclasista, abandonaron ostentosamente el congreso.

Sin embargo, y a pesar de sus lógicos enfrentamientos con las sufragistas, existen numerosos testimonios del dilema que les presentaba a las mujeres socialistas. Aunque suscribían la tesis de que la emancipación de las mujeres era imposible en el capitalismo -explotación laboral, desempleo crónico, doble jornada, etc.- eran conscientes de que para sus camaradas y para la dirección del partido la “cuestión femenina” no era precisamente prioritaria. Más bien se la consideraba una mera cuestión de superestructura, que se solucionaría automáticamente con la socialización de los medios de producción, y, en el peor de los casos, “una desviación peligrosa hacia el feminismo”. Esto no impidió que las mujeres socialistas se organizaran dentro de sus propios partidos; se reunían para discutir sus problemas específicos y crearon, a pesar de que la ley les prohibía afiliarse a partidos, organizaciones femeninas.

 Los cimientos de un movimiento socialista femenino realmente fueron puestos por la alemana Clara Zetkin, 1854-1933, quien dirigió la revista femenina Die Gliechhteit –Igualdad - y llegó a organizar una Conferencia Internacional de Mujeres en 1907.

 El socialismo marxista también prestó atención a la crítica de la familia y la doble moral, y relacionó la explotación económica y sexual de la mujer. En este sentido, es imprescindible remitirse a la obra que Kollontai escribe ya a principios del siglo XX. Kollontai puso en un primer plano teórico la igualdad sexual y mostró su interrelación con el triunfo de la revolución socialista.

 Pero también fue ella misma, ministra durante sólo seis meses en el primer gobierno de Lenin, quien dio la voz de alarma sobre el rumbo preocupante que iba tomando la revolución feminista en la Unión Soviética. La igualdad de los sexos se había establecido por decreto, pero no se tomaban medidas específicas, tal y como ella postulaba, contra lo que hoy llamaríamos la ideología patriarcal.

 Movimiento anarquista.

 El anarquismo no articuló con tanta precisión teórica como el socialismo la problemática de la igualdad entre los sexos, e incluso cabe destacar que un anarquista de la talla de Proudhom, 1809-1865,  mantuvo tranquilamente posturas antiigualitarias extremas. Estas son sus palabras:   “Por mi parte, puedo decir que, cuanto más pienso en ello, menos me explico el destino de la mujer fuera de la familia y el hogar. Cortesana o ama de llaves (ama de llaves, digo, y no criada); yo no veo término medio”.

 Sin embargo, el anarquismo como movimiento social contó con numerosas mujeres que contribuyeron a la lucha por la igualdad. Una de las ideas más recurrentes entre las anarquistas -en consonancia con su individualismo- era la de que las mujeres se liberarían gracias a su “propia fuerza” y esfuerzo individual. Así lo expresó Emma Goldman, 1869-1940, para quien poco vale el acceso al trabajo asalariado si las mujeres no son capaces de vencer todo el peso de la ideología tradicional en su interior. Así, el énfasis puesto en vivir de acuerdo con las propias convicciones propició auténticas revoluciones en la vida cotidiana de mujeres que, orgullosas, se autodesignaban “mujeres libres”. Consideraban que la libertad era el principio rector de todo y que las relaciones entre los sexos han de ser absolutamente libres. Su rebelión contra la jerarquización, la autoridad y el Estado, las llevaba, por un lado y frente a las sufragistas, a minimizar la importancia del voto y las reformas institucionales; por otro, veían como un peligro enorme lo que a su juicio proponían los comunistas: la regulación por parte del Estado de la procreación, la educación y el cuidado de los niños.

Neofeminismo: los años sesenta y setenta. 

Neofeminismo.

La consecución del voto y todas las reformas habían dejado relativamente tranquilas a las mujeres; sus demandas habían sido satisfechas, vivían en una sociedad legalmente cuasi-igualitaria y la calma parecía reinar en la mayoría de los hogares. Sin embargo, debía ser una calma un tanto enrarecida, pues se acercaba un nuevo despertar de este movimiento social.

 

La obra de Simone de Beauvoir es la referencia fundamental del cambio que se avecina. Tanto su vida como su obra son paradigmáticas de las razones de un nuevo resurgir del movimiento. Tal y como ha contado la propia Simone, hasta que emprendió la redacción de “El segundo sexo” apenas había sido consciente de sufrir discriminación alguna por el hecho de ser una mujer. La joven filósofa, al igual que su compañero Jean Paul Sartre, había realizado una brillante carrera académica, e inmediatamente después ingresó por oposición -también como él- a la carrera docente. ¿Dónde estaba, pues, la desigualdad, la opresión? Iniciar la contundente respuesta del feminismo contemporáneo a este interrogante es la impresionante labor llevada a cabo en los dos tomos de El segundo sexo.

Al mismo tiempo que pionera, Simone de Beauvoir constituye un brillante ejemplo de cómo la teoría feminista supone una transformación revolucionaria de nuestra comprensión de la realidad. Son importantes las valoraciones sobre las dificultades que experimentaron las mujeres para descubrir y expresar los términos de su opresión en la época de la "igualdad legal". 

 

Esta dificultad fue retratada con infinita precisión por la estadounidense Betty Friedan: el problema de las mujeres era el "problema que no tiene nombre", y el objeto de la teoría y la práctica feministas fue, justamente, el de nombrarlo. Friedan, en su también voluminosa obra,” La mística de la feminidad”, en 1963, analizó la profunda insatisfacción de las mujeres estadounidenses consigo mismas y su vida, y su traducción en problemas personales y diversas patologías autodestructivas: ansiedad, depresión, alcoholismo.

 

Sin embargo, el problema es para ella un problema político: "la mística de la feminidad" -reacción patriarcal contra el sufragismo y la incorporación de las mujeres a la esfera pública durante la Segunda Guerra Mundial-, que identifica mujer con madre y esposa, con lo que cercena toda posibilidad de realización personal y culpabiliza a todas aquellas que no son felices viviendo solamente para los demás.

 

Feminismo liberal.

 

Betty Friedan contribuyó a fundar en 1966 la que ha llegado a ser una de las organizaciones feministas más poderosas de Estados Unidos, y sin duda la máxima representante del feminismo liberal, la Organización Nacional para las Mujeres (NOW).

 

El feminismo liberal se caracteriza por definir la situación de las mujeres como una de desigualdad -y no de opresión y explotación- y por postular la reforma del sistema hasta lograr la igualdad entre los sexos. Las liberales comenzaron definiendo el problema principal de las mujeres como su exclusión de la esfera pública, y propugnaban reformas relacionadas con la inclusión de las mismas en el mercado laboral.

 

También desde el principio tuvieron una sección destinada a formar y promover a las mujeres para ocupar puestos públicos. Pero bien pronto, la influencia del feminismo radical empujó a las más jóvenes hacia la izquierda. Ante el malestar y el miedo a los sectores más conservadores, Betty Friedan declara que: "En el futuro, la gente que piensa que NOW es demasiado activista tendrá menos peso que la juventud".

 

Así, terminaron abrazando la tesis de que lo personal es político -cuando Friedan había llegado a quejarse de que las radicales convertían la lucha política en una "guerra de dormitorio"- y la organización de grupos de autoconciencia, dos estandartes básicos del feminismo radical y que inicialmente rechazaban. Más tarde, con el declive del feminismo radical en Estados Unidos, el reciclado "feminismo liberal" cobró un importante protagonismo hasta haber llegado a convertirse, a juicio de Echols, "en la voz del feminismo como movimiento político".

 

Sin embargo, fue al feminismo radical, caracterizado por su aversión al liberalismo, a quien correspondió el verdadero protagonismo en las décadas de los sesenta y setenta.

 

Feminismo radical: feministas políticas y feministas.

 

Los sesenta fueron años de intensa agitación política. Las contradicciones de un sistema que tiene su legitimación en la universalidad de sus principios, pero que en realidad es sexista, racista, clasista e imperialista, motivaron a la formación de la llamada Nueva Izquierda y diversos movimientos sociales radicales como el movimiento antirracista, el estudiantil, el pacifista y, claro está, el feminista. La característica distintiva de todos ellos fue su marcado carácter contracultural: no estaban interesados en la política reformista de los grandes partidos, sino en forjar nuevas formas de vida -que prefigurasen la utopía comunitaria de un futuro que divisaban a la vuelta de la esquina- y, cómo no, al hombre nuevo.

 

En buena medida, la génesis del Movimiento de Liberación de la Mujer hay que buscarla en su creciente descontento con el papel que jugaban en aquél. Así describe Robin Morgan lo que fue una experiencia generalizada de mujeres: "Como quiera que creíamos estar metidas en la lucha para construir una nueva sociedad, fue para nosotras un lento despertar y una deprimente constatación descubrir que realizábamos el mismo trabajo en el movimiento que fuera de él: pasando a máquina los discursos de los varones, haciendo café pero no política, siendo auxiliares de los hombres, cuya política, supuestamente, reemplazaría al viejo orden".

 

De nuevo fue a través del activismo político junto a los varones, como en su día las sufragistas en la lucha contra el abolicionismo, como las mujeres tomaron conciencia de la peculiaridad de su opresión. Puesto que el hombre nuevo se hacía esperar, la mujer nueva -de la que tanto hablara Kollontai a principios de siglo- decidió comenzara reunirse por su cuenta. La primera decisión política del feminismo fue la de organizarse en forma autónoma, separarse de los varones, decisión con la que se constituyó el Movimiento de Liberación de la Mujer. Tal y como señala Echols, si bien todas estaban de acuerdo en la necesidad de separarse de los varones, disentían respecto a la naturaleza y el fin de la separación. Así se produjo la primera gran escisión dentro del feminismo radical: la que dividió a las feministas en "políticas" y "feministas". Todas ellas forman inicialmente parte del feminismo radical por su posición antisistema y por su afán de distanciarse del feminismo liberal, pero sus diferencias son una referencia fundamental para entender el feminismo de la época.

 

En un principio, las "políticas" fueron mayoría, pero a partir del 68 muchas fueron haciéndose más feministas para, finalmente, quedar en minoría. Para las "políticas", la opresión de las mujeres deriva del capitalismo o del Sistema, por lo que los grupos de liberación debían permanecer conectados y comprometidos con el Movimiento; en realidad, consideraban el feminismo un ala más de la izquierda. Suele considerarse que a ellas, a su experiencia y a sus conexiones se debieron muchos de los éxitos organizativos del feminismo, pero lógicamente también traían su servidumbre ideológica.

 

Las "feministas" se manifestaban contra la subordinación a la izquierda, ya que identificaban a los varones como los beneficiarios de su dominación. No eran, ni mucho menos, antiizquierda, pero sí muy críticas con su recalcitrante sexismo y la tópica interpretación del feminismo en un abanico de posibilidades que iba de su mera consideración como cuestión periférica a la más peligrosa calificación de contrarrevolucionario.

 

Las interminables y acaloradas discusiones entorno a cuál era la contradicción o el enemigo principal caracterizaron el desarrollo del neofeminismo no sólo en Estados Unidos, sino también en Europa y España. La lógica de los debates siempre ha sido similar: mientras las más feministas pugnaban por hacer entender a las políticas que la opresión de las mujeres no es solamente una simple consecuencia del Sistema, sino un sistema específico de dominación en que la mujer es definida en términos del varón, las políticas no podían dejar de ver a los varones como víctimas del sistema y de enfatizar el no enfrentamiento con éstos.

En Estados Unidos, las políticas escondían un miedo que ha pesado siempre sobre las mujeres de la izquierda: el de que los compañeros varones, depositarios del poder simbólico para dar o quitar denominaciones de origen "progresista", interpretasen un movimiento sólo de mujeres como reaccionario o liberal. De hecho, es muy aleccionador reparar en que, a la hora de buscar "denominación", el término "feminista" fue inicialmente repudiado por algunas radicales. El problema estaba en que lo asociaban con la que consideraban la primera ola del feminismo, el movimiento sufragista, al que despreciaban como burgués y reformista.

 

Sulamith Firestone, indiscutible teórica y discutida líder de varios grupos radicales, fue la primera en atreverse a reivindicar el sufragismo afirmando que era un movimiento radical y que "su historia había sido enterrada por razones políticas". Finalmente llegó la separación, y el nombre de feminismo radical pasó a designar únicamente a los grupos y las posiciones teóricas de las "feministas ".

 

 

Feminismo radical .

 

El feminismo radical norteamericano se desarrolló entre los años 1967 y 1975, y a pesar de la rica heterogeneidad teórica y práctica de los grupos en que se organizó, parte de unos planteamientos comunes. Respecto a los fundamentos teóricos, hay que citar dos obras fundamentales: Política sexual de Kate Millet y La dialéctica de la sexualidad de Sulamit Firestone, publicadas en el año 1970.

 

Armadas de las herramientas teóricas del marxismo, el psicoanálisis y el anticolonialismo, estas obras acuñaron conceptos fundamentales para el análisis feminista como el de patriarcado, género y casta sexual.

 

El patriarcado se define como un sistema de dominación sexual que se concibe, además, como el sistema básico de dominación sobre el que se levanta el resto de las dominaciones, como la de clase y raza. El género expresa la construcción social de la feminidad y la casta sexual alude a la común experiencia de opresión vivida por todas las mujeres.

 

Las radicales identificaron como centros de la dominación patriarcal esferas de la vida que hasta entonces se consideraban "privadas". A ellas corresponde el mérito de haber revolucionado la teoría política al analizar las relaciones de poder que estructuran la familia y la sexualidad; lo sintetizaron en un slogan: lo personal es político. Consideraban que los varones, todos los varones y no sólo una élite, reciben beneficios económicos, sexuales y psicológicos del sistema patriarcal, pero en general acentuaban la dimensión psicológica de la opresión. Así lo refleja el manifiesto fundacional de las New York Radical Feminist,1969, , Politics of the Ego, donde se afirma: “Pensamos que el fin de la dominación masculina es obtener satisfacción psicológica para su ego, y que sólo secundariamente esto se manifiesta en las relaciones económicas”.

 

Una de las aportaciones más significativas del movimiento feminista radical fue la organización en grupos de autoconciencia. Esta práctica comenzó en el New York Radical Women, 1967, y fue Sarachild quien le dio el nombre de "consciousness-raising". Consistía en que cada mujer del grupo explicase las formas en que experimentaba y sentía su opresión. El propósito de estos grupos era "despertar la conciencia latente que... todas las mujeres tenemos sobre nuestra opresión", para propiciar "la reinterpretación política de la propia vida" y poner las bases para su transformación.

 

Con la autoconciencia también se pretendía que las mujeres de los grupos se convirtieran en auténticas expertas en su opresión: estaban construyendo la teoría desde la experiencia personal y no desde el filtro de las ideologías previas. Otra función importante de estos grupos fue la de contribuir a la revalorización de la palabra y las experiencias de un colectivo sistemáticamente subordinado y humillado a lo largo de la historia.

 

Así lo ha señalado Válcarcel comentando algunas de las obras clásicas del feminismo: “el movimiento feminista debe tanto a estas obras escritas como a una singular organización: los grupos de encuentro, en que sólo mujeres desgranaban, turbada y parsimoniosamente, semana a semana, la serie de sus. humillaciones, que intentan comprender como parte de una estructura teorizable".

 

Sin embargo, los diferentes grupos de radicales variaban en su apreciación de esta estrategia. Según la durísima apreciación de Mehrhof, miembro de las Redstockings, 1969,: "la autoconciencia tiene la habilidad de organizar gran número de mujeres, pero de organizarlas para nada". Hubo acalorados debates internos, y finalmente autoconciencia-activismo se configuraron como opciones opuestas.

 

El activismo de los grupos radicales fue, en más de un sentido, espectacular. Espectaculares por multitudinarias fueron las manifestaciones y marchas de mujeres, pero aún más eran los lúcidos actos de protesta y sabotaje que ponían en evidencia el carácter de objeto y mercancía de la mujer en el patriarcado. Con actos como la quema pública de sujetadores y corsés, el sabotaje de comisiones de expertos sobe el aborto formada por ¡catorce varones y una mujer – monja -!, o la simbólica negativa de la carismática Ti-Grace Atkinson a dejarse fotografiar en público al lado de un varón, las radicales consiguieron que la voz del feminismo entrase en todos y cada uno de los hogares estadounidenses.

 

Otras actividades no tan espectaculares, pero de consecuencias enormemente beneficiosas para las mujeres, fueron la creación de centros alternativos de ayuda y autoayuda. Las feministas no sólo crearon espacios propios para estudiar y organizarse, sino que desarrollaron una salud y una ginecología no patriarcales, animando a las mujeres a conocer su propio cuerpo. También se fundaron guarderías, centros para mujeres maltratadas, centros de defensa personal y un largo etcétera.

 

Tal y como se desprende de los grupos de autoconciencia, otra característica común de los grupos radicales fue el exigente impulso igualitarista y antijerárquico: ninguna mujer está por encima de otra. En realidad, las líderes estaban mal vistas, y una de las constantes organizativas era poner reglas que evitasen el predominio de las más dotadas o preparadas. Así es frecuente escuchar a las líderes del movimiento, que sin duda existían, o a quienes actuaban como portavoces, "pedir perdón a nuestras hermanas por hablar por ellas".

 

Esta forma de entender la igualdad trajo muchos problemas a los grupos: uno de los más importantes fue el problema de admisión de nuevas militantes. Las nuevas tenían que aceptar la línea ideológica y estratégica del grupo, pero una vez dentro ya podían, y de hecho así lo hacían frecuentemente, comenzar a cuestionar el manifiesto fundacional. El resultado era un estado de permanente debate interno, enriquecedor para las nuevas, pero tremendamente cansino para las veteranas. El igualitarismo se traducía en que mujeres sin la más mínima experiencia política y recién llegadas al feminismo se encontraban en la situación de poder criticar duramente por "elitista" a una líder con la experiencia militante y la potencia teórica de Sulamith Firestone. Incluso se llegó a recelar de las teóricas sospechando que instrumentaban el movimiento para hacerse famosas. El caso es que la mayor parte de las líderes fueron expulsadas de los grupos que habían fundado. Jo Freeman supo reflejar esta experiencia personal en su obra “La tiranía de la falta de estructuras “.

 

Echols ha señalado esta negación de la diversidad de las mujeres como una de las causas del declive del feminismo radical. La tesis de la hermandad o sororidad de todas las mujeres unidas por una experiencia común también se vio amenazada por la polémica aparición dentro de los grupos de la cuestión de clase y del lesbianismo. Pero, en última instancia, fueron las agónicas

 

disensiones internas, más el lógico desgaste de un movimiento de estas características, lo que trajo a mediados de los setenta el fin del activismo del feminismo radical.

 

Feminismo y socialismo: la nueva alianza .

 

El feminismo iba decantándose como la lucha contra el patriarcado, un sistema de dominación sexual, y el socialismo como la lucha contra el sistema capitalista o de clases. Sin embargo, numerosas obras de la década de los setenta declaran ser intentos de conciliar teóricamente feminismo y socialismo y defienden la complementariedad de sus análisis.

 

Así lo hicieron, entre otras muchas, Sheyla Rowbotham, Roberta Hamilton, Zillah Eisenstein y Juliet Michell. Las feministas socialistas han llegado a reconocer que las categorías analíticas del marxismo son "ciegas al sexo" y que la "cuestión femenina" nunca fue la "cuestión feminista", pero también consideraban que el feminismo es ciego para la historia y para las experiencias de las mujeres trabajadoras, emigrantes o "no blancas". De ahí que sigan buscando una alianza más progresiva entre los análisis de clase, género y raza. Pero en esta renovada alianza, el género y el patriarcado son las categorías que vertebran sus análisis de la totalidad social.

 

Feminismos de la diferencia .

 

Según el exhaustivo e influyente análisis de Echols, el feminismo radical estadounidense habría evolucionado hacia un nuevo tipo de feminismo para el que utiliza el nombre de feminismo cultural. La evolución radica en el paso de una concepción constructivista del género, a una concepción esencialista. Pero la diferencia fundamental está en que mientras el feminismo radical -y también el feminismo socialista y el liberal- lucha por la superación de los géneros, el feminismo cultural parece afianzarse en la diferencia.

 

En Europa, especialmente en Francia e Italia, también han surgido al hilo de diferentes escisiones o disensiones dentro del movimiento feminista de los setenta, feminismos que se autoproclaman defensores de la diferencia sexual. De ahí su designación como feminismos de la diferencia frente a los igualitarios.

 

· Feminismo cultural.

 

El feminismo cultural estadounidense engloba, según la tipología de Echols, a las distintas corrientes que igualan la liberación de las mujeres con el desarrollo y la preservación de una contracultura femenina: vivir en un mundo de mujeres para mujeres. Esta contracultura exalta el "principio femenino" y sus valores y denigra lo "masculino".

 

Raquel Osborne ha sintetizado algunas de las características que se atribuyen a un principio y otro. Los hombres representan la cultura, las mujeres la naturaleza. Ser naturaleza y poseer la capacidad de ser madres comporta la posesión de las cualidades positivas, que inclinan en exclusiva a las mujeres a la salvación del planeta, ya que son moralmente superiores a los varones. La sexualidad masculina es agresiva y potencialmente letal, la femenina difusa, tierna y orientada a las relaciones interpersonales. Por último, se deriva la opresión de la mujer de la supresión de la esencia femenina.

 

De todo ello se concluye que la política de acentuar las diferencias entre los sexos, se condena la heterosexualidad por su connivencia con el mundo masculino y se acude al lesbianismo como única alternativa de no contaminación. Esta visón netamente dicotómica de las naturalezas humanas ha cuajado en otros movimientos como el ecofeminismo de Mary Daly y el surgimiento de un polémico frente antipornografía y antiprostitución.

 

· Feminismo francés de la diferencia.

 

El feminismo francés de la diferencia parte de la constatación de la mujer como lo absolutamente “otro”. Instalado en dicha otredad, pero tomando prestada la herramienta del psicoanálisis, utiliza la exploración del inconsciente como medio privilegiado de reconstrucción de una identidad propia, exclusivamente femenina.

 

Entre sus representantes destacan Annie Leclerc, Hélène Cixous y, sobre todo, Luce Irigaray. Su estilo, realmente críptico si no se posee determinada formación filosófica, o incluso determinadas claves culturales específicamente francesas, no debe hacernos pensar en un movimiento sin incidencia alguna en la práctica. El grupo "Psychanalyse et Politique" surgió en los setenta y es un referente ineludible del feminismo francés. Desde el mismo se criticaba duramente al feminismo igualitario por considerar que es reformista, asimila las mujeres a los varones y, en última instancia, no logra salir del paradigma de dominación masculina. Sus partidarias protagonizaron duros enfrentamientos con el "feminismo", algunos tan llamativos como asistir a manifestaciones con pancartas de "Fuera el feminismo", e incluso acudieron a los Tribunales reivindicando su carácter de legítimas representantes del movimiento de liberación de la mujer. Tal y como relata Rosa María Magdá: “Las batallas personales, la defensa radical o no de la homosexualidad y las diversas posturas con los partidos políticos han sido también puntos de litigio para un movimiento excesivamente cerrado sobre sí mismo, que plaga sus textos de referencias ocultas y que, lejos de la acogedora solidaridad, parece muchas veces convertirse en un campo minado”.

 

· Feminismo italiano de la diferencia.

 

Sus primeras manifestaciones surgen en 1965, ligadas al grupo DEMAU. Otro hito importante será la publicación en 1970 del manifiesto de Rivolta femminile y el escrito de Carla Lonzi, Escupamos sobre Hegel. Las italianas, muy influidas por las tesis de las francesas sobre la necesidad de crear una identidad propia y la experiencia de los grupos de autoconciencia de las estadounidenses, siempre mostraron su disidencia respecto a las posiciones mayoritarias del feminismo italiano.

 

Así lo hicieron en el debate en torno a la ley del aborto, en que defendían la despenalización frente a la legalización, finalmente aprobada en 1977, y posteriormente en la propuesta de ley sobre la violencia sexual. Esta propuesta, iniciada por el MLD, la UDI y otros grupos del movimiento de liberación, reivindicaba, entre otras cosas, que la violación pudiese ser perseguida de oficio, aun contra la voluntad de la víctima, para evitar las frecuentes situaciones en que las presiones sobre ésta terminaban con el retiro de la demanda. En este caso, como en el del aborto, se considera "lo más inaceptable" que las mujeres "ofreciesen ese sufrimiento concreto a la intervención y la tutela del Estado, diciendo actuar en nombre de todas las mujeres". Mantienen que la ley del hombre nunca es neutral, y la idea de resolver a través de leyes y reformas generales la situación de las mujeres es descabellada. Critican al feminismo reivindicativo por victimista y por no respetar la diversidad de la experiencia de las mujeres. Además plantean que de nada sirve que las leyes den valor a las mujeres si éstas de hecho no lo tienen. A cambio, parecen proponer trasladarse al plano simbólico y que sea en ese plano donde se produzca la efectiva liberación de la mujer, del "deseo femenino".

 

Ligada a esta liberación, muy volcada en la autoestima femenina, están diversas prácticas entre mujeres, como el affidamento, concepto de difícil traducción, en que el reconocimiento de la autoridad femenina juega un papel determinante. Lo que sí se afirma con claridad es que para la mujer no hay libertad ni pensamiento sin el pensamiento de la diferencia sexual. Es la determinación ontológica fundamental.

 

Ultimas tendencias.

 

Tras las manifestaciones de fuerza y vitalidad del feminismo y otros movimientos sociales y políticos en los años setenta, la década de los ochenta parece que pasará a la historia como una década especialmente conservadora. De hecho, el triunfo de carismáticos líderes ultraconservadores en países como Inglaterra y Estados Unidos, cierto agotamiento de las ideologías que surgieron en el siglo XIX, más el sorprendente derrumbamiento de los Estados socialistas, dieron paso a los eternos profetas del fin de los conflictos sociales y de la historia.

 

Yasmine Ergas ha sintetizado bien la realidad de los ochenta: Si bien la era de los gestos grandilocuentes y las manifestaciones masivas que tanto habían llamado la atención de los medios de comunicación parecían tocar su fin, a menudo dejaban detrás de sí nuevas formas de organización política femenina, una mayor visibilidad de las mujeres y de sus problemas en la esfera pública y animados debates entre las propias feministas, así como entre éstas e interlocutores externos. En otras palabras, la muerte, al menos aparente, del feminismo como movimiento social organizado no implicaba ni la desaparición de las feministas como agentes políticos, ni la del feminismo como un conjunto de prácticas discursivas contestadas, pero siempre en desarrollo.

 

Efectivamente, el feminismo no ha desaparecido, pero sí ha conocido profundas transformaciones. En estas transformaciones han influido tanto los enormes éxitos cosechados -si consideramos lo que fue el pasado y lo que es el presente de las mujeres- como la profunda conciencia de lo que queda por hacer, si comparamos la situación de varones y mujeres en la actualidad.

 

Los éxitos cosechados han provocado una aparente, tal vez real, merma en la capacidad de movilización de las mujeres en torno a las reivindicaciones feministas, por más que, paradójicamente, éstas tengan más apoyo que nunca en la población femenina. Por ejemplo, el consenso entre las mujeres sobre las demandas de igual salario, medidas frente a la violencia o una política de guarderías públicas es, prácticamente total. Pero resulta difícil, por no decir imposible, congregar bajo estas reivindicaciones manifestaciones similares a las que se producían alrededor de la defensa del aborto en los años setenta - de hecho, sólo la posible puesta en cuestión del derecho al propio cuerpo en los Estados Unidos de Bush ha sido capaz de concitar de nuevo marchas de cientos de miles de personas -.

 

Sin embargo, esto no implica un repliegue en la constante lucha por conseguir las reivindicaciones feministas. Aparte de la imprescindible labor de los grupos feministas de base, que siguen su continuada tarea de concienciación, reflexión y activismo, ha tomado progresivamente fuerza lo que ya se denomina feminismo institucional.

 

Este feminismo reviste diferentes formas en los distintos países occidentales: desde los pactos interclasistas de mujeres a la nórdica  -donde se ha podido llegar a hablar de feminismo de Estado- a la formación de lobbies o grupos de presión, hasta la creación de ministerios o instituciones interministeriales de la mujer, como es el caso en nuestro país, donde en 1983 se creó como organismo autónomo el Instituto de la Mujer.

 

A pesar de estas diferencias, los feminismos institucionales tienen algo en común: el decidido abandono de la apuesta por situarse fuera del sistema y por no aceptar sino cambios radicales. Un resultado notable de estas políticas ha sido el hecho, realmente impensable hace sólo dos décadas, de que mujeres declaradamente feministas lleguen a ocupar importantes puestos en los partidos políticos y en el Estado.

 

Ahora bien, no puede pensarse que este abandono de la "demonización" del poder no reciba duras críticas desde otros sectores del feminismo, y no haya supuesto incluso un cambio lento y difícil para todo un colectivo que, aparte de su vocación radical, ha sido "socializado en el no poder". En este contexto institucional también cabe destacar la proliferación en las universidades de centros de investigaciones feministas. En la década de los ochenta, la teoría feminista no sólo ha desplegado una vitalidad impresionante, sino que ha conseguido dar a su interpretación de la realidad un status académico.

 

En definitiva, los grupos de base, el feminismo institucional y la pujanza de la teoría feminista, más la paulatina incorporación de las mujeres a puestos de poder no estrictamente políticos -administración, judicaturas, cátedras...- y a tareas emblemáticamente varoniles -ejército y policía-, han ido creando un poso feminista que simbólicamente se posa en la  Declaración de Atenas de 1992.

 

En esta Declaración, las mujeres mostraron su claro deseo de firmar un nuevo contrato social y establecer de una vez por todas una democracia paritaria. Ahora bien, esta firme voluntad de avance, y el recuento de todo lo conseguido, no significa que la igualdad sexual esté a la vuelta de la esquina. Tal y como ha reflejado Susan Faludi en su obra “Reacción”, la guerra no declarada contra la mujer moderna, el patriarcado, como todo sistema de dominación firmemente asentado, cuenta con numerosos recursos para perpetuarse.

 

El mensaje reactivo de "la igualdad está ya conseguida" y "el feminismo es un anacronismo que empobrece la vida de la mujer" parece haber calado en las nuevas generaciones. Como consecuencia, las mujeres jóvenes, incapaces de traducir de forma política la opresión, parecen volver a reproducir en patologías personales antes desconocidas -anorexia, bulimia- el problema que se empeña "en no tener nombre". o tener un nombre a partir de una identidad patológica.

 

 

El pensamiento español y las mujeres.

 

En España no se dio una “Querelle des femmes”, ni tampoco un Movimiento Feminista organizado hasta la segunda década del siglo XX. Bien es cierto, que no olvidamos que en la época en que vivió Christine de Pizan, fundadora de la “Querelle des femmes”, Teresa de Cartagenan,  en el siglo quince, alumna de la Universidad de Salamanca, se vio obligada por su sordera a dedicarse a la escritura; en modo alguno a esta religiosa franciscana le pasó inadvertido el hecho de que su sexo no era socialmente identificado ni, a fortiori, identificable con la dedicación a la escritura, siendo así que en su obra realiza una apología de las mujeres que se dedican a ello .

 

También en el campo de la literatura, aunque no de la teología, el siglo barroco contó con María de Zayas que, a través de los personajes de sus novelas, denunció la subordinación del sexo femenino y presentó nuevos modelos de vida para las mujeres. Uno de los temas elegidos para la crítica es “el amor”, como conjunto de sentimientos y de relaciones en que las mujeres existen de formas subordinadas y dependientes; entre sus obras citaremos “Desengaños amorosos”, de 1647.

 

La polémica en torno a la identificación de mujeres y mal, como consecuencia del mito de Eva, la revisión del pensamiento griego y medieval y su influencia en la organización social y política preponderante de la historia de Occidente, la encontraremos tiempo después que en otras tradiciones europeas, donde diversas pensadoras y pensadores utilizan la pluma para legitimar por qué existen mujeres pensadoras, o por qué las mujeres no deben estar vetadas para ser gobernantes, por citar algunos de los temas. En definitiva, lo que se está poniendo en entredicho es la exclusión; ahora bien, las formas en que se argumenta el cuestionamiento de un “estado de cosas” que prohíbe a unos individuos la entrada a determinados espacios o el ejercicio de determinadas tareas o trabajos, por mencionar algunos ejemplos, va a marcar fronteras entre los estilos de pensar. Concretamente en la historia del pensamiento español se distinguen tres etapas:

 

La primera se caracteriza por asumir la concepción del derecho natural de la modernidad, es decir, se parte del principio de que todos los seres humanos en origen son iguales. Tiene dos momentos:

-Siglo XVIII: se encuentra una concepción de la educación netamente ilustrada, es decir, universalista.

-Siglo XIX: asume la concepción universalista de la educación pero, sobre todo, bajo una visión filantrópica.

 

La segunda etapa comienza con el esbozo del reconocimiento de la importancia de plantear los derechos políticos de las mujeres como reivindicación nuclear: ello dará lugar al Movimiento Sufragista. Por otro lado, se desarrollan críticas comenzadas en el Diecinueve, como es el caso de la crítica al naturalismo médico y, por otra parte, comienza el reconocimiento de la tradición feminista o genealógica.

 

La tercera etapa, enmarcada en el final de la dictadura franquista y la época de la transición a la democracia se caracteriza por la parcelación de análisis, sin renunciar a una visión global del sistema patriarcal o sistema de género/sexo. En ésta también se pueden señalar como mínimo dos momentos, pero el eje subyacente de la exposición ha sido el entroncamiento con las tendencias que hoy se estudian y discuten en el panorama internacional.

 

Siglo XVIII.

 

En la primera mitad del siglo XVIII español contamos con el legado del fraile benedictino Benito Jerónimo Feijoo. El Discurso XVI de su obra Teatro Crítico lo tituló “Defensa de la Mujer”,1726; no se trata de un Discurso de la Excelencia en estado puro, aunque utiliza muchos de los argumentos que habían circulado públicamente en las polémicas de la “Querelle des femmes”.

 

Un ejemplo de ello es la alegación de que las opiniones en torno a la culpabilidad de Eva de la introducción del mal en el mundo están divididas. Feijoo conocía perfectamente la defensa pre-ilustrada de Eva, como prueba también el hecho del conocimiento de obras de pensadoras que habían dedicado gran parte de sus escritos a mostrar sus discrepancias con interpretaciones misóginas de la Patrística sobre los textos sagrados; por eso, en este Discurso tiene su lugar, por ejemplo, Issota Nogarola. También conoce a la representativa filósofa de los Discursos de la Excelencia, Lucrecia Marinela, autora de “Excelencia de las mujeres, cotejada con los defectos y vicios de los hombres”. Entre la gran reacción que produjeron las ideas de Feijoo se registra la negación pública de la existencia de la obra de esta pensadora veneciana, estudiosa que hizo una inversión valorativa del orden de prioridades morales de la obra de Aristóteles, que la sitúa en la primera expresión histórica de lo que en la actualidad se conoce como Ética del Cuidado.

 

Feijoo no se sitúa en la lógica marinelliana y por ello expresa explícitamente: “mi empeño no es persuadir la ventaja, sino la igualdad”. Este pensador español es el primero que dedicó importantes páginas de su obra a la crítica a Aristóteles y al aristotelismo y sus tesis sobre la inferioridad física de las mujeres: la concepción naturalista sobre los sexos, según la cual la naturaleza siempre prefiere varón y la hembra es la consecuencia de la imperfección o del accidente, es puesta en entredicho.

 

El Discurso de Feijoo fundamentalmente constituye un alegato a favor de la igual capacidad intelectual de varones y mujeres. No se sabe si conoce a François Poulain de la Barre, pero su pensamiento se acerca mucho a este pensador francés del siglo XVII al mismo tiempo que dirige una crítica explícita al racionalismo de Malebranche. Para Feijoo el alma es pensamiento y la diferencia entitativa de las almas no se puede probar. Del mismo modo que Poulain de la Barre afirmaba que el pensamiento no tiene sexo, Feijoo sostenía que el alma no es varón ni mujer.

 

La obra de Feijoo fue la fuente de inspiración de la política a favor de las mujeres que se llevó a cabo en la segunda mitad del siglo que lo vio nacer. En el Dieciocho español se destaca la política innovadora del reinado de Carlos III, que hereda la corona en 1759. Esta etapa histórica significa la plenitud del despotismo ilustrado en España. Entre sus innovaciones hemos de señalar la creación de nuevas instituciones denominadas Sociedades de Amigos del País, donde se aglutinarían aquellos que abogaban por el progreso y por la confianza en la educación. El Rey apoyó la creación de Sociedades similares para mujeres y la Sociedad Económica Matritense contó con 14 damas. La educación para las mujeres no estaba generalizada en ninguna clase social. Las mujeres instruidas constituían un número muy reducido. Es en este período histórico cuando se propuso la creación de escuelas para las mujeres españolas. En 1783 una Real Cédula establecía oficialmente las escuelas de niñas, aunque la educación era, sobre todo, en rezos y labores, pero especificaba que “las niñas que quieran aprender a leer y a escribir les será enseñado por sus maestras”. En la misma fecha en Madrid funcionaban 32 escuelas de niñas y, poco a poco, empezaron a crearse en el resto de las regiones españolas.

 

Josefa Amar y Borbón, cuya obra es escrita en la segunda mitad del siglo XVIII,  puede ser vista como la ideóloga de la política llevada a cabo en el reinado de Carlos III. Por propia iniciativa formó parte de la Sociedad Económica de Zaragoza: su director aceptó la petición de ingreso por parte de Josefa Amar. Ha sido comparada con Madame Lambert, representante de un feminismo expresado en la Francia de la primera mitad del siglo XVIII, que distaba mucho de una concepción ilustrada global.

 

Hay dos claves de vital importancia en el pensamiento de  Amar que la sitúan entre las figuras más sobresalientes de la Ilustración española: por un lado la firme convicción del poder de la educación y, por otro lado, su comprensión del derecho natural, heredero de la filosofía moderna. Por ello pudo hacer la meritoria defensa de que las mujeres deberían formar parte también de las Sociedades Económicas de Amigos del País: cuando se planteó el debate en la Real Sociedad Matritense aportó su visión propia. Su alegato a favor de la entrada de mujeres en estos núcleos de élite de la cultura de la época fue publicado en el Memorial Literario con el título “Discurso en defensa del talento de las mujeres y de su aptitud para el gobierno y otros cargos en que se emplean los hombres”. Entre los argumentos que esgrime destaca, a la luz de su comprensión del derecho natural, la igualdad de origen: se remite al pecado original y reinterpreta el mito de Eva: la historia relatada en el Antiguo Testamento para Josefa Amar significaba  mayor talento de Eva, que pecó por afán de conocimiento y de saber.

 

“Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres”, en 1769, nos permite ubicar a Josefa Amar como una Nueva Platónica: para mostrar su “ilustrada idea” del poder de la educación se remite a la antigua Grecia y explica por qué las madres lacedemonias no lloraban las muertes de sus hijos cuando habían caído en el combate. Esta diferencia cultural de las madres espartanas la atribuye Amar y Borbón “al poder de la educación, que sabía excitar el valor”. La defensa de la educación física para ambos sexos, entre otras razones considerada necesaria para el cultivo de la salud, la plantea Amar y Borbón remitiéndose a los “maravillosos efectos que se vieron en Esparta”. La educación física para las mujeres es defendida en virtud de la preparación que les depara para afrontar peligros imprevistos; además, Amar y Borbón suscribe la comprensión platónica: la gran influencia que las mujeres tienen en la primera educación física y moral de los niños, incontestable hecho que requiere plantear una educación similar para hombres y mujeres,  dado que como Platón conocía “son de mucha consecuencia para el Estado sus errores o sus virtudes”. No cabe obviar, por otra parte, las diferencias entre la ilustrada J. y Platón. El filósofo griego entendía que sólo debían ser educadas las clases superiores –guerreros y gobernantes- y, además, en ningún caso por un maestro particular, como pudieran ser los sofistas, ni en una familia, sino en colectividades organizadas por el Estado.

 

 

No sólo se encuentra en Amar y Borbón una idea ilustrada de “educación” de inspiración platónica, sino que asume el funcionalismo del autor de La República: es conveniente que haya distintos ejercicios y clases, unos se dedicarán a las letras, otros a las armas, otros a la agricultura; las mujeres, por el contrario, han de asumir las tareas domésticas porque “hay ciertas labores que corresponden peculiarmente a las mujeres, como, por ejemplo, el coser, el hilar, etc., y que no podrían hacer los hombres sin descuidarse de sus obligaciones respectivas”. Por ello, en el capítulo que esta autora titula “De cómo se han de gobernar las madres con las hijas” pone el énfasis en el respeto a la infancia y trae a colación aquella sentencia de Juvenal comentada por Locke: maxima debetur pueril reverentia – “se debe a los niños el mayor respeto”.  Josefa Amar que, a través de su padre tenía una gran influencia de la obra de Locke, en ningún momento se refiere o asume “el derecho de las madres” planteado por el autor del “Tratado del gobierno civil”,  para homologarlas a los padres en cuanto a los derechos sobre sus hijos.

 

En el marco feminista de la misma época destaca Beatriz Cienfuegos, pensadora que publicó en Cádiz periódicamente, entre julio de 1763 y julio de 1764, un conjunto de escritos destinados a educar, moralizar y despertar las conciencias de las mujeres y de los hombres. Llevaron el título de  Pensamientos,  y cada uno de ellos versaba sobre un tema o cuestión diferentes. La autoría de Beatriz Cienfuegos ha sido puesta en entredicho,  como ha ocurrido con otras autoras.

 

Los “Pensamientos”  crearon un estado de opinión, sobre todo en la ciudad de Cádiz, digno de conocer dado que, en importantes temáticas, desafió los tradicionalismos al mismo tiempo que se autoinstituía como autoridad. Este hecho fue posible tanto por su formidable formación como por la originalidad con la que se presentaba públicamente: conocía la historia del pensamiento y escribía en primera persona, desde un yo explícitamente femenino; no sólo rehuyó el neutro a través del plural mayestático sino que, abiertamente, se dirigía a mujeres. No cabe obviar que esta publicación periódica pudo hacerse en virtud de que muchos varones la leían: aunque en la Cádiz del siglo XVIII existieran más mujeres que sabían leer que en otras partes del Estado, los Pensamientos de Cienfuegos iban destinados también a remover las conciencias masculinas. No en vano uno de ellos fue titulado “Sobre la feminización de los hombres”: era la respuesta a la idea, compartida por ignorantes y doctos, que circulaba y se reproducía en cualquier lugar que emergieran mujeres destacadas en Letras o Ciencias. Realmente lo que trata en este escrito es el prejuicio, y miedo al mismo tiempo, que se expresa cuando se alerta de “la masculinización de las mujeres”; exactamente utilizando la misma lógica patriarcal pero invertidos el sujeto y el objeto, Cienfuegos, persiguiendo la complicidad femenina, convierte en Objeto al tradicional Sujeto del discurso y Juez de la experiencia: los varones. Con ello, a través de una ironía socrática, pretendía mostrar la ilegitimidad del juicio contra el acceso de las mujeres a espacios que les estaban vedados históricamente. Destacaremos que uno de los “Pensamientos” fue titulado “Sobre el Tapado en la Mujer”: remitiéndose a la tradición impuesta por los sarracenos el tiempo que gobernaron Al-Andalus, y que no había desaparecido en Andalucía, realiza una rigurosa crítica a la religión mahometana e invita a las mujeres de Cádiz en particular, y a las andaluzas en general, a salir en público con sus rostros sin tapar.

 

Los cambios producidos a finales del Dieciocho no integraban al colectivo femenino: la industrialización no significaba su incorporación al mundo público; la creación de numerosas fábricas, como la Real Fábrica de Tapices, la Fábrica de Paños de Brihuega, contrataron a varones, quedándose las mujeres relegadas a las tradicionales instituciones gremiales, trabajos que se desempeñaban en ámbitos domésticos. El Diecinueve llegaba y el Código napoleónico afectaría a España igual que a un sin número de países europeos y americanos. Las mujeres serían legalmente las “eternas menores de edad” y con una diferencia: en España no se contaba con una experiencia feminista que hubiera planteado los derechos a una ciudadanía política, ni con un movimiento obrero que generara por su parte lo que posteriormente iba a consolidarse como el feminismo de clase. Este atraso económico, cultural y político ayudará a explicar por qué el feminismo del Diecinueve español sigue siendo un pensamiento y una praxis desligada de los caminos más fecundos que comenzaron a enarbolar quienes se autoinscribieron en las genealogías inauguradas por las mujeres, y hombres, que se opusieron, a través de sus escritos y movimientos colectivos, a la sociedad estamental, al Antiguo Régimen, experiencias que generarían una lógica desconocida entonces en España: la perpetuación de las costumbres represoras está inextricablemente relacionada con la carencia de derechos políticos.

 

Siglo XIX.

 

Las inquietudes políticas y, sobre todo, sociales y culturales que habían comenzado a emerger en el Dieciocho serán la condición de que el Diecinueve sea un siglo de profundos intentos de construcción de un nuevo orden social. Entre los ensayos de regímenes políticos nuevos vieron la luz tanto el paso de una Monarquía Absoluta a otra Constitucional como el paso de una Monarquía a la Primera República. La abolición de la pena de muerte en 1834 simbolizaba la cristalización de la eficiente suma de voluntades que pretendían salir del Oscurantismo. En esta salida de las tinieblas de un pasado ya no querido se manifiestan, acordes con la época, diversas ideas que se concretarán en la creación de organizaciones e instituciones de distintas índoles, todas ellas motivadas por el valor de la ciencia, la idea de necesidad de planificación racional de la sociedad y la transformación de la educación. La voluntad de laicización marcará fronteras entre distintos movimientos de ideas o formas de abordar las problemáticas más necesitadas de reformas urgentes.

 

Entre la totalidad de los “ensayos de cambio” con voluntad de transformación social, se encuentra Francisco Giner de los Ríos y la creación de la Institución Libre de Enseñanza en 1876. La filosofía que inspiraba a esta Institución era el krausismo, introducida en España por Julián Sanz del Río. Su profunda convicción de que el retraso cultural que afectaba a España podía superarse mediante una reforma del sistema educativo, promovida bajo los ideales de una ideología liberal y pacifista, guiada por la tolerancia, sería el eje de su proyecto. Entre los objetivos planteados por el krausismo, la educación de la mujer constituía uno de los más importantes para elevar su situación social y profesional. Por iniciativa de Fernando de Castro se crearon entonces las primeras instituciones dedicadas a la formación profesional de la Mujer, como la Escuela de Institutrices, la Escuela Normal de Maestras y la Asociación para la Enseñanza de la Mujer.

 

Entre los krausistas tuvo una gran acogida el pensamiento y los escritos de Concepción Arenal, quien parte de su obra sobre la temática que nos ocupa fue publicada en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza. Amalia Martín-Gamero ha expresado que  “a este movimiento debe sin duda la mujer española las primeras iniciativas prácticas encaminadas a mejorar su situación y a iluminar el oscurantismo en que estaba sumergida”.

 

El curso propio de la historia de España es una de las razones explicativas que nos ayudan a comprender por qué no se dio en nuestras tierras un movimiento sufragista alineado con el Movimiento Sufragista Internacional, que partía de la Declaración de Séneca Falls en 1848. Este hecho no puede ser explicado por el aislamiento de España: el feminismo español del Diecinueve en sus diversas manifestaciones estuvo en estrecho contacto con Organizaciones Internacionales. Lo que sí es cierto es que de la importante polémica Ilustrada hay que señalar que en España tuvo más eco e importancia la vertiente filantrópica, en detrimento de la vertiente política.

 

En uno de los escritos publicados en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, “El trabajo de las mujeres”, C. Arenal señala lo que posteriormente en la Teoría Feminista se ha denominado la “adscripción ideológica de las mujeres a lo doméstico”, entendiendo por ideológica el significado de su acepción marxista, es decir, una tergiversación de la realidad: la imagen de la mujer ocupada de los quehaceres del hogar con un marido proveedor de todo lo necesario “como hecho, es falso, como discurso erróneo, como esperanza, vana”. Denuncia los paupérrimos sueldos de las mujeres y reclama salarios más justos para ellas con el objetivo de que no tuvieran que pasar tantas horas fuera de sus casas: “si la mujer ganara en seis horas lo que gana en doce, podría estar diez y ocho en casa” – C. Arenal-  Se ocupó también de la problemática de la prostitución y perteneció a nivel individual a la abolicionista Féderation Britanique et Continentale, promovida por Joséphina Butler en 1875, apoyada por las iglesias protestantes.

 

C. Arenal entendía que la regeneración de las prostitutas sólo sería posible cuando las mujeres de las clases desfavorecidas tuviesen mejores condiciones laborales, al mismo tiempo que unas condiciones de vida en libertad para ganar el sustento. Francisco Giner de los Ríos, unido a C. Arenal por una gran amistad, apoyó también la causa abolicionista de la prostitución. En otro de sus escritos, “Estado Actual de la Mujer en España”, en 1884, Arenal informa que había señoras matriculadas en los Institutos de 2ª enseñanza y algunas, en menor número, en las Universidades; sin embargo los títulos que recibían, certificados de ciencia, acreditaban haber cursado con éxito tales estudios pero no les permitían ejercer la profesión. Se informaba también del cambio en la legislación en lo referente a la patria potestad, concedida a las madres.

 

Las dos obras más significativas, desde el punto de vista del pensamiento feminista, son “La mujer del porvenir y La mujer de su casa” : por un lado, porque representan la elaboración más sistematizada del conjunto de sus ideas sobre los sexos, sus relaciones, sus capacidades y sus espacios en la sociedad. Por otro lado, porque de la primera a la segunda se aprecia una evolución de posicionamientos que ya fue objeto de comentario del escrito que le dedicara Emilia Pardo Bazán después de su muerte.

 

En “La mujer del porvenir” comienza reclamando el derecho de las mujeres al sacerdocio. Por otra parte, su ferviente creencia en la ciencia no es óbice, sin embargo, para que emerja en su pensamiento una crítica rigurosa al médico alemán Gall, en defensa de la igual capacidad intelectual entre los sexos. Su tesis es que las desventajas en que se encuentran las mujeres respecto a los varones en la sociedad no se deben a razones fisiológicas, sino a la educación diferente que reciben unos y otras. En este último aspecto se acerca mucho a las sufragistas anglosajonas, quienes criticaron con la razón que la historia no les negó las concepciones médicas naturalistas sobre la histeria femenina. Por el contrario, la lucha que definió al Sufragismo no caló en Concepción Arenal ya que no compartía la lucha por el derecho al voto ni estaba de acuerdo con la participación política de las mujeres. Del mismo modo, no compartía la idea de que las mujeres ocupasen puestos de autoridad: los espacios del poder y de la autoridad no eran aconsejables para el sexo femenino.

 

En “La mujer de su casa” su autora defiende el ejercicio por parte del colectivo femenino de profesiones medias y se aprecia un cambio en la concepción de la inteligencia: alberga dudas sobre la igualdad en lo que se refiere a la inteligencia, enfatizando la ausencia de la genialidad en las mujeres. Esta cuestión es motivo de una profunda y aguda reflexión por parte de Emilia Pardo Bazán que, básicamente, disiente de la nueva idea de Arenal y entre otras razones aduce una muy fundamental: si la experiencia nos mostrara diferencias en la genialidad intelectual, después de una trayectoria significativa de condiciones igualitarias entre los dos sexos, se podrían albergar dudas; mientras tanto, Pardo Bazán se posiciona en una perspectiva no desconocida en la historia del pensamiento feminista:en equivalencia a Condorcet, cuando en el siglo XVIII defendía que no habría bases empíricas para hablar con propiedad de la diferencia entre los sexos hasta que ambos se encontraran en pie de igualdad en educación recibida.

 

Emilia Pardo Bazán, en su escrito “Concepción Arenal y sus ideas acerca de la mujer”, estudia la evolución arenaliana en los trece años que distan desde que escribiera la obra donde reivindica el derecho de las mujeres al sacerdocio, hasta que renunciara a reconocer la existencia de la genialidad en una mujer. Arenal consideraba que existen oficios más propios para los varones y menos idóneos para las mujeres, y aunque amplió mucho el espectro de profesiones que deberían poder ejercer - farmacéuticas, médicas, notarias, empleadas, catedráticas y maestras de escuela -, por otra parte, consideraba que la judicatura y la profesión de las armas no eran aconsejables para las mujeres: la primera para evitar que tuvieran que firmar una sentencia de muerte; la segunda, porque es antipática a su condición sensible y compasiva. Unas razones muy similares esgrimía para explicar por qué se opuso al sufragio universal masculino y al derecho femenino al voto: al primero mientras predominara en el pueblo la ignorancia; al segundo porque el voto de la mujer equivaldría a otorgar voto doble al marido, múltiple al padre de varias hijas, etc. Pardo Bazán, quien más tarde se manifestaría públicamente a favor del derecho al voto femenino, nos transmite que datos recogidos en América del Norte, donde se demostró que las mujeres votaron con más moralidad y perspicacia que los varones, quebrantaron las primeras ideas de Arenal, inclinándose hacia una posición contraria.

 

Entre Arenal y Pardo Bazán se encuentran notables diferencias, entre otras razones hay que señalar que la segunda vivió algunos lustros del siglo veinte, mientras que la primera murió en 1893. En ambas pensadoras, sin embargo, se encuentra una identificación personal con Teresa de Jesús y un reconocimiento genealógico en Feijoo: ambas participaron en el certamen de 1876 en Orense, donde se ofrecía un premio al mejor Estudio crítico sobre las obras de Feijoo. El primer premio fue para Pardo Bazán, quien compartía con la gran penalista del Diecinueve la crítica conjunta a la ley civil y a la ley penal: mientras en el derecho civil se consideraba a la mujer un ser intelectual y moralmente inferior al hombre, en el derecho penal la ley criminal impone iguales penas para los dos sexos.

 

Esta crítica la había realizado Olimpia de Gouges en el siglo XVIII en su Declaración Universal de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, y Pardo Bazán lo sabía como revelan sus propias palabras: “Una de las famosas mujeres de la revolución francesa había dicho ya: si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso no se la puede disputar el de subir a la tribuna. La mujer escritora y militante política que fue guillotinada por haber redactado la Declaración auténticamente universalizadora no es nombrada por Pardo Bazán: no se da un reconocimiento de la vertiente político feminista de la revolución que pretendía romper con el Antiguo Régimen y abrir las puertas a una modernidad verdaderamente igualitarista.

 

Nelly Clemesy, experta en el pensamiento de Emilia Pardo Bazán, sostiene que a lo largo de toda su trayectoria se da una posición fluctuante entre la tradición y la modernidad. Defensora profunda del cristianismo, la costra de incultura y la inercia ante el cambio de criterio en tierras españolas lo caracteriza Pardo Bazán como propiamente musulmán. En el mismo escrito, fechado en 1901, esta autora realiza un agudo análisis sobre la revolución burguesa y sus implicaciones para las mujeres. Las revoluciones políticas de la burguesía fueron hechas para el varón, en detrimento de las condiciones de inferioridad del colectivo completo de las mujeres. La distancia entre un marido y su mujer es mucho mayor en el siglo del triunfo del sufragio universal masculino que en el siglo XVIII; los derechos electorales conseguidos por los varones repercuten proporcionalmente en la situación de degradación de las mujeres.

 

Entre las alumnas destacadas de las nuevas instituciones educativas para mujeres, Concepción Sáiz de Otero merece una atención especial por su compromiso feminista. Estudió en la Escuela Normal y se hizo maestra después de haber pasado brillantemente los exámenes. Fue una de las primeras mujeres que asistió a una clase en el Ateneo, hecho que ocasionó una batalla por parte de quienes se oponían a la entrada de mujeres. En ese mismo año, 1882, tuvo un papel muy activo en el primer Congreso Nacional Pedagógico, a partir del cual eclosiona un movimiento cultural que transformaría la Enseñanza Primaria en España. Cabe destacar que a este Congreso asistieron 413 mujeres y que Concepción Sáiz tomó la palabra en la cuarta sesión dedicada a la “Cultura de la Mujer”. Esta maestra dedicó toda su vida a luchar por la educación del sexo femenino, porque estaba profundamente convencida de que era el único camino para erradicar el estancamiento social y profesional en el que las mujeres estaban inmersas. Escribió “El feminismo en España” donde se refleja el difícil “calentamiento de motores” del feminismo español. S.de Otero dice así: “La cuestión del feminismo, tan agitada teóricamente en los pueblos europeos que no tienen, como el nuestro, el hábito inveterado de caminar siempre a remolque, empieza, aunque con timidez, a iniciarse en España. Pocos en número, pero muy valiosos por la calidad, son los escritores dedicados hasta ahora a su estudio; la masa general permanece por el momento indiferente o burlona”.

 

El feminismo del siglo XIX español culmina con el  krausista Adolfo Posada  quien publicó La “amistad y el sexo”, donde se trata de la co-educación; y Feminismo, 1899. En esta última obra Posada se define partidario de los movimientos de emancipación femenina, y expone las corrientes feministas del extranjero, al mismo tiempo que reitera la tesis de que, para sacar a las mujeres de su estancamiento y precariedad social, la clave está en darles la oportunidad de instruirse.

 

El krausismo es también un referente para el feminismo laico, pero destaca el hecho de que, en el discurso de la masonería, la educación de la mujer no es un fin en sí mismo, sino un medio para progresar en el camino hacia el laicismo: así fue visto desde su origen, dado que argumentaban que si las mujeres, madres y educadoras, seguían bajo la influencia de la iglesia católica los esfuerzos por avanzar hacia una sociedad laica serían vanos.  En el feminismo laico tampoco germinó la vertiente política del espíritu ilustrado: no se dio una anexión al Sufragismo Internacional. Concha Fagoaga constata que el laicismo y el republicanismo alejaron a estas mujeres del Sufragismo que se vincularon al movimiento de librepensadores y a las logias masónicas.

 

En 1880 se formó en Bruselas la Federación Internacional de Librepensamiento y dos años más tarde se crearía en Cataluña la Liga Universal Anticlerical de Librepensadores, donde tuvieron cabida racionalistas, espiritistas, masones, ateos y feministas. Las logias masónicas negaban la entrada a mujeres alegando que vivían bajo la tutela masculina y no eran libres: su inferioridad cultural les impediría comprender “los sagrados misterios”, su simbología, además de ser aducidas diferentes razones basadas en la fisiología. En España,  el Gran Oriente Español aprobó en 1892 la Ley de Adopción – imitando a la masonería francesa -, que regularía la entrada de las mujeres en la masonería, a través de la creación de ramas femeninas mediante el rito de adopción.

 

Mª Dolores Ramos valora que el rito de adopción debió ser muy beneficioso para las mujeres, dado que posibilitaba que discutieran de la problemática específica de su condición femenina y tomaran conciencia de la necesidad de instruirse, hecho que favorecería su independencia dentro del marco de la familia, así como les sería más fácil evitar las influencias clericales. Éste último fue uno de los objetivos prioritarios de este movimiento social e intelectual: recordaremos que dos de sus más destacadas representantes, Rosario de Acuña y Ángeles López de Ayala, pactaron “vivir y morir fuera de todo dogmatismo religioso”.

 

Junto a Rosario de Acuña y Ángeles López de Ayala destacan otras escritoras feministas vinculadas al librepensamiento y a la masonería: Amalia Domingo Soler, Amalia Carvia y Belén Sárraga. Esta última asistió al Congreso de Librepensadores, celebrado en Ginebra en 1902 y fue la presidenta de la mesa donde se abordó cómo combatir el autoritarismo en la familia. Para Belén Sárraga el autoritarismo ejercido en la familia, basado en la supremacía del varón y en la servidumbre de la mujer, nutría al autoritarismo estatal y al religioso. Destacaremos la ausencia de reconocimiento genealógico en Sárraga: “Francia, la Francia revolucionaria, cumplió ante el mundo la nobilísima misión de declarar los derechos del hombre. Cumple al Congreso Internacional reunido en Ginebra declarar los derechos de la mujer”.

 

El siglo XX.

 

La llegada del siglo XX responde a una clasificación cronológica convencional: la novedad, por tanto, que presenta es básicamente gradual. Ya en el siglo XIX habían nacido, en autores y autoras significativos, críticas que habrían de desarrollarse con el aumento de la conciencia colectiva sobre la injusta discriminación de las mujeres en los diferentes órdenes, ámbitos y espacios sociales. La creciente concienciación de la injusta desigualdad entre los sexos y los agitados movimientos feministas que estaban en auge en el mundo extranjero, favorecieron las manifestaciones públicas de personalidades que tenían acceso a expresarse por escrito en medios periodísticos y editoriales.

 

Crítica de la razón política.

 

La crítica de la razón política se fundamenta en los falsos supuestos igualitaristas de la Ilustración y de la Fraternidad a que tanto se apeló en el siglo XIX. Esta corriente crítica se caracterizó sobre todo por su dimensión colectiva y asociacionista y, también, por el carácter político que desarrolló a diferencia de los siglos anteriores: se trata del Movimiento Sufragista. Destacaremos que Stuart Mill es un pensador al que se recurre para reivindicar los derechos políticos de las mujeres. Entre las pensadoras que escribieron a favor del derecho al voto femenino destacaremos a Isabel Muñoz Caravaca, a Emilia Pardo Bazán y a María de Maeztu. Otras sufragistas van saliendo a la luz pública, como es el caso de Benita Asas Manterola, estudiada por Regina San Juan. 

 

Isabel Muñoz Caravaca se pronunciaba ya en 1906 en defensa del movimiento sufragista y reivindicaba el reconocimiento de la “mayoría de edad” para las mujeres en el contrato matrimonial: “La mujer debe votar y admitir votos; pero esto, en la plenitud de sus derechos civiles y políticos, sin depender de nadie: es decir, es un estado de equilibrio social más lógico y más equitativo que este que tenemos: y no se asuste nadie: esto, lo actual, es lo falso y lo injusto.

 

Emilia Pardo Bazán, la primera mujer catedrática de la Universidad española, en 1916, se manifestó públicamente a favor del Movimiento Sufragista en un artículo que denunciaba, por un lado, la actuación de Pankurst cuando cuentan los periódicos que atentó contra La Venus del espejo de Velázquez en el Museo Nacional de Londres: “Y yo, que no soy sospechosa, toda vez que profeso la opinión de que la mujer debe ser electora, y hasta ser elegible, sumo mi censura a las censuras generales contra este modo de pedir una justísima reforma”

 

María de Maeztu, discípula de Unamuno y de Ortega, trabaja por la reforma social desde la perspectiva del cambio en la educación: funda en 1915 la Residencia de Señoritas y presidió el Lyceum Club Femenino, institución esta última que se destacó por sus numerosas conferencias, exposiciones, conciertos y cursillos. Uno de sus libros se titula “El trabajo de la Mujer”. Su texto de “La mujer moderna”, compilado por Gregorio Martínez Sierra, pseudónimo de la escritora feminista María Lejárraga, se titula “Lo único que pedimos”. Aquí se encuentra un concepto de cultura con amplia carga prospectiva: “Cultura (…) no se resigna a laborar tan sólo en los bajos menesteres del taller o de la fábrica o en las faenas del campo, sino que quiere cooperar también en los grados superiores de la cultura humana: arte, ciencia, moral, política” .

 

Clara Campoamor, defendió en las Cortes españolas en 1931 el derecho al sufragio femenino con el resultado de la victoria Estuvo a su lado Carmen de Burgos, autora de un extenso estudio titulado “La mujer moderna y sus derechos”, 1927. La jurista Victoria Kent se opuso a la concesión inmediata del derecho al voto de la mujer española: publicó en 1948 “Cuatro años en París”: se estima que esta obra tiene una notable dimensión filosófica. Entre otras intelectuales dedicadas a la política y autoras de emblemáticas obras es necesario citar a Margarita Nelken y a Federica Montseny.

 

Montseny fue la primera mujer ministra de Europa: accedió al cargo en 1937 con el gobierno de Largo Caballero, que le confió el Ministerio de Sanidad. Ilustre mujer del importante Movimiento de Mujeres Libertarias, afiliada al sindicato anarquista CNT, escribió “La mujer, problema del hombre”,  1932 y “Cien días en la vida de una mujer “, 1949.

 

Crítica de la razón filosófico-científica.

 

A principios de siglo XX se encuentra un autor apenas conocido con una extensa obra de pensamiento feminista, M. Romera Navarro, autor de, entre otros libros, “Ensayo de una Filosofía Feminista”, cuyo subtítulo reza “Refutación a Moebius”, catedrático de una Universidad alemana y autor de “Inferioridad mental de la mujer.

 

 En la línea que ya abriera Concepción Arenal en su crítica a Gall, realiza una elocuente disertación sobre el atraso científico de las concepciones de la Frenología, que pretendían seguir manteniendo las tradicionales tesis fisiológicas sobre la inferioridad intelectual de las mujeres. Esta obra habla de las superadas creencias pseudos-científicas que hicieron admitir que existía una proporción directa entre el tamaño del cráneo y las dimensiones y perfección del cerebro. Informa Romera Navarro que la ciencia había demostrado ya que la capacidad del cerebro, su potencia mental, “nace de la irritabilidad de sus órganos y no de sus condiciones de estructura o peso”. La inferioridad intelectual de la mujer, en los casos en que se detecte, no puede explicarse por razones de carácter orgánico, puesto que las diferencias de cantidad y grado en los fenómenos del proceso nervioso son generadas por las condiciones ambientales. El cerebro de la mujer se halla formado de la misma manera que el cerebro del varón: las cualidades de extensión y profundidad, “que son las más negadas al sexo femenino, las posee éste igual que el masculino”.      

   

Pretender fundamentar la desigualdad entre los sexos en el discurso filosófico es negar los principios fundamentales del Derecho natural y de la Metafísica, es decir, negar la unicidad del espíritu humano. Si, por el contrario, la desigualdad entre un hombre y una mujer pretende fundamentarse en la Historia nos remitiremos a la época de la esclavitud: el argumento de la Historia era esgrimido también para legitimar la organización social que dividía a sus hombres en libres y siervos.

En los años veinte toma cuerpo el desarrollo del eugenismo conservador, basado en las nuevas explicaciones de Gregorio Marañón sobre la vieja doctrina de la complementariedad de los sexos: la teoría de la diferenciación sexual  constituye el eje ideológico de la higiene, la puericultura y la maternología. La mujer-madre será objeto de elogio desde posiciones que parten del principio del determinismo biológico. Ante este panorama en la “ciencia oficial” emergen escritos críticos: destacaremos a la discípula de Marañón, Hildegart Rodríguez, secretaria de la Liga Española de Reforma Sexual: constituye esta organización una expresión de eugenismo progresista que, frente a las preocupaciones por aumentar los índices demográficos del eugenismo conservador, aboga por el principio de una maternidad consciente. Entre sus numerosas obras citaremos la que le dedicó a su maestro de Eugenesia, el doctor Marañón: sobre bases científicas reclama la libertad en el amor y la desaparición de todo aquello

que encierre a la mujer en el falso “dulce hogar”. En su comprensión de la pareja del futuro aboga por lazos de “buena amistad”.

 

La institucionalización de la genealogía.

 

En la tradición feminista española el reconocimiento genealógico ha sido escaso; se ha tratado, sobre todo, de identificaciones psicológicas,  personales, individuales: “entiendo su dolor porque yo siento también el mío en soledad”. El reconocimiento genealógico en su dimensión colectiva, en España, no se ha dado hasta el siglo XX. Entre las pensadoras destacadas en la instauración de genealogías se encuentran Margarita Nelken, Clara Campoamor y María Campo Alange.

 

Margarita Nelken abordó en sus escritos la hipocresía de la moral sexual, el desconocimiento sobre los métodos anticonceptivos, el estigma del hijo ilegítimo y la prostitución reglamentada. Muy valorada como crítica de arte, dedicó una obra a “Las escritoras españolas”, en 1930.

 

Clara Campoamor, en el exilio escribió un libro sobre la escritora feminista  Juana Inés de la Cruz,México del siglo XVII. Por último, destacaremos la obra de quien también le dedicara uno de sus libros a Arenal: María Campo Alange.

 

Entre sus publicaciones citaremos la que revela su labor genealógica: “La mujer española. Cien años de su Historia”, publicada en 1964. En ella realiza una reflexión sobre el fenómeno que estaba ocurriendo en el siglo XX, y alertó de la diferenciación entre dos tipos de feminismos: feminismo socialista y revolucionario y feminismo oportunista y conservador. Esta escritora siguió tratando la temática en España, cuando casi todas las pioneras vivientes estaban exiliadas. 

 

Las hijas del Sesentayochismo.

 

Uno de los referentes de esta nueva etapa de feminismo es Aurelia Capmany, autora de “El feminismo ibérico”: en sintonía con la diferenciación establecida por María Campo Alange, dice del feminismo conservador: “no sólo no transformó a la mujer sino que disfrazó con palabrería y retórica el auténtico planteamiento de la cuestión”.

 

En los años sesenta en España se daba muy buen caldo de cultivo para la asimilación de lo que estaba ocurriendo en el exterior: la lucha contra la dictadura franquista alcanzaba notables cuotas de organización y las ideas del sesentayochismo fueron acogidas con gran entusiasmo en las universidades españolas, así como en los movimientos colectivos organizados, en su mayoría en sindicatos y en partidos políticos. El feminismo español de estos años se organizaba, fundamentalmente, para luchar por una serie de reformas legales, ya que la dictadura había supuesto un retroceso enorme en cuanto a legislación se refiere. Pero hubo una temática que ocupó a las primeras pioneras en materia de investigación y pensamiento: el tema del trabajo y de la economía. Podemos decir, que las leyes y el trabajo fueron dos cuestiones abordadas prioritariamente en los primeros años.

 

Inmediatamente, por asimilación del exterior, se asumió la resignificación del término “patriarcado”, entendido como un sistema que impregna  la totalidad de la vida humana, en

 

detrimento del grupo subordinado, las mujeres. La lucha contra el sistema patriarcal se enfocará desde dos perspectivas básicas: feminismos de la igualdad y feminismos de la diferencia. Así, pues, los orígenes del patriarcado, los problemas estructurales del sistema, el debate sobre una democracia no discriminatoria con las mujeres, las formas de lucha más eficaces para avanzar en el camino hacia la Igualdad, serán los ejes del pensamiento de las pioneras españolas del feminismo que toma cuerpo en la Década de los Setenta. En el terreno del pensamiento se traduce en las investigaciones en torno a nuevas categorías analíticas: género, sexualidad, democracia, mujer, capitalismo, socialismo, movimientos sociales, Ilustración, coeducación, androcentrismo son conceptos resignificados en un contexto que se encuentra bajo la égida de la aportación del feminismo radical estadounidense que, como Lidia Cirillo ha expresado, llega a ser un movimiento de masas en virtud del Sesentayochismo: “Lo personal es político”. 

 

Para exponer las ideas básicas del pensamiento feminista de las hijas del Sesentayochismo podemos establecer concepciones teóricas que pueden ser englobadas bajo el epígrafe de Teoría Feminista Contemporánea en España.

 

Economía y Trabajo.

 

Lidia Falcón publica en 1963 “Historia del trabajo en España” y al año siguiente “Los derechos laborales de la mujer”. Entre otros libros publicados durante la dictadura franquista señalaremos “Los derechos civiles de la mujer” y, de entre los publicados en la época de la transición sobre el franquismo, “En el infierno” y “ser mujer en las cárceles españolas”.

 

Falcón sostiene que la mujer es una clase social y económica, tesis que converge con la comprensión de la teórica francesa del modo de producción patriarcal, Christine Delphy. El concepto “explotación” constituye el núcleo de su pensamiento; las cuestiones estructurales de la explotación de la mujer son reproducción, sexualidad y trabajo doméstico. Como clase social explotada tiene al hombre como clase antagónica: en todas las sociedades humanas la mujer ha sido la paria que, a diferencia del esclavo, no puede comprar su libertad.

 

 Falcón advierte que la mujer no está sólo explotada por los varones que han detentado el poder político en las macroestructuras sociales: el hombre de todas las latitudes y épocas ha sojuzgado a la mujer. Este hecho requiere una explicación causal encontrada en las distintas condiciones materiales de cada sexo, es decir, en las disímiles facultades para la procreación. De este modo, L. Falcón se hace eco de la tesis biologista de Marx y Engels, la cual fue expresada cuando ambos escribieron que la primera división del trabajo que se dio en la historia fue entre el hombre y la mujer para la procreación de la especie. Cuando el hombre se da cuenta de las ventajas de la posesión del hijo comprende que necesita dominar a la mujer. Aquí radica el origen del patriarcado.

 

La raíz de la opresión femenina, por tanto, se encuentra en la biología: la mujer es también una clase biológica, tesis que converge con la comprensión de la teórica  feminista radical de Estados Unidos, Shulamith Firestone, expuesta en su libro “La dialéctica del sexo”. L. Falcón, sin embargo, se distancia de la teoría marxista sobre la opresión de la mujer desarrollada en “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”. La pensadora española no considera que el origen del patriarcado se deba al nacimiento de la propiedad privada y de la familia monogámica, ni tampoco comparte la idea de Engels de la liberación de la mujer con el acceso del colectivo femenino al trabajo realizado en el mundo público. Por ello, críticamente, denomina a las mujeres socialistas y comunistas, “las adoradoras de Engels”. La autora de “La razón feminista” define su pensamiento como “Feminismo científico” porque descubre las leyes del valor de la producción femenina, de la reproducción y del trabajo doméstico. La alternativa que propone esta pensadora materialista que piensa que la raíz de la opresión de la mujer se encuentra en su capacidad reproductora es la reproducción in Vitro.

 

El análisis falconiano de la explotación de la mujer no es sólo económico, sociológico o jurídico; sobre todo pretende ser un análisis político global. En su investigación “Mujer y poder político”, obra de madurez, considera a Olimpia de Gouges una excelsa representante de la primera etapa del feminismo en la que ya se puede observar el arduo camino que las mujeres tendrían que recorrer para conseguir los derechos como ciudadanas y poder ejercer el poder político. Su propuesta se concreta en acceder al poder como representantes del colectivo de las mujeres a través de candidaturas exclusivas de mujeres y de la organización en Partidos feministas; por ello Lidia Falcón encabezó la única candidatura de mujeres españolas al Parlamento europeo, presentada en 1999, y por ello también fundó y es dirigente del Partido Feminista de España.

 

Otra de las pensadoras e investigadoras que aborda el tema del trabajo desde una perspectiva feminista es Mª Ángeles Durán, socióloga,  que publica en 1972 su primera obra, “ El trabajo de la mujer en España”. La temática del “trabajo” –concepto diferenciado de empleo- y la “economía” constituyen gran parte del núcleo de su labor investigadora. Su análisis del trabajo de las mujeres no sólo se ha hecho eco de la denuncia que el Movimiento Feminista ha realizado sobre “la doble jornada laboral” de las amas de casa, sino que ha demostrado científicamente la importancia clave que el trabajo no-remunerado de las mujeres tiene en el sustento de la economía española. Uno de los problemas señalados por. Durán vinculado a la remuneración es el relativo a los beneficiarios de ese trabajo gratuito, señalando que no se trata sólo del esposo del ama de casa sino de otros familiares aún más absorbentes, totalmente incapacitados para ofrecer cualquier contraprestación: se trata de niños, enfermos y ancianos. Si las amas de casa decidiesen pedir un sueldo por su trabajo sería difícil acordar quién debe pagarlo; desde una doctrina económica liberal, correspondería pagar a quienes se benefician directamente de ese trabajo, es decir, a los familiares.

 

Desde la óptica del Estado benefactor, correspondería al Estado puesto que se trata de unos servicios que en otros contextos son pagados. Y desde una concepción económica que entiende la economía como el simple juego de dos actores colectivos, correspondería pagar a los empresarios, puesto que a través de sus esposos e hijos contratan indirectamente el trabajo de las amas de casa. Durán sostiene que “cualquiera de estos supuestos son por ahora simples ejercicios de imaginación económica, porque la estructura de la economía española descansa precisamente sobre la base del trabajo no directamente remunerado de diez millones de amas de casa, y modificarla, aunque fuese ligeramente, desharía los cimientos.

 

Mª Ángeles Durán ha señalado la ignorancia habida sobre el papel que han desempeñado en la economía española las mujeres emigrantes o las que se quedaron cuando los que emigraron fueron sus maridos, fenómeno repetido en el siglo XX: largas emigraciones transoceánicas a principios de siglo, tras el exilio político y los muertos en la guerra civil y tras el movimiento migratorio a otros países europeos más industrializados en la década de los años sesenta.

 

Feminismos de la Diferencia.

 

Victoria Sau escribe en 1975 “ Manifiesto para la Liberación de la Mujer” uno de los estudios más completos sobre la situación de las mujeres en la familia, en el trabajo, bajo la ley, en las religiones, en la mitología, en la literatura y en el arte en general. Desde una perspectiva histórica explica cómo la reproducción y la sexualidad han sido facetas de las vidas de las mujeres colonizadas por el poder patriarcal. Entre sus libros destacaremos el “Diccionario ideológico feminista” en dos volúmenes y “Mujeres Lesbianas”, 1979.

 

Sobre los orígenes del patriarcado, esta pensadora sostiene que no se trata de un sistema eterno sino que tiene su nacimiento en un momento concreto de la historia de la humanidad. La matrística, período histórico previo al patriarcado, se divide en dos etapas: en la primera el hombre no es conocido como fecundador; en la segunda, se conoce su aportación en la reproducción biológica de la especie humana, pero aún los varones no han concertado su alianza. Sau sostiene que este tipo de sociedades no son belicistas, la distribución de los bienes es comunitaria, las relaciones entre los sexos no están jerarquizadas, las relaciones de consanguinidad están por encima de las de ocupación de un territorio y la filiación es matrilineal, efectuándose por vía madre-hija.

 

Como resultado de todo ello, la imago, prototipo humano por medio del cual cada uno aprende a los demás, es materna. En el patriarcado,  la maternidad no existe: la madre ha sido rebajada a funcionaria del padre. En la actualidad  el pensamiento patriarcal está agotado; ante esta consideración Victoria Sau sostiene que el nuevo modelo ha de reconocer las diferencias entre los sexos por ambas partes, como única vía para alcanzar la igualdad. Para que el futuro sea mujer una de las condiciones que Sau propone es que la maternidad se instaure como hecho psico-socio-cultural, es decir, que sea trascendente. “El debate sobre una maternidad entendida no biológicamente sino trascendida a lo económico, a lo político, a lo social, etc., es la gran apuesta de las mujeres para que deje de ser verdad la afirmación de Beauvoir de que los hombres detentan el poder porque arriesgan la vida, mientras las mujeres no la arriesgan sino que sólo la ‘dan’” .

 

Victoria Sendón de León también sostiene que el matriarcado fue un sistema social y político real en la historia humana. Su obra “Más allá de Itaca” constituye un profundo y minucioso estudio sobre los mitos y las teorías de las culturas. Su visión del feminismo de la diferencia no es ajena a su comprensión de las primeras sociedades humanas; a través de la metáfora Victoria Sendón expresa que el feminismo de la diferencia ha soñado voluptuosamente “con un paraíso perdido en el que comernos todas las manzanas prohibidas”.

 

La diferencia no es entendida como lo contrario de la igualdad sino como antónimo de identidad; lo contrario de igualdad, por lo tanto, no es la diferencia, sino la desigualdad. Esta filósofa defiende que las diferencias entre los sexos están en la naturaleza. Las investigaciones científicas en genética, los avances en los estudios del cerebro, la psicología lo advierten cada día. Remitiéndose a la historia de la filosofía se refiere críticamente al legado de la herencia de Hegel, recogida por Sartre y por Beauvoir, para quienes la naturaleza significa el “en-sí”, “algo a superar y trascender por la libertad del sujeto en el “para-sí” .

 

Sendón de León sostiene que hay un modo de hacer política masculino y otro femenino: el feminismo de la igualdad ha adoptado el modo masculino de hacer política. El camino que sigue es consiguiendo leyes y normativas que, sin duda, mejoran las vidas de las mujeres. El feminismo de la diferencia, por el contrario, no sólo persigue el cambio de las estructuras y los derechos básicos sino también el cambio de las mujeres. Su planteamiento radica en conseguir una igualdad entre mujeres y hombres, no la igualdad con los hombres; esto último implica aceptar el modelo social y cultural androcéntrico, lo que implica el triunfo del paradigma masculino.

 

Feminismos Ilustrados.

 

En el feminismo filosófico español se plantea la necesidad de analizar las relaciones de poder desde una óptica que considere la existencia de multitud de individuos bajo las construcciones de “hombres” y de “mujeres”, pero que se detenga en el análisis de las relaciones entre los géneros y de las tácticas que se ponen en juego para resignificar las diferencias biológicas sexuales. Para ello, es necesaria una fundamentación histórica de la teoría feminista. Éste ha sido uno de los temas tratados en el Seminario Permanente “Feminismo e Ilustración”, creado por la Catedrática de Historia de la Filosofía Cèlia Amorós en la Universidad Complutense, Premio Nacional de Ensayo en el año 2006 por su obra “La gran diferencia y sus escasas consecuencias para las luchas de las mujeres. Profesoras e investigadoras en filosofía, sociología y ciencia política en su mayoría, forman una corriente de pensamiento en virtud del magisterio de su creadora. 

 

Cèlia Amorós en “Hacia una crítica de la razón patriarcal” aboga por un nominalismo radical como desiderátum del feminismo. Cuando habla de ideal ético opera con la expresión nominalismo radical; nominalismo vendría a representar, como nos recuerda Javier Muguerza, el polo opuesto de cualquier reificación de la esencia de lo femenino. Posteriormente, cuando piensa en términos de metodología de análisis, lo hace desde una óptica nominalista moderada o no radical: plantea la necesidad de explicar qué tipo de entidad connotan los genéricos, que no es esencialista sino cultural, como en la definición de sistema de género/sexo de Gayle Rubin.

 

La filosofía política de  Amorós se centra en el poder y su relación con los colectivos masculino y femenino. El poder no es entendido como poder individual: “El poder es siempre poder de colectivos”, y el poder del grupo estará en función de los pactos que constituyan al propio grupo. Cuanto más cohesionado por pactos está un grupo tanto más poder tiene. Amorós parte de una concepción del poder inspirada en la “teoría de los conjuntos prácticos” que Sartre expone en “Critique de la Raison Dialectique, donde se encontrarían algunos elementos susceptibles de ser interpretados en la línea de Foucault avant la lettre. En esta concepción del poder nominalista moderada se enfatiza que en un sistema de interrelaciones no se da nunca “una capacidad absoluta de afectar sin ser afectado”, tesis inspirada en la afirmación de “potentia” de Spinoza.   

 

Amorós describe los mundos masculino y femenino respectivamente como “el espacio de los iguales” y “el espacio de las idénticas”.  El “espacio de los iguales” no significa que entre los varones exista una igualdad, ni en el sentido político ni en el sentido ontológico del término. En este contexto, iguales significa pares, es decir, equivalentes en cuanto que son, como mínimo, posibles sujetos de poder. Por el contrario, “el espacio de las idénticas” hace referencia a un grupo indiferenciado en el que no se produce la individualización: no tienen poder y no pueden diferenciarse. El colectivo de las mujeres no tiene poder y como el poder es poder de grupo, el referente del poder de una mujer estará en el poder de su colectivo “qua sexo-género”, que siempre “modaliza y rebaja” cualquier otro rango que se tenga.  

 

Amelia Valcárcel, representa uno de los pensamientos feministas más originales En su obra el reiterado esfuerzo por deconstruir la identificación judeo-cristiana de mujer y mal es objeto de una inversión transgresora.

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A finales del siglo XX, en el marco de la recuperación de la confianza en el pensamiento ilustrado, en el pensamiento que universaliza derechos, han nacido otras interpretaciones y postulados emancipatorios para las mujeres y el mundo natural. En este panorama destaca el pensamiento de la filósofa Alicia Puleo, quien a través de una síntesis de pensamientos críticos, defiende  un ecofeminismo ilustrado caracterizado por la igualdad entre los sexos en el proyecto de sociedad sostenible del futuro y un materialismo compasivo que cambie las relaciones de los humanos con los animales y el resto de la naturaleza. Recoge la propuesta de algunos ilustrados del siglo XVIII, que plantearon ampliar la consideración moral hacia todos los seres con capacidad de sufrir, y a partir de esta idea aboga por una política ecofeminista, a favor de las mujeres y a favor de la defensa del planeta.

 

En el pensamiento de A. Puleo  no hay una identificación de las mujeres y la naturaleza, identificación que en otras filosofías ecofeministas es aceptada con virtualidades emancipatorias, como en el caso de Mary Daly o Vandana Shiva. A. Puleo parte de la identificación histórica señalada por Simone de Beauvoir. Los caminos seguidos por los distintos ecofeminismos se fundamentan en los ejes teóricos referenciales. En A. Puleo no se encontrarían razones ontológicas, sino ético-políticas para fundamentar una praxis ecofeminista, si bien analiza con suma finura el solapamiento entre androcentrismo y  antropocentrismo encontrado en comprensiones del mundo que han tenido grandes influencias en la realidad socio-política. Su análisis nos alumbra para ver cómo el antropocentrismo ha sido una práctica discursiva que ha excluido a las mujeres de lo humano, relegándolas a una realidad más próxima a lo animal que a la de la otra mitad de su propia especie. Aunque desplazó el teocentrismo de la sociedad feudal y autoritaria, la imagen antropocéntica del mundo no fue rupturista en su totalidad: por el contrario, se aprecia un continuismo en virtud de su voluntad de poder sobre la naturaleza y sobre el sexo subyugado. La filosofía ecofeminista ilustrada propuesta por Alicia H. Puleo  permite el acercamiento de ecología y feminismo sin renunciar a los conceptos de universalidad  y autonomía que han permitido la emancipación de las mujeres en el último siglo.

 

 

Psicoanálisis y feminismo.

 

En el mundo del pensamiento anglosajón se ha desarrollado recientemente una perspectiva teórico – crítica que interroga, yuxtapone y construye conversaciones entre tres vertientes importantes del discurso occidental contemporáneo: el psicoanálisis, la teoría feminista y la filosofía posmoderna, lo que permite buscar las articulaciones entre los problemas concernientes al conocimiento, la diferencia entre los sexos, la subjetividad y el poder.

 Esta perspectiva considera que todas las teorías son fragmentarias y trata de desarrollar en cada disciplina o discurso un espíritu crítico, sin pretensiones de evitar el conflicto y las diferencias insolubles entre ellos y sin intentos de sintetizar esas diferencias en una totalidad unitaria y unívoca que sólo podría ser falaz. Tanto el psicoanálisis como el feminismo y el postmodernismo suponen una crítica radical a las pretensiones de verdad absoluta de las teorías científicas o filosóficas; podemos entenderlos como modos transicionales de pensamiento, posibles y necesarios en el mundo occidental contemporáneo donde prevalecen el cambio, la incertidumbre, la ambivalencia y la falta de puntos de referencia seguros. Estos modos de pensamiento son síntomas del estado de nuestra cultura y de su malestar y, al mismo tiempo, son instrumentos parciales, necesariamente imperfectos, para comprenderla, especialmente en sus facetas más problemáticas: cómo se entienden y se constituyen el sujeto, el sistema de géneros y el cambio cultural, sin recurrir a formas de pensar y de ser lineales, teleológicas, jerárquicas.

El malestar que Freud consideraba inherente a la cultura se ha puesto cada vez más en evidencia a lo largo de nuestro siglo pasado en razón de una serie de fenómenos: el fin del colonialismo, las reivindicaciones de los movimientos de mujeres, la revuelta de diversas culturas contra la hegemonía occidental, el desplazamiento en el equilibrio del poder político y económico en el plano mundial, la conciencia cada vez mayor de los costos, y no solo beneficios que conlleva el progreso científico y tecnológico, el derrumbe de sistemas ideológicos y los estragos producidos por una economía de mercado liberada a sí misma, carente de todo referente ético y político que,  nos convierte cada vez más en mero instrumento de su ciega voracidad.

Las filosofías posmodernas consideran que las transformaciones sociales contemporáneas son síntomas o episodios de la ruptura que se ha producido en la metanarrativa de la Ilustración. Las grandes ideas que estructuraban, legitimaban y daban coherencia a gran parte de la ciencia, la filosofía, la economía y la política desde el Siglo XVIII ya no parecen siquiera plausibles .

Si Kant pensaba que la razón y el conocimiento podían liberarnos de la esclavitud, ahora sabemos que pueden conducir a una esclavitud diferente, al sometimiento a los productos de ese conocimiento. La Ilustración entraña una dialéctica, como apuntaba Adorno, en la que el Iluminismo reconduce paradójicamente al mito. En efecto, los acontecimientos más recientes de la historia occidental -  Hiroshima, Auschwitz o la degradación creciente del planeta - han cuestionado profundamente las certezas de la razón y de su ciencia: ya no es tan evidente que exista una conexión necesaria entre razón, conocimiento, ciencia, libertad y felicidad del ser humano. El desarrollo económico puede no proporcionar la liberación de la necesidad, como creían los economistas políticos, desde Smith hasta los keynesianos contemporáneos; el bienestar económico de algunos grupos en Occidente puede depender del subdesarrollo del Tercer Mundo y la emergencia de subclases y subregiones en el primero.

Sin embargo, las relaciones de la filosofía con la Ilustración son necesariamente ambivalentes. Se trata de un legado que aquella no puede aceptar a-críticamente pero tampoco rechazar en bloque. Lo cierto es que faltan alternativas atractivas a su conjunto de creencias. Quizás esto tenga que ver con la angustia que producen la falta de coherencia o cierre en una situación dada y la existencia de deseos o representaciones contradictorias; angustia que puede desencadenar intentos prematuros de negar los conflictos, de reprimir algún término de la ambivalencia y de construir un proyecto totalizador para llenar el vacío que dejan los fracasos de la Ilustración. Así, las alternativas que prevalecen hoy son teocráticas, fanáticas, el dogmatismo, los estados absolutistas, o bien el caos o un relativismo moral paralizante que conduce al nihilismo. De ahí el interés de perspectivas teóricas que cuestionen las diversas formas del esencialismo, la fijación de significados que se erigen como representantes de lo Real o de la Verdad, desconociendo su construcción cultural en contextos históricos, sociales y lingüísticos, pero que no renuncian a la búsqueda de inteligibilidad y de significación de los fenómenos que pretenden analizar.

Significaciones en la teorización feminista.

En 1949, Simone de Beauvoir, una de las fundadoras de la teoría feminista contemporánea, describió cómo la mujer, el "segundo sexo", ha sido definida y limitada como el otro –inferior- del hombre. En las culturas patriarcales, ninguna mujer escapa a las consecuencias de esta posición: aún las más independientes están deformadas y mutiladas por las ideas y relaciones sociales que afectan a las menos afortunadas. De Beauvoir insiste en que esta limitación no refleja ninguna esencia de la mujer, sino que es una consecuencia de ideas y de fuerzas históricas. En la época en que de Beauvoir escribió su libro no existían movimientos de mujeres visibles ni activos; en cambio, los desarrollos teóricos feministas que tuvieron lugar desde los años sesenta hasta la actualidad están profundamente relacionados con el resurgimiento de los movimientos de mujeres hacia fines de los años sesenta. La participación de los grupos de "conscienciación" y las movilizaciones masivas dieron lugar a la toma de conciencia y al cuestionamiento de determinadas experiencias que habitualmente se daban por sentadas. Así, por ejemplo, el miedo a la violación, el embarazo no deseado; el reducido número de profesoras en comparación con sus colegas hombres; el sesgo masculinista en numerosos campos académicos; la violencia ejercida contra las mujeres; la restricción, distorsión y explotación de su sexualidad; la división sexual del trabajo y la exclusión de las mujeres de la mayoría de los puestos de poder político y económico.

Muchas intelectuales y universitarias intentaron, explicar lo que estaban reconociendo en la experiencia y en la historia de las mujeres - fuera de la academia - en función de marcos de referencia teóricos preexistentes, como el liberalismo, el marxismo, el psicoanálisis o la teoría crítica, pero encontraron que estas disciplinas eran incapaces de dar cuenta de muchos aspectos del problema. La razón fundamental de su limitación, como se puso de manifiesto, es que estas disciplinas o marcos teóricos tampoco estarían libres de los efectos del género, de manera que la cuestión no podía resolverse simplemente introduciendo el tema de la mujer en ellos, sino que había que ir más allá. Esto condujo a la conceptualización de una relación social fundamental: los sistemas de género. Muchas feministas consideran que "el problema de la mujer" o "la cuestión femenina" ha sido erróneamente entendido y categorizado: al conceptuar a la mujer como problema estamos repitiendo, en lugar de analizar o deconstruir, las relaciones sociales que construyen o representan a la mujer como problema y, al hacerlo, la mujer permanece en su posición tradicional de "otro" del hombre, de desviación con respecto al modelo de humanidad. Se pensó que sería más productivo situar a hombres y mujeres como personajes incluidos en un contexto constituido por las relaciones de género. Desde esta perspectiva, tanto hombres como mujeres son prisioneros del género, de maneras diferenciadas pero relacionadas entre sí. A diferencia de lo que plantean algunos posmodernos, esto no significa que hombres y mujeres ocupen un status equivalente, como sujetos escindidos. No se puede negar que las relaciones de género constituyen formas de dominación, al menos tal como han sido organizadas hasta el presente. Tampoco se puede negar la importancia de las desigualdades entre los hombres, que les afectan tanto a ellos mismos como a las mujeres y niños relacionados con ellos, pero esto no debe oscurecer el hecho de que los hombres, como colectivo, ocupan una posición superior y ejercen una dominación sobre la mayor parte de las mujeres en la mayoría de las sociedades, y que existen fuerzas sistemáticas que generan, mantienen y reproducen las relaciones genéricas de dominación.

Esta perspectiva tuvo efectos paradójicos en el estatuto y la interpretación de las teorías feministas: si tanto los hombres como las mujeres se forman, a través de los sistemas de género, el pensamiento de ambos, incluso las mismas teorías feministas deben de estar modelados por las relaciones genéricas de maneras complejas y generalmente inconscientes. En esta cuestión es donde se ha requerido el conocimiento psicoanalítico, que nos permite comprender los efectos de la estructuración del sujeto dentro de una cultura marcada por determinados sistemas de género. También las filosofías posmodernas del conocimiento pueden contribuir a una comprensión más exacta de los problemas de la teorización feminista, que se ha ido haciendo cada vez más compleja y a menudo contradictoria, hasta llegar a la controversia modernidad / posmodernidad.

Igualdad /diferencia.

Podemos describir tres formas básicas de plantear la relación entre el feminismo contemporáneo y el legado del racionalismo humanista.

Racionalismo feminista. Parte de la concepción ilustrada de la racionalidad y del humanismo. La capacidad racional es lo que diferencia al ser humano del reino de la naturaleza al que, no por azar, se respeta. Las mujeres han sido excluidas del respeto que se debe a los seres humanos por la suposición de que son menos racionales y más naturales que los hombres. La diferencia se utilizó para legitimar el tratamiento desigual a las mujeres y, por lo tanto, debe ser rechazada teórica y prácticamente para que las mujeres ocupen el lugar que les corresponde en la sociedad como iguales, no diferentes de los hombres. La contrapartida epistemológica del feminismo liberal es el empirismo feminista, que identifica al sexismo y al androcentrismo como desviaciones que se podrían corregir mediante una adhesión más estricta a las normas de la investigación científica.

Antirracionalismo feminista. Acepta una versión más fuerte de la diferencia e intenta revalorizar, en lugar de superar, la experiencia femenina tradicional y de reformular el significado de lo racional. El problema es que los términos de la revalorización son los mismos del "otro" excluido y denigrado: se celebra la irracionalidad, la naturaleza, el cuerpo y la intuición, como opuestos a la pretensiones de neutralidad de la cultura que los excluye – 1984, Lloyd -. Desde el punto de vista epistemológico, reconoce las dimensiones sexuadas de la investigación racional y considera que la perspectiva específica y diferenciada de las mujeres es preferible para la investigación, porque la experiencia y la perspectiva del otro excluido y explotado sería más inclusiva y coherente que la del grupo dominante. La noción de un "punto de vista feminista", que epistemológica y éticamente correspondería al estatuto que Marx asigna al punto de vista del proletariado, ha influido enormemente en el desarrollo de las teorías feministas pero es sumamente problemática. Depende de supuestos que no se cuestionan, como la ilusión de que la gente puede actuar racionalmente en función de sus propios intereses; la creencia de que los oprimidos pueden tener una mayor objetividad, como si no estuvieran afectados por su experiencia social en el marco de su cultura. Se presupone que los oprimidos tienen una capacidad privilegiada para comprender una realidad que está ahí, esperando una conceptualización. También se supone que existen relaciones de género en las que hay una categoría de seres que son, o pueden ser, fundamentalmente semejantes entre sí en virtud de su sexo. Es decir, se da por hecho la "otredad" uniforme que los hombres asignarían a las mujeres.

Posracionalismo feminista. Rechaza los términos y las estrategias de los anteriores y plantea que el feminismo debe iniciar una ruptura profunda con el paradigma racionalista para ofrecer nuevas narrativas, descentradas y parciales. Pero también debe liberarse de los supuestos del humanismo genérico y del feminismo construido como una teoría y una política para el sujeto mujer. Desde esta perspectiva, la diferencia se mantiene y se deconstruye simultáneamente: se contrapone una proliferación de diferencias a la diferencia singular del género, y se desconfía de la diferencia como artefacto del sistema de dominación. Si el racionalismo niega la diferencia sexual al servicio de un humanismo universal, y el antirracionalismo reifica la diferencia, la propuesta del posracionalismo consiste en sostener la oposición entre igualdad y diferencia, como aporía que no se podrá resolver. Así, S.Harding considera que las teorías feministas deberían no sólo tolerar sino sacar provecho de la ambivalencia frente al legado de la Ilustración. El cierre prematuro y los intentos de construir teorías entendidas como herederas y análogas a las "grandes narrativas" del pensamiento occidental sólo podrían conducir a la parálisis del pensamiento feminista, por lo que muchas autoras, como Flax, prefieren mantener la indeterminación en sus teorías, considerándola necesaria y productiva.

Psicoanálisis y Feminismo

Juliet Mitchell fue una de las primeras feministas que reconocieron la importancia de las ideas de Freud y propusieron una lectura de su obra totalmente opuesta a las interpretaciones feministas habituales. El eje de su argumentación es la idea de que si el psicoanálisis es falocéntrico, ello se debe a que el orden social que se refracta en el sujeto humano es un orden patriarcal. Hasta la fecha, el padre es quien ocupa la posición de tercer término que debe romper la díada madre - hijo. Siempre será necesario que alguien o algo represente ese tercer término; en una cultura patriarcal es el padre quien lo hace. De este modo, Mitchell recusa las lecturas que hace de Freud un biologicista que entendería la sexualidad femenina como un producto natural del funcionamiento del cuerpo, para centrarse en la articulación de la construcción del sujeto deseante con la cultura que lo constituye y alienta al mismo tiempo.

Ningún autor contemporáneo ha propuesto una teoría sobre el ser humano de la amplitud y complejidad que caracterizan a la teoría freudiana, a tal punto que no faltan los autores que han utilizado los conceptos de Freud para deconstruir sus propios textos. Las teorías de Freud no son monolíticas ni uniformes e incorporan y socavan los preceptos centrales de la Ilustración.

Las consideraciones freudianas acerca del sujeto cuestionan y refuerzan, a la vez, las ideas de la Ilustración acerca del ser humano como un ser esencialmente racional, en tanto lo definen como un sujeto originaria y primariamente deseante. No está definido por su capacidad racional, como en Platón y Kant, ni por su potencialidad para hablar, razonar y comprometerse en la política, como en Aristóteles, ni por el poder de producir objetos de valor y de satisfacción de las necesidades, como en Marx. Son los deseos inconscientes, muchos de ellos inaccesibles para  el preconsciente o a la conciencia, los que constituyen la fuerza dominante de nuestra vida psíquica, además de esa diferencia fundamental que describe diferenciando la pulsión y el instinto.

Con la definición del inconsciente como objeto de estudio del psicoanálisis, Freud funda una nueva disciplina que rompe tanto con las teoría psicológicas académicas como con las creencias del hombre contemporáneo acerca de cómo él mismo está constituido, y nos inflige una herida narcisista al operar un descentramiento radical del sujeto con respecto a la conciencia, al saber sobre sí mismo, al yo y su sentimiento de identidad. El inconsciente escapa al ámbito de las certezas en las que el hombre se reconoce como yo. Correlativamente, la noción freudiana del yo subvierte en tal medida la concepción pre-psicoanalítica del yo, situando a la subversión freudiana en el  mismo nivel que en su época supuso Galileo y Copérnico.

En su Introducción del Narcisismo, Freud afirma que el yo no es una función primordial, que no existe en el individuo desde el principio en ninguna unidad comparable al yo, sino que éste ha de ser desarrollado, convirtiéndose en la piedra angular sobre la que se construye el sistema narcisista. A partir de este momento, el yo deja de definirse fundamentalmente como un aparato adaptativo especializado, para revelarse como un objeto de amor o, más exactamente, como un objeto investido por la libido. En tanto objeto amado, el yo es el producto complejo de identificaciones sucesivas con las personas amadas que se van superponiendo a la matriz inicial de la imagen corporal - del semejante, fundamento de la propia -.

Para Freud, lo primordial, son las pulsiones, que habrán de ser reprimidas, dominadas, ocultadas por el yo para defender su representación originaria del cuerpo y de sí mismo. Frente a la instancia del autoconocimiento y del autocontrol, siéndolo en la Psicología prefreudiana, el yo aparece aquí como el lugar de la ilusión narcisista de unidad e integración, el lugar del ocultamiento del sujeto inconsciente cuya revelación descifró Freud en el síntoma, en el sueño, en el lapsus.

Por esta vía, Freud inaugura una nueva perspectiva que revoluciona el estudio de la subjetividad y que muestra precisamente que el sujeto no se confunde con el individuo: el sujeto es excéntrico con relación al individuo y no coincide con el organismo que se adapta al medio. El sentido de los síntomas tiene que ver, precisamente, con esta relación problemática del sujeto consigo mismo. Otro ejemplo: al referirse a la oposición de las tendencias homo y heterosexuales, Freud indicó, más allá del conflicto entre el yo y la pulsión, una contradicción fundamental, una incompatibilidad en el seno del deseo mismo. Pero el yo, en virtud de su tendencia a la síntesis y de las diferentes identificaciones que en él han dejado su huella, sólo puede aceptar una de las tendencias del conflicto, rechazando la otra. No puede acoger en sí la discordia que representa la contradicción; en consecuencia, sólo puede mantener su identidad y su unidad al precio de lo que oculta.

Freud anticipa las críticas posmodernas de las teorías psicológicas tradicionales en la medida en que, desde su perspectiva, se hace insostenible toda epistemología basada en la posibilidad de una autoobservación exacta y en el acceso directo y fiable, unido al control, de la mente y sus actividades. Asimismo, si el yo es capaz de elaborar racionalizaciones para construir o mantener la prisión de la razón, si puede tornarse rígido y quedar atrapado por la compulsión a la repetición, si puede someterse – por cuanto a un  superyo punitivo - a las autoridades familiares, intelectuales o políticas, convencido de que al hacerlo persigue la verdad o expresa su propia voluntad; entonces ya no podemos sostener la creencia ilustrada en las relaciones necesarias entre la razón, la autodeterminación y la emancipación .

Sabemos, por otro lado,  que las teorías del conocimiento, tanto empiristas como racionalistas, se basan en las antinomias razón / irracionalidad y mente / cuerpo. Tanto la creencia racionalista en los poderes de la razón como la empirista en la confiabilidad de la percepción sensorial se basan y dependen de la capacidad de la mente para no dejarse afectar por los estímulos procedentes del cuerpo, de las pasiones y de la autoridad o convención social. Desde el punto de vista psicoanalítico, en cambio, no se puede sostener la ecuación entre mente y pensamiento consciente, o entre lo psíquico y la razón, en la medida en que los procesos psíquicos están encarnados en lo corporal. Para Freud el yo es ante todo un yo corporal, en tanto se basa en la imagen del propio cuerpo y en tanto se desarrolla a partir de ello. Este, a su vez, es el sistema correspondiente a las pulsiones, cuya naturaleza simultáneamente psíquica y somática ofrece la posibilidad de superar el dualismo mente – cuerpo.

La Subversión que genera Freud al sustituir la noción de instinto - fijo y  preformado- por la pulsión –cuyo único aspecto definido corresponde a ser una fuente de excitación que fluye continuamente, puesto que sus objetos son variables y contingentes y sus fines múltiples y parciales- conduce  a la disolución de la ilusión que considera que lo desconocido en nosotros ha de ser necesariamente monstruoso, y que divide la imagen del ser humano en una mitad animal y otra racional. En efecto, tanto los síntomas neuróticos y las perversiones sexuales como "los productos más elevados del psiquismo" surgen de la misma fuente: los "restos" de las pulsiones polimorfas de la infancia.

Si las pulsiones no están predeterminadas, habrán de ser moldeadas a lo largo de la historia del sujeto, en función de sus encuentros con objetos y sus representaciones. En efecto, la pulsión sólo se hace presente en el aparato psíquico en tanto se fija a una representación; una exigencia somática debe traducirse en una demanda psíquica para que el sujeto pueda reconocerla y canalizarla. Y es precisamente este proceso de transformación el que torna las pulsiones vulnerables a las influencias culturales. De este modo, si la corporalidad, representada fundamentalmente por la noción de pulsión, enerva la totalidad de nuestros procesos psíquicos, también el orden sociocultural constituye nuestra corporalidad. Así se disuelve la antinomina naturaleza – cultura.

El problema es que ni lo real del cuerpo puede ser completamente simbolizado, ni las pulsiones pueden ser totalmente satisfechas, ni los deseos cabalmente realizados, de modo que el sujeto, incapaz de lograr un autoconocimiento absoluto, se constituye como un sujeto dividido.

Si esta concepción anticipa la visión posmoderna del sujeto, no ha tenido menos influencia en algunos sectores de la teorización feminista; precisamente en aquellos que entienden el feminismo como teoría crítica, cuya finalidad es deconstruir las imágenes estereotipadas de las mujeres o de la feminidad, pero no sólo las procedentes de los centros tradicionales y oficiales de producción y difusión del saber, sino también de aquellas que el propio feminismo ha ido generando.

Teorías psicoanalíticas de la diferencia. La constitución de la feminidad.

Las autoras norteamericanas, como Dinnerstein y Chodorow,  como ya hemos indicado en otro tema, se han basado en la teoría de las relaciones objetales; las francesas, en cambio, se han apoyado fundamentalmente en la obra de Lacan. Todas han subrayado, más allá de sus diferencias, la centralidad de la relación entre madre e hija como fuerza primaria y determinante en la organización de la sexualidad femenina y de la feminidad. Todas parten de la constatación de que la sociedad occidental ha producido la disyunción entre lo natural y lo social, asignando al hombre el polo de la cultura y a la mujer el del cuerpo, lo concreto, la diferencia. Éste, a su vez, se asocia a las actividades de las mujeres: reproducción y crianza de los hijos, cuidados de los otros. El paso siguiente ha sido suponer que la psicología de las mujeres refleja las cualidades de sus cuerpos y de las actividades femeninas. Se considera que las mujeres piensan o escriben de una manera diferente y que tienen motivaciones e intereses distintos de los de los hombres. Se entiende que los hombres tienen un razonamiento abstracto, que son los amos de la naturaleza, incluyendo los cuerpos humanos, y que son más agresivos. Dado que estos supuestos han reflejado y sustentado una cantidad de abusos ideológicos y políticos con respecto a las mujeres, tanto en el pasado como en la actualidad, la reaparición de formulaciones semejantes entre las feministas ha provocado intensas controversias.

Si el feminismo liberal aspira a lograr una igualdad total de oportunidades en todas las esferas de la vida, modificando la división sexual del trabajo y las normas que regulan las nociones de feminidad y masculinidad, el feminismo de la diferencia teme que la cooptación de las mujeres para cubrir los puestos de los hombres lleve a sostener y extender el patriarcado. Su aspiración es un nuevo orden social en el que las mujeres no estén subordinadas a los hombres y la feminidad no se vea desvalorizada, y creen que las mujeres pueden afirmar su autonomía, recuperar su feminidad verdadera y natural sólo separadamente de los hombres y de las estructuras patriarcales. Así, las autoras francesas sostienen que sólo la exploración y valorización de las diferencias de las mujeres, o una escritura genuinamente femenina, pueden proporcionar elementos para construir un espacio fuera de los confines de la cultura falocéntrica.

Según H.Cixous y Luce Irigaray , existen diferencias psicológicas fundamentales entre hombres y mujeres. Las mujeres están más influenciadas por sus experiencias preedípicas y menos alejadas de ellas, y conservan en mayor medida su identificación inicial con la madre. Puesto que la relación preedípica con la madre ha sido menos reprimida, el yo femenino sería más fluido, interrelacional y menos disociado de su experiencia corporal. Los discursos falocéntricos, en consecuencia, han representado erróneamente el deseo femenino puesto que la sexualidad femenina, más fluida, no puede conceptualizarse según parámetros masculinos. El discurso masculino está constituido por una lógica binaria  el logocentrismo,  que organiza todo lo pensable en oposiciones y está asociado al falocentrismo en tanto las oposiciones binarias y asimétricas se relacionan siempre con el par hombre / mujer. Pero la lógica interna del logocentrismo es la "mismidad"; no puede dar cuenta de la diferencia porque el otro está reducido a ser el otro de lo mismo, su inferior, su reflejo, su exceso, definido siempre por el primero.

El discurso filosófico se presenta como una autorrepresentación del sujeto masculino, como monopolio homo-sexual, valoración exclusiva de las necesidades y deseos de los hombres, que ordena la vida social y la cultura. La inclusión de la especificidad podría romper este monopolio, fragmentando el discurso en una multiplicidad. Las teóricas de la diferencia no consideran que el objetivo del feminismo liberal, de lograr la igualdad, sea adecuado para la emancipación de las mujeres, porque entienden que las mujeres iguales a los hombres no serían mujeres. Éstas deberían intentar "escribir", literal y metafóricamente, lo femenino, para afirmar a la mujer en otro espacio que no sea el silencio, que es lugar que se le reserva en lo simbólico.

Estas conceptualizaciones presuponen la existencia de una experiencia o un discurso de la sexualidad femenina, construyendo una falsa unidad que no deja espacio para la expresión de las diferencias entre las mujeres. Por otra parte, la propuesta de recuperar la experiencia femenina escribiendo "desde el cuerpo" remite una vez más a la disyunción ontológica entre signo – mente- hombre y cuerpo- naturaleza- mujer. Pero si el cuerpo preedípico es presocial y prelingüístico, y allí se sitúa el origen de lo femenino, la mujer como tal quedaría nuevamente reducida al silencio, ya que es difícil concebir la existencia, y la capacidad liberadora, de un deseo femenino situado  por fuera del discurso y de la cultura.

Otro peligro importante de estas teorizaciones es el de caer en la perspectiva de la víctima, como si las mujeres hubieran sido siempre objetos pasivos, totalmente determinados por la voluntad del otro. De este modo, se desconocen aquellas áreas de la experiencia en las que las mujeres han producido efectos, como la historia, la literatura... y se ignoran también las formas en que algunas mujeres han ejercido un poder sobre otros, en función de privilegios diferenciales de raza, clase, preferencia sexual, edad y posición en el sistema social.

 

 LA VICTIMOLOGÍA

Introducción.

 

Hemos definido ya el concepto de criminología como ciencia empírica e interdisciplinar encargada del estudio del delito, del delincuente, de la victima y de los medios de control social que trata de suministrar una información valida y eficaz sobre el hecho delictivo, su forma de actuación y de prevención.

 

A partir de este concepto vemos que hay una relación directa con la Victimología, ya en su descripción observamos a la victima como objeto propio de la Criminología, sin embargo este concepto no ha estado siempre ahí. La victima comienza a plantearse como objeto de la criminología a partir de 1950, es en consecuencia, a partir de esta fecha cuando surge una inquietud en torno a esta figura, ¿Por qué surge esta figura? Porque hasta este momento solo se hablaba de un delincuente que realizaba un comportamiento criminal, pero diversos autores comienzan a plantear otro sujeto en la relación que es la víctima; dicen que para que exista un delito es necesario que haya una victima y un delincuente, los dos. Hasta 1950 se habían centrado en el delito, estos autores plantean que si estudiamos a la victima tendremos mas información sobre el fenómeno criminal; en resumen, la victima se concibe como complemento de la unidad o secuencia criminal, es, en consecuencia, a partir de 1950 cuando la victima adquiere más protagonismo, empieza a hablarse de ella débilmente hasta que poco a poco llega a conformar la victimología.

 

Los aspectos en virtud de los cuales se otorga más importancia a la victima son:

 

*Información que aporta el delito.

*La información que puede aportar del delincuente.

*Los programas de prevención.

*Una necesidad social de protección a este sujeto.

 

Igualmente hay que prestar especial atención a los estudios victimológicos; las encuestas de victimización -aquellas que solo pueden ser completadas por victimas de delitos- y los auto sondeos -para la población en general- son mecanismos estadísticos para medir los índices de victimización y obtener información relevante sobre el fenómeno criminal.

 

¿Qué importancia tiene hoy día la victimología? Hoy está a la orden del día, podemos otorgarle una importancia absoluta, pero en algunos casos es excesiva o desmedida porque no se puede tener en cuanta solo a las víctimas, especialmente cuando se trata de legislar, cuando se trata de Derecho Penal. La representatividad, sobre todo en el ámbito del Derecho Penal, debe ser proporcionada.

 

Todas estas notas enunciadas hasta el momento son las que van a conformar la victimología.

 

 

Vínculo entre criminología y Victimología.

 

En primer lugar debemos dar un concepto etiológico o rudimentario de lo que es la victimología. Este concepto etiológico se definirá como la ciencia encargada del estudio de las victimas, pero debemos tomarlo con cautela, en tanto debemos plantearnos si la victimología tiene entidad suficiente para considerarla una ciencia o si entendemos que no es una ciencia y por tanto la consideramos una disciplina.

 

Para resolver esa primera hipótesis debemos comenzar diciendo que, como sabemos, en 1950 comienza a hablarse de la victima, por tanto la Victimología en sí es un fenómeno joven, máxime porque no va a ser hasta el VI Congreso Internacional de Criminología, celebrado en Madrid en 1970, cuando Drapkin propone la celebración del I Symposium Internacional de Victimología, que se celebraría en Jerusalén en 1973 y que abarcaría los siguientes apartados:

 

1. Estudio de la Victimología.

 

a. Concepto.

 

b. Definición de victima.

 

c. Metodología.

 

d. Cuestiones generales.

 

2. Estudio de la victima: elaborar tipologías victimales, estudiar la presencia de la victima en el proceso penal, etc.

 

3. Relación entre victima y victimario.

 

4. Relaciones entre la sociedad y la victima, y en concreto, lo referente a programas de prevención, tratamiento, resarcimiento

 

Este VI Congreso de Criminología es la primera vez que empieza a plantearse la hipótesis de la Victimología. A raíz del Symposium comienza a tenerse en consideración el fenómeno victimal y se inician reuniones científicas cada 3 años donde se intenta explorar o ahondar aun más en los contenidos de la Victimología; cada 3 años se iba organizando la continuación del Symposium en diferentes lugares internacionales: Jerusalem, Tokio… .

 

¿Es la Victimología una ciencia o una disciplina? En estos conceptos se va conformando esta cuestión. Podemos plantear 3 postulados referentes a la relación ciencia o disciplina de la Victimología:

 

1. Posición defendida por aquellos autores que interpretan la Victimología en el seno de la Criminología, es decir, consideran que la victimología no presenta autonomía científica, sino que es una rama o disciplina de la Criminología. Los principales autores son Ellenber y Goppinger. Ellenber define la victimología como una rama de la criminología que se ocupa de la victima directa del crimen y que comprende el conjunto de actos biológicos, sociológicos y criminológicos concernientes a la victima. Goppinger, por su parte, dice que la victimología se basa en el método empírico y se centra en el problema del delincuente y sus relaciones con la victima.

 

2. Las posiciones autonomistas dicen que la Victimología es una ciencia autónoma con objeto, método y fin propios. Mendelsohn la identifica como una ciencia paralela a la criminología porque la criminología se centra en el estudio del delincuente y la Victimología en el estudio de la víctima. Otros autores representativos como Drapkin y Separovic la definen como la ciencia de las víctimas, el concepto de víctimas que defienden es amplio, no como sujeto pasivo, pudiendo englobar no solo al sujeto pasivo sino a cualquier persona que sufra un daño por una acción ilícita.

 

3. Negación de la Victimología: se trata de un grupo de autores que no solo niegan su autonomía sino su propia existencia. En concreto Jiménez de Asúa decía que no había que debatir si era ciencia o no, sino contribuir para establecer el papel de la víctima del delito. Otro autor fue Kaiser, que también habla de su inexistencia por la uniformidad y multiplicidad de la criminología.

 

El criterio mayoritario es el primero, la Victimología en el seno de la criminología. Esta posición se justifica mayoritariamente porque el resto de las posiciones son extremas, una la niega y la otra le da el carácter de ciencia al cien por cien.

 

Concepto de Victimología.

 

Definimos la Victimología como "una disciplina integrante de la Criminología que estudia a la víctima, sus características biológicas, psicológicas, morales, sociales y culturales, su relación con el delincuente y el papel asumido en la génesis del delito, con el propósito de prevenir futuros comportamientos criminales y atender a las victimas del delito". De esta definición se derivan las siguientes características:

 

1. Se trata de una disciplina debido a las razones que hemos visto anteriormente.

 

2. El método es exactamente igual que en criminología, se trata del método empírico e interdisciplinar. Que es empírica significa que se basa en la realidad, a través del empirismo lo que hacemos es observar la realidad y verificar hipótesis, para ello tenemos que analizar, sistematizar y explicar los datos que hemos compilado.

 

Formulamos la Hipótesis: las mujeres son mas proclives al maltrato que los varones, para verificar esto elaboramos una investigación: cogemos una muestra de 150 mujeres y durante cierto tiempo medimos, una vez que lo tenemos, compilamos los datos si nos da el resultado de que se maltrata más a mujeres que a hombres habremos verificado la hipótesis inicial.

 

Por interdisciplinar entendemos que la Victimología lo que hace es traer conocimientos de otras ciencias. La diferencia entre interdisciplinariedad y multidisciplinariedad es que la interdisciplinariedad solo coge los datos que le interesan, la multidisciplinariedad es que coge la ciencia por completo.

 

Esto es, la Criminología coge del derecho la rama de penal o procesal pero no le interesa el derecho canónico.

 

3. El objeto de la Victimología es la victima, que la podemos referir sobre 3 niveles:

 

a) Este primer nivel será de naturaleza individual entendida como el sujeto particular sobre el que recae la acción ilícita.

 

b) Nivel conductual: donde estudiaríamos la conducta desarrollada por la victima, es decir, qué ha pasado antes de que la persona sea victimizada hasta que lo ha sido.

 

c) Un ámbito general que comprendería a la pluralidad de victimas:

 

Victima individual.

 

Nivel conductual: el proceso que ha seguido la victima hasta llegar a la victimización.

 

Ámbito general: el estudio grupal de todas las victimas.

 

4. Elemento crítico; sucede lo mismo que en Criminología, hablamos de elemento critico en cuanto que una de sus funciones será criticar los medios de control social formales e informales. Los criticamos a través del método empírico: si hemos planteado la hipótesis del ejemplo anterior y la verificamos, por mucho que nos digan sabemos que las mujeres son mas victimazas en malos tratos que los hombres.

 

5. Es una disciplina abierta en el sentido de que no se cierra a dogmas ni a axiomas, es decir, está en constante actualización.

 

6. En cuanto a la finalidad de la Victimología comprendería básicamente la mejora del sistema previniendo la comisión de nuevos delitos,  atendiendo y dotando de recursos a las victimas.

 

Debemos tener muy presente que la criminología presenta un carácter integrador, por cuanto comprende un todo en el que cohabitan diversas disciplinas, una de esas disciplinas es la Victimología, y por ello a la criminología siempre la hemos caracterizado por tener un método integrador.

 

Por tanto, la Criminología y la Victimología no son dos campos independientes entre sí, sino complementarios, dicho de otro modo son una ciencia y una disciplina de la misma respectivamente. Las teorías victimológicas se encuentran apoyadas por teorías criminológicas, siendo la Victimología esencial para criminología porque aporta conceptos propios como la mediación, la compensación entre delincuente y víctima, las encuestas de victimización como vía o mecanismo de cuantificación del fenómeno victimal y a través de este del fenómeno criminal; por las medidas de protección a la victima. Y, finalmente, como señala Montovani, existen dos vías transcendentales que debe abarcar la Victimología:

 

-Las cualidades personales y el modo de ser del individuo víctima a fin de determinar su predisposición victimológica.

 

-La relación victima delincuente porque sobre ella se determinará el mecanismo de encuentro entre ambos.

 

Victimología constructivista, crítica y victimadogmática.

 

Victimología constructivista.

Busca centrar el Derecho Penal sobre el papel de la víctima, esto es, el Derecho Penal se entiende como un instrumento protector de las víctimas, en ese sentido los derechos de las víctimas han de marcar los postulados del ordenamiento jurídico. En otras palabras, el ordenamiento jurídico no habría que crearlo sobre las libertades y derechos básicos sino sobre esto. Para ello, lo primero que habría que hacer conforme al estado actual sería eliminar la victimización secundaria y subsidiariamente el perfeccionamiento de los programas de tratamiento para las víctimas. La idea consiste en construir todo un sistema sobre bases victimológicas, o en el ámbito penal seria construir el Derecho Penal desde una perspectiva victimal, que supone vincular el ius puniendi a intereses victimales, lo que supondría a su vez una parcialidad a la hora de imponer penas y una violación de principios fundamentales, y el Derecho Penal lo que tiene que hacer es encontrar un equilibrio entre delincuente y víctima.

 

Victimología crítica.

Parte de los postulados de la Criminología critica. Las bases de esta Victimología crítica son:

 

-Una victimización social, en el sentido de que existen victimizaciones sociales de naturaleza supraindividual, institucional u opresivo estructural. Véase la teoría del etiquetamiento; la criminología dice que hay determinados sujetos a los que se les asocia como delincuentes, la Victimología critica dice quienes van a ser víctimas como los obreros, indigentes, que ya nacen victimas de la propia estructura social.

 

-Cuando trata esta victimización social, los autores entienden a los medios de comunicación como causantes de esta victimización.

 

-Instrumentalización de la victima;  consiste en la explotación ideológica de las víctimas del delito a cambio de beneficios.

 

-Justicia restauradora; en la criminología crítica la vinculamos a la conciliación.

 

-Obsesión por la seguridad; La tendencia es a acotar los posibles riesgos que inciden en la seguridad de una sociedad.

 

Victimodogmática. Constituye un punto de encuentro entre el movimiento victimológico y la dogmática penal derivada de la interacción delincuentevíctima. El comportamiento de las víctimas y su incidencia en la teoría jurídica del delito. La praxis de esta victimodogmática se podría resumir en que algunas victimas contribuyen, bien de forma dolosa o imprudente, a la propia victimización, lo que puede influir en la responsabilidad criminal del delincuente hasta incluso erradicarla.

 

Hay que estudiar cual es la participación de la víctima en el hecho criminal. Tomemos el ejemplo de la eutanasia, existe una disminución de la responsabilidad del delincuente. El intento desde la victimodogmática es reinterpretar la dogmática jurídicopenal hacía planteamientos victimológicos.

 

La principal crítica a la victimo dogmática  es que no podemos exigir una autoprotección víctimal. Pensemos en que un hurto sucede independientemente de que la víctima haya descuidado su situación.

 

Conceptos víctimológicos.

 

Definiremos los conceptos utilizados en victimología:

 

Victimario. Sujeto que produce el daño, sufrimiento o padecimiento a la víctima, se podría identificar con el delincuente en Criminología.

 

Victimización. En Criminología sería modus operandi, es el mecanismo o proceso en virtud del cual una persona llega a ser victima.

 

La autovictimización, en principio, no es punible.

 

Victimidad o factores victimógenos. Conjunto de factores que predisponen a una persona o grupo de personas a ser víctima.

-Endógenos, innatos de la persona.

-Exógenos, adquiridos del exterior.

 

Tipos de victimización: víctimas y delincuentes.

 

Tipos de victimización. Podemos establecer las siguientes:

 

1. Según la naturaleza de la infracción podemos hablar de victimización antisocial y victimización criminal. La primera no es constitutiva de delito a diferencia de la victimización criminal que si lo es.

 

2. Según la extensión del hecho.

 

a. Directa: aquella victimización proyectada sobre la victima en sí. Véase el atropello a alguien y la lesión.

 

b. Indirecta: aquella que es consecuencia de la primera y recae sobre personas que tienen una relación estrecha con el agredido. En el ejemplo anterior, se deriva a la familia de la persona lesionada.

 

3. Según las personas: primaria, secundaria y terciaria.

 

Veremos los diferentes tipos de victimización. Los dividiremos en genéricos,  víctima, y otros, delincuente.

 

La víctima.

 

Podemos referir tres grandes tipos de victimización: la primaria, la secundaria y la terciaria. La primaria es aquella dirigida contra la persona o el individuo particular. Secundaria, referida a aquellos supuestos en los que la víctima ha de rememorar los hechos en virtud de los cuales ha sido victimizada. Normalmente esta victimización secundaria se produce ante la administración de justicia, los cuerpos y fuerzas de seguridad. Por último, la victimización terciaria es un concepto vago e impreciso pues engloba multitud de acepciones que en muchos casos no tiene nada que ver una con otra. Hay varias definiciones:

 

- Terceras personas que no padecieron el proceso victimal de manera directa, sino como testigos y padecen secuelas. Podríamos señalarla como una victimización primaria indirecta.

 

- Aquella dirigida al delincuente por el cumplimiento de la pena por la que ha sido condenado. Se entiende por las hipotéticas intimidaciones, vejaciones sufridas en prisión, el rechazo social cuando salga; se puede entender como victimización al delincuente. Esta última vendría referida a los familiares del delincuente y englobaría los padecimientos físicos y psicológicos que pagarían por parte de la sociedad debido a la vinculación familiar con el detenido. Según Morillas, si defendemos esta opción, igualmente podemos plantear la victimización terciaria vinculándola con los familiares, pero lo referente al delincuente o a los familiares del mismo habría que anudarlo como victimización del delincuente.

 

El delincuente.

 

La victimización del delincuente comprendería la victimización del victimario. Algunos autores defienden esta victimización del delincuente, quizá uno de los que lo han defendido con mas ímpetu es Landrove que parte de la consideración de que el delincuente es una víctima institucional, es decir, el delincuente sería la víctima de estructuras sociales injustas que le lleva a la comisión de hechos delictivos a través de los que intenta evadirse de la marginación; el delincuente va a delinquir por culpa de la sociedad, va a vivir en zonas marginales y la única manera que tiene de huir de la marginalidad es delinquiendo. Estaríamos en una sociedad enferma en la que habría un grupo dominante , que detectan el poder y unas capas marginales; aquí las capas marginales serian las victimas.

 

La victimización jurisdiccional.

 

Los errores judiciales, cuando se interna en prisión a un inocente. ¿En que supuestos seria útil la prisión? En algunos casos la prisión solo sirve para quitar de en medio al delincuente y para nada mas. El pedófilo que consume material pornográfico infantil  internarlo en la cárcel no resuelve nada, cuando salga volverá a hacer lo mismo. Igualmente señalar que difícilmente puede existir tratamiento psicológico por cuanto estos sujetos no desean curarse; y, por ello, no hay tratamiento.

 

Supuestos de intervención policial referida a supuestos de torturas y vejaciones que puedan sufrir los sujetos; aquí estamos en un estado garantista, democrático y de derecho, por tanto sería directamente una víctima, es una victimización primaria, no una victimización del delincuente.

 

Presencia de antecedentes policiales, en el sentido de que hay un mayor riesgo de futuras detenciones, es decir un sujeto con antecedentes tiene más probabilidad de sufrir futuras detenciones.

 

Prisión preventiva. Se afirma que la prisión preventiva - es una medida cautelar que podemos encontrar en la Ley de enjuiciamiento criminal -LECrim- victimiza igualmente que los medios anteriores. La prisión provisional se da en casos muy estrictos como posibilidad de fuga, destrucción de pruebas;  en realidad, según Morillas, la prisión en el único caso en que se victimizaría sería en caso de que la sentencia fuese favorable al sujeto, donde volveríamos al primer caso.

 

Victimización carcelaria.

Algunos autores victimológicos, como es el caso de Neuman, que entiende que el preso es una victima del sistema penal. Intervienen el hacinamiento, cuando por ejemplo, en una celda de 2 hay 3 sujetos, cuando se supera la capacidad de la prisión; tratos vejatorios, tanto entre los presos como de los funcionarios a los reclusos; dudosa alimentación; agresiones sexuales;  drogas;  ley del terror: mafias en la prisión.

 

Victimización post penitenciaria. En el sentido de que la victimización del delincuente no concluye con su puesta en libertad, sino que continúa con el rechazo social por la consideración de ex-recluso que lleva consigo.

 

Estadísticas victimales. Encuestas de Victimización y autosondeos.

 

Hablamos de dos grandes grupos de estadísticas victimales: encuestas de victimización y auto sondeos. Ambas son una fuente de información real sobre el delito. En primer lugar, las encuestas de victimización las definimos como unos cuestionarios estructurados en los que se realizan diversas preguntas a las víctimas de un delito sobre el hecho criminal concreto y sus consecuencias; Véanse las circunstancias en que se produjo, relación con el autor, perfil del agresor, perfil de la victima; también se pueden incluir hechos posteriores al delito como si fué bien atendido en comisaría, bien informado. Se pretende medir:

1. El índice de victimización.

2. La eficacia de los programas de prevención.

3. las características típicas del hecho delictivo.

4. El modus operandi más frecuente.

5. La eficacia de los aparatos judiciales: como el tiempo que tarde en recibir indemnización, si se tomaron medidas cautelares

6. Nuevas medidas de política criminal para actuar y prevenir el delito; se trataría de un estudio pormenorizado del fenómeno criminal y sus consecuencias bajo la perspectiva de la victima.

 

Los auto-sondeos son un tipo de cuestionarios consistentes en preguntar de forma anónima a un porcentaje representativo de la población objeto de estudio cuestiones relacionadas con su participación o conocimiento de un hecho criminal o antisocial. El problema que tienen los auto- sondeos es la fiabilidad.

 

Diferencia entre auto sondeos y encuestas de victimización.

Las encuestas de victimización serán rellenadas por victimas del hecho delictivo que estemos midiendo. En el auto sondeo no es necesario que la persona sea víctima, aquí interesan las que son víctimas y las que no, será cualquier persona porque también interesa el valor absoluto 0. Para que la encuesta de victimización sea mas fiable y menos traumática, también la puede rellenar una persona de apoyo que conteste las preguntas con o por ella. Suelen ser personas que están en centros.

 

Tendencias de la Victimología contemporánea.

 

Referiremos aquellas líneas por las que se ubica la victimología, su campo de intervención. Estas líneas se pueden resumir en cuatro:

 

1.Expansionismo activo y práctico que consiste en una consolidación de los estudios victimológicos en detrimento de los postulados teóricos. Estudiar a la victima conforme a estudios empíricos y dejar al margen las teorías.

 

2.Mayor atención a las necesidades de la victima manifestadas a través de encuestas de victimización. Tenemos los estudios, vamos a subsanar los déficits de las victimas. Estas necesidades se suelen enfocar en tres ideas:

 

A. La asistencia post victimización.

 

B. El ámbito de resarcimiento.

 

C La compensación.

 

3. El reconocimiento de los derechos victimales.

 

4. La consolidación de la victimodogmática.

 

En España en poco tiempo se ha querido abarcar mucho y se ha focalizado todo hacia ámbitos de actuación muy concretos. La victimología se ha especializado en violencia de género, terrorismo y las víctimas de delitos sexuales.

 

Evolución de la violencia de género

 

Surge con un plan de acción contra la violencia domestica 1998-2000, trata indistintamente a las víctimas de violencia domestica: mujeres, niños y ancianos. En 2000 caduca y se crea un segundo plan hasta 2003 con la particularidad de que es un plan único y exclusivo para las mujeres -el niño aparece asociado a la mujer.

 

En 2004 se aprueba la LO 1/2004 de Protección Integral Contra la Violencia de Género, focalizada sobre la mujer, esto también tuvo sus críticas, por lo que se introdujo la denominación de victimas especialmente vulnerables – no siendo lo mismo que mujer, niño o anciano, sino que se establece por su condición de desigualdad respecto al sujeto activo-.

 

Concepto de víctima

 

No hay un concepto único de víctima, dependerá siempre de la rama en la que queramos centrar nuestra investigación, la acotación de uno u otro concepto. Históricamente no se ha prestado una atención especial a la víctima, es a partir de 1950 cuando comienza a tratarse el tema de la víctima, antes de esta fecha hay alguna referencia a la víctima, pero son referencias indirectas. Ferri que trataba a la víctima solamente desde el punto de vista de la reparación del daño, y Garófalo, que únicamente aludía a la víctima cuando se refería al tema de la indemnización.

 

El primero que habla de víctima dándole una dimensión trascendente fue Von Hentig, que junto con Mendelsohn fue el primero que se preocupó por los derechos víctimales.

 

Centrándonos en el concepto de víctima podemos acotar unas cuantas definiciones según la perspectiva:

 

Concepto etimológico. El termino víctima (su traducción etimológica) viene a ser la "persona o animal sacrificado  que se destina al sacrificio"; este concepto, obviamente, va a ir evolucionando con el paso del tiempo y se empieza ha hablar de la persona que voluntariamente se sacrifica por algo, o también se evoluciona hasta entenderla como aquel sujeto que sufre por culpa de otro.

 

Concepto gramatical. Gramaticalmente el término víctima se puede interpretar conforme a tres definiciones:

 

Definición etimológica.

 

-Persona que se expone u ofrece a un grave riesgo a favor de otra.

 

-Persona que padece un daño por culpa ajena o causa fortuita.

 

-De estos tres conceptos gramaticales el tercero es el que más se acerca.

 

Concepto congresual.

El principal congreso que trató la víctima de forma más científica fue en el seno de la ONU, el VI Congreso de Caracas, Venezuela, celebrado en 1980, y el VII Congreso, que se llevó a cabo en Milán, Italia. En estos dos congresos se determinó que la víctima era la persona que había sufrido una pérdida daño o lesión, sea en su persona propiamente dicha, su propiedad o sus derechos humanos, como resultado de una conducta que englobe alguna de estas hipótesis:

 

-Aquellos hechos que constituyan una violación a la legislación penal nacional; ¿Qué concepto de víctima manejamos según esta acepción? Según esta primera consideración sólo sería víctima el sujeto pasivo de un delito.

 

-Que suponga un delito bajo el derecho internacional. Por ejemplo, genocidio, terrorismo, falsificación de monedas, tráfico de seres humanos, prostitución.

 

-Que de alguna forma implique un abuso de poder por parte de personas que ocupen posiciones de autoridad política o económica.  Por ejemplo, supuestos de una dictadura.

 

Se habla en este congreso, tanto de víctima individual como grupal.

 

En el Congreso de Milán se clasificó a la víctima dentro de dos grandes grupos:

 

1. Víctimas de delitos. Comprenden a toda aquella persona que individual o colectivamente haya sufrido algún daño, incluyendo lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de derechos fundamentales como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal de su estado. Esta definición es muy amplia, ¿Cómo medimos el sufrimiento emocional?. Esta definición añade que también serán víctimas los familiares o personas cercanas a la misma.

 

2. Víctimas de abuso de poder. Identifica estas víctimas como toda aquella persona que individual o colectivamente haya sufrido algún daño, incluyendo lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de derechos fundamentales como consecuencia de acciones u omisiones que no constituyan una violación del derecho penal nacional -que no sea constitutivo de delito en ese país- pero que violen normas internacionalmente reconocidas referentes a los derechos humanos.

 

Una de las grandes diferencias entre las víctimas de delitos y las segundas viene dada por el concepto de delito: que viole la legislación nacional -definición de víctima de delito- mientras que la de abuso de poder hablaba de violar normas internacionalmente reconocidas. Esta diferencia puede darse en países subdesarrollados ya que en las potencias mundiales estos delitos ya están contemplados en el catalogo de delitos.

 

Definiciones doctrinales.

 

Definición de Mendelsohn: define la víctima como la personalidad del individuo o de la colectividad en la medida en que se encuentre afectada por las consecuencias sociales de un sufrimiento determinado por factores de muy diverso origen como puede ser el físico, psíquico, económico, político o social, así como el ambiente natural o técnico.

 

Definición de Separovic: define víctima como cualquier persona física o moral que sufre como resultado de un despiadado designio incidental o accidentalmente.

 

Hay diversas definiciones además de las vistas, pero las tres mas representativas son:

 

Definición de naturaleza victimológica general: entiende a la víctima como "el individuo o grupo que padece un daño por una acción u omisión propia o ajena o por causa fortuita “.

 

Definición victimológico - criminal de víctima: la definimos como "aquella persona física o moral que sufre un daño producido por una infracción propia o ajena aun no siendo el detentador (propietario) del derecho vulnerado".

 

Concepto jurídico de víctima: jurídicamente la víctima la relacionamos con la figura del perjudicado, que muchas veces será el sujeto pasivo del delito. El perjudicado sería la persona física o jurídica que a consecuencia de la comisión de un delito sufre un daño, mientras que el sujeto pasivo será el titular del bien jurídico protegido o puesto en peligro. Ej. En un delito de lesiones el perjudicado y el pasivo son la misma persona. Delito de robo: le roban a la empleada pero los bienes robados son del dueño.

¿Qué diferencia hay entre estas tres definiciones? El primero contempla el caso fortuito, el victimológico general entra cualquier hecho, incluido el caso fortuito, en el criminal tiene que ser una infracción (el desastre natural no entra), el 3º tiene que ser delito y que recaiga al sujeto pasivo.

 

De las tres definiciones anteriores, la que vamos a encontrar en la práctica es la jurídica debido a un criterio coherente, es la que más se da, para estudiar delitos tenemos que partir de premisas jurídicas. Por tanto cuando hablemos de víctima genéricamente siempre nos referiremos a la definición jurídica, si queremos hacer referencia a las otras dos definiciones tendremos que establecerlo expresamente.

 

Tipologías victimales.

 

A. Falsa.

 

-Imaginaria.

- Simulada.

 

B. Real.

-Individual

-Inocente:

 

Especialmente vulnerable, accidental, común.

Voluntaria.

Provocadora.

Culpable.

 

-Colectiva.

Colectiva propiamente dicha.

Colectiva difusa.

 

El primer criterio que tenemos que distinguir es si se trata de una víctima falsa o real. La diferencia viene puesta de manifiesto por la propia consideración de víctima, es decir, la real será un sujeto que ha sido victimizado, mientras que las víctima falsa es aquella que creemos que en principio ha sido victimizada pero que a posteriori se demuestra su falsa victimización.

 

A. Las víctimas falsas hay algunos autores que niegan su consideración porque no se tratan de víctimas en sentido estricto, sin embargo, a efectos operativos si nos interesa por cuanto su falsa consideración puede llevar consigo responsabilidad posterior.

 

La víctima imaginaria comprendería a aquella persona que debido a determinados factores bio-psico-sociales va a creerse víctima de un delito. Suelen ser sujetos con patologías, los supuestos más habituales son supuestos de paranoicos, individuos con personalidad histriónica, algunas psicosis; también lo pueden ser los menores de edad y ancianos.

 

La víctima simulada la identificamos con aquellos individuos que, mediando algún tipo de interés propio o ajeno, actúan como si verdaderamente fueran víctimas, sabiendo interiormente que no lo son; un ejemplo puede ser el que simula un robo para cobrar un seguro o el que quema su propia casa para cobrar el seguro.

 

La diferencia entre la imaginaria y la simulada es que en la primera el sujeto cree a ciencia cierta que es víctima, mientras que en la simulada saben desde el principio que no han sido victimizados.

 

B. La víctima real comprende el caso más habitual de víctima, e incluiría aquellas hipótesis en las que se comete un ilícito penal que afecta a uno o varios sujetos. La podemos subdividir en dos grupos:

 

- Víctima individual. La definimos como aquella persona o personas afectadas por el ilícito penal que no presentan ningún tipo de nexo causal entre ellas o presentándolo no ostentan el grado de representatividad; el grado de culpabilidad de la víctima es 0% y del delincuente 100%. Dentro de estas distinguimos 4 hipótesis. El criterio que vamos a seguir para delimitar estas categorías es el grado de responsabilidad de la víctima sobre el hecho criminal:

-Víctima inocente es aquella cuyo grado de culpabilidad sobre el hecho ilícito es nulo, hablamos de casos en los que el victimario escoge libremente a su víctima sin que esta tenga conocimiento de su futuro estado; un robo en la calle.

 

Dentro de estas distinguimos tres hipótesis:

 

- Víctima especialmente vulnerable. La circunscribimos a aquellos grupos sociales que revisten caracteres exógenos o endógenos que los hacen fácilmente victimizables, siendo, por tanto, su índice de victimización mayor que el resto de sujetos. En el delito de violación seria víctima especialmente vulnerable una mujer joven de 18 a 30 años. En la violencia doméstica serian ancianos, niños y mujeres.

 

- Víctima inocente accidental. Sería aquella cuya victimización se produce por causa o fuerza mayor, lo habitual en estos casos es que el sujeto activo no sea una persona física, sino que mas bien, estas situaciones provienen de hechos donde no hay intervención humana. Lo encontramos en los desastres naturales, ataques de animales. ¿Podría darse el caso fortuito producido por otra persona? Accidente de tráfico en el que el conductor ha llevado todas las precauciones necesarias. También, por ejemplo, en un lugar de caza un cazador dispara a una persona al confundirla con la presa.

 

-Víctima común. Es la mas fácil de las tres por cuanto incluye a todos aquellos sujetos victimizados que no reúnen ni la consideración de especialmente vulnerable ni la de accidental, es decir, la víctima común la obtendremos eliminando las hipótesis anteriores, si no especialmente vulnerable ni accidental, será común. Ejemplo: En el delito de violencia domestica la víctima común será el hombre, hemos descartado a mujeres, ancianos y niños.

 

-Víctima voluntaria: la entendemos como aquellas personas que se ofrece como sujeto pasivo en la comisión de un delito. Se caracteriza por el carácter voluntario y libre que manifiesta en su actuación, es decir, tiene que haber un pacto o acuerdo entre el sujeto activo y el sujeto pasivo, en ese sentido el grado de responsabilidad de víctima y delincuente es del 50% para cada uno. Recordemos al sujeto alemán que puso un anuncio en internet de que se quería comer a alguien y el sujeto pasivo respondió.

 

-Víctima provocativa: englobaría aquellos supuestos en los que la víctima incita al sujeto activo a cometer la conducta delictiva, sería un supuesto muy próximo a la voluntaria donde el sujeto provoca hasta que el otro desarrolla la conducta criminal, el grado de culpabilidad del delincuente sería del 25% y de la víctima 75%. ¿Cómo diferenciamos la víctima voluntaria de la provocativa? En la provocación.

 

-Víctima culpable: es aquella en la que la víctima presenta un 100 % de responsabilidad en cuanto el hecho criminal mientras que el delincuente no presenta responsabilidad alguna; aquí tenemos un intercambio de roles, la víctima pasa a ser delincuente y el delincuente víctima; el resultado en los casos reales es que el delincuente sea absuelto. Tomemos el ejemplo de que un sujeto se lanza a la calzada para ser atropellado y cobrar una indemnización.

 

-Víctima colectiva. Se tienen que dar dos elementos esenciales: representativas, y nexo causal. La representatividad, tienen que verse afectados la mitad más uno de los integrantes del grupo. El segundo requisito, el nexo causal: entre los integrantes del grupo tiene que haber un elemento identificativo común; ser hombres, morenos, ser alumnos, estar en un lugar.

 

Hay dos tipologías dentro de la víctima colectiva: la difusa y la propiamente dicha. La difusa nos sirve para cuando no se sabe el número concreto de sujetos afectados. Son los delitos contra el medio ambiente, humos, no pudiendo determinar las víctimas de esos hechos. La propiamente dicha, si se puede realizar la victimización de forma concreta.

 

Factor victimal.

 

Aquellos factores que favorecen la victimización, es decir, las condiciones o situaciones de un individuo que lo hacen proclives a convertirse en víctima. Hay que tener en cuenta que una cosa es factor criminógeno y otra es causa, el factor es un elemento que facilita la victimización y la causa es lo que produce la victimización. Se va a distinguir entre los factores exógenos y endógenos, es un criterio mayoritario pero hay otros que abogan por otros criterios. Entre ellos, Gullota que habla de factores innatos y adquiridos o, desde una perspectiva temporal, de factores permanentes o temporales.

 

Ramírez habla de tres grupos: Predisposiciones biofisiológicas: edad, sexo, raza y estado físico. Predisposiciones sociales: profesión, status social, condiciones económicas y condiciones de vida. Y por último, predisposiciones psicológicas, desviaciones sexuales, estados psicopatológicos y rasgos de carácter.

 

Factores endógenos

 

Son aquellos propios del individuo en tanto quedan implícitos en la persona, en principio son factores inalterables que no pueden modificarse por causa externas al individuo. Dentro de éstos, las clases más importantes son: biológicos, la edad, el sexo, la raza, factores psicológicos-psiquiatricos, proceso cognitivo y esfera volitiva.

 

1. Biológico. El individuo débil, tanto en el reino animal como entre los hombres, es aquel que probablemente será víctima de un ataque. Algunos como los menores y los ancianos son débiles en lo físico. Las personas enfermas, los ancianos, los menores, los sujetos con alguna discapacidad, son fácilmente más victimizables que el grupo de iguales.

 

2. Edad. Habría que delimitar que grupos de edad tienen una mayor tasa de victimización sobre el delito concreto, no obstante aquí pueden existir sesgos y es que hay determinados delitos donde hay víctimas de una determinada edad pero no se pueden cuantificar por no haber realizado la denuncia. Es un factor que se debe tener presente en cualquier tipo de delito.

 

3. Sexo. Hay determinadas tipologías delictivas en las que existe primacía victimal según el género.

 

4.  Debe tenerse en consideración sobre todo en tipologías delictivas de naturaleza violenta, sobre todo en el ámbito callejero o urbano, donde detrás de la agresión subyacen elementos o motivaciones xenófobas.

 

5. Factores psicológicos-psiquiátricos. Algunos autores hablan de supuestos de depresión, estados fóbicos, etc., que se dan en la víctima. Otros autores hablan específicamente del alcoholismo de la víctima como factor ha tener en consideración.

 

Factores exógenos.

 

Son aquellos que se encuentran fuera del individuo. Estos factores son modificables, son mutables, entre los tipos de factores más comunes o con mayor aceptación son:

 

1. Estado civil. Determinados por el estado civil de la victima y si ha tenido este relación con su victimización.

 

2. Nivel económico. Debemos de observarlo tanto por exceso como por defecto, es decir, según la tipología delictiva concreta habrá una incidencia distinta de este factor tanto por arriba como por abajo -tanto para el que posee solvencia económica como para el que no la tiene-.

 

3. Procedencia. Se suele asociar a extranjería o nacional, pero a los efectos victimológicos debemos identificarla más con la raza que con lo anterior.

 

4. Profesión. Existen determinadas profesiones que sufren una mayor tasa de victimización según el tipo de delito. Véanse los joyeros son victimas de robos, empleados de gasolineras, taxistas.

 

5. Espacio y tiempo victimales. Todo delito se desarrolla siempre en una zona concreta y en un tiempo determinado.

 

6. Otros. Escolaridad, familia, estatus social

 

Relaciones víctima-victimario

 

Determinar relaciones entre la víctima y el victimario y los elementos a tener en cuenta. Esta relación va aportar información relevante del hecho, cuanto mejor se entienda el punto de encuentro entre ellos, habrá más información sobre la génesis del hecho.

 

Se hace preciso realizar una distinción entre pareja penal y pareja criminal. En la primera, tenemos a delincuente/víctima; Sujeto activo/pasivo; Victimario/víctima. Y en la pareja criminal: dos victimarios, dos delincuentes, dos sujetos activos.

 

Una pareja criminal se puede convertir en una pareja criminal; pensemos en el síndrome de Estocolmo, en el que el secuestrado se pone de lado del secuestrador, en este caso se produciría el cambio de penal en criminal. Más frecuente es el caso contrario, que una pareja criminal se pueda convertir en penal. Por ejemplo, dos delincuentes que roban un banco y uno de ellos coge el dinero y le dispara a su compañero, dándose a la fuga.

 

También se hace necesario realizar una distinción entre víctima y criminal. Se analizan las siguientes variables:

 

Conocimiento o desconocimiento, se pueden dar las siguientes hipótesis:

 

- Víctima conoce al delincuente y éste conoce a la víctima, ejemplo: Malos tratos.

 

- Víctima conoce al delincuente y éste desconoce a la víctima, ejemplo: Un sujeto se echa encima de un coche  de un famoso al pasar éste para cobrar una indemnización.

 

- Víctima desconoce al delincuente y éste conoce a la víctima

 

- Víctima y delincuente no se conocen.

 

Hay que determinar el grado de conocimiento

 

1. Actitud: atracción, rechazo e indiferencia. Con estas se mide la intensidad o gravedad del hecho criminal; se pueden dar las siguientes hipótesis:

 

    Delincuente: A A A I I I R R R

 

    Víctima:         A R I A R I A R I

 

 

 

Para hablar de estas hipótesis se tienen que conocer.

 

-La atracción es un sentimiento positivo entre la pareja penal.

-La indiferencia es un estado emocional neutro, no hay sentimiento ni positivo ni negativo.

 

-El rechazo daría origen a un sentimiento violento e indiscriminado hacia la otra parte.

 

Si conjugamos las variables, la hipótesis en la que agresión es más leve es cuando hay atracción entre ambas. El caso en la que la agresión es más fuerte es cuando hay rechazo entre ambos. Otro peligroso es cuando el delincuente hay rechazo hacía la víctima y la víctima siente atracción. Los supuestos más difíciles de encuadrar son los que hay indiferencia. La celotipia se puede encuadrar de la hipótesis en el que el delincuente siente atracción y la víctima rechazo.

 

Percepción del criminal por su víctima.

 

En este sentido no se puede establecer reglas genéricas para medir semejante percepción, en tanto va a depender del tipo de delito y de la relación existente entre ambos. Hay una investigación de Rodríguez Manzanera en la que medía con carácter general los sentimientos de la víctima hacía el criminal. Los principales sentimientos son: 27% coraje o rabia frente a un 14% de temor. Otras investigaciones cifran el sentimiento de coraje o de rabia en torno al 49% frente a un 16% de temor. No hay parámetros generales, no se puede establecer sentimientos comunes sino que hay que individualizarlo según el tipo de delito y la relación existente entre ambos, en consecuencia lo más útil es acotar estas variables y según estas se podrá determinar en que momento de la relación delictiva se encuentran.

 

Percepción de la víctima por el criminal.

 

Esta percepción va a depender mucho del tipo de delito y de la relación entre victimario y víctima dentro las variables conocimiento desconocimiento.

 

Hay que hacer constar que en determinados delitos el victimario no percibe a la víctima como persona sino, más bien, como un simple objeto. Así, si el agresor conoce a la víctima lo habitual es que actúe sobre ella infravalorándola y cuando es desconocida normalmente el sujeto actúa bajo el estímulo de drogas o alcohol para silenciar así, en cierto sentido, su propia conciencia y una vez que comete el ilícito, el sujeto trata de distanciarse afectivamente de la víctima llegando incluso a considerarla como culpable.

 

Violencia/ agresión y violencia/castigo.

 

Estos dos tipos de violencia fueron estudiados y señalados por Perronne y Nannini según la percepción que tenga el maltratador sobre su víctima.

 

1.Violencia/agresión. Se da cuando el victimario descarga su ira contra la víctima sin

ningún tipo de causa.

 

2. Violencia/castigo. Parte de una desigual relación en la que el victimario pretende con su acción "corregir" a la víctima.

 

La primera parte de una motivación subjetiva ya que el agresor actúa por el mero hecho de ocasionar un mal a la víctima. En el segundo, intenta corregir determinadas faltas que cree ver en la víctima  -es lo que viene a conocerse como violencia educativa-.

 

Las variables de atracción(A), de rechazo (R) o de indiferencia (I) tienen aquí su importancia a la hora de medir la intensidad de la agresión.

 

Similitudes entre el criminal y la víctima.

 

El punto de partida es la formulación de una hipótesis para poder determinar si tanto víctima como victimario reúnen semejanzas en ciertos delitos y, para ello, va a jugar un importante papel la edad de la víctima. Esta hipótesis será afirmativa en los supuestos de víctimas jóvenes - sujetos mayores entre 18 y 30 años-.

 

La regla general de partida es correlacionar víctima joven y delincuente joven en un mismo estrato socioeconómico y de cercanía geográfica. En los E.E.UU, México y Australia se ha verificado empíricamente esta hipótesis y se ha demostrado la correlación que existe sobre la variable edad en relación con el sexo, nivel socioeconómico, estado civil, etc., y las agresiones violentas por parte de jóvenes delincuentes sobre jóvenes víctimas.

 

Rodríguez Manzanera habla de ciertos caracteres comunes entre víctima y criminal asociados a ciertos patrones de conducta y actividades que pueden influir en la generación de actos violentos tanto desde el punto de vista de la delincuencia como de la victimización.

 

En concreto, refiere el siguiente esquema:

 

Características entre agresor/víctima. Edad. sexo, estado civil ,etc.

 

-Propensión a correr riesgos.

 

-Propensión al alcohol, drogas, etc.

 

-Propensión a la violencia.

 

Estos tres elementos son factores que pueden determinar la generación tanto de víctimas como de delincuentes según el tipo de delito de que se trate. Son hipótesis que hay que investigar en profundidad y, aunque en algunos países se ha demostrado su validez empírica, en otros, sin embargo, no se han llegado a completar estos análisis -en España no se han verificado -.

 

Iter Victimae.

 

El iter criminis es lo que define como el itinerario del delito. Consta de dos fases hasta el agotamiento del delito, son:

 

1. La fase interna que se produce en el interior del sujeto, por lo que el derecho penal no va a actuar sobre esa esfera, por cuanto los pensamientos no son punibles.

 

2. La fase externa que es la que sí interesa al derecho penal porque comprende la manifestación externa de la voluntad del sujeto, comprende los actos conducentes a la consumación o al agotamiento del delito.

 

El iter victimae se define como el itinerario victimal, es decir, el camino que sigue la víctima hasta ser víctimizada. Desde una perspectiva criminológica, todo delito lleva consigo un iter criminis y un iter victimae y ambos conforman la realización del delito. Sin embargo, desde la perspectiva de la victimología interesa el iter victimae porque son los pasos que sigue la víctima hasta ser victimizada.

 

Para explicar la relación existente entre victima y delincuente, se recurre a unos esquemas de Rodríguez Manzanera que ayudan a entender la relación entre víctima y criminal:

 

Partimos de 3 hipótesis:

 

A. Tenemos un delincuente, junto a el, una víctima. El delincuente inicia el iter criminis, la víctima inicia, otro camino, el iter victimae. El delito estaría en el punto donde confluyen. El camino de ambos no finaliza en el delito, sino continúa a través de la denuncia, proceso penal.

 

B. Atendiendo al delito, por ejemplo: el homicidio, el iter victimae finaliza con su muerte, mientras que el iter criminis continúa con el proceso penal.

 

C. El supuesto de la pareja penal que se convierte en pareja criminal: en un primer momento existiría un iter criminal, que se transformaría en doble, tras el cambio de rol de la víctima.

 

Sujetos especialmente vulnerables. Los niños

 

Concepto.

 

Según la Convención sobre los Derechos Humanos de las Naciones Unidas podemos definir el maltrato infantil como: "Toda violencia, perjuicio o abuso físico o mental, así como cualquier descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, producido mientras el niño se encuentre bajo la custodia de sus padres o de cualquiera otra persona que lo tenga a su cargo".

 

La definición que nosotros daremos es la siguiente: "Toda aquella acción u omisión consistente en poner en peligro la salud física o mental o la seguridad de un menor de 18 años por parte de sus familiares o personas responsables de su cuidado".

 

De la definición podemos recoger tres características:

 

1ª Se puede llevar a cabo por "acción u omisión".

 

2ª Ha de ejercerse sobre "menores de 18 años".

 

3ª Ha de producirse necesariamente en el "ámbito familiar" -aunque, por la reforma del art.173/2 del Código penal de 1995,se extiende también a centros públicos y privados-.

 

En nuestro trabajo, nosotros nos vamos a centrar exclusivamente en el ámbito familiar: padres, madres, tutores, cuidadores, etc.

 

Clases de maltrato.

 

La tipología del maltrato infantil es muy diversa y nosotros nos limitaremos a destacar seis:

 

1° Maltrato físico. Que definiremos como "aquella acción u omisión llevada a cabo por los padres o personas a cargo del niño que lleve aparejado un daño físico o enfermedad". Las lesiones más comunes son contusiones -presentadas en la cabeza o en la cara y, en menor medida también en la piel o en áreas óseas como en el húmero y en el fémur-; las heridas, a través de cuerpos cortantes, punzantes y contusos. Son muy frecuentes las laceraciones del labio superior con desgarro del frenillo y la alopecia por arrancamiento; las quemaduras, las más frecuentes se producen por derramamiento de líquidos, escaldadura en pies y las ocasionadas con planchas y cigarrillos.

 

Existen también otros supuestos menos frecuentes pero no por ello carentes de gravedad, como las lesiones esqueléticas: fracturas en la cabeza, especialmente en el cráneo y huesos de la nariz, y fracturas en las extremidades,  y las lesiones físicas viscerales: lesiones abdominales, roturas de hígado bazo, intestino, lesiones musculares.

 

2° Maltrato psíquico. Se asemejan al que padecen las mujeres maltratadas con la dificultad de que al producirse con menores se complica mucho el que salgan a la luz.

 

Los más frecuentes son las amenazas que se caracterizan por la producción de temores en el menor, la imposibilidad de que este pueda conciliar el sueño e incluso la exposición al frío; y el abandono emocional, definido por la doctrina como "ausencia total de cariño hacia el menor que poco a poco puede generarle graves trastornos y le puede abocar a comportamientos delictivos donde él sea sujeto activo o pasivo de los mismos.

 

3° Maltrato sexual. Lo lleva a cabo alguno de los padres o responsables y se orienta normalmente a obtener placer sexual. Las lesiones que pueden producirse mediante estos maltratos pueden ser leves o mínimas, como casos de vulvo-vaginitis o ligeras erosiones por tocamientos, y graves, que producen verdaderos desgarros del himen o los anales.

 

Las conductas más habituales van desde el contacto sin penetración, tales como masturbaciones, tocamientos, frotamientos… hasta penetraciones por vía vaginal o anal, contacto bucal/genital o, incluso, la ausencia de todo contacto -supuestos de pornografía, voyeurismo, etc.

 

4° Intoxicación, envenenamiento o drogadicción. Se pretende en estos supuestos una disminución del nivel de conciencia del niño. En otros casos se persigue mantener dormido al menor, sobre todo en situaciones de mendicidad y otras veces, para que se quede quieto. Las sustancias más utilizadas son los fármacos y la ingesta de determinados gases.

 

5° Negligencia o abandono. Podemos observarlo por situaciones de falta de higiene, malnutrición, ropas inadecuadas, etc.

 

6° Síndrome de Munchausen por poderes. Se refiere a aquellos casos de madres que hacen enfermar a sus hijos para ejercer un control total sobre los mismos. Podemos definir este síndrome como: "La descripción de hechos falsos o provocación de síntomas de enfermedad por parte de los padres o personas al cuidado del menor con el único fin de crear un proceso de diagnóstico y atención médica continuado".

 

El síndrome de Munchausen por poderes se manifiesta en cuatro fases:

 

- Primera fase: aparición de signos o síntomas producidos o alegados por algún miembro de la familia del menor.

 

- Segunda fase: sometimiento del menor a las pruebas tendentes a obtener un diagnóstico.

 

- Tercera fase: supuesto desconocimiento por parte del perpetrador de la causa de la supuesta enfermedad del menor.

 

- Cuarta fase: desaparición de los síntomas en el momento en que el niño es separado del sujeto que lo ha perpetrado.

 

Los supuestos más típicos de este tipo de maltrato pueden ir desde síntomas inventados a falsificación de muestras biológicas o administración de fármacos al menor -en los casos de hiperglucemia acude al médico y éste le manda algún tipo de análisis que, generalmente, es manipulado añadiéndole alguna sustancia para tergiversar sus resultados y el propio diagnóstico de la enfermedad-.

 

Existe una investigación realizada por Meadow en la que se confirma que la madre es la causante de este tipo de maltrato en un 95% de los casos. En general, suelen ser madres sobreprotectoras y muy temerosas de lo que pueda ocurrirle a sus hijos pequeños.

 

Mediante un gráfico estadístico sobre un estudio del maltrato infantil realizado por el Instituto Madrileño del Menor y la Familia, se pudo comprobar que de cuatro tipos de maltrato a analizar el más utilizado fue el físico, 262 casos, seguido del abandono o negligencia, 250, a continuación el maltrato sexual, 192, y, por último, el emocional, con 169. El porcentaje de maltratos por sexo es muy similar si exceptuamos el de índole sexual que es más elevado en las niñas.

 

Factores de riesgo.

 

Se pueden definir como aquellos factores que incrementan la probabilidad del maltrato sobre el menor. En este sentido, vamos a clasificar las siguientes categorías atendiendo a:

 

a) La edad. Se ha comprobado empíricamente que conforme va creciendo el menor la probabilidad del maltrato va decreciendo; de una encuesta del Instituto Madrileño del Menor y la Familia se comprobó como sobre una muestra poblacional de 597 menores los más maltratados estaban en los limites cronológicos que van de 0 a 3 años; les seguían los de edades comprendidas entre los 4 a 7 años, a continuación de 8 a 11 años, después de 12 a 15 y, por último, los de 16 a 18 años.

 

Una vez analizada la edad del menor pasamos a estudiar otras variables de riesgo:

 

1° Asociados a los padres. Como la historia de malos tratos, falta de afecto, desestructuración familiar, la infancia de los padres. También hay que hacer un estudio sobre otras variables de riesgo de los padres, como deficiencia mental e inestabilidad emocional, falta de autocontrol y baja tolerancia a la frustración, desconocimiento del rol parental y aislamiento social, alcoholismo, drogas, prostitución y delincuencia.

 

2° Asociados a los niños. Discapacidades, minusvalías físicas y defectos congénitos, problemas de salud crónicos, hiperactividad y oposicionismo, prematuridad y bajo peso al nacer.

 

3° Asociados al nivel socio-económico y cultural. Situaciones de paro e inestabilidad laboral, pobreza, falta de vivienda o vivienda insuficiente, exceso de vida social, exceso de trabajo y falta de una adecuada red de apoyo social.

 

4° Asociados a la estructura familiar. Número de hijos, desestructuración familiar, paternidad adolescente, familia numerosa, padres separados o divorciados, exceso de disciplina, falta de normas educativas, etc.

 

b) El perfil del menor maltratado. Se trataría de un niño varón no deseado, menor de 3 años que padece algún tipo de retraso mental o anomalía física y que, generalmente, convive con sus padres quienes no están preparados para la paternidad o suelen ser un padre o una madre no biológicos).

 

Importancia de la actuación médica en la detección del maltrato: interposición de la denuncia.

 

Es un tema muy complejo y de difícil solución, entre otras causas porque el menor no puede acudir por sí mismo a un centro hospitalario y, cuando lo hace irá siempre acompañado de un adulto que normalmente será su maltratador. De aquí que el papel del médico sea esencial, ya que es la única instancia capaz de detectar la situación de maltrato una vez que examina o explora al menor. Normalmente, estas situaciones son detectadas por una serie de indicios o evidencias como:

 

1° La actitud del niño. Al observar si se muestra receloso o temeroso, si manifiesta miedo por las personas mayores, si se alegra al ver al personal sanitario porque lo asocia con aquellas personas que lo van a curar y ayudar, etc.

 

 

2° Si se da algún tipo de lesión característica de los maltratos; quemaduras, hematomas, desgarros musculares, alopecia por arrancamiento, etc.

 

3° Si aparecen evidencias de violencia múltiple; esto es, si el niño presenta varías lesiones.

 

4° Si existe discordancia: entre las declaraciones dadas por los padres o cuidadores y la lesión encontrada.

 

5° Si se aprecia falta de cuidados médicos habituales como vacunas, revisiones médicas periódicas, reincidencia en los accidentes provocados. En todo caso, la mejor medida a adoptar es la separación del menor para obtener la mayor información posible.

 

Según un estudio del Instituto Madrileño mencionado anteriormente sobre niños atendidos hospitalariamente durante los años 1999,  350,  a 2000,  320, del total de 670 menores atendidos se tenía sospecha de maltrato en un 69% de los casos y era evidente en un 31%.

 

Repercusiones del maltrato en el niño

 

En principio, no se pueden determinar específicamente las repercusiones que pueden tener en los menores estas situaciones de maltrato pero si pomos hacer una aproximación muy genérica. Por ello, distinguiremos entre acciones inmediatas al maltrato y secuelas propiamente dichas. Las primeras son instantáneas al acto violento y las segundas un poco más alejadas en el tiempo. La secuencia de las secuelas se darán según variables de proporcionalidad de la violencia y de la relación que exista entre la víctima y su agresor. Podemos clasificar tres grupos de secuelas:

 

1° Emocionales. Producen trastornos depresivos, autoestima baja, miedos y angustias, trastornos de conducta e, incluso, pesadillas y terrores nocturnos. Hay autores como A. Galitó, que dice incluso pueden llegar al suicidio, aunque esto no está muy claro por la corta edad de la víctima.

 

2° De naturaleza cognitiva. Afectan al rendimiento académico, producen retrasos en habilidades lingüisticas, trastornos escolares, etc.

 

3° De naturaleza social.  Se demuestra principalmente con dosis inusuales de agresividad.

 

Sujetos especialmente vulnerables. Los ancianos.

 

Concepto.

 

En principio se han dado muchas conceptuaciones sobre qué es un anciano. Para las Naciones Unidas anciano es: "toda persona mayor de 60 años''. Para la Unión Europea anciano es: "toda persona mayor de 65 años". Existe incluso alguna referencia a lo que se viene en llamar la "cuarta edad", es decir, engloban a aquellas personas mayores de 80 años. Seguiremos la definición de maltrato a ancianos que hace la American Medical Association: "Aquella acción u omisión realizada dentro del ámbito familiar que lleva como resultado un daño o amenaza de daño para la salud o bienestar de una persona mayor"

 

Tipologías.

 

Antes de hacer una clasificación de las diversas tipologías hay que partir según sean entendidas en forma positiva o negativa. La más importante es la opción positiva.

 

1ª Opción positiva: dentro de este punto de vista destacamos la siguiente tipología:

 

 Maltrato físico. Toda acción u omisión llevada a cabo por un miembro de la familia cuyo resultado produce un daño físico en el anciano; contusiones, alopecia traumática, quemaduras, pérdida o fractura de piezas dentales, lesiones esqueléticas, etc.

 

Maltrato psíquico. Amenazas o actitudes que provoquen en el anciano determinados temores, del orden de que le van a dejar solo o que no le van a ayudar nada, o incluso de que tendrá que valerse por sí mismo.

 

 Abuso económico. Referido a acciones encaminadas a regir o apoderarse de los bienes del anciano para lograr su administración.

 

Abuso sexual. Acciones dirigidas a mantener o provocar situaciones de abuso sexual con el anciano, incluyéndose los supuestos de pornografía.

 

Abandono o negligencia. Relacionado con el maltrato físico o psíquico; podemos citar no satisfacer las necesidades básicas del anciano, malnutrición,  falta de higiene, llevar ropas inadecuadas, etc.

 

Intoxicación. Referido anteriormente respecto al maltrato infantil, con la agravante de que al ser personas de edad avanzada pueden causar lesiones irreversibles en su salud.

 

Restricciones en sus derechos básicos. Pueden afectar a su capacidad de movimiento, a su control económico, etc.

 

2ª Opción negativa

 

Se refiere a determinar cuales son los principios fundamentales que deben regir la vida de las personas mayores. Cuando estos principios no se respeten, entendemos que se ha llegado a una situación de maltrato.

 

 

 

Principios básicos.

 

Independencia; Tener libre acceso a la vivienda, alimentación, a ropas adecuadas, etc.

 

Participación. Plena integración social.

 

Cuidados. Pleno acceso a la atención clínica y sanitaria.

 

Autorrealización. Acceso a los recursos educativos, espirituales, culturales, recreativos, etc.

 

Vivir sin tratos degradantes o vejatorios y con una cierta seguridad.

 

Perfiles víctima/ Victimario.

 

Perfil de la Víctima

 

En general se trata de una persona mayor de 65 años, viudo/a, que convive con algún descendiente y padece de algún tipo de enfermedad o trastorno por lo que necesita de la atención de su cuidador. Suele presentar algún tipo de problema funcional como, incontinencia, agitación nocturna, etc., agravándose esta situación si sufre aislamiento social y carece de amistades o de conocidos.

 

Perfil del agresor.

 

El victimario guarda parentesco con la víctima y, normalmente, suele ser un hijo aunque no hay que descartar a los nietos. Es un sujeto que no es capaz de prestarle las atenciones precisas y no tolera bien cualquier pretensión o reivindicación del anciano, es decir, no es capaz de asumir sus obligaciones para con el familiar.

 

Otro rasgo es que suele guardar una dependencia, normalmente económica o de vivienda, con el anciano. Es agresivo y pierde fácilmente el control por no saber afrontar pacíficamente los problemas. Es muy posible que tenga problemas laborales o se haya separado de su pareja.

 

Factores de riesgo. Actuación médica en el maltrato de ancianos.

 

Factores de riesgo

 

 

Podemos describir dos tipos de factores:

 

-Individuales. Dirigidos tanto a la víctima como a su cuidador,   produciendo un deterioro funcional del anciano, una alteración de sus funciones cognitivas, aislamiento social - estudio de las características del cuidador, si es agresivo, nervioso….-, convivencia en el propio domicilio por acuerdo propio,

 

-Familiares. Lo que se pueda derivar de la propia relación.

 

Actuación médica.

 

La intervención médica es muy similar a la del menor maltratado, puesto que no acuden solos y van acompañados casi siempre de una persona que suele ser el propio agresor.

 

Indicios.

 

-El intervalo de tiempo desde que se produjo la agresión hasta que acude al facultativo.

 

- Si los hechos relatados difieren y se crean contradicciones.

 

-Si existen incongruencias entre la naturaleza de la explicación y la lesión ocasionada.

 

-Si se aprecia falta de higiene, malnutrición u otras manifestaciones similares.

 

-Cualquier otro tipo de indicio directo como alopecia, quemaduras hematomas que pueda apreciar el médico.

 

  

Estudios de género.


Introducción.

 

Hay varias razones por las que se presenta como imprescindible la perspectiva de género para entender la violencia. La fundamental es que posibilita superar una vieja dicotomía: la atribución excluyente de las causas de la violencia, o bien a los instintos del hombre, o bien a la sociedad y sus injusticias. La vieja polémica entre biologicistas y ambientalistas reducida a su expresión más vulgar: el hombre es bueno y la sociedad lo malea, o bien, la sociedad es buena y el hombre es malo por naturaleza.

 

Los estudios de género están contribuyendo a identificar una cierta violencia que se manifiesta en lo cotidiano de las relaciones, y que, por lo tanto, permanece o ha permanecido invisible. La precipitación  de esta disciplina surge de la confluencia de corrientes tan importantes  como el pensamiento feminista, el psicoanálisis y el pensamiento posmoderno.

 

Otro elemento importante a destacar es que la categoría de género, no se propone como explicación única, ni última, del fenómeno de la violencia. No pretende ser el único determinante, aunque a veces pueda ser el más influyente de los condicionamientos, como podemos ver en la que se ha dado en llamar violencia doméstica o familiar.

 

Para Mabel Burin, una estudiosa del género, apunta que : “Los estudios de género aspiran a ofrecer nuevas construcciones de sentido para que hombres y mujeres perciban su masculinidad y su feminidad, y reconstruyan los vínculos entre ambos en términos que no sean los tradicionales opresivos y discriminatorios”.

 

Los estudios de género abordan un campo de la realidad complejo, sobre el que influyen muchos factores; campo que sufre una fuerte mixtificación al dedicarse a  investigar un asunto tan complejo, y de tanta trascendencia social, como son las relaciones de pareja y las relaciones filiales. En ambos casos parecería que el amor es el elemento clave para definir las relaciones, dentro de la moral occidental en que vivimos, con sus componentes tanto religiosos como laicos.

 

Jessica Benjamin sostiene la tesis:  los vínculos originales entre los seres humanos, son vínculos amorosos, sin embargo, han sido usurpados fundamentalmente por el ansia de poder, sea en términos de dominación o de sometimiento. Dicha autora  aboga por la necesidad de recuperar esos vínculos originales, ahora secuestrados en beneficio de prácticas ligadas al poder.

 

J, Benjamin emprende, junto con otras autoras, un análisis de las relaciones de dominación, lo cual produce  un choque para la conciencia. Este análisis de las relaciones genera resistencias en muchos sectores, porque no trata de establecer una psicopatología del maltratador, no se busca una historia infantil de violencia, abandono y malos tratos a la cual atribuir la responsabilidad de esta lacra social. Se trata de pensar la violencia, la dominación, el abuso, y la negación de la dignidad del otro –la mujer por lo general –, como parte insoslayable de las relaciones sociales, pero no como un efecto indeseado o imponderable, sino como un eje articulador de las mismas.

 

Las resistencias a entender la violencia como elemento clave de las relaciones humanas, confluyen principalmente en dos discursos: El primero trata de psiquiatrizar el problema, no tanto para tratarlo, de hecho la psiquiatría ortodoxa no ofrece ninguna alternativa de tratamiento, a partir del abandono en el siglo XIX del denominado Tratamiento Moral de la Locura. Más bien responde a un intento de excluir el problema a los márgenes de la sociedad, con su consiguiente efecto tranquilizador, dejando claro que eso les ocurre a otros. Aquellos que emplean la violencia, los malos tratos, las vejaciones, los abusos, la dominación en sus relaciones, son otros, están afectados por una enfermedad mental. Los beneficios que se obtienen con esa operación son diversos; de un lado se tranquiliza la conciencia, del otro se aleja el problema; serán necesarios diagnósticos específicos, unidades de tratamiento, instituciones que se ocupen de esos alienados. El auge actual de los estudios y los expertos en psicopatías llama poderosamente la atención. La medicina legal y forense, la criminología adquieren un protagonismo social impensado hace pocos años. Proliferan los estudios sobre la personalidad y el perfil del psicópata, y eso parece que nos tranquiliza, que reduce la “alarma social”.

 

La indignación y la descalificación moral de los sujetos violentos, de los maltratadores, de los violadores, el rechazo social, y el castigo a través de los mecanismos de la justicia. Indignación y descalificación que plantean una contradicción con la anterior consideración del sujeto como un enfermo. Sin embargo, esa contradicción no parece ser un problema, más bien parece una contradicción interesada. Similares ambigüedades se producen en torno al estudio de las drogodependencias. En cualquier caso, el rechazo moral, la legítima defensa de la sociedad frente a las transgresiones, no debería impedir el estudio, el análisis de la violencia de género, esa violencia invisible pero constante y diseminada en las relaciones sociales. Parece obvio que necesitamos de esa investigación para poder encarar con mejores esperanzas que hasta hoy, cualquier propuesta de prevención de la violencia.

 

Plantear el problema en todas sus dimensiones implica decir que la violencia de género infiltra los intercambios humanos, está instalada en el corazón de la vida social. Desde la perspectiva de género, la dominación, la descalificación del otro, su control, su sometimiento, es una necesidad implícita para mantener un statu quo, un sistema de relaciones, un orden social. La violencia no pone en peligro nuestro sistema social, porque forma parte del mismo. Este orden social aludido  se ha dado en llamar cultura patriarcal o falocentrismo.

 

El análisis de la cultura patriarcal o del falocentrismo realizado por pensadoras feministas, psicoanalistas o estudiosos de género, le debe mucho al pensamiento de Jacques Derrida. Este filósofo francés proporciona elementos fundamentales para el análisis, al mostrar como el pensamiento occidental funciona de modo binario,  de modo polarizado, de manera que cuando aborda cualquier realidad social, lo hace privilegiando un elemento del sistema, en detrimento del otro, que suele ser descalificado o minusvalorado. Nuestra cultura es falocéntrica porque privilegia los elementos masculinos sobre los femeninos. la tesis derridiana,  es que lo privilegiado es la masculinidad, por lo tanto el hombre también lo es, pero no de un modo absoluto, sino solamente en tanto que represente y defienda los valores masculinos. Del mismo modo, algunas mujeres pueden verse beneficiarse a título personal, siempre y cuando asuman los valores masculinos del orden social. El acceso de la mujer a determinadas parcelas institucionales y sociales no supone una subversión del sistema, como mucho tiempo se pensó, porque su incorporación pasa necesariamente por la asunción de valores, costumbres y estilos propios a la masculinidad, pasa por la renuncia a determinados elementos de la feminidad. No nos referimos aquí a la belleza, o al atractivo sexual, muy por el contrario, hablamos de aquellos rasgos diferenciados característicos y tradicionales de la feminidad, como puede ser la capacidad de cuidar, la tolerancia, la comprensión del otro, la falta de agresividad... rasgos incompatibles con el desempeño de ciertas responsabilidades sociales en el campo de la política, de la dirección de empresas, de la judicatura, etc.

 

La violencia de género tiene una dimensión pública,  visible, pero tiene también otra, de la cual la anterior es sólo

. Esta segunda dimensión es menos visible pero más insidiosa, opera como pivote sobre el cual se articulan las relaciones humanas. Podríamos llamarla  violencia latente, es una violencia que no produce rechazo porque no se percibe, y generalmente se esconde, se pretexta, como necesidad de establecer diferencias sexuales claras- La introducción de esas diferencias conlleva un ejercicio decisivo para la identidad de género, que consiste en subrayar la preponderancia de la masculinidad, de determinados valores masculinos, sobre la feminidad, y esto se transmite de modo insidioso y sibilino para ambos sexos.

 

Hermenéutica.

 

Si partimos de lo histórico en cuanto al género, al lugar fijo, imperativo, con el que se han tratado lo masculino y lo femenino, y que ha sido invariante, entonces nos conviene hacernos valer con la hermenéutica, como algo no cerrado, abierto, opuesto a la cosificación y al dogmatismo.

 

La hermenéutica tiene la notable ventaja de dar cabida a la intersubjetividad, dando vida incluso al texto escrito, favoreciendo distintas interpretaciones, confrontando la obra con los diversos puntos de vista que se integran en el acto mismo de interpretar, de conocer, de crear, de leer, de pensar. Conlleva  la apertura del yo y de su producción hacia el otro, pero no el otro generalizado sino el otro concreto. Sin embargo, para que se produzca ese fenómeno de apertura e interpretación, deben darse ciertas condiciones de base. No se puede ejercer la interpretación si no se conoce el lenguaje del texto y si no se está familiarizado con el significado de los símbolos o de los iconos; en definitiva, si no se pertenece a una determinada cultura o no se comparten determinadas claves de socialización.

 

La hermenéutica está reñida con la pasividad, la objetualización, la cosificación, el dogmatismo, el no tener derecho a la palabra, el encerrarse en el silencio, el estrabismo de la mirada cercenada, la ocultación y las falsas promesas de verdades imperecederas.

 

La hermenéutica nos da la posibilidad de ser sujeto en relación con el otro y lo otro -aunque sea a través de un objeto producido, ya sea un texto, discurso, obra de arte, etc.-, favoreciendo la libertad de decisión y elección. Además desafía a la Ilustración, en tanto que permite la huida de la tutela impuesta por la razón, el conocimiento y la ciencia, dando cabida a las experiencias personales, subjetivas e intersubjetivas de cada hablante, de cada autor, de cada intérprete, promoviendo un acto de apertura en el que se hacen visibles los diversos elementos de comunicación que estructuran a los hablantes y los procesos narrativos lingüísticos.

 

En lo que respecta a los diversos elementos de la comunicación, debemos reconocer que algunos por efecto de la tradición, la costumbre o por la concepción transmitida por los sistemas de pensamiento de la modernidad, han sido particularmente ocultados u oscurecidos hasta haberse vuelto invisibles. Entre estos cabría mencionar la perspectiva de género dentro de las relaciones sociales y la vida interna del sujeto. Y es aquí donde resulta conveniente hablar de psicoanálisis y feminismo.

 

El primero, la teoría psicoanalítica, desveló los entresijos de la vida interna, haciendo tambalear el sólido edificio de la modernidad construido sobre la diosa razón, a espaldas del inconsciente, del mundo de los afectos, de los sentimientos de culpa, de angustia, etc. La identidad del yo, conformada con sesgos diferentes según el sexo, fue pensada por Freud desde nuevos parámetros que hacían articular un mundo distinto de símbolos, que adquirían un significado relevante en la vida de las personas.

 

El psicoanálisis es un pensamiento de la sospecha, del desvelamiento, que da pie a una rica hermenéutica que permite explicar la posición de los distintos yoes -ahora autores, ahora intérpretes- que actúan intersubjetivamente. Sus sospechas y desvelamientos estuvieron orientadas sobre todo a la represión sexual ejercida sobre el individuo y obvió cualquier tipo de suspicacia sobre significativos modos de relación social, entre ellos la perspectiva de género, creando un mundo de valores sesgado desde la perspectiva patriarcal, en la cual la figura simbólica del falo configuraba la personalidad adulta. Quizás algo tuvo que ver con el hecho de que Freud eligiera esa representación fálica como elemento básico de la constitución femenina o masculina, el hecho de que el propio Freud fuera varón. De hecho, psicoanalistas femeninas posteriores, cuando ejecutaron la activa labor de intérpretes, la hermenéutica, evidenciaron el sesgo sexista del análisis del maestro y transvaloraron o invirtieron la simbología freudiana, entronizando a la mujer, simbólicamente representada en el acto de la maternidad.

 

Es innegable que este modelo de pensamiento ha sido el responsable de poner en evidencia el peso que tiene la vida interna del sujeto para la construcción social de la realidad.

 

El segundo modelo, el feminismo, es sin lugar a dudas el marco teórico que ha potenciado los análisis de género poniendo de relieve como el sistema sexo-género subyace a cualquier tipo de relación social. Al desvelar la carga socio-histórica y cultural que implica la división de las personas en las categorías genéricas femenina y masculina, la teoría feminista abre sus puertas hacia una nueva hermenéutica de la sospecha, adiestrando a los intérpretes en las trampas de un lenguaje sexista, no neutral, que infravalora cultural y socialmente aquello que considera como natural del sexo femenino.

 

Podemos convenir al psicoanálisis y al feminismo como una alianza de dos modelos hermenéuticos que se complementan y enriquecen al desvelar el peso específico que tienen -como elementos que estructuran los actos de habla y los procesos narrativos- la vida interna del sujeto y la perspectiva de género.

 

El psicoanálisis como técnica hermenéutica no fue un descubrimiento casual ni repentino por parte de Freud sino que tuvo una larga génesis y desarrollo. Freud comenzó su práctica clínica siguiendo un procedimiento totalmente directivo, como era la hipnosis ensayada por Charcot para tratar a los pacientes con síntomas histéricos. Después de aplicar durante algún tiempo ese procedimiento descubrió que era limitado porque muchas personas no eran susceptibles de ser hipnotizadas, por lo que ensayó nuevas técnicas hasta comenzar la “talking cure” cuyo perfeccionamiento dará lugar a la técnica de la asociación libre, por medio de la que descubrirá el inconsciente y comenzará su hermenéutica de la sospecha.

 

En 1900, con la publicación de la Interpretación de los Sueños Freud aparece ya como un experto explorador del inconsciente, como un diestro hermeneuta capaz de descifrar enigmáticos mensajes de ocultas regiones del psiquismo humano.

 

El propio Freud abordará rectificaciones de la propia teoría y práctica hasta el final de su vida, y serán algunos discípulos y continuadores de Freud los que reanudarán una profunda transformación de la técnica psicoanalítica que la alejará de la ortodoxia freudiana, como sucedió con Jung, Adler, Rank y Ferenczi. Otra línea heterodoxa será la representada por E. Fromm y H. Hartmann, quienes convirtieron al psicoanálisis en una especie de psicología adaptativa. Por su parte, J. Lacan ha dado un giro a la teoría freudiana al aplicar al psicoanálisis conceptos lingüísticos como la noción de significante y estructura.

 

Melanie Klein abrió un campo importante en sus trabajos psicoanalíticos con niños, desarrollando el camino para la indagación del importante papel que juega la madre en la vida del bebé y en el desarrollo de su personalidad adulta.

 

La teoría de las relaciones objetales del yo fue continuada por la obras de Faribairn y Winnicott. Este último avanzó el concepto de “relacionidad básica del yo”, en el que establece que la primera relación de objeto del niño, la relación con su madre, es básica y fundamental para la organización de su propia identidad.

 

Las investigaciones de la teoría de las relaciones de objeto, al subrayar la importancia primordial que tiene la madre en la constitución de la subjetividad masculina o femenina, favorecieron la aproximación del psicoanálisis a la teoría de sistemas de sexo-género, llevada a cabo en nuestros días por varias psicoanalistas como Nancy Chodorow, Jane Flax o Juliet Mitchell.

 

Freud introduce el papel de la hermenéutica en la teoría de los sueños.Se plantea el problema de que los sueños han de ser interpretados, entendidos, descifrados, comprendidos, ya que en ellos el verdadero sentido del sueño se presenta de una forma velada y encubierta. Del contenido manifiesto al contenido latente. En el sueño ocurren una serie de operaciones psicológicas, mediante las que el contenido latente, originario, se transforma en el contenido manifiesto. Freud llama a esta operación el trabajo del sueño. La interpretación puede considerarse la inversión del trabajo original del sueño: desde el contenido manifiesto recuperar el contenido latente. En el sueño esto es posible porque el compromiso establecido entre el deseo inconsciente que pugna por salir y la censura se debilita, permitiendo que el deseo se manifieste, pero no como el deseo quisiera, sino de una forma mitigada, censurada, deformada e irreconocible. Por lo tanto, el sueño se expresa por medio de un lenguaje particular, en el que no rigen las reglas sintácticas sino procesos de condensación, de desplazamiento, de eliminación, de simbolización, de censura psicológica.

 

Frente a ese lenguaje peculiar, desconocido para el propio autor del sueño, la labor que le cabe al analista es la de intérprete, la de “traducir al lenguaje vulgar el idioma de los sueños”, la de desentrañar el texto del contenido latente, revelando que las ideas en él expresadas no son incoherentes ni absurdas, sino elementos plenamente significativos y llenos de sentido.

 

Esta labor de interpretación también la lleva a cabo Freud con los actos fallidos, con los lapsus verbales, con los olvidos como pone de manifiesto  en Psicopatología de la vida cotidiana. Por supuesto también realiza esta labor hermenéutica con los procesos patológicos, con los síntomas neuróticos.

 

Otro “texto” que utiliza el analista para interpretar y desvelar los signos ocultos del analizado es la relación de transferencia. La transferencia consiste, en palabras de Freud,  “en reediciones o productos facsímiles de los impulsos y fantasías que han de ser despertados y hechos conscientes durante el desarrollo del análisis y que entrañan como singularidad característica de su especie la sustitución de una persona anterior por la persona del médico” .

 

Freud en su práctica médica constató que sus pacientes raramente recordaban la experiencia traumática reprimida en el pasado, pero sin embargo intentaban repetir esa experiencia, reproduciendo con él el mismo comportamiento que habían tenido con las personas en las circunstancias causantes del conflicto. Freud incluso llegará a afirmar que el paciente no sólo tiende a repetir la situación reprimida con el analista sino también con otras personas de la vida actual, ya que la transferencia no es más que un hecho particular de un fenómeno mucho más amplio que él denominó compulsión a la repetición.

 

En resumen, se puede considerar que para Freud la labor del analista consiste en recomponer uno de los diversos juegos del lenguaje ordinario. En los juegos del lenguaje ordinario, según Wittgenstein, las reglas de la gramática rigen la relación de los símbolos lingüísticos entre si y la correspondencia o relación con el que habla, con el gesto y con la expresión corporal, complementándose entre si estas diversas funciones. Pero en los casos patológicos hay una desconexión entre unas y otra, siendo necesario que el analista las coordine de nuevo.

 

Paul Ricoeur se plantea en Hermenéutica y Psicoanálisis el problema de si el psicoanálisis es una técnica y si por lo tanto se puede reducir a las ciencias de la naturaleza, o si por el contrario tiene poco que ver con ese tipo de saberes. Ante esta problemática responde que efectivamente el psicoanálisis, en cierto sentido, es una técnica en cuanto que es una técnica de tratamiento y en cuanto que es un oficio que se aprende y se enseña, que requiere una didáctica y una deontología. Pero el psicoanálisis no se inscribe en el mundo de las técnicas en tanto técnicas de dominación de la naturaleza, pues no satisface los criterios de las ciencias de observación, ya que hablando propiamente en el psicoanálisis no hay ni “hechos”, ni “leyes” ni “teoría” en el sentido científico del término, sino que lo único que existe es la “interpretación” de una historia. En este sentido no es una ciencia de la naturaleza, ni es una rama de la técnica entendida como dominación de la naturaleza o una técnica de adaptación, al estilo del conductismo. Más bien se podría afirmar que es una no-técnica, ya que una técnica de interpretación tiene mayor semejanza con la cuestión de Schleiermacher, de Dilthey, de Jaspers, de Max Weber que con el behaviorismo.

 

El psicoanálisis para Ricoeur es una técnica, pero una técnica de la verdad, una técnica de interpretación, de desenmascaramiento de las máscaras. Esa labor de desvelamiento llevada a cabo por Freud es calificada por Ricoeur como una hermenéutica de la sospecha en la que también estarían incluidos Nietzsche y Marx. Los tres como hermeneutas de la sospecha desconfían de las ilusiones de la conciencia, proceden a su desmistificación y a descifrar su verdadero sentido. Pero tal hermenéutica es calificada por Ricoeur como parcial y de carácter reductivo por lo que debe completarse con otra hermenéutica no de reducción sino de promoción de sentido, como es la hermenéutica de la escucha. Esta hermenéutica de la escucha de Paul Ricoeur se opone a la lectura restrictiva del símbolo que hace el psicoanálisis, a que sólo tenga una interpretación de carácter sexual, a que el símbolo sólo patentice lo arcaico y restrictivo y no lo prospectivo, a que sólo sea una representación de lo reprimido y no una manifestación de generación y promoción de sentido.

 

Por su parte, Jürgen Habermas considera al psicoanálisis como un ejemplo paradigmático de las ciencias críticas, de las ciencias que se mueven por un interés de emancipación. ”El psicoanálisis -dice Habermas- es importante para nosotros como el único ejemplo tangible de una ciencia que recurre metódicamente a la reflexión”.

 

Habermas se propone una reconstrucción del psicoanálisis como una teoría de la comunicación sistemáticamente distorsionada. El análisis de la distorsión es una labor hermenéutica realizada por el analista, consistente en hacer inteligible el lenguaje ininteligible, privado del que hace uso el paciente en los síntomas neuróticos, en los sueños etc. La labor del psicoanálisis es una forma especial de interpretación, la hermenéutica de lo profundo, que debe aprehender no sólo el sentido de un texto eventualmente deformado, sino también el sentido de la deformación del texto.

 

La terapia psicoanalítica para Habermas, además, tiene un interés especial ya que se propone reconstruir la historia del paciente a la vez que le invita a la reflexión sobre si mismo para recuperar un fragmento de su historia pasada, resultando que la autorreflexión tiene efectos terapéuticos al estar presidida por el interés de emancipación.

 

Durante mucho tiempo se ha pensado que psicoanálisis y feminismo eran un matrimonio mal avenido e irreconciliable, ya que existe – para no ser necios – una cierta tendencia androcéntrica en el pensamiento psicoanalítico, alcanzando a estimar que la auténtica feminidad pasaba por la condición de madres y esposas, juzgándose por parte de la teoría feminista como una mera justificación del status quo burgués y patriarcal.

 

Sabiendo que el olvido de la perspectiva de género ha sido una constante en la obra de Freud, diversos autores y autoras psicoanalistas posteriores aplicando la propia dialéctica de la sospecha freudiana, han intentado reorientar el enfoque psicoanalítico dando cabida entre otras cuestiones al tema de género.

 

Curiosamente y pese a la falta de consenso general a la hora de pensar cuál es el objeto de estudio, cuál la metodología apropiada y cuáles los resultados deseables de lo que se ha dado en llamar la teoría feminista, hay una meta que han hecho suya todas las teóricas feministas: la meta fundamental es analizar el género.

 

Al hacerse visible el concepto de género como una categoría que ni es ni puede ser naturalmente neutra, surge un nuevo modelo hermenéutico que pone en cuestión la transparencia y la autenticidad de las promesas ilustradas que permitían pensar en términos de felicidad, progreso y libertad.

 

La perspectiva de género permite, “insistir en la insuficiencia de los cuerpos teóricos existentes para explicar la persistente desigualdad entre hombres y mujeres”- Scott - pone de manifiesto la existencia de un espacio de silencio, en el que se oculta una voz diferente y en el que se obliga al estrabismo de una mirada forzada a ver a través de unos cristales que desfiguran  la  realidad.

 

El silencio femenino será roto a través de la hermenéutica feminista que sitúa a las mujeres en el papel de hablantes, que les da derecho a crear sus propias narrativas, que desvela su ocultación tradicional. No obstante, existen demasiados elementos que enturbian y dificultan el nuevo modelo de comunicación. Como hemos señalado al principio de este trabajo la posibilidad de cualquier diálogo y la hermenéutica no es sino un modo de diálogo, exige de ciertos requisitos que permitan compartir un mundo de significados comunes entre los distintos interlocutores. La teoría crítica feminista ha cuestionado la neutralidad significativa y valorativa del discurso patriarcal, pero curiosamente sus intentos han permitido dentro de los sistemas científicos sociales tradicionales, empleando formulaciones tradicionales que proporcionan explicaciones causales universales.

 

Para plantear las posibilidades de una alianza entre el feminismo y el psicoanálisis, que permitan pensar en términos de una transformación epistemológica, resulta imprescindible investigar en torno al tema de la formación de la identidad masculina y femenina. Si la epistemología clásica se construye y fundamentado obviando la perspectiva de género hasta dar carácter natural a todas las diferencias sexuales que construyen socialmente la realidad, es imprescindible poner de relieve cómo se conforma una y otra identidad para averiguar si entran en juego elementos valorativos de carácter social. Y es desde aquí que vamos a fundamentar a lo largo del curso dichas identidades para poder llegar a entender el fenómeno de la violencia en el corazón del género.

 

La aproximación de la teoría feminista a la teoría freudiana se produce al converger ambas teorías en un objetivo común, como es explicar la constitución de la identidad masculina o femenina.

 

Freud elaboró una teoría del desarrollo psicosexual en torno al niño varón, afirmando que la identidad masculina quedaba conformada al superar el complejo de Edipo, configurarse el Super-yo y realizar la identificación parental pertinente. Pensó que la configuración de la identidad femenina y el complejo de Edipo en la niña eran simétricos al del niño, si bien la niña partía de la consideración de estar castrada, por lo que toda su estructura psicológica se elaboraría tratando de compensar esa mutilación. La conciencia de esa mutilación retrasa su entrada en el complejo de Edipo, impide una resolución clara del mismo y una conformación sólida del Super-yo, razones por las que la mujer no alcanzará nunca el nivel ético y la ecuanimidad propia del varón ni su capacidad de sublimación.

 

Posteriormente a Freud, varias psicoanalistas aplicaron la hermenéutica de la sospecha a las propias concepciones freudianas, analizaron la distorsión de género introducida por el maestro y pretenderán explicar, desde la teoría psicoanalítica, aspectos fundamentales de la psicología de las mujeres. Parten del hecho de que muchas de las afirmaciones freudianas sobre la identidad femenina carecen de una fundamentación en la clínica, que se basan en presupuestos culturales de tipo patriarcal que no se someten a crítica.

 

La contestación más temprana a las tesis freudianas acerca de la identidad femenina se produce desde la teoría de las relaciones de objeto. Para estas teóricas la primera relación de objeto que establece el bebé con la madre es fundamental para la configuración de la personalidad adulta, pasando a desempeñar un papel primordial la función maternal frente a las tesis freudianas de envidia del pene, complejo de castración etc.

 

Nancy Chodorow apunta que la función maternal es ejercida universalmente por mujeres, las entidades femeninas y masculinas están generizadas, pues las madres experimentan a sus hijas como una continuación de si mismas, no estableciendo unas rígidas fronteras yoicas entre ellas y sus hijas , por lo que éstas constituyen su propia identidad introyectando las funciones expresivas, intersubjetivas y de cuidado que sus madres ejercen. Sin embargo, las madres experimentan a sus hijos varones como opuestos, por lo que tienden a romper sus lazos empáticos con ellos, urgiendo su entrada en la situación edípica y precipitando la identificación con la figura del padre y con la función instrumental que el desempeña en la esfera pública.

 

Esta autora propone para finalizar esta generización  que la función maternal sea desempeñada igualmente por hombres y por mujeres, con el fin de evitar un desarrollo psicológico que condicione de un forma casi imperativa nuestra vivencia y percepción de lo masculino y lo femenino.

 

Este nuevo enfoque de Chodorow y de las teóricas de las relaciones de objeto, centrado en la importancia concedida al rol maternal, fue valorado muy positivamente por la teoría feminista y por varias ciencias sociales. Desde la teoría feminista se estimó el desafiante reto de Chodorow a la ortodoxia freudiana, al transvalorar el carácter patriarcal y fálico de la hermenéutica freudiana y presentar un nuevo símbolo, la maternidad, como determinante de la identidad individual. Ahora bien, la teoría feminista desvela un nuevo sesgo en estas concepciones maternales , al quedar la figura de la mujer subsumida bajo el símbolo de la maternidad, pues al ser ésta tan importante , parece que la función de la mujer se debe reducir exclusivamente a ser madre, olvidando otras dimensiones como el derecho a tener una vida propia independientemente del hijo o hija, a desempeñar un trabajo, a ejercer los derechos y deberes de la ciudadanía, a disponer de ocio, a tener relaciones con otras personas adultas, etc, ya que su actividad y vida quedaría absorbida por ese hijo o hija al que debería cuidar.

 

También se les ha criticado desde la teoría feminista la importancia que le conceden a los elementos subjetivos, obviando el importante papel que juega en la discriminación de la mujer factores de carácter social y político. Asimismo se le reprocha el carácter determinante y esencialista de sus concepciones -si bien su esencialismo no es biológico sino estructurado psicológica y socialmente- según el cual parece que no hay más remedio que asimilar los imperativos de género y conformarse al prototipo social, frente a la posibilidad de conflicto y rebelión que el propio psicoanálisis predica a la hora de internalizar las normas y valores.

 

 Esta conceptualización de la identidad masculina y femenina tiene interés no sólo para el psicoanálisis y la teoría feminista, sino también para la hermenéutica. En este momento la teoría feminista exige una alianza con la hermenéutica , ya que la hermenéutica de la sospecha no se debe ejercer sólo sobre las tesis freudianas sino sobre cualquier texto susceptible de ser interpretado. En esa labor de interpretación debe estar presente la hermenéutica de género, la sospecha de la carga patriarcal inherente al significado y al sentido de los símbolos de nuestra cultura. Asimismo no se puede olvidar la generización del intérprete y la losa de silencio que se ha impuesto sobre las interpretaciones realizadas desde la voz y el cuerpo de mujer.

 

Apostamos por la tesis de Paul Ricoeur de ampliar la hermenéutica freudiana incrementa

 

ndo el significado del símbolo y la tesis de Habermas de considerar el psicoanálisis como una técnica de autoliberación, quedarán completadas con el análisis de la perspectiva de género, al favorecer ésta una reflexión más profunda sobre el sentido del símbolo y al propiciar la autoliberación no sólo del sexo masculino sino de toda la humanidad.

 

 

 

Estudios sobre el género.

Género en español. Diferencias de idioma, analogías y confusiones conceptuales.

Una dificultad inicial es que el término anglosajón gender no se corresponde totalmente con nuestro género en castellano: en inglés tiene una acepción que apunta directamente a los sexos – ya sea como accidente gramatical o ya sea como engendrar - mientras que en castellano se refiere a la clase, especie o tipo a la que pertenecen las cosas, a un grupo taxonómico, a los artículos o mercancías que son objeto de comercio y a la tela. Decir en inglés "vamos a estudiar el género" lleva implícito que se trata de una cuestión relativa a los sexos; plantear lo mismo, en castellano, resulta críptico para los no iniciados; ¿se trata de estudiar qué género, un estilo literario, un género musical….?

En la lengua castellana,  la definición clásica, de diccionario, es la siguiente: "Género es la clase, especie o tipo a la que pertenecen las personas o las cosas". El Diccionario del uso del español, de María Moliner consigna cinco acepciones de género y apenas la última es la relativa al género gramatical,  es decir, a la definición gramatical por la cual los sustantivos, adjetivos, artículos o pronombres pueden ser femeninos, masculinos o –sólo los artículos y pronombres– neutros. Según María Moliner, tal división responde a la naturaleza de las cosas sólo cuando esas palabras se aplican a animales, pero a los demás se les asigna género masculino o femenino de manera arbitraria. Esta arbitrariedad en la asignación de género a las cosas se hace evidente cuando el género atribuido cambia al pasar a otra lengua. En alemán, el sol es femenino, "la sol" y la luna masculino, "el luna". Además, en alemán el neutro sirve para referirse a gran cantidad de cosas, inclusive a personas. Al hablar de niñas y niños en su conjunto, en vez de englobarlos bajo el masculino "los niños", se utiliza un neutro que los abarca sin priorizar lo femenino o lo masculino, algo así como "les niñes". Para los angloparlantes, que no atribuyen género a los objetos, resulta sorprendente oírnos decir “la silla” o “el espejo

Como la anatomía ha sido una de las bases más importantes para la clasificación de las personas, a los machos y a las hembras de la especie se les designa como los géneros masculino y femenino. En castellano la connotación de género como cuestión relativa a la construcción de lo masculino y lo femenino sólo se comprende en función del género gramatical, y sólo las personas que ya están en antecedentes del debate teórico al respecto lo comprenden como la simbolización o construcción cultural que alude a la relación entre los sexos.

Cada vez se oye hablar más de la perspectiva de género. Como a los sexos también se les nombra el género masculino o el género femenino, muchas personas al hablar de género lo utilizan básicamente como sinónimo de sexo: la variable de género, el factor género, son nada menos que las mujeres. Esta sustitución de mujeres por género tiene entre las personas hispanoparlantes una justificación de peso, por la confusión que se da al hablar, en castellano, de las mujeres como "el género femenino". Por eso es fácil caer en el error de pensar que hablar de género o de perspectiva de género es referirse a las mujeres o a la perspectiva del sexo femenino.

Además, la utilización del término género aparece también como forma de situarse en el debate teórico, de estar a la moda, de ser moderno. Muchas personas sustituyen mujeres por género, o dejan de referirse a los dos sexos y utilizan los dos géneros, porque el empleo de género supuestamente le da más seriedad académica a una obra, entre otras cosas, porque género suena más neutral y objetivo que mujeres, y menos incómodo que sexo. Al hablar de cuestiones de género para referirse erróneamente a cuestiones de mujeres da la impresión de que se quiere imprimir seriedad al tema, quitarle la estridencia del reclamo feminista, y por eso se usa una terminología científica de las ciencias sociales.  Este uso erróneo, que es el más común, ha reducido el género a "un concepto asociado con el estudio de las cosas relativas a las mujeres." Es importante señalar que el género afecta tanto a hombres como a mujeres, que la definición de feminidad se hace en contraste con la de masculinidad, por lo que género se refiere a aquellas áreas –tanto estructurales como ideológicas– que comprenden relaciones entre los sexos.


Pero lo importante del concepto de género es que al emplearlo se designan las relaciones sociales entre los sexos. La información sobre las mujeres es necesariamente información sobre los hombres. No se trata de dos cuestiones que se puedan separar. Dada la confusión que se establece por la acepción tradicional del término género, una regla útil es tratar de hablar de los hombres y las mujeres como sexos y dejar el término género para referirse al conjunto de ideas, prescripciones y valoraciones sociales sobre lo masculino y lo femenino. Los dos conceptos son necesarios: no se puede ni debe sustituir sexo por género. Son cuestiones distintas. El sexo se refiere a lo biológico, y el género a lo construido socialmente, a lo simbólico.

    Aunque en español es correcto decir "el género femenino" para referirse a las mujeres, es mejor tratar de evitar esa utilización de género, y decir simplemente "las mujeres" o "el sexo femenino". De esa forma se evitan las confusiones entre el género como clasificación tradicional y el género como construcción simbólica de la diferencia sexual.

Género.

El género constituye la categoría explicativa de la construcción social y simbólica histórico-cultural de los hombres y de las mujeres sobre la base de la diferencia sexual.

La historia de los Estudios de Género se inicia a partir de las aportaciones de dos psicoanalistas, John Money y Robert Stoller. Hasta entonces no se había introducido esta categoría.conceptual.  Money es un psicoanalista norteamericano que trabajó sobre la identidad de género y los patrones sexuales de conducta tras la II Guerra Mundial, inventó el término rol de género, no sólo género. Llegó a la conclusión de que estaba determinado por las fuerzas psicológicas postnatales. Money amplió sus estudios a  los  niños nacidos sin ninguna anormalidad biológica que estaban, sin embargo, mostrando signos de incongruencia de rol de género, llamados en USA. “sissy boys”*. El término identidad de género apareció en un comunicado de prensa en 1966 para anunciar la nueva clínica para transexuales en el Johns Hopkins Hospital. Esto fue difundido por la prensa de todo el mundo y entró a formar parte de nuestro lenguaje cotidiano.  Antes de 1955 no existía el concepto de género como referido al sexo de una persona, ni el concepto de trastorno de la identidad de género. Money observa que los términos de género, rol de género e identidad de género han sido elevados a principios organizadores en la historia social de nuestra época.

Money proporciona una definición fenomenológica de rol de género: es lo que una persona dice o hace para revelar su estatus como niña o niño, mujer u hombre. Ello incluye estereotipos de masculinidad y feminidad. La diferencia se juzga por la conducta, el porte, las maneras, el contenido de los sueños, las fantasías y las prácticas eróticas. Es importante señalar algunos conceptos importantes que señala Money como el de bifurcación: se trata de que la identidad de género está abierta para los sujetos humanos desde los 18 hasta los 36 meses de vida, y en ello están de acuerdo la mayoría de los autores. Consideran fundamental en lo que llaman asunción de la identidad de género o rol de genero; para ello señalan tres puntos: se adquiere de forma similar a como se adquiere el lenguaje; es fundamental el discurso de los padres.; y que tiene importancia el discurso social.

Así, Money señala  "Como la identidad genérica se diferencia antes de que el niño pueda hablar de ella, se suponía que era innata. Pero no es así. Usted nació con algo que estaba preparado para ser más tarde su identidad de género. El circuito impreso ya estaba, pero la programación no estaba establecida, como en el caso del lenguaje. Su identidad de genero no podía diferenciarse ni llegar a ser masculina o femenina sin estimulo social...".

Pero a todos los efectos, el primer impulsor real de los estudios de género es Robert Stoller, psicoanalista también, que en los años 70 se dedica a estudiar los problemas de sujetos que tienen un sexo anatómico con el que no se sienten identificados, es decir, que han adquirido una identidad sexual diferente de su sexo anatómico. Stoller es profesor de psiquiatría en California y psicoanalista, enseña desde 1954, y se le conoce sobre todo por su dedicación a estudiar y desarrollar la patología de la identidad de género y los problemas del erotismo, sobre todo en las perversiones. Dedico años a escuchar casos de transexuales y de sujetos que por distintas circunstancias fueron sometidos a reorientaciones de su identidad de género.

Los casos estudiados condujeron a Stoller a suponer que el peso y la influencia de las asignaciones socio-culturales a los hombres y mujeres, a través de los ritos y costumbres, y la experiencia personal constituyen los factores que determinan la identidad y el comportamiento femenino o masculino, y no el sexo biológico.

A partir de este descubrimiento, acerca del papel de la socialización como elemento clave de la adquisición de la identidad masculina o femenina habiendo disfunciones sexuales semejantes en los individuos, Stoller y John Money propusieron una distinción conceptual entre “ sexo” y “género”, en los cuales sexo se refiere a los rasgos fisiológicos y biológicos del ser macho o hembra, y el género a la construcción social de esas diferencias sexuales.

Este hecho tuvo el valor de incorporar la categoría género, años más tarde, a los estudios de la Mujer de la década de los setenta por el feminismo americano académico, ayudando a resolver problemáticas que estos no podían explicar fácilmente  y en la búsqueda de legitimidad académica, lo cual desembocó en los Estudios de Género, por cuanto distinguir entre sexo y género, supone explicar una serie de condicionamientos sociales y culturales en su historia que se inscriben sobre los cuerpos y la sexualidad humanas, en especial las femeninas, enunciados desde el discurso patriarcal como naturales.

Siendo así, el sexo se hereda y el género se adquiere a través del aprendizaje cultural. Marta Lamas señala: “además del objetivo científico de comprender mejor la realidad social, estas académicas  tenían un objetivo político: distinguir que las características humanas consideradas femeninas eran adquiridas por las mujeres mediante un complejo proceso individual y social, en vez de derivarse naturalmente de su sexo. Suponían que entre la distinción entre sexo y género se podía enfrentar mejor el determinismo biológico y se ampliaba la base teórica argumentativa a favor de la igualdad de las mujeres”. Este fue  un concepto recuperado por varias ciencias sociales. Una de las primeras,  fue la Antropología en la obra de Gayle Rubin con su aportación “  sistema sexo-género” especifico para cada sociedad previsto como el conjunto de normas que moldean el sexo y la procreación.

 

El concepto de género resultó entonces de vital importancia para el problema de mujeres, de ahí que el aporte de loa psicología se convirtiera en un poderoso recurso para los feminismos, sus luchas y sus teorías, aún cuando tuviera sus limitaciones no menos importantes.

 

De los estudios de la mujer a los estudios de género.

 

Muchos son los autores en señalar el surgimiento de los estudios de género en el contexto general que significó la segunda ola del feminismo, en un proceso complejo que evolucionó de los estudios de la mujer en la década de los setenta hacia los estudios de género en la década de los ochenta del siglo pasado Este surgimiento se encuentra marcado por la insuficiencia de los estudios de la Mujer para dar cuenta de la multiplicidad de realidades que no entraban en el marco rígido que estos suponían, al universalizar y esencializar al “sujeto mujer”, reproduciendo los mismo errores que habían criticado las feministas académicas en su revisión de obras disciplinares de las ciencias sociales y la literatura, en las que las mujeres estaba ausentes como sujeto u objeto como producto del sesgo androcéntrico y etnocéntrico en los modelos de comprensión de dichas ciencias. Estos prejuicios hicieron suponer que en todas las sociedades las mujeres estaban subordinadas y que las diferencias siempre existen en un sistema jerárquico.

 

Desde el propio centro de los Estudios de la Mujer, en el proceso de cuestionamiento de los modelos teóricos y de comprensión en las disciplinas, emergieron preguntas que fueron generando una ampliación de conocimiento que empezaron a poner en tela de juicio los propios hallazgos teóricos y el discurso mismo de estos Estudios, en cuanto androcentrismo no se relaciona sólo con el hecho de que los investigadores o pensadores sean hombres, sino porque son hombres y mujeres adiestrados en disciplinas que aplican la realidad bajo modelos masculinos. Se gestan así conflictos desde su interior, el aislamiento y la ghettización. Entre los cuestionamientos de los hallazgos teóricos de los Estudios de la Mujer, gestados desde su propio ámbito, se hallan expuestos por las intelectuales negras a finales de los años setenta, acerca de la universalidad del  concepto mujer. Se plantea la necesidad de superar el sesgo etnocéntrico de dichos estudios  y su tendencia a los modelos universales, pluralizando y hablando de las mujeres, diversas y múltiples en realidades y no como unicidad abstracta que apunta a hablar más de esencialidad biológica homógenea. Así también comenzó a cuestionarse la “subordinación universal” de las mujeres en todas las sociedades,

 

Aparece entonces la categoría género que podía explicar mejor los problemas de las mujeres. Resultado de esta dinámica, surgen en los ochenta del siglo pasado, los llamados Estudios de Género.

 

La introducción del concepto de género en los análisis sociales facilitó una nueva comprensión de la posición de las mujeres en las diversas sociedades humanas, en cuanto supuso la idea de variabilidad toda vez que ser hombre o mujer es un constructo cultural por cuanto varían sus definiciones en cada cultura, configura una idea relacional – en la medida en que el género es una construcción social de las diferencias sexuales, el género refiere a distinciones entre lo femenino y lo masculino y sus interrelaciones -., hace emerger la gran variedad de elementos que configuran la identidad de un sujeto toda vez que el género será experimentado y definido personalmente de acuerdo con otras pertinencias como la etnia, la raza, la clase, la edad, entre otras. Finalmente aparece la idea de posicionamiento que hace alusión a que el análisis de género supone el estudio del contexto donde se dan las relaciones del género entre hombres y mujeres y la diversidad de posiciones que ocuparán.

 

Aspectos explicativos del género.

 

Marta Lamas plantea que una discusión rigurosa sobre género, implica abordar la complejidad y variedad de las articulaciones entre diferencia sexual y cultura. Esto es así, en la medida en que el género es la categoría correspondiente al orden sociocultural configurado sobre la base de la sexualidad, que a su vez es significada y definida históricamente por el orden genérico. El género es una construcción simbólica e imaginaria que comporta los atributos asignados a las personas a partir de la interpretación cultural de su sexo: distinciones biológicas, físicas, económicas, sociales, psicológicas, eróticas, afectivas, jurídicas, políticas y culturales impuestas. A su vez, la sexualidad se vive bajo una condición de género que delimita las posibilidades y potencialidades vitales. El orden fundado sobre la sexualidad – el género – se constituye entonces en un orden de poder.

 

El concepto de género emergió para designar todo aquello que es construido por las sociedades para estructurar, ordenar, las relaciones sociales entre mujeres y hombres. Al basarse estas relaciones, estas construcciones sociales y simbólicas en la diferencia sexual, se estructuran relaciones de poder cuya característica esencial es el dominio masculino. No obstante el género no nos enfrenta a una problemática exclusiva de las mujeres.

Hablar de genero significa “desnaturalizar las esencialidades” atribuidas a las personas en función de su sexo anatómico – y todos los significados y prácticas que conlleva -, en cuyo proceso de construcción han sido las mujeres las menos favorecidas en las relaciones sociales hombres-mujeres, en tanto el pensamiento binario que caracteriza la generalidad de las culturas atribuye a lo “natural” lo que desvaloriza en el par de opuestos naturaleza-cultura. En tanto construcción sociocultural detrás del género lo que existen son los símbolos, la ideología –sustentados en un orden material – que busca establecer un orden social: instalado el patriarcado, busca perpetuar la dominación masculina a través de los más diversos mecanismos objetivos y subjetivos.

 

J. Scott en su definición de género propone dos partes analiticamente interrelacionadas muy clarificadoras de lo que aporta la categoría: “ el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de poder”. Así distingue también sus elementos:

 

-Los símbolos y los mitos culturalmente disponibles.

-Los conceptos normativos surgidos de los símbolos.

.Las instituciones y organizaciones sociales de las relaciones de género.

-La identidad.

 

A partir de estos elementos, se podría constatar que toda la vida de los seres humanos se haya atravesada por su condición genérica masculina o femenina, mediatizando así las maneras de sentir, pensar, actuar la realidad, configurando la subjetividad individual. Así también la condición de género mediatiza el acceso a los recursos materiales y simbólicos, las posibilidades de acción y las prácticas cotidianas. Lo que no hay que perder de vista es el carácter activo del sujeto que permite romper en alguna medida con el desideratum cultural.

 

Una de las aportaciones principales del género es que. precisamente su carácter relacional implica necesariamente las relaciones que tienen lugar entre los sexos elliminano, al decir de Scott, la ficción de que la experiencia de un sexo no tiene que ver con la del otro, es decir, que existen esferas separadas. Lo que pasa a las mujeres está muy estrechamente ligado con los hombres, si no es su resultado directo.

 

En el imaginario social, lo esencial en la feminidad, desde su construcción sociocultural, es lo natural, lo biológico, representado en la capacidad exclusiva de la maternidad, y de ahí la emocionalidad, el cuidado, el ser para los otros, la fragilidad, la dependencia, entre otros; mientras que lo esencial en la masculinidad, viene dado por la cultura, la creación, el pensamiento abstracto, la trascendencia social de la biología. De ello se desprende que lo relacionado con lo natural-biológico-mujer, en el proceso de construcciones simbólicas y la práctica concreta emerja como inferior o subordinada a la cultura-hombre.

 

Conceptos en las teorías de los géneros.

 

En la teoría de los géneros se distinguen un conjunto de conceptos principales que la integran, a su vez fuentes de problematización y estudio constante:

 

-La distinción entre lo biológico y género. Esta distinción se sistematiza como sexo-género, natural-cultural, y se plantea que fue muy liberadora para la política y la historia de las mujeres. No se niega la existencia de diferencias sexuales- anatómicas y en el placer erótico –sino que se propugna en la teoría de los géneros es que esta diferencia no marque de forma definitiva la vida humana. En estrecha relación con lo anterior se rechaza entonces, que los comportamientos óptimos sean dos, masculino y femenino, con un modelo único de relación entre ellos: el heterosexual.

 

-El género como principio básico de organización social en las sociedades conocidas.. En este punto se parte de la suposición de que es universal la distinción hombres-mujeres, y esta distinción binaria dominaría las clasificaciones sociales, a pesar de que no siempre sean estos dos géneros los únicos en determinada cultura. Siguiendo a Rivera que nos señala que “  en tanto principio de organización social, el género ha sido definido como un sistema simbólico o de significado que está constituido por dos categorías que son complementarias entre sí, pero que se excluyen mutuamente, y en los cuales están comprendidos todos los seres humanos “.

 

-El género como principio de jerarquía. Esto se desprende que el género como pri8ncipio de organización social no opera de forma neutra dando como resultado dos sociedades paralelas y simétricas. De los datos etnográficos se infiere que el predominio del género masculino sobre el femenino, es prácticamente universal, poder social que genera el orden patriarcal y se confunde con autoridad. Scott concluía que el género es el campo por medio del cual se articula el poder. Como consecuencia, las diferencias de géneros estructuran la percepción y organización concreta y simbólica de toda la vida social.

 

- El género como asignación al nacer. El único criterio que se emplea para clasificar a quien nace, en una u otra categoría, es la apariencia física de su sexo anatómico, problema que ha resultado complejo con los descubrimient6os de la biología y la multitud de combinaciones posible de la información sexual.

 

-La identidad de género. Los contenidos de la identidad masculina y femenina apuntan a que se transmiten y se subjetivan a través de la socialización. Por la complejidad de la información sexual – desde el punto de vista más biológico-, este constituye otro de los grandes problemas dado la rigidez del modelo masculino/femenino sin opciones alternativas.

 

-Como se instituye el género. Se sostiene que el género como categoría de análisis es inseparable de otra categoría básica de la Antropología: el parentesco, quines se construyen mutua y separadamente. A partir de esto se comprenden género y patriarcado; por qué son dos los géneros, la universalidad de la jerarquía del género masculino en el orden patriarcal.

 

-La variabilidad del género. Dado en que sus contenidos varían mucho entre las culturas, aunque el predominio masculino sea una constante transcultural. Estos contenidos pueden cambiar en el tiempo y estos cambios dentro de una cultura se producen siempre en relación de los dos. Rivera señala que dar un valor tan grande a la importancia del elemento relacional, podría formar parte del llamado fundamentalismo heterosexual, garantizando de alguna manera la perpetuación de la jerarquía entre los géneros impidiendo una inversión o desplazamiento verdadero de las relaciones de desigualdad entre ambos.

 

-El modelo general masculino y femenino. A éstos se añaden variantes importantes dentro de cada uno como son la clase social, la raza, la preferencia erótica.

 

Enfoques.

 

Para abordar el estudio de estos elementos explicativos y de análisis de género, surgen y se han desarrollado dos grandes enfoques:

 

-El enfoque de género como construcción simbólica. Sostiene que las diferencias biológicas encuentran significado sólo dentro de un sistema cultural especifico, con lo cual debe de conocerse cuáles son las ideologías de género y los valores simbólicos asociados a lo masculino y femenino en cada sociedad. Ortner plantea que a pesar de la gran variedad de significados de las diferencias sexuales, hay constantes en los grupos humanos, siendo una de ellas la simetría de los géneros y la posición inferior de las mujeres, de lo cual dedujo que lo común en las distintas culturas relativo a esta posición de las mujeres es que ellas siempre se hallarían asociadas a lo que la cultura desvaloriza, y ese algo venía de la supuesta relación de la mujer con la naturaleza. Así, debería ser controlada y constreñida y sus roles sociales aprisionados en la naturaleza, ya que su papel como reproductora la habría limitado a funciones ligadas a ésta – el ámbito doméstico con la crianza de los hijos y la reproducción -. En oposición, el hombre estaría asociado simbólicamente con la cultura, superior a la naturaleza, por lo cual se movería en el espacio público y político de la vida social.

 

-El enfoque de género como construcción social. Se encuentra relacionado con la teoría marxista, destacando el papel de lo económico, y sostiene que más que los símbolos, lo importantes es considerar que es lo que hacen los hombres y las mujeres y dicho hacer se relaciona con la división sexual del trabajo. Expone el cue3stionamiento de una subordinación universal de las mujeres por su ahistoricidad y no consideración de los efectos de la colonización y el surgimiento del capitalismo. Esta parte del pensamiento, parte de una revisión de la obra de F. Engels y argumenta que el origen de la subordinación de las mujeres, el matrimonio monogámico y el desarrollo de la familia, se hallan en relación directa con el surgimiento de la propiedad privada. Plantea además la complementariedad de los sexos y uno de sus principales aportes, reside en el descubrimiento de la contribución económica femenina en todas las sociedades, el valor de acceso a los recursos, las condiciones de trabajo y la distribución de los productos de él.

Algunas propuestas actuales sobre el género.

El concepto género se utiliza actualmente de las siguientes maneras:

1) Algunos han sustituído la palabra sexo por género, una vez que el concepto se extiende y se pone de moda. Por ejemplo, en algunos estudios de demografía, mercado de trabajo, educación, etc., a la desagregación por sexo se le llama género, pero no se llena de contenido la categoría.

2) Otros utilizan el concepto de género como sinónimo de mujeres. En estas ocasiones, el empleo de género trata de subrayar la seriedad académica de una obra, porque la palabra género suena más neutral y objetivo que "mujeres", tratando de desmarcarse así de la política del feminismo. En esta acepción género no comporta una declaración necesaria de desigualdad o poder, ni nombra al sector oprimido; así el concepto género incluye a las mujeres sin nombrarlas y parece no plantear amenazas críticas. Esta es una faceta de lo que podría llamarse la "búsqueda de la legitimidad académica" por parte de las estudiosas feministas en la década de 1980.

3) Pero también género, utilizado como sustitución de la palabra "mujeres", se emplea para sugerir que la información sobre las mujeres es necesariamente información sobre los hombres, que un estudio implica al otro. Este uso insiste en que el mundo de las mujeres es parte del mundo de los hombres.

4) Finalmente, género se emplea para designar las relaciones sociales entre los sexos (hombre-mujer, mujer-mujer-, hombre-hombre), pasando así a ser una forma de denotar las construcciones socio-culturales de ideas sobre los estereotipos, roles e identidades asignados a mujeres y hombres. Género es, según esta acepción, una categoría social impuesta sobre un cuerpo sexuado

Por otra parte es importante tener claridad en cuanto a que la perspectiva de género es no sólo una nueva forma de abordar teórica y metodológicamente el estudio de la condición de vida y situación vital de mujeres y hombres, sino que es una posición filosófica y política frente al mundo;en este sentido no se debe dejar de lado su carácter eminentemente crítico frente a lo establecido, lo cual implica asumir una labor de cambio.

La perspectiva de género, dentro de las ciencias sociales, surge como una herramienta conceptual y metodológica necesaria para el estudio de las mujeres y los hombres. Se trata de un enfoque que permite conocer y entender mejor sus identidades personales y sociales, así como las modalidades en que ambos géneros se comportan dentro de las intrincadas y complejas estructuras que las sociedades han creado para su funcionamiento.

En esta perspectiva el concepto de sexo - categoría clasificatoria de los seres humanos basada en la biología - es sustituído por el de género, que considera los valores creados y reproducidos dentro y a través de la cultura, como los que generan y sustentan los atributos con que se conforman, identifican y distinguen "lo fememino" y lo "masculino".

Esta perspectiva establece que la forma en que mujeres y hombres son considerados, la valoración social que reciben y la división familiar y social de su trabajo, son invenciones humanas que van mucho más allá de lo que las diferencias biológicas pudieran determinar.

Además de todo lo anterior, la perspectiva de género ha hecho las siguientes aportaciones:

a) Esta perspectiva permite poner entre paréntesis muchos de los postulados sobre el origen de la subordinación femenina y permite replantear la forma de entender o visualizar cuestiones fundamentales de la organización social, económica y política.

b) Permite sacar del terreno biológico lo que determina la diferencia entre los sexos y colocarlo en el terreno simbólico.

c) Permite delimitar con mayor claridad y precisión cómo la diferencia entre mujeres y hombres cobra dimensión de desigualdad.

d) Permite identificar las diversas áreas en las que se concentra el poder masculino y en las que la participación de la mujer es marginal o secundaria.

e) Permite mirar la sociedad, sus órdenes e intersticios a partir de los intereses de los géneros oprimidos.

f) Está permitiendo la formalización de una teoría sobre la división del mundo y del trabajo.

g) Se trata de una perspectiva de mayor generalidad y comprensión puesto que deja abierta la posibilidad de existencia de distintas formas de relación entre mujeres y varones.

h) Deja abierta la posibilidad de distinguir formas diversas en periodos históricos diferentes y como utopía, pensar la liberación de las mujeres y de los hombres desde otras maneras distintas de organización social.

i) La vitalidad de la propuesta del género radica en que ha permitido seguir líneas diferentes de investigación, basadas en última instancia en opciones teórico-metodológicas diferentes.

Psicoanálisis e identidad de género.

Vamos a hacer referencia a la escuela anglo-americana y a la francesa para poder señalar aspectos importantes relativos a la identidad de género desde la perspectiva psicoanalítica.

 

La escuela anglo-americana trabaja dentro de los términos de las teorías relaciones-objeto. En los Estados Unidos, Nancy Chodorow es el nombre que más fácilmente se asocia con este enfoque. Además, la obra de Carol Gilligan ha tenido un fuerte impacto entre los estudiosos americanos, incluidos los historiadores. La obra de Gilligan arranca de la de Chodorow, aunque está menos interesada en la construcción del sujeto que en el desarrollo moral y el comportamiento. En contraste con la escuela anglo-americana, la escuela francesa se basa en la Iectura estructuralista y posestructuralista de Freud en términos de teorías del lenguaje .

 

Ambas escuelas están interesadas en los procesos por los que se crea la identidad del sujeto; ambas se centran en las primeras etapas de desarrollo del niño en busca de las claves para la formación de la identidad del género. Los teóricos de las relaciones-objeto hacen hincapié en la experiencia real - el niño ve, oye, se relaciona con quienes cuidan de él, en particular, por supuesto, con sus padres -, mientras que los posestructuralistas recalcan la función central del lenguaje en la comunicación, interpretación y representación del género.

 

Otra diferencia entre las dos escuelas de pensamiento se concentra en el inconsciente, que para Chodorow es en último extremo sujeto de la comprensión consciente, y no lo es para Lacan. Para los lacanianos, el inconsciente es un factor crítico en la construcción del sujeto; además, es la ubicación de la división sexual y, por esa razón, de la inestabilidad constante del sujeto con género. En los últimos años, las historiadoras feministas han recurrido a estas teorías porque sirven para sancionar hallazgos específicos con observaciones generales o porque parecen ofrecer una importante formulación teórica sobre el género. Cada vez más, los historiadores que trabajan con el concepto de "cultura de mujeres" citan las obras de Chodorow o de Gilligan como prueba y explicación de sus interpretaciones; y  quienes desarrollan la teoría feminista miran a Lacan.

 

 La división familiar del trabajo y la asignación real de funciones a cada uno de los padres, juegan un papel crucial en la teoría de Chodorow. La consecuencia de los sistemas occidentales dominantes es una neta división entre varón y mujer: "El sentido femenino básico del yo está vinculado al mundo; el sentido básico del yo está separado. Ya hemos indicado que para Chodorow, si el padre estuviera más implicado en la crianza y tuviera mayor presencia en las situaciones domésticas, las consecuencias del drama edípico podrían ser diferentes.

 

Esta interpretación limita el concepto de género a la familia y a la experiencia doméstica, por lo que no deja vía para que el historiador relacione el concepto con "otros sistemas sociales de economía, política o poder. Por supuesto, queda implícito que el ordenamiento social que requiere que los padres trabajen y las madres se ocupen de la mayor parte de las tareas de la crianza de los hijos estructura la organización familiar. No está claro de dónde proceden esos ordenamientos y por qué se articulan en términos de división sexual del trabajo. Tampoco en oposición a la asimetría se plantea la cuestión de la desigualdad.

 

El lenguaje es el centro de la teoría lacaniana; es la clave para instalar al niño en el orden simbólico. A través del lenguaje se construye la identidad de género. Según Lacan, el falo es el significante central de la diferencia sexual. Pero el significado del falo debe leerse metafóricamente. Para el niño, el drama edípico se manifiesta en términos de interacción cultural, puesto que la amenaza de castración incluye el poder y las normas legales del padre. La relación del niño con la ley depende de la diferencia sexual, de su identificación con la masculinidad o la feminidad. En otras palabras, la imposición de las normas de interacción social son inherentes y específicas del género, porque la mujer tiene necesariamente una relación diferente con el falo que el hombre. Pero la identificación de género, si bien siempre aparece como coherente y fija, es de hecho altamente inestable. Como las propias palabras, las identidades subjetivas son procesos de diferenciación y distinción, que requieren la eliminación de ambigüedades y de elementos opuestos con el fin de asegurar  coherencia y comprensión común. La idea de masculinidad descansa en la necesaria represión de los aspectos femeninos -del potencial del sujeto para la bisexualidad- e introduce el conflicto en la oposición de lo masculino y femenino. Los deseos reprimidos están presentes en el inconsciente y son una amenaza constante para la estabilidad de la identificación de género, al negar su unidad y subvertir su necesidad de seguridad. Además, las ideas conscientes de masculino y femenino no son fijas, ya que varían, según el uso del contexto. Existe siempre conflicto, pues, entre la necesidad del sujeto de una apariencia de totalidad y la imprecisión de la terminología, su significado relativo y su dependencia de la represión.

 

Esta clase de interpretación hace problemáticas las categorías de "hombre" y "mujer", al sugerir que masculino y femenino no son características inherentes, sino construcciones subjetivas. Esta interpretación implica, también que el sujeto está en un proceso constante de construcción y ofrece una forma sistemática de interpretar el deseo consciente e inconsciente, al señalar el lenguaje como el lugar adecuado para el análisis.

 

 


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