Maltrato, Violencia doméstica. Psicoanálisis y Derecho,Feminismo. LA VICTIMOLOGÍA.Estudios de género.
Maltrato.
Semblantes de mujer y goce.
Podemos referir el placer como un equilibrio homeostático; simplemente aparece después de la serie del displacer, cuando este cede, el placer se impone, retornando a un cierto equilibrio, en dirección a la satisfacción de las necesidades. Se trata de un modelo físico. En cambio, no podemos igualar el goce al placer; Freud no tomó el asunto del goce, y si lo tomó fue encarándolo como placer. Es Lacan quien empieza a realizar la distinción entre goce y placer. El goce, podríamos decir que es una mezcla de sufrimiento y de intensidad vital, ligada a la pulsión que es ciega, situándose en el límite de lo somático y lo psíquico, no sujetándose al principio de realidad, y ,en cambio, es lo que proporciona una intensidad y sabor agridulce a los asuntos de la vida.
Introduzcamos a Picasso que decía que la mujer era una máquina de sufrir, que gozan con el sometimiento, se quejan de cómo las tratan, siendo incapaces, parece ser, de renunciar a ese goce pulsional. Esta hipótesis de que la mujer goza cuando la maltratan es un fantasma masculino de carácter imaginario que consiste en que la mujer disfruta frente al maltrato, quejándose, pero que a la vez parece que busca ser acosada.
Ya Freud se preguntaba acerca de lo que quería una mujer, respondiéndose que un hijo, siendo lo único que se ponía en el lugar de la falta; se trataba del penisneid freudiano, cuya salida era la maternidad. En los albores del presente siglo esta cuestión parece de modo reduccionista, y no responde como salida a la falta de pene en la mujer. Esta cuestión era tratada en relación a la identidad de la mujer, pero tenemos que preguntarnos si en realidad existe una identidad formada de mujer; parece que la respuesta, en este sentido, es que no; aunque tampoco lo podamos hacer del hombre en el mismo sentido. Podemos decir que no existe una esencia inmutable que defina a los hombres o a las mujeres como tales.; sí podemos decir que hay una serie de semblantes acuñados por la cultura. Es en este sentido que diremos que la cultura occidental ha reducido todos los semblantes de la mujer al de madre. Y es por esto que el semblante de Medea al que nos hemos referido en otro tema era interesante, ya que es el negativo de la abnegada madre que admite cualquier humillación por el amor a sus hijos, en referencia al amo-padre que representa Jason.
La idea de semblante hace aparecer que la noción de identidad es construida, tratándose de identificaciones, y que por tanto están sujetas a modificación. Son identificaciones a modelos infantiles, reales para el propio sujeto, ya sea hombre o mujer, que las conforma como necesarias. Qué se podría pensar de una mujer que pudiese abandonar a sus hijos, o que acaso no los tuviera. Se la definiría como una mala madre… pero la pregunta más concisa es si se trataría de una mujer.
Ya hemos hablado de Joan Rivière, que afirmaba que la feminidad es un disfraz que las mujeres utilizan para ajustarse a las construcciones sociales que determinan lo que es ser una mujer. Rivière señala que existe una falta de identidad en tanto esencia, y es por ello, como señalamos que utiliza el término mascarada. Esto es, que la mujer no existe como una categoría ontológica. La existencia de cuerpos sexuados, biológicamente distintos no puede responder factum a qué es ser una mujer o a qué quiere una mujer. Joan Rivière lo significa con la ejemplificación de una
paciente mujer que sentía una culpabilidad extensa en cuanto en lo diurno realizaba tareas que en la época se dirimían como masculinas; la culpa hacía que ella se viera obligada, justamente por la culpa, a compensarla, ¿ cómo ?... seduciendo por la noche, esto es, tomando el lugar descifrado como de mujer. Rivière hablaba de mascarada y nosotros hablamos de semblante, pero nos referimos a lo mismo. Los semblantes tradicionalmente femeninos son un disfraz, una mascarada. Parece que la capacidad de la feminidad sólo pudiese manifestarse de esta forma defensiva. No hay por tanto, una esencia de lo femenino… ya lo indicó Lacan: a la mujer hay que tomarla una por una; no existe LA MUJER. No existe un eterno femenino como lo inmortalizó Goethe, no siendo preciso dar existencia de un fantasma masoquista para las mujeres. Alcanzamos a decir que ellas no se subsumen a la gestación y al parto.
Por otra parte, Medea nos lo indica: la mujer no quiere sufrir aún a pesar de que la educación la conduzca a la resignación ante los malos tratos. Medea es madre, pero cuando se siente traicionada opta por vengarse, siendo al precio de sacrificar a sus propios hijos. Podemos indicar que Medea es perversa, pero aún no deja de ser una mujer.
Lacan indicaba que, en referencia al falo, el hombre lo tiene y, en cambio, la mujer lo es. Para ésta, ser el falo adquiere la significación de que el hombre podrá ya no obturar su falta pero sí intentar taponarla a través de conquistarla; la seducción de ella busca alcanzar el deseo del partenaire. El ejercicio de la mascarada, al decir de Joan Rivière, convierte a la mujer como objeto deseable. Por el contrario, el hombre no es, pero tiene el falo en referencia al pene que le sirve para reproducirse y gozar.
Hemos indicado la salida del hombre en referencia a su propia falta, a su castración, conquistando a la mujer y colocándola justo como objeto que puede colmar la falta.¿ Y la mujer ?... Ya hemos indicado que en la época de Freud, ante el penisneid, parecía que su falta, su falta en ser, era dirimida a través de la maternidad, por medio de ese deseo que no cesa a toda costa de tener un hijo, pareciendo que es la única salida.
Conviene decir que una mujer puede elegir una pareja que en realidad este ocupando el lugar de un hijo, mostrándose infantilizado y violento. Si afirmamos que la mujer depende del pene para llegar a ser una verdadera mujer – cuestión que, por otra parte, bien se muestra en la clínica y no solamente en sus relaciones con los hombres, sino también en su relación con un Otro que le demande ocuparse en el lugar de su falta, y esto puede ser demandado por una madre -, esto es una madre, es hoy socialmente ineficaz. Si se alimenta esta posición desde el lado educativo, creando esta posición dependiente de la mujer, se contribuye a que las mujeres en determinadas circunstancias admitan una paliza o quizá algo más extremo, ya que de este modo puede demostrarse que las quieren. Desde aquí, estamos indicando, ciertamente que para la mujer el amor o por el contrario el abandono adquiere la significación de la obturación de la falta – y es por esto que en muchas ocasiones los abandonos de los hombres a las mujeres adquieren tintes de estrago; no se sienten queridas, y por tanto surge de una forma brutal la cuestión de la falta, de la castración -.
Ciertamente, lo referido también es un imaginario social. Los hombres con su fantasma de la feminidad como mascarada les puede conducir a pensar que la mujer no sublima, reduciendo su vida a los afectos y a los cuidados de corte familiar, alcanzándolas a reducirse a estar en una minoría de edad conllevando que se pueda interpretar una bofetada como una muestra de cariño. Este fantasma de la mujer mostrada de forma irreverente, infantil eterna y sin capacidad de sublimar parece no aportar nada conveniente a ninguno de los dos sexos; para las mujeres en cuanto están encadenadas a la relación con un hombre en estos términos de sumisión, y para los hombres por cuanto los condena a excitarse ante determinados despliegues de seducción a partir de figuras de “mujer fatal” o similares alcanzando el fetiche-falo; y si no, por eso están condenados, no hay enganche
Si anteriormente nos hemos referido a Medea es para poder significar dos extremos: Ella grita muchas cosas, y sólo nos hemos quedado en el plano de su maldad. Pero quizá sea posible realizar otra lectura sobre ella. Aristóteles habla de dos extremos, viciosos; entendiendo lo vicioso como incorrecto, plantea, en su investigación sobre los bienes que nos pueden llevar a la felicidad, que lo bueno es siempre el justo medio entre dos extremos viciosos. Lo vicioso no conduce a la felicidad sino al sufrimiento, y si hacemos una equivalencia entre los términos de Aristóteles y el psicoanálisis nos encontramos con el placer y el goce. El justo medio nos proporciona los placeres que hacen la vida agradable mientras que el goce proporciona intensidad a la vida, con el peligro adyacente si se aproxima a sus extremos.
Si nos preguntamos o desde ya decimos que aborrecemos socialmente la figura del hombre que maltrata, tendríamos que preguntarnos que es lo que sucede para que la mujer se quede ahí paralizada a partir de las primeras escenas. Cuestión curiosa porque si nos detenemos un momento en las escenas observamos que son ciclos que se repiten. Aparece una primera escena donde se deja ver el dominio del hombre, empiezan las vejaciones, humillaciones e insultos de forma in crescendo en el tiempo, pero ¿ cómo se cierran estas escenas ? porque no son constantes, son recurrentes en el tiempo, pero no constantes, es decir, cada dos horas, por hacer referencia a un tempo. Esto es, la escena se cierra, y se vuelve a reabrir. Se cierra cuando el varón le dice a la mujer que se arrepiente, que no volverá a suceder más – por supuesto, en la mayoría ocurrirá- y añade: “ eres mi mujer, la única, mi vida, te amo…”…. Y la mujer le cree. Y que cree…’?
Quiere creer en ese amor, hay un amor para ella. Desde aquí podemos entender a Medea, cuando escucha ya no hay más amor para ti, la violencia que surge en ella, y que en última instancia, nuestro interés en mostrar, se impone la mujer a la madre, se separa rotundamente a la figura clásica de que la mujer es una madre. Y no es que Medea no ame a sus hijos, no se trata de eso. Si no que hay algo de lo insoportable para ella que se formaliza a través del amor, de la pérdida de esto, y del abandono.
Evidentemente no estamos invitando a que las mujeres maltratadas realicen el acto de Medea; ha sido presentado para exponer esa separación brutal donde la madre desaparece para emerger sólo la mujer. Y no estamos señalando que la esencia de una mujer, entonces, sea una asesina. Ya hemos indicado que no hay esencia ni de lo femenino ni de lo masculino, aunque sí existen imaginarios sociales que imponen una esencia que no existe.
En todo caso, señalar que para Lacan sí existe algo profundamente femenino, aunque ya se verá, complejo porque no se alcanza. Se trata del Otro goce. El hombre goza de lo suyo, del pene, por tanto de lo fálico. La mujer también puede alcanzar este goce fálico. Pero existe otro goce especifico de las mujeres, algo que las incumbe sólo a ellas. Lacan se quejaba de que las mujeres, que sienten ese goce, no hablan de ello. Lo alcanzan, lo sienten, lo gozan y no hablan. Este Otro goce es un enigma, decía Lacan, incluso para ellas, y por supuesto igualmente para los hombres. Pero este Otro goce de las mujeres levanta pasiones en los hombres en cuanto no gozan de lo de ellos, es decir, a la forma fálica.
Estas pasiones alcanzan la violencia y la destrucción en ocasiones. Pongamos un ejemplo de ello. En la guerra, la de los Balcanes, quizá la más cercana en Europa, se producen actos de violación por parte, en este caso, de los serbios hacia los bosnios. Un acto, por supuesto, de violencia extrema contra las mujeres. Aportaremos dos lecturas:
Un acto homosexual hacia el partenaire de las mujeres, hacia el otro hombre; se utiliza a la mujer como instrumento para alcanzar al otro hombre – la escena fantasmática es dos hombres y en medio una mujer que los pone en contacto -.
La segunda lectura hace referencia a la violencia contra la mujer en cuanto a ese otro goce referido; goza de otra cosa, que el hombre no tiene, no siente, produciéndose en el hombre rabia, ira y odio con tendencia a destruir el objeto. Es la imposición a través de este medio de un único goce admitido por el hombre violento, el goce fálico. De ahí que la muestra del éxito de dicha violencia sería si la mujer queda encinta, donde ya se ve la equivalencia freudiana de niño igual pene. Es la imposición de goce falocéntrico del hombre sobre la mujer, y el odio precipitado por la pertenencia de un goce que se le escapa al hombre, propio de ellas. Qué decir que ambas lecturas no son opuestas, se dan a la vez. Véase la equivalencia de lo dicho con el imaginario social de algunos hombres acerca de la independencia de la mujer; esto es, que pueden no sólo vivir sin ellos, sino gozar sin ellos, o con otro tipo de goce que ellas detentan.
El goce de la mujer y el misticismo.
La mujer tiene un goce adicional, suplementario, respecto a lo que designa como goce la función fálica. Goce suplementario y no complementario. Tenemos entonces que del lado femenino de la lógica de la sexuación en Lacan el goce no es complementario, al masculino - no hay media naranja -, no es un goce complementario al goce fálico, sino suplementario y contingente.
Suplementario porque no es un goce que pudiéramos añadir al fálico para obtener la unidad, y es contingente porque puede presentarse en ocasiones, a veces, o nunca. Por no existir ese límite es no-toda, es un goce dual, estrábico, dirá Lacan, la mujer está en el goce fálico pero tiene además acceso a un goce suplementario.
Apunta Lacan: “…Sin embargo, la mujer
tiene distintos modos de abordar ese falo, y allí reside todo el asunto. El ser
no-toda en la función fálica no quiere decir que no lo esté del todo. No es
verdad que no esté del todo. Está de lleno allí pero hay algo de más.” Entonces como del lado de la mujer existe un
goce adicional que la hace no-toda, y porque no está totalmente atravesada por
la regulación fálica, teniendo a la vez relación y no relación con el falo y
aunque está del lado fálico, vemos que hay algo de más, un plus que hace que no
sea un todo, ese algo de más tiene que ver con este Otro goce que está más allá
del falo: “…Hay un goce, ya que al goce nos atenemos, un goce del cuerpo que está, un goce
de ella, de esa ella que no existe y nada significa. Hay un goce del cual quizá
nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso sí lo sabe. Lo sabe, desde
luego, cuando ocurre. No le ocurre a todas…” Otra vez, lo siente pero no lo
inscribe, no se descifra, no cifra. No hay en lo simbólico ningún significante
que pueda escribir el goce propio de lo femenino. Es un goce inefable que quizá
nada sabe ella misma a no ser que lo
siente, y ha llevado a Freud a preguntarse ¿qué quiere una mujer? Y Lacan continua: “… de este goce la mujer nada sabe, es que nunca se les ha podido sacar nada. Llevamos años suplicándoles de rodillas que traten de decírnoslo ¿y qué? Pues mutis ¡ni una palabra!...” .
La mujer, al no estar toda ella dentro de esta función, imagina que el otro sí lo está, y se dirige al hombre o a otra mujer diciéndole: "te envidio el que todo tu goce esté dentro de la función fálica", pues imagina que si el de ella estuviese todo dentro de esa función, el encuentro con el otro sexo sería posible.
La envidia de pene freudiano entonces es la figuración del plus de goce de la mujer. Esta afirmación la encontramos en el mismo Freud:" ...nos inclinamos a atribuir a este último influjo el plus que hay en las mujeres”.
El hecho de no encontrar límite a este goce, impulsa a la mujer a acercarse a una posición perversa, a la perversión, a la versión del padre: pide el castigo del padre que pueda limitar el goce que la hace padecer. Sin embargo, en el acto mismo del sacrificio, produce un plus de goce excedentario que no alcanza aún más a simbolizar, entrando a esa espiral perversa sádico-masoquista, ad infinitum.
Freud sostiene justamente que hasta el momento de la castración la mujer había vivido como un varón, es decir, toda ella dentro de la función fálica, pero que a partir de entonces, la envidia de pene es el indicador de que ya no toda su sexualidad se encuentra dentro de la función fálica: “...hasta ese momento había vivido como un varón (...), ve estropearse el goce de su sexualidad fálica por el influjo de la envidia de pene “. Envidia que no es más que la imaginarización de que ella ya no está toda dentro del goce fálico, sino que aparece un goce otro.
No hay significantes, para nombrar
ese Otro goce, lo percibe, es la percepción en el sentido que daba Freud, de
que no se inscribía, la percepción es un instante, en un tiempo y después desaparece,
un relámpago, algo fugaz. Continuamos con la aportación de Lacan: “…Hay pese a todo, la posibilidad de un
empalme cuando se lee cierta gente seria, que por casualidad son mujeres…”. Empalme
entre el goce místico, que emparenta con el goce femenino y el goce fálico. Retoma
a la mística diciendo: “…La mística es cosa seria, ya sabemos de ella por ciertas
personas, mujeres en su mayoría o gente capaz como San Juan de la Cruz, pues
ser macho no obliga a colocarse del lado del…todo. Uno puede colocarse también
del lado del no todo. Hay allí
hombres que están tan bien como las mujeres, son cosas que pasan, y no por ello deja de irles bien. A pesar, no diré de su falo, sino de lo que a guisa del falo les estorba, sienten, vislumbran, la idea de que debe haber un goce que esté más allá. Eso se llama un místico…”.
¿Qué quiere decir la palabra misticismo? Se trata de:
“una doctrina religiosa y filosófica, según la cual consiste la perfección en
una especie de contemplación extática, que une el alma misteriosamente con
Dios. Es un estado de unión entre el alma y Dios por mediación del amor.”. La
mística entonces es una experiencia de lo divino, donde se excede a la
experiencia religiosa, ya que no se trata sólo de amar a Dios, sino de alcanzar
una íntima unidad con Él. Aspira a vivir el éxtasis de la fusión de lo que escapa
al sentido, los escritos de los místicos serían la expresión
literaria de esta experiencia.
En la Edad Media, el misticismo estuvo con mucha
frecuencia asociado al monacato, entre ellos San Juan de la Cruz, a quien a
propósito de la experiencia mística Lacan lo ubica del lado femenino, pues dice “ser macho no es condición suficiente
para alinearse del lado masculino”. Leemos de él:
Coplas sobre un
éxtasis de harta contemplación
“Entreme donde no supe…
Sin saber dónde me estaba,
Grandes cosas entendí,
No diré lo que sentí,
Que me quedé no sabiendo,…
Toda ciencia trascendiendo.
…Que no hay facultad ni ciencia
que le puedan emprender, “
Al igual que el goce femenino, no hay modo de decir de qué se trata esta experiencia. San Juan sabe que el lenguaje poético es insuficiente, sabe que no hay ciencia ni facultad que pueda conceptualizar este goce, este éxtasis. Es por medio de la poesía que la experiencia mística puede ser traducida a palabras, pero éste no es el lenguaje de la mística ya que la mística carece de lenguaje
Hay un enigma sobre el cual habla la mística, porque este enigma no habla, al igual que el goce femenino. Dice J.A. Miller en “La disparidad del amor”: “…Pero hay algo que sólo se obtiene en la literatura mística: el testimonio de un modo de gozar particular…” “Y el goce silencioso, es que se alcanza en la experiencia mística precisamente, se lo encuentra en la observación de que Dios se calla y se manifiesta por su pura presencia…”. Dios allí, habla.
Santa Teresa de Ávila quien vivió entre 1515 y 1614, es otro ejemplo del misticismo. De ella nos dice M. Lépée: “Sobrehumana, esta santa sin embargo es muy humana. Humana sobre todo por un no sé qué de femenino y de maternal” . Una muy buena relación hecha por este autor, entre lo femenino y lo maternal, sobre todo si hablamos en la clínica de las consecuencias del infinito del goce femenino y el estrago materno.
Nos dice Santa Teresa: “No hay sentir sino gozar sin entender lo que se goza.”. El sujeto se desvanece y sólo sabe que ha gozado. Toda la riqueza de la mística consiste en establecer esas relaciones entre el alma y Dios, el desfallecimiento, el abismo “inaccesible a la medida y a los pensamientos del hombre” se sitúan fuera de esa función, con un goce que va más allá del falo. W.James precisa que lo estados místicos son transitorios, lo que nos remite nuevamente a la irrupción de goce, y el éxtasis que se provoca, de ese Otro goce que no es afín con el significante, que no es contable en la lógica discreta del goce fálico.
Lacan dice que él cree en el goce de la mujer y recomienda la lectura de los escritos y jaculaciones de los místicos. Entonces diremos que la escritura permite lo que es imposible decir, lo cual coloca al místico en una tesitura especial respecto al lenguaje, viéndose obligado continuamente a forzar los límites de la significación.
En su Seminario III, “Las psicosis”, del año 1.955, allí coteja el goce padecido en la psicosis y el goce que experimenta el místico, subrayando la diferencia radical de estos testimonios, diferencia que existe entre la experiencia mística de San Juan de la Cruz, al testimoniar sobre los esponsales del alma con la presencia divina y el testimonio objetivado de Schreber, donde él es escritor pero no poeta. La poesía, dirá Lacan es creación de un sujeto que asume un nuevo orden de relación simbólica con el mundo, esto es la escritura de un análisis.
El maltrato, un vínculo psicopatológico.
La violencia en la pareja se produce en un contexto donde se supone que hay amor, hasta pensar que si no hay amor no hay, por tanto, malos tratos. Ya hemos indicado que el hombre sostiene esta situación y hemos indicado algo acerca de esa posición paradójica de la mujer en su mantenimiento. Estamos señalando que hay un vínculo entre ambos que sujeta el maltrato.
La subjetividad, el carácter, la sexualidad, la personalidad se construyen en la familia y en la cultura. Esta se sostiene sobre la hegemonía masculina y el falocentrismo. Una cultura que está diseñada y pensada para reproducir valores masculinos y masculinizantes., y que se muestra dividida en dos campos bien delimitados: lo masculino perteneciente a lo público, y lo femenino cercado en lo privado, en lo doméstico. Y donde la agresividad, que es consustancial a la constitución del sujeto, y que es necesaria para protegerse del mundo aparece que sólo está legitimada en la cultura para el sexo masculino. Para la mujer, se legitima la sensibilidad, la abnegación, la tolerancia a la frustración, el cuidar, y valores en esta misma dirección. Desde este lado, la agresividad parece conformar la identidad del hombre. ¿ qué podría pensarse de un hombre que no defiende a su familia e hijos ?. Por tanto, la ausencia de violencia en el hombre está socialmente penalizada. Si la mujer, por el contrario de su imaginario social, la agresividad es tomada como un síntoma.,como algo que no marcha bien y que amenaza el rol social de la crianza de los hijos.
Estos valores, como ya hemos indicado, se construyen a través de lo que Freud apuntó como los procesos de identificación, que son los primeros lazos afectivos con otro. Por tanto, la identificación se produce a través del afecto. La identificación no es algo consciente, no es un acto voluntario sobre lo que un sujeto pueda decidir; y una vez que se produce tiene el efecto de ser un invitado que nos habita, que forma parte de nosotros, y que no es fácil desalojarle.
Brannon y David definieron unos ideales del género masculino acuñándolos como “los cuatro imperativos que definen la masculinidad”: El primero de ellos es no tener nada de mujer ; ser varón significa no tener nada de aquello que se atribuye a la mujer, desde la vulnerabilidad, pasando por la pasividad, alcanzando la emocionalidad y dulzura, hasta llegar al cuidado del otro.. Se trata de la feminización eqiuivalente a las tendencias homosexuales.
El segundo hito, es ser importante, en la línea de tener éxito, ser competitivo, sentirse superior, la inteligencia, y, por supuesto, la admiración del otro. Aquí, se evita encontrase con ser impotente, fracasado, despreciado y dominado.
El tercer imperativo, hace referencia a ser un hombre duro. Alcanza a ser impasible, frío, resistente, autoconfiado y ocultar las emociones. Es un ideal de suficiencia, que deplora el encuentro con ser débil y blando El cuarto invoca el mandar a todos al infierno: la agresividad y la audacia son sinónimos de la hombría. Para ello se hace preciso utilizar la violencia, hacer lo que se venga en gana, enfrentarse sin riesgo ni temor. El encuentro temido es con la cobardía, el miedo y la duda.
Bonino añade un hito más: respetar la jerarquía y la norma. Ser hombre conlleva el obedecer al superior, no cuestionar la norma y renunciar al criterio propio.
Si tenemos en cuenta estos criterios en una identificación extrema de un sujeto, alcanzamos a esbozar cierto semblante del maltratador. Éste no reconoce a su pareja como sujeto, rechaza reconocerse como dependiente de ella, de la necesidad de ella. Rechaza, por tanto, la figura de la falta en él mismo. No puede encontrarse con su propio agujero, con sus carencias y faltas, y en suma con la castración que apunta a su falta en ser.
Si esta figura esbozada se reconociese como dependiente de su pareja se sentiría amenazado en su propia representación de la virilidad, de su identidad masculina. Por supuesto, esto es lo que se pone en juego: la propia representación de su identidad supone una identificación extrema a un ideal de lo que interpreta que es un Hombre, con mayúsculas, aquel que puede estar en el lugar de la excepción, siguiendo el esquema lacaniano sobre la sexuación, aquel que no está castrado. Para preservar dicha imagen recurre a colocarse en un lugar ficcional, pero presente en la realidad material, forzando las cosas, que revoca cualquier representación de la castración que amenaza al sujeto en cuestión. Por ello, estos sujetos evitan el encuentro con otros hombres, aquellos que pueden señalarle su propia falta, y si se producen acarrea la aprición de la debilidad, de la cobardía, símbolos de las carencias, y en última instancia, una vez más de la castración.
El lugar de ellas es importante para estos hombres. Existen para calmarlos, para saber, adivinar lo que necesita, lo que le pasa y lo que le sucede, las sumas de esto es para satisfacerlo… Y este es el lugar de las madres con los bebés: adivinar sus necesidades y sus deseos, acertándolos logrando satisfacerlos … sin que los bebés hablen. Ellas existen para comprenderlos más allá de la realidad, en estrecha intimidad y complicidad, haciendo ese Uno entre la madre y el hijo, sin poder derivar su mirada a cualquier otro o a cualquier cosa por fuera del bebé o del maltratador. El fantasma del hombre es hacer una relación simbiótica con ella… con la madre… que se produzca un Uno, donde se rechaza la figura de la alteridad, para renegar de la castración. En última instancia se trata de que para el varón se le ha escapado la figura de la madre, no ha podido atraparla – deseo incestuosos -, fue fallido este encuentro buscado en la infancia y, ya tiempo después, intenta recuperarla a través de esta existencia de mujer-pareja, que no lo es.
El enamoramiento, esa enfermedad que produce una alteración de la fiebre, nos hace ver al otro del que nos enamoramos – proceso mediante las proyecciones ya explicitadas por Freud – con todas las virtudes y valores que necesitamos – porque no olvidemos que estamos en falta -. El otro se convierte en todo para nosotros, en alguien perfecto en cuanto ocupará el lugar idealizado de los padres de la infancia.
La otra cara del enamoramiento es la fragilidad; pone en evidencia de que le necesitamos; no nos encontramos bien si no está dicha persona, alcanzando una cierta herida narcisista. En el discurso religioso, ante el matrimonio, se hace referencia textualmente a que antes erais dos y ahora sois uno; se implica directamente a la figura del Uno. Y en el discurso popular se habla de la media naranja, igualmente se aplica la posibilidad de realizar un Uno con el otro. Este Uno es un lugar que implica que no hay fallas, no hay agujero, el lugar de un Todo. En la medida en que la media naranja que se encuentra es media naranja de otra media naranja que no es nuestra media naranja, es otra… el encuentro es fallido; siempre lo va a ser por definición: no hay posibilidad del Uno, aunque fantasmáticamente se apunte a ello.
El resultado, fallido, impregna al otro: va a defraudar; el enamoramiento no dura siempre, afortunadamente, y las cosas empiezan a transformarse. Cada sujeto vuelve a ocupar su lugar, el de siempre con respecto de él mismo. Se procede a la desidealización; el otro no es tanto como el sujeto enamorado suponía, acontece lo que es. Dicha cuestión no es soportada por el maltratador, la decepción es intolerable por cuanto le confronta a situaciones íntimas. La primera, que la mujer es un sujeto, y por tanto no es siempre el objeto que le calma, le apacigua, y le adivina donde quiere que ella esté. La segunda hace referencia a que la necesita, de tal modo que no puede prescindir, no pudiendo obviar que ella no es perfecta, y que se equivoque. Estos dos encuentros evitados hacen que no den dos subjetividades, sino sólo una, aquella que le conviene al propio sujeto, haciendo que ella sea sólo una parte de él. Es la búsqueda y el encuentro de una fusión. En la medida en que dicha fusión no acontezca, hace saltar ciertos resortes e irrumpe la violencia.
En la violencia, en el acting, no hay palabra, no se habla, no se discursea, no se tolera la decepción; es más el acting es para cerrarla, obturarla a través del golpe. Es la agresividad ante la frustración de que algo se le escapa, como la madre de la infancia, de que no adivina, no sabe lo que él desea y quiere. La fusión imposible.
El discurso de estos hombres es que ellas han forzado tal situación por cuanto “no han sabido” leer su pensamiento y deseo, por “no estar donde tienen que estar”. No hay culpa en el hombre, es lo que para ellos tiene que ser. La mujer es suya, de ahí “ la maté porque era mía”, es un objeto propio en su configuración psíquica. Si ella lo deja, él tendrá que confrontarse con que la necesita, ese horror, y se estipula como una amenaza viril que apunta, una vez más, a la interdicción del incesto y la determinación de la castración.
En ellas, estas mujeres, ya hemos apuntado la idea de que están atravesadas por cierta identificación al amor de una determinada manera. También es necesario apuntar la identificación con el postulado del sacrificio, del mandato de la propia subordinación de sus deseos a favor de lo que necesitan de los otros a los que aman. Parecen ser las especialistas en el amor, en los sentimientos, en la disponibilidad, en las relaciones, ocupando un lugar en el que se siente necesaria para el otro – sigamos a Lacan: ser el falo -. Desde otro lado, señalamos lo definido como intuición femenina, atribuido a algo natural, de corte biológico, que le hace saber e intuir lo que le pasa al otro, alcanzando el estatuto de intuición científica. Dichas características conforman un ideal maternal que es definido lo que es ser una buena madre: renunciar a parte de la existencia para volcándose a la atención de los otros. La cuestión es que la mujer que se vincula al maltratador mantiene esta cuestión en forma de mandato, de imperativo categórico Kantiano, un deber ser. Es una norma, parece, sobre lo que es ser mujer, algo que atraviesa su existencia. En lenguaje psicoanalítico, es el yo ideal, incompatible con el aspecto apaciguador del superyó, apuntalador de lo que ya hemos denominado como goce – alcanzado a través del sufrimiento-.
El contexto social.
A mayor necesidad de amor, reconocimiento, represión de la agresividad y sexualidad en la mujer nos encontramos con fuertes condiciones de someterse al otro. El sometimiento, primera condición para dejar de ser un sujeto, es la puerta de entrada para llegar al maltrato físico.
El proceso previo al maltrato reside en el asilamiento de la familia extensa y de cualquier otro lazo social. Se rompen los vínculos de apego, los lazos sociales – desde el trabajo a las amistades – cercenándolos, obturándolos y destruyéndolos. Este manejo por parte del maltratador tiene un efecto inmediato en la mujer: inseguridad y dependencia, creándola más como objeto y menos como sujeto, afectando, por tanto, a la subjetividad en ella.
Una vez que ya se encuentra aislada, desconfía de todo lo que no concierna a su pareja. Desde este sometimiento, podemos indicar que es un vínculo adictivo, estando adaptada al Otro provocando que el encuentro subjetivo se traduzca en un vacío; más intolerable que el mal trato, y más doloroso que la humillación y el golpe. Percibe la debilidad del partenaire, alcanzando el saber de que es Toda para él. Es la trampa inconsciente, porque también desdice la castración – justamente por este lugar y por el abandono -.
Psíquicamente se coloca en lugar de sostén, una prótesis imprescindible. Y casi siempre estamos en situaciones donde la mujer ya es madre – cuestión importante a tener en cuenta -, poniéndose en juego los valores de género femeninos.
Es una mujer que vive su propio narcisismo y estima a través de él, de su mirada, no teniendo nada que ver que ella sea desenvuelta, inteligente e incluso con medios económicos propios – por ello alcanza a todas las capas sociales -. Pero se encuentra privada de lo público, con independencia de que trabaje o no fuera del ámbito doméstico. En este proceso, la mujer se puede identificar al agresor, puede vivir la feminidad como una minusvalía, una debilidad; en cambio con el agresor se puede sentir de otra forma bien distinta: imprescindible, necesaria. El hombre es el soporte para su narcisismo y autoestima. Esta es la cosa.
Violencia doméstica. Psicoanálisis y Derecho.
El nacimiento del Derecho es un hecho violento. Jose Luis Aranguren lo señala así: “ la violencia se halla en el origen mismo del poder del Estado…En el comienzo, en la implantación de todo régimen, el poder es pura y simplemente violencia. Pero el régimen, una vez establecido, se autolegítima…. Y la autolegítimada violencia de cada día aparece, pura y simplemente, como defensa de la Ley y del orden público”. De ahí en adelante, el Derecho se convierte en doctrina de lo justo.
Edipo pagó muy caro su amor por Yocasta, aún cuando perpetrara su doble crimen con la virtud del enamorado y la inocencia del ignorante. Por supuesto, inocencia en referencia a la ética, y culpable en el plano de los hechos, de la ley. Si se rebatiera, en defensa de Edipo, que no hubo ánimo de obrar mal, la ley argumentaría que siempre podría haber evitado la ignorancia; entonces, hay culpa. Se trata de dos crímenes contra los orígenes de la vida que atentan contra el orden natural de las cosas; testimonian que ni la virtud ni el amor representan garantía suficiente frente a la amenaza de la destructividad humana, ya sea intencionada o no.
El mito de Edipo nos muestra algo de la relación del hombre con la ley: confronta lo que debe ser conforme a la ley con lo que ocurre en al Naturaleza prescindiendo de lo que deba o no ocurrir. Lo que es de Derecho se opone a lo que es de hecho, reafirmando una oposición, por tanto, entre la razón y lo instintivo. Frente al riesgo que entraña ese estado salvaje y amoral en el que parecen transcurrir los hechos siguiendo su curso natural, y en el que se desarrollan los dos mitos freudianos referidos al asesinato del padre de la horda primitiva y el mismo Edipo, es importante el alcance la definición de Hegel sobre el Derecho: “ la pura exterioridad negada de la conciencia moral”; negatividad consecuente de la existencia de un estado de la naturaleza anterior a todo estado social y que justifica la ligazón del hombre a la ley y, por tanto su condición de sujeto de derecho, legitimando al psicoanálisis para completar su estatuto declarándolo sujeto de la pulsión. La cuestión reside que el sujeto puede desasirse del derecho, y vivir torcidamente; pero no puede deshacerse de la pulsión, es algo que lo habita. No hay sujeto sin pulsión.
Se conviene la necesidad de conciencia en el sujeto de su sujeción a la ley moral, que lo coacciona, y le exige una subordinación y renuncia al placer; algo que tiene que ver con el proceso civilizador y que en última instancia le pide la atrofia de su sexualidad. Es una violencia sobre la pulsión sexual que se materializa en una desnaturalización del sujeto, conllevando un aspecto más humano del propio sujeto. Ya Freud señaló al superyó, fuerza coaccionadota, como la instancia que hace diferente al hombre del animal.
Nietzsche propugnó el primitivismo instintivo, y esta desnaturalización del sujeto no significa otra cosa que la esclavitud del sujeto, su acabamiento, la decadencia del superhombre en tanto “sujeto con voluntad de dominación”.
Mientras que el sujeto se somete a este proceso de desnaturalización, no parece que le quede otra salida que buscar otras alternativas a la pulsión sexual, a las que la Naturaleza parece ofrecer al resto de las especies. Pero también es necesario hablar de la precariedad del sujeto frente a su pulsión, frente a la posibilidad de brusca agitación que promueve en el sujeto el deseo más desenfrenado, alcanzando el uso y abuso del objeto como por ejemplo ya Sade preconizó: la inmoralidad misma, la búsqueda del placer sin límite… algo que ya para el psicoanálisis no es placer. Y por tanto tenemos que admitir que la desexualización sea la única manera de tener en cuenta de forma suficiente al objeto y preservarlo de la megalomanía del sujeto porque la pulsión se nos muestra como devoradora de objetos. Preservar al objeto, no ya como acto piadoso que aborrece Nietzsche, sino porque el reconocimiento de su existencia y de sus vicisitudes se hace imprescindible para poder preservar la propia estructura psíquica del sujeto.
En la época nazi, la pulsión se desplegó en sus últimas circunstancias; se puso en juego lo que podemos llamar “el deseo en estado puro”. La destrucción del ser humano hace mención de ello; se experimenta aquello de “lo tomo porque lo quiero, es mío”; es la manifestación de la pulsión en su lado más extremo: un nazi podía actuar de la siguiente forma: “ te arranco tu ojo porque yo lo deseo”, es decir no se atiene, el deseo, a ninguna ley. El deseo no condesciende a la ley, a la ley del padre. Por tanto….la pulsión de muerte.
Debemos señalar la trampa que acompaña a la ley ya que su cumplimiento, al igual que todo imperativo al que se liga el sujeto, acarrea cierto bienestar en relación directa con el sacrificio exigido. Un bienestar proporcionado por el goce, por un sentimiento de elevación que se acerca más a cierto sentido virtuoso de la vida; lo que la ley ordena es esta división dolorosa, un sujeto en alguna medida desnaturalizado, desexualizado al precio de una cierta enajenación en el goce, que termina anudando líbido y pulsión de muerte. Aparezca por donde aparezca la desmesura, por el lado de la sexualidad o de la ley, la pulsión de muerte acecha al sujeto imprimiendo su sello, tanto en el exceso de renuncia como en el desenfreno dionisiaco porque en ambos se disimula el auténtico peligro…la falta de un verdadero objeto de deseo.
Lo importante es preservar el deseo, que se liga a la vida, en tanto movimiento libidinal constante que busca desplazándose de un objeto a otro; sosteniendo el deseo, a pesar de esa cierta renuncia a la satisfacción total de las metas pulsionales, mantenemos vivo el objeto, sin pagarlo demasiado caro, como señala bien Piera Aulagnier, sin que ese resto inevitable de sufrimiento sea excesivo, y quizá de paso, estemos más cerca de reconocer a las propias pulsiones del objeto e intentemos satisfacerlas, de forma parcial.
Freud decía que la evolución exige, no que la pulsión finalice domesticada por el yo, sino que se consiga ser ligada por éste. Todo esto coloca al Derecho en una encrucijada en las que debe de intentar preservar las posibilidades de encuentro entre la naturaleza humana y las exigencias socio-culturales, su imbricación o, al menos, evitar su dramático desencuentro para que ese constante trabajo de ligazón del yo no se vea trabado. Quizá en este punto podemos encontrar que el marco del derecho, a veces, sea pequeño, y produzca un efecto, en los sujetos, descorazonador, frente a la limitación de la destructividad humana, en relación, al igual que Edipo, de hacer el bien o la ignorancia de hacer el mal cometa acciones sin remedio, sin apelación en referencia directa al Derecho Internacional en su justificación de la “guerra justa”. Y algo cae en el sujeto cuando comprueba que el Derecho no se atiene a la ley, cuando se expresa que el Derecho es algo que un representante de la Ley lo actúa como quiere, sin someterse a sus principios.
Si ciertamente aquí se pone en juego la dualidad de la pulsión de vida versus la pulsión de muerte, emerge otra dualidad también comprometida por esa aspiración omnipotente a la satisfacción pulsional completa, es decir, de la oposición masculino-femenino. Introduzcamos el concepto de pulsión de dominio a través de Pontalis y Laplanche. Ellos nos informan de que se trata de un término relativamente impreciso utilizado por Freud en la Teoría de los Tres ensayos sobre la teoría sexual: una pulsión no sexual que sólo secundariamente se une a la sexualidad y cuyo fin consiste en dominar al objeto por la fuerza. Freud considera a la musculatura como el soporte de esta pulsión y acuña dicho concepto en la explicación de la crueldad infantil; no persigue el sufrimiento del objeto, sino más bien que no lo tiene en cuenta; fase previa entonces, tanto a la compasión como al sadismo. En las pulsiones y sus destinos, Freud define el primer fin del sadismo como la humillación y el dominio del objeto por la violencia. El hacer sufrir no forma parte del fin originario. Finalmente con la introducción de la pulsión de muerte, la tendencia de asegurarse el apoderamiento del objeto aparece como una versión que puede adoptar la pulsión de muerte cuando ésta entra al ser vicio de la pulsión sexual, y el punto de referencia ya no recae en el dominio sino en la destrucción. Crueldad sobre la que se asienta este apoderamiento del objeto, para inmovilizarlo, minando su pulsionalidad misma para dejarlo inactivo y fijarlo en el seno del narcisismo del sujeto. Objeto pasivizado, convertido en mera proyección narcisista del sujeto que borracho de omnipotencia, no dispondría de mejor recurso para desmentir su propia tendencia y temor a la pasivización. Alcanzamos otra dualidad freudiana: oposición actividad-pasividad. Para Green se trata de repudiar la feminidad de la madre, esto es, su acción pasivizante, vivida como un ataque de carácter insoportable a la identidad del sujeto. No habría de rechazar la feminidad de no hacerse fundamental el desmentimiento del deseo de fusión como el objeto primario a causa de la pasivización que implica. Fusión primitiva con la madre que el hombre, a diferencia de la mujer, no puede en modo alguno revivir, al estar impedido por la experiencia de la maternidad.
Si pensamos que la destrucción violenta para aniquilar al objeto debe entrañar algún tipo de angustia, un temor a algún tipo de desmoronamiento total, el asesinato aparece como la forma de obtener un cierto sosiego en la destrucción, y que también es autodestrucción. En muchas historias, sucede que tras el asesinato, se prosigue el suicidio del sujeto, o también un entregarse a las autoridades. Podríamos interrogarnos a quién mata entonces el sujeto, qué figura es la destruida…quizá se trate de un objeto depositario que va más allá de una investidura narcisista; no es una sombra la que cae sobre el yo, parece el yo mismo destruido en el acto del asesinato. El objeto encarna, pareciera, un doble necesario, indispensable, para el sujeto.
Balier realiza un análisis de comportamientos sexuales violentos; destaca el papel de la escisión del yo en este tipo de patologías. Son personas que pueden sostenerse en un mundo objetal ordinario hasta la sobreadaptación, en contraste con otra parte de sí realmente perturbada oculta en si psiquismo, pudiendo activarse en un momento determinado, algo así como una llamada.. De ahí, que en ocasiones aparezca la figura de un sujeto bien adaptado, o maduro socialmente – y que no es lo mismo que la madurez psíquica -, y que detrás de esta imagen se oculta una enorme pobreza mental, con una sintomatología de hipermadurez.
Esa llamada podría ser la amenaza de separación de pérdida del objeto primario omnipotente; la relación objetal de precipita como un callejón sin salida entre la angustia de intrusión y la angustia de separación. Nos encontramos ante la incapacidad para soportar la pérdida, para aceptarla. Emerge el sujeto como insolvente para tramitar una pérdida porque cuestiona su mismo estatuto de sujeto.
Algunas consecuencias clínicas en la violencia de género.
La consecuencia más profunda y que aconsejarán un tratamiento del sujeto atravesado por los malos tratos será el de darse el lugar de volver a reconocerse como sujeto, recuperar la subjetividad en detrimento del ser objeto Todo. Esto no indica que el sujeto deje, en parte, de ser objeto. Lo aclaramos al decir que todo sujeto es, a la vez, objeto. Es indispensable para el vínculo con el otro, es la forma que tiene la seducción en el lugar amoroso. Sin alcanzar, en esta referencia, la destrucción de la propia subjetividad – cuestión que si ocurre en el maltrato-. Si el sujeto no se coloca en cierto lugar de objeto a para el otro – dixit Lacan – entonces no representará para el otro ser un objeto valioso; no se ofrecerá como significativo para el Otro. Y esto alcanza a hombres y a mujeres. Conllevaría, al decir popular, no comerse una rosca. Esta cuestión hay que entenderla bien porque corremos el riesgo de pensar que no cabe otro destino que ser puramente un objeto de goce para el Otro… y entonces estaríamos hablando del sacrificio. Bordeamos la psicosis, donde – si se alcanza el paroxismo sacrificial – el sujeto ofrece al Otro una parte de su cuerpo en modo sacrificial, desapareciendo absolutamente como sujeto. Y se trata de que sin dejar de ser sujeto podamos ofrecernos como objeto – en momentos puntuales, parciales -.
Algunas mujeres mantienen el discurso de que no quieren ser tomadas como objeto que luego van a tirar a la papelera, no quieren ser tomadas como pañuelo de papel que luego se desecha, quieren ser tomadas en más; por su inteligencia, por su hacer, por lo que son, que apunta a algo más que como objeto sexual, como si este lugar fuera el todo como objeto; se niegan a ello. Huyen de la posición extrema de ser un objeto en estado puro para el hombre. Y en el hombre esta cuestión se dirime, también en algo más… no ser un sujeto para inseminar, para que la mujer tenga un hijo y que alcance la posición de Madre.
Otro de los malestares subyacentes de los malos tratos se manifiesta por la sensación subjetiva de suciedad, de ser mala, que se acompaña en muchas ocasiones de haber hecho algo malo que justifica que el agresor se comportase de una forma determinada. Ya no sólo existe la agresión y el maltrato, sino que subsiste una experiencia de miseria inducida, en la que la víctima se vive como merecedora de lo sufrido. A la víctima le es mejor tener la sensación de que ha sido mala, salvando al agresor, para poder seguir optando por una figura de protección hacia ella, y por supuesto, también salvar sus ideales con respecto del amor. Se garantiza la fantasía de Otro bueno y protector. Cuando esto se viene abajo, la vivencia primaria bajo la indefensión, culpa y miseria se apodera de la estructura psicológica. Emerge otro mundo, y pone en cuestión la vida de la persona en cuanto a su ser como sujeto.
La autoestima, es un elemento que se deriva de los elementos relacionados y descritos ya a anteriormente. Esta se encuentra en relación directa con el vínculo mantenido. Como ya hemos indicado anteriormente, el narcisismo y la autoestima pasan por el Otro, y el despliegue puesto en funcionamiento por el sujeto maltratador alcanza a que sin él, ella no es nada. Efectivamente esto se produce, quedando ambos elementos pertenecientes a la subjetividad en suspenso para la propia persona implicada. Se aclara al decir que la persona es dependiente del narcisismo aportado o significado por el agresor por cuanto ella apunta a establecerse en el lugar del Todo, como ya hemos indicado.
Hacemos referencia a continuación a diversos trastornos surgidos en sujetos que han experimentado la violencia. Nos referiremos al TEPT, TEA y derivados. Como los cuadros que se presentan a continuación pueden surgir de otras situaciones traumáticas, desplegaremos todas las sintomatologías provenientes de lo traumático, teniendo en cuenta que no todo lo expuesto va a pertenecer a lo emergente en situaciones de violencia en la situación de maltrato.
TEPT. Trastorno de estrés postraumático.
El término TEPT engloba dos aspectos bien definidos: por una parte una respuesta de estrés que es patológica, y por otra el trauma. Frente a un estresor el organismo responderá buscando la adaptación, el equilibrio, pero recordemos que existe el goce, aquel que va más allá del principio del placer... Podemos decir además que esto es lo propio del proceso traumático. Por lo tanto se trata de una adaptación con muchas dificultades puestas por el propio psiquismo. En todo caso, el estresor puede ser físico o psicológico y la respuesta puede ser adaptativa – eustrés - o patológica – distrés -. Es por ello que estrictamente deberíamos estar hablando de trastorno por distrés postraumático.
La definición del TEPT, por el DSM III y sucesivas definiciones de la APA, se basa en un modelo conceptual que separa a los eventos traumáticos de otras experiencias estresantes y, por consiguiente, separa al TEPT de otras respuestas al estrés.
Los eventos traumáticos o catastróficos, a diferencia de las experiencias estresantes cotidianas, han sido ligados a este síndrome, cuando originan una serie de síntomas y consecuencias determinadas.
Los estudios han comprobado que el TEPT es una enfermedad frecuente, que representa un problema para la salud pública muy importante, si bien se sabe que este trastorno no es la salida inevitable a toda exposición traumática. Llega a ser alarmante el incremento de los sucesos traumáticos en nuestra sociedad, en forma de asaltos, mal trato, robos, secuestros, violaciones, atentados y otros daños que amenazan lo cotidiano.
El DSM IV ha modificado el criterio del estresador del TEPT, de manera que ya no constituye una exigencia el hecho de que el evento se encuentre fuera del marco habitual de las experiencias humanas, siendo suficiente y necesario que la persona haya experimentado, presenciado o le hayan explicado uno o más acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás, y haya respondido con temor, desesperanza y horror intensos.
El TEPT presenta tres tipos de síntomas: intrusivos, de evitación e hiperexcitabilidad. Y tres tipos evolutivos: la forma aguda que comienza durante los tres primeros meses tras el evento, la forma crónica que dura seis o más meses y la forma retardada que aparece al menos seis meses después del trauma. Algunas formas son atípicas. Cuando la duración del trastorno es inferior a un mes, debe codificarse como trastorno por estrés agudo.
Frecuentemente, después de un cuadro agudo de estrés agudo o postraumático, puede haber una transformación permanente de la personalidad, secundaria a experiencia catastrófica, que viene expresamente recogida en la CIE-10, que es la décima versión de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud. La CIE es publicada por la Organización Mundial de la Salud.
La transformación de la personalidad no debe confundirse con los trastornos de la personalidad. Estos se desarrollan durante la infancia y se ponen de manifiesto durante la adolescencia o inicio de la edad adulta, mientras que la transformación implica un cambio o modificación de la personalidad previa, ya desarrollada. También debe diferenciarse de la acentuación de rasgos de la personalidad, ya que aquí se trata simplemente de una mayor significación de dimensiones ya existentes en al personalidad del sujeto.
Por el contrario, la transformación implica la aparición de rasgos nuevos, que no se encontraban presentes - suspicacia, desconfianza, apatía, etc.- con las siguientes exigencias: el evento debe ser suficientemente grave como para no tener que considerar la vulnerabilidad del sujeto, debe ser persistente, más de dos años después del evento; los nuevos rasgos resultan desadaptativos, y causan malestar o deterioro social significativo, y debe descartarse que el cambio no sea debido al uso de sustancias psicotrópicas, enfermedad médica, o trastorno mental.
Concretemos después de este recorrido, una definición: Se trata de una severa reacción patológica, cuyo causante es un suceso traumático. El efecto de este último se plasma en el interior del organismo, cronificándose. No se genera sin un acontecimiento traumático, agente estresante, pero éste por sí mismo no garantiza el desarrollo del cuadro, debe existir una vulnerabilidad previa, o factores de riesgo, en el sujeto para que ello ocurra.
Factores de riesgo.
Según Cia -2001-, los factores que influencian el riesgo de sufrir un TEPT, a consecuencia de una exposición traumática pueden diferenciarse en:
Pretraumáticos.
- Género: Las mujeres presentan
el doble de posibilidades de desarrollar un TEPT, respecto a los hombres.
- Edad: adultos jóvenes. Menores
de 25 años.
- Educación: sujetos de educación
terciaria
- Traumas infantiles: aquellos
que experimentaban abuso sexual o físico infantil.
- Exposición previa a traumas: en forma de
accidentes graves, abuso, maltrato, violación, migraciones forzadas, etc.
- Trastorno psiquiátrico
preexistente: de cualquier clase.
- Vulnerabilidad genética: Es
discutible y da lugar a confusiones.
- Antecedentes personales en la
adultez.
- Eventos vitales adversos:
divorcio, desocupación, muertes recientes, bancarrota.
- Salud física deteriorada.
- Historia familiar de trastornos psiquiátricos.
Peritraumáticos
Los cuales implican las características del evento - individual, grupal, accidental o provocado- entre los cuales se encuentran:
- Severidad o dosis del trauma: a
mayor magnitud de la exposición traumática, mayor es la posibilidad de
desarrollar un TEPT. Los traumas más severos, frecuentemente, incluyen la
percepción de que la vida se encuentra amenazada o existe la posibilidad de
sufrir lesiones graves.
- Naturaleza del trauma: La
violencia personal en forma de asaltos, torturas o violaciones, en las cuales
hay un agresor humano, es mucho más probable que generen TEPT que un evento
impersonal (desastre natural).
- Participación en atrocidades: como agresor, testigo o víctima de las mismas.
Postraumáticos.
Los podemos dividir en:
-
Pobre apoyo social y familiar.
- Reacción inmediata postrauma: Como la disociación peritraumática, la activación fisiológica o síntomas evitativos tempranos se encuentran bajo investigación como posibles factores de riesgo para el TEPT.
Cías propone además otra forma de clasificar los factores de riesgo:
- Factores referidos al trauma. Se han realizado diferentes estudios que confirman este extremo. Por ejemplo, se ha visto como los traumas intencionalmente provocados por el hombre confieren un riesgo mayor que los accidentes o desastres naturales. En general, la magnitud de los sucesos traumáticos, así como su repetición en el tiempo, constituyen elementos críticos.
- Factores referidos al sujeto que lo padece. En diferentes estudios, se han encontrado una serie de antecedentes que predisponen al desarrollo de la enfermedad: una historia familiar con ansiedad, una historia personal con conflictos neuróticos y problemas de conducta, una historia de tratamientos por conflictos psicológicos, separación temprana de padres o comportamiento antisocial. Todos estos factores predijeron, de manera significativa, el desarrollo del TEPT, luego de la exposición a un agente estresante.
El estresor.
Ya comentábamos más arriba como el DSM IV modificó el criterio del estresador, debido a lo cual no es necesario que la persona sea víctima en primera persona del suceso traumático, puede bastar con presenciarlo o escucharlo.
El DSM IV identificó cinco grupos de acontecimientos traumáticos: muerte, amenaza de muerte, graves lesiones, amenaza a la propia integridad y amenaza a la integridad de otras personas.
Las dos características más importantes son la severidad y la duración. Así por ejemplo, la experiencia en un campo de concentración y la violación se consideran situaciones de mayor riesgo para producir un TEPT crónico que la experiencia de combate o el haber sufrido un accidente de tránsito.
Entre las cusas más frecuentes de TEPT, por sexo, se tiene en los hombres las experiencias de combate o haber presenciado muertes o graves lesiones; en cambio en las mujeres destacan las violaciones y los ataques sexuales.
En frecuencia descendente las situaciones que provocan más TEPT son el recuperar la conciencia durante alguna cirugía (56%), la violación en mujeres (48,4%) y el presenciar muertes o graves lesiones entre los hombres (10,7%).
Criterios diagnósticos.
El diagnóstico del TEPT está, en principio, caracterizado por tres elementos mayores:
La reexperimentación repetida de memoria de la experiencia traumática. Estas tienden a involucrar memorias visuales y sensoriales del evento que frecuentemente son acompañadas por un desastre fisiológico y psicológico extremo, y a veces por un embotamiento emocional. Estos recuerdos pueden ocurrir espontáneamente o pueden ser disparados por una serie de estímulos reales o simbólicos.
Evitación de los estímulos que recuerden el trauma, así como embotamiento emocional e incapacidad de expresar los sentimientos. Se da un alejamiento de los estímulos cotidianos.
El estado de hiperalerta, expresado por la hipervigilancia, irritabilidad, problemas de memoria y concentración, trastornos del sueño y una respuesta de sobresalto exagerada.
Pasemos ahora a la descripción de los criterios que hace el CIE-10 y el DSM IV.
Criterios diagnósticos. CIE-10 OMS, 1992.
Surge como respuesta tardía a un evento estresante o a una situación de naturaleza excepcionalmente amenazante o catastrófica, que causarían por sí mismos malestar generalizado en un número mayoritario de personas.
Ciertos rasgos de personalidad - ej.: compulsivos-, o antecedentes de enfermedad neurótica pueden predisponer al padecimiento de la enfermedad, disponer un descenso en el umbral de la aparición del síndrome o agravar su curso.
Sus características: episodios reiterados de reviviscencias o sueños, persistente sensación de entumecimiento emocional, desapego, falta de capacidad de respuesta y evitación de todo lo que provoca el trauma.
Suelen temerse, e incluso evitarse, las situaciones que recuerdan o sugieren el trauma.
Pueden presentarse estallidos agudos de miedo, pánico o agresividad, desencadenados por estímulos que evocan un repentino recuerdo, una actualización del trauma o de la reacción original.
Estado de hiperactividad vegetativa con hipervigilancia e incremento de la reacción de sobresalto e insomnio.
Los
síntomas se acompañan de depresión y/o de ansiedad, y no son raras las
ideaciones suicidas.
El
consumo excesivo de sustancias o alcohol puede ser un factor agravante.
Comienza con un periodo de latencia luego del trauma cuya duración varía desde unas pocas semanas hasta meses.
El curso es fluctuante, pero se puede esperar la recuperación, en la mayoría de los casos.
En algunos casos el trastorno puede tener durante muchos años un curso crónico y evolucionar hacia una transformación persistente de la personalidad.
Se diagnostica si aparece dentro de los seis meses posteriores a un hecho traumático. Establecer un diagnóstico fuera de tiempo es posible cuando sus manifestaciones clínicas son típicas y la alternativa de otro diagnóstico no es viable. Deben estar presentes: las evocaciones o representaciones del acontecimiento en forma de recuerdos o imágenes o de ensueños reiterados. Suelen estarlo: el desapego emocional, el embotamiento afectivo, la evitación de estímulos relacionados al trauma. Los síntomas vegetativos, los trastornos del estado de ánimo y el comportamiento anormal contribuyen también al diagnóstico.
Criterios diagnósticos DSM IV.
A.
La persona ha estado expuesta a un acontecimiento traumático en el que han
existido 1 y 2:
1.
la persona ha experimentado, presenciado o le han explicado uno (o más)
acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física
o la de los demás
2. la persona ha respondido con
un temor, una desesperanza o un horror intensos. Nota: En los niños estas
respuestas pueden expresarse en comportamientos desestructurados o agitados
B.
El acontecimiento traumático es reexperimentado persistentemente a través de
una (o más) de las siguientes formas:
1.Recuerdos
del acontecimiento recurrentes e intrusos que provocan malestar y en los que se
incluyen imágenes, pensamientos o percepciones. Nota: En los niños pequeños
esto puede expresarse en juegos repetitivos donde aparecen temas o aspectos
característicos del trauma
2.
Sueños de carácter recurrente sobre el acontecimiento, que producen malestar.
Nota: En los niños puede haber sueños terroríficos de contenido irreconocible
3.
El individuo actúa o tiene la sensación de que el acontecimiento traumático
está ocurriendo ; se incluye la sensación de estar reviviendo la experiencia,
ilusiones, alucinaciones y episodios disociativos de flashback, incluso los que
aparecen al despertarse o al intoxicarse.
4.
Malestar psicológico intenso al exponerse a estímulos internos o externos que
simbolizan o recuerdan un aspecto del acontecimiento traumático.
5.
Respuestas fisiológicas al exponerse a estímulos internos o externos que
simbolizan o recuerdan un aspecto del acontecimiento traumático
C.
Evitación persistente de estímulos asociados al trauma y embotamiento de la
reactividad general del individuo - ausente antes del trauma -, tal y como
indican tres -o más - de los siguientes síntomas:
1.
Esfuerzos para evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones sobre el
suceso traumático.
2. Esfuerzos para evitar
actividades, lugares o personas que motivan recuerdos del trauma.
3. Incapacidad para recordar un aspecto importante
del trauma.
4. Reducción acusada del interés o la participación
en actividades significativas.
5. Sensación de desapego o enajenación frente a los
demás.
6.
Restricción de la vida afectiva - ej.,
incapacidad para tener sentimientos de amor -.
7. Sensación de un futuro
desolador - ej., no espera obtener un
empleo, casarse, formar una familia o, en definitiva, llevar una vida normal.
D.
Síntomas persistentes de aumento de la activación –arousal- -ausente antes del trauma -, tal y como
indican dos (o más) de los siguientes síntomas:
1.
Dificultades para conciliar o mantener el sueño.
2.
Irritabilidad o ataques de ira.
3.
Dificultades para concentrarse.
4.
Hipervigilancia
5. Respuestas exageradas de
sobresalto
E.
Estas alteraciones (síntomas de los Criterios B, C y D) se prolongan más de 1
mes.
F.
Estas alteraciones provocan malestar clínico significativo o deterioro social,
laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.
Especificar si:
Agudo:
si los síntomas duran menos de 3 meses Crónico: si los síntomas duran 3 meses o
más.
Especificar si:
De inicio demorado: entre el acontecimiento traumático y el inicio de
los síntomas han pasado como mínimo 6 meses.
Modificaciones del
diagnóstico del TEPT presentes en el DSM IV-TR
En
el DSM IV-TR, APA ,2001, se ha
introducido modificaciones del diagnóstico respecto a la versión de 1994...
Respecto
al curso de la enfermedad se agregó que puede haber una reactivación de los
síntomas en respuesta a recordatorios del trauma, a agentes estresantes vitales
o ante nuevos sucesos traumáticos. Se han descrito además posibles
connotaciones hereditarias, estableciendo una relación entre la historia de las
depresiones en familiares de primer grado y una mayor vulnerabilidad a padecer
el síndrome... Bajo nuestro punto de vista, la connotación hereditaria es
cuestionable ya que las relaciones con la historia de la familia también pueden
explicarse desde un punto de vista estrictamente psicológico.
En
lo que hace al trastorno de Estrés Agudo, el DSM IV, da una información
adicional, con relación al progreso de esta enfermedad hacia el TEPT. Menciona
rangos de prevalencia para el TEA que oscilan entre el 14% y el 33% en sujetos
expuesto a traumas severos.
Respecto
a los síntomas asociados al TEPT, es interesante destacar la presencia de una
constelación de síntomas, comúnmente asociados a un agente estresante
interpersonal: perturbaciones en la modulación afectiva, comportamientos
autodestructivos e impulsivos, síntomas disociativos, sentimientos de
inutilidad, vergüenza, desesperanza o desesperación, sentir que ha sido
perjudicado o dañado en forma permanente, pérdida del sistema de creencias
anterior, hostilidad, retraimiento social, deterioro en las relaciones,
alteración de las características previas de personalidad.
En
esta versión, se describen nuevas causas que producen el TEPT y se acentúan otras:
-combatir
o participar en una guerra (también ser víctima civil)
-
sufrir violencia personal (agresión sexual, física, robos a mano armada)
-
ser secuestrado o tomado como rehén.
-
ser víctimas de ataques terroristas
-
sufrir torturas o tormentos.
-
ser prisionero de guerras o permanecer en campos de concentración.
-
sufrir desastres naturales o provocados por el hombre
-
participar en accidentes automovilísticos o vehiculares graves.
-
recibir un diagnóstico de una enfermedad parcialmente terminal.
Otras Patologías.
Cabe
decir que ha medida que ha ido avanzando el estudio de las situaciones
traumáticas, se han ido describiendo más clases de reacciones. Se ha definido
así, el TEPT parcial y el trastorno de estrés postraumático. En ambos casos, no
se acaba de cumplir el diagnóstico para un TEPT. También ha aparecido el TEPT
complejo o trastorno por estrés extremo no especificado; este cuadro se asocia
de preferencia con una historia de abuso interpersonal prolongado y severo - como
abuso sexual, maltrato físico o experiencias bélicas prolongadas - y tiene
generalmente un curso crónico y de difícil tratamiento.
Veamos
algunas distinciones:
Estrés agudo.
Cía
(2001) plantea que, el TEA (trastorno de estrés agudo) incluye la mayoría de
los síntomas del TEPT y a otros relacionados a la disociación. Se incluyó esta
categoría en el DSM IV para diagnosticar a los sujetos que exhibían los
síntomas dentro de las primeras cuatro semanas, dado que el TEPT no podía ser
diagnosticado hasta un mes después de transcurrido el suceso traumático.
Según
el DSM IV-TR (2001), el TEA se refiere a personas que han estado expuestas a un
acontecimiento traumático que se caracteriza por muerte o amenaza a la propia
integridad física o de los demás. A consecuencia de ello, las víctimas
desarrollan una serie de síntomas disociativos: anestesia emocional, amnesia
disociativa, desrealización, despersonalización y reducción de la atención.
Si
bien los síntomas del TEA son muy similares a los del TEP, deben durar como
mínimo dos días y como máximo cuatro semanas, y aparecen dentro del primer mes
que sigue al acontecimiento traumático. El TEPT no puede ser diagnosticado
hasta, por lo menos cuatro semanas después de ocurrida la experiencia
traumática.
A
pesar de que el TEA es un predictor posible del TEPT, no todos los que
presentan un TEA desarrollan luego un TEPT. Así mismo, personas que no
desarrollaron un TEA pueden, posteriormente, sufrir un TEPT.
Criterios para el diagnóstico de
Trastorno por estrés agudo DSM IV.
A.
La persona ha estado expuesta a un acontecimiento traumático en el que han
existido 1 y 2:
1.
la persona ha experimentado, presenciado o le han explicado uno (o más)
acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física
o la de los demás
2. la persona ha respondido con
un temor, una desesperanza o un horror intensos.
B.
Durante o después del acontecimiento traumático, el individuo presenta tres (o
más) de los siguientes síntomas disociativos:
1.
sensación subjetiva de embotamiento, desapego o ausencia de reactividad
emocional.
2. Reducción del conocimiento de su entorno – como estar aturdido, por ejemplo
-.
3.Desrealización.
4.
Despersonalización.
5.
Amnesia disociativa – como `pr ejemplo incapacidad para recordar un aspecto
importante del trauma -.
C.
El acontecimiento traumático es reexperimentado persistentemente en al menos
una de estas formas: imágenes, pensamientos, sueños, ilusiones, episodios de
flashback recurrentes o sensación de estar reviviendo la experiencia, y
malestar al exponerse a objetos o situaciones que recuerdan el acontecimiento
traumático.
D.
Evitación acusada de estímulos que recuerdan el trauma -p. ej., pensamientos,
sentimientos, conversaciones, actividades, lugares, personas -.
E.
Síntomas acusados de ansiedad o aumento de la activación (arousal) (p. ej.,
dificultades para dormir, irritabilidad, mala concentración, hipervigilancia,
respuestas exageradas de sobresalto, inquietud motora).
F.
Estas alteraciones provocan malestar clínicamente significativo o deterioro
social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo, o
interfieren de forma notable con su capacidad para llevar a cabo tareas
indispensables, por ejemplo, obtener la ayuda o los recursos humanos necesarios
explicando el acontecimiento traumático a los miembros de su familia.
G.
Estas alteraciones duran un mínimo de 2 días y un máximo de 4 semanas, y
aparecen en el primer mes que sigue al acontecimiento traumático.
H.
Estas alteraciones no se deben a los efectos fisiológicos directos de una
sustancia (p. ej., drogas, fármacos) o a una enfermedad médica, no se explican
mejor por la presencia de un trastorno psicótico breve.
Trastorno por Estrés Extremo o TEPT Complejo.
Van de Kolk, en 2002, advirtió, después de un estudio de 384.000 beneficiarios del Medicaid en Massachussets, que la mayoría de la gente que busca tratamiento por problemas relacionados con el trauma, tienen historias de múltiples traumas.
Como consecuencia de los trabajos para desarrollar los criterios del DSM IV, se describió un síndrome de problemas psicológicos que se han visto frecuentemente asociados con historias de abusos interpersonales prolongados y severos. Es decir, se describió un perfil clínico de individuos que habían experimentado la exposición prolongada y repetida a sucesos traumáticos, denominándolo «Trastorno por Estrés Extremo No Especificado» (TEE), o «Trastorno por Estrés Postraumático Complejo» (Complex PTSD).
Herman, 1992, describió las consecuencias sobre un individuo sometido a un control totalitario por un período prolongado de meses o años. Los ejemplos incluyen: ser secuestrado, o tomado como rehén, prisionero de guerra o de un campo de concentración, ser víctima de violencia doméstica, abuso físico y sexual infantil o explotación sexual organizada.
Según Cazabat, 2001, las situaciones descriptas van más allá de las consecuencias que puede tener un único hecho traumático, ya que la degradación de la identidad y de su vida relacional provoca alteraciones profundas a nivel cognitivo, perceptual, de la regulación afectiva, en la autopercepción, en la personalidad y la identidad. Van der Kolk plantea que esto delineó un complejo de síntomas asociados con el trauma interpersonal temprano:
1. Alteraciones en la regulación de los impulsos afectivos, incluyendo dificultad en la modulación de la ira y ser autodestructivo.
2. Alteraciones de la atención y de la conciencia que lleva a amnesias, episodios disociativos y despersonalizaciones.
3. Alteraciones en la autopercepción, tales como un sentido crónico de culpa y responsabilidad, sentimientos crónicos de vergüenza.
4. Alteraciones en la relación con los otros, tales como no ser capaz de creer, no ser capaz de establecer relaciones de cercanía emocional con la gente.
5. Somatización: el problema de sentir síntomas en un nivel somático para los cuales no se encuentra ninguna explicación médica.
6. Alteraciones en los sistemas de creencias: pérdida de fe, desesperanza.
Estos ahora están detallados en el DSM como características asociadas al trastorno por estrés postraumático.
Cuanto más temprano el trauma, y más larga su duración, mayor es la probabilidad de que la gente sufriera todos estos síntomas en alto grado, que constituyen el diagnóstico de trastorno por estrés extremo.
Desórdenes por disrupción.
Benyakar ,2003, define «desórdenes por disrupción» a «los desórdenes psíquicos activados por la irrupción de eventos o situaciones fácticas, que producen en el sujeto distorsiones de la vivencia afectando, de esa manera, las cualidades de la experiencia».
Los desórdenes por disrupción dan lugar a las «patologías de lo disruptivo» que son aquellas en las que un cambio que ocurre en el afuera impacta en el adentro produciendo distorsiones vivénciales, o sea, vivencias traumáticas, de estrés, ominosas o de ansiedad. Esto distingue las patologías por disrupción de las neurosis en las cuales es la distorsión intrapsíquica del sujeto lo que transforma la relación con el entorno.
Según el autor, la vivencia traumática es sólo una de las posibles respuestas a la irrupción del mundo externo en el interno y es, precisamente, la desarticulación que se produce como efecto de la interrupción de la función articuladora del afecto y la representación. El estrés, en cambio, es la respuesta que consiste en una distorsión de la articulación, sujeta a una tensión máxima pero que, sin embargo, no llega al corte. De esto se desprende que una de las diferencias fundamentales entre lo que pertenece al estrés y lo que corresponde a lo traumático, explica el autor, es el destino de la articulación. Así, en la vivencia de estrés hay una articulación distorsionada mientras que en la traumática hay una desarticulación, un corte o quiebre, del afecto y la representación.
Síndrome de ansiedad por disrupción (SAD)
Este síndrome designa el cuadro que genera en algunas personas el mero hecho de vivir en esa clase de entornos disruptivos que, al sostenerse en el tiempo, sufren un deterioro paulatino, desigual y progresivo, causando padecimientos que obedecen a la irrupción de esos entornos en el psiquismo de las personas.
Según el autor, esto lleva a los profesionales de salud mental a desviar la mirada del mundo interno del sujeto al papel que juega la dinámica del mundo externo en los procesos psíquicos que ocurren en las personas. Las formas actuales de articulación entre lo social y lo individual producen cuadros sintomáticos que ya no encajan en las categorías habituales y piden que los profesionales de salud mental se acerquen a la experiencia singular, idiosincrásica, dependiente de la estructura psíquica de cada individuo, a través de una lente pulida por las características de los eventos fácticos asociados con esa experiencia -Benyakar, 2003 -.
Según plantea el autor, en el SAD la ansiedad emerge porque el psiquismo percibe, adecuadamente, que los referentes y los significados instituidos del entorno, que proporcionan contención y facilitan enfrentar las situaciones, ya no están ahí. Las cadenas que asociaban unos hechos con otros, se desdibujan porque los hechos mismos pierden sus viejos y conocidos significados. Por ejemplo, cuando un sobre con una carta deja de ser el vehículo para la comunicación entre personas y se convierte en un arma letal. Por tanto, desaparecen los parámetros que ofrecían las referencias fijas a partir de las cuales evaluar y cuestionar la realidad externa y la interna.
Descripción del SAD
Diversos investigadores y profesionales de la salud mental concuerdan en que los fenómenos psíquicos observados y agrupados bajo la denominación SAD son:
- Estados profundos de desorientación e incertidumbre respecto del presente y, sobre todo, del futuro por la ausencia de parámetros confiables que permitan sostenerse en el pasado, actuar en el presente y planificar el futuro. Los cambios repentinos en las normas que, profundamente incorporadas a la cultura y la subjetividad, enmarcan y regulan las acciones cotidianas desbaratan los recursos simbólicos. Así, los individuos pierden la capacidad para interpretar las situaciones que viven, y por tanto, el presente pierde su sentido y arrastra consigo al futuro.
- Vivencias personales de desamparo e impotencia porque las instituciones sociales, que normalmente aseguran la vigencia de los marcos normativos, se ven desbordadas por los acontecimientos y ya no pueden garantizar las reglas de convivencia ni cumplir con las funciones para las que fueron creadas.
- Sensación de estar atrapado, de no poder escapar a las situaciones amenazantes, ya que el actual desarrollo de los medios de difusión universaliza los temores y no permite que queden resquicios donde sentirse a salvo.
- Un miedo difuso pero permanente, muchas veces no reconocido como tal, se instala como resultado de vivenciar la presencia constante de peligros larvados de origen no identificable.
- El miedo dispara sentimientos cada vez más hondos e indiscriminados de desconfianza, sospecha y desvalorización de los otros. Estas emociones exacerbadas en relación con las personas a quienes compete la responsabilidad de asegurar la estabilidad normativa e institucional, o sea, funcionarios y dirigentes, pueden desembocar en ira.
- La desconfianza promueve el aislamiento y éste, a su vez, subraya la desconfianza. Se establece así una espiral que empuja a las personas afectadas a asumir conductas egoístas, indiferentes o incluso hostiles.
- En quienes estos comportamientos no son habituales, son frecuente los sentimientos de malestar, de culpa y las actitudes de culpar a otros.
- Las personas que no pueden manifestar su ira caen presas de sentimientos de indefensión y anonadamiento que a veces las llevan a la parálisis.
- La incertidumbre ocasionada por el cambio en las reglas de juego alienta el sentimiento de impotencia. Incertidumbre e impotencia combinadas inhiben la capacidad para tomar decisiones y/ o sostenerlas una vez tomadas. Es común que personas que se sientan de esta manera caigan en estados de abulia. O que, por el contrario, recurran a una hiperactividad sin rédito y desgastante.
- El carácter inasible de las amenazas agrava la tendencia humana a establecer culpables visibles e identificables sobre quienes descargar la frustración. A su vez estas actitudes, a menudo irracionales, necesitan ser justificadas, lo cual incrementa la necesidad de aferrarse a certezas absolutas.
- Pueden darse estados de confusión leve. El desconcierto resultante instala en algunas personas la duda acerca de la validez y adecuación de los propios sentimientos y percepciones, y las hace dependientes de la opinión de otros que puedan confirmarlos. Si esta dependencia se establece con personas que enarbolan las buscadas certezas absolutas, quedan establecidas para el desarrollo de adhesiones fanáticas.
- Es muy frecuente la necesidad imperiosa de hablar insistentemente acerca de lo que sucede; de expresar a otros, una y otra vez, los temores, las inseguridades, los desconciertos, como si de ese modo pudieran disiparse o como buscando validar sus vivencias y certificar que la amenaza existe, que no es mero producto de su subjetividad.
- Al hacerlo, sin embargo, la persona se transforma, consciente o inconscientemente, en un «agente propagador del caos» que magnifica y potencia el malestar general y teme estar personalmente involucrada en la generación de su propia desazón y de la ajena. Aun cuando quien así sienta tenga la certeza de que no hay nada más alejado de su deseo que ese resultado y que nada hizo que justifique el temor que siente en ese sentido, se apodera de ella un sentimiento generalmente injustificado de complicidad con lo que amenaza.
- Esta sensación de complicidad se refuerza debido a que la amenaza no puede ser reconocida como totalmente ajena al individuo.
- Puede ocurrir que quienes se saben inocentes, exentos de responsabilidad directa alguna en relación con los acontecimientos externos que producen la disfunción generalizada del entorno, también se sientan atrapados en una penosa situación dentro de la cual ninguna de las respuestas posibles está a salvo de adquirir el sentido que el enemigo ignoto, no identificable, le confiera. No poder dominar el sentido de las propias acciones es una experiencia terrorífica muy frecuente entre las personas que viven en un entorno organizado alrededor de la amenaza terrorista, porque significa que cualquier conducta que asuman terminará, fatalmente, siendo una prueba del éxito de la acción terrorista.
- En tanto el miedo rechaza toda forma de adaptación, las personas asumen conductas pseudoadaptativas, por ejemplo, privarse de ir a cines o a supermercados o de viajar en vehículos públicos, como si con ello se pudiera acrecentar la seguridad personal.
- La compulsión a hablar suele ir acompañada de otra de signo contrario: la de consumir noticieros televisivos y radiofónicos, diarios y revistas, chismes y rumores, buscando la información que aclare y calme. Esta necesidad, que no parece satisfacerse nunca, acrecienta el consumo de datos hasta niveles intoxicantes que desgastan la capacidad crítica de los sujetos.
Rasgos específicos y comunes con otros síndromes
Benyakar,2003, plantea que algunas de las manifestaciones clínicas que presentan las personas afectadas por el SAD son comunes a los cuadros de ansiedad generalizada, los ansiodepresivos, la depresión, el estrés agudo y el estrés postraumático. Sin embargo, estas manifestaciones clínicas:
- No cumplen con los criterios que las clasificaciones actuales requieren para establecer tales diagnósticos.
- Mucha de la fenomenología que se presenta en el SAD no aparece en ninguno de los otros cuadros.
- Tampoco es posible ubicar este síndrome dentro de los trastornos por ansiedad no especificada.
- Dado que las personas que presentan
manifestaciones del SAD no despliegan defensas tanto psíquicas como
conductuales adecuadas porque el medio no lo permite, la sintomatología no
puede incluirse dentro de los cuadros de estrés, ni calificarse como vivencias
traumáticas.
Según el autor, estos argumentos justifican la postulación de la existencia del síndrome de ansiedad por disrupción y llevan a insistir en la necesidad de considerarlo una entidad nosológica en sí misma. Y justamente por ello, es preciso señalar las características propias, inherentes, al SAD que le confieren su singularidad.
Particularidades del SAD
1. La situación disruptiva no causa el colapso del psiquismo y por ello el SAD no puede ser incluido en la categoría de vivencias traumáticas.
2. El factor disruptivo no puede ser identificado como una amenaza, por lo que no puede hablarse de «vivencias» de estrés.
3. Las personas sienten que los sucesos disruptivos- externos, complejos, difusos, constantes, omnipresentes- son causados por ellas mismas, aun cuando no se encuentren involucradas ni directa ni indirectamente en su ocurrencia.
4. De igual modo que en los trastornos distímicos y por ansiedad originados en el psiquismo individual, el SAD también produce disfunciones en las conductas sociales, laborales, familiares. Pero, en este caso, el sufrimiento individual reconoce su origen no en el factor subjetivo sino en la distorsión del entorno y la pérdida objetiva de los roles y posiciones económicas y sociales - trabajo, ingresos, vivienda, vestimenta, etc. - que sostienen la identidad de los individuos.
5. A diferencia de los cuadros caracterizados como trastornos de ansiedad, en los cuales el individuo tiende a ocultar o esconder sus síntomas, el SAD se caracteriza por la necesidad pseudocompulsiva de hablar y compartir los sufrimientos.
6. Los sufrimientos más comunes son incapacidad
para concentrarse, desinterés por el afuera, impotencia vital por deslibidinización
de las relaciones cotidianas, astenia mental o física, fatiga, inquietud e
impaciencia, letargo o su contrario: hiperactividad sin beneficio y aun
debilitante; desesperanza, incapacidad de proyectar, tendencia a sobreactuar el
temor, baja autoestima. Son frecuentes, también, los desordenes del sueño, sea
insomnio o hipersomnia, la tendencia a al somatización y a los ligeros desórdenes
alimentarios.
7. El soma se transforma en el receptor de
ansiedades psíquicas no procesadas así como en el medio para expresar lo que no
puede decirse. La tendencia a somatizar concomitante no va acompañada del
correspondiente interés y preocupación de parte de los afectados de SAD por los
síntomas somáticos que les aparecen.
8. Por último, el abordaje clínico del SAD reconoce una especial complejidad ya que el tratamiento se desarrolla en un entorno disruptivo que afecta y conmueve tanto a los pacientes como a sus eventuales terapeutas.
Curso Clínico del TEPT.
La
respuesta inicial a un hecho traumático puede ser variable en intensidad desde
síntomas aislados hasta constituirse en un Tea. Cuando la sintomatología dura
más de un mes, diremos que se trata de un TEPT. En investigaciones en
accidentes de trabajo, se ha encontrado que el 40% de los pacientes que
presentaron un TEA, evolucionaron hacia un TEPT.
Algunos datos estadísticos de estudios realizados, nos pueden ayudar a tener una idea sobre el posible curso clínico: En el caso de víctimas de violación, un 47% presenta los síntomas propios a los 9 meses del hecho traumático. A largo plazo, entre 11 y 17 años, todavía un 16% mantiene los síntomas. En víctimas de accidentes de coches, a los tres años del seguimiento, un 11% sigue presentando los síntomas. En general, se puede considerar que entre el 10% y el 15% de los pacientes con TEPT, evolucionan hacia la cronicidad.
En
pacientes que han sufrido accidentes con lesiones físicas graves y que fueron
seguidos durante un año, se encontró síntomas de TEPT en el 30% a 40%. En estos
estudios, aparece como factor de riesgo importante el haber sufrido un trauma
previo severo, y el abusar de sustancias. La intensidad de los síntomas de TEPT
fue el factor que determinó una peor evolución.
El
nacimiento del Derecho es un hecho violento. Jose Luis Aranguren lo señala así: “ la violencia se halla en el origen mismo del
poder del Estado…En el comienzo, en la implantación de todo régimen, el poder
es pura y simplemente violencia. Pero el régimen, una vez establecido, se
autolegítima…. Y la autolegítimada violencia de cada día aparece, pura y
simplemente, como defensa de la Ley y del orden público”. De ahí en adelante,
el Derecho se convierte en doctrina de lo justo.
Edipo
pagó muy caro su amor por Yocasta,
aún cuando perpetrara su doble crimen con la virtud del enamorado y la
inocencia del ignorante. Por supuesto, inocencia en referencia a la ética, y
culpable en el plano de los hechos, de la ley. Si se rebatiera, en defensa de
Edipo, que no hubo ánimo de obrar mal, la ley argumentaría que siempre podría
haber evitado la ignorancia; entonces, hay culpa. Se trata de dos crímenes
contra los orígenes de la vida que atentan contra el orden natural de las
cosas; testimonian que ni la virtud ni el amor representan garantía suficiente
frente a la amenaza de la destructividad humana, ya sea intencionada o no.
El mito de Edipo nos muestra algo de la relación
del hombre con la ley: confronta lo que debe ser conforme a la ley con lo que
ocurre en al Naturaleza prescindiendo de lo que deba o no ocurrir. Lo que es de
Derecho se opone a lo que es de hecho, reafirmando una oposición, por tanto,
entre la razón y lo instintivo.
Frente al riesgo que entraña ese estado salvaje y amoral en el que parecen
transcurrir los hechos siguiendo su curso natural, y en el que se desarrollan
los dos mitos freudianos referidos al asesinato
del padre de la horda primitiva y el mismo Edipo, es importante el
alcance la definición de Hegel sobre
el Derecho: “ la pura exterioridad negada de la conciencia moral”; negatividad
consecuente de la existencia de un estado de la naturaleza anterior a todo
estado social y que justifica la ligazón del hombre a la ley y, por tanto su
condición de sujeto de derecho, legitimando al psicoanálisis para completar su
estatuto declarándolo sujeto de la pulsión. La cuestión reside que el sujeto
puede desasirse del derecho, y vivir torcidamente; pero no puede deshacerse de
la pulsión, es algo que lo habita. No hay sujeto sin pulsión.
Se
conviene la necesidad de conciencia en el sujeto de su sujeción a la ley moral,
que lo coacciona, y le exige una subordinación y renuncia al placer; algo que
tiene que ver con el proceso civilizador y que en última instancia le pide la
atrofia de su sexualidad. Es una violencia sobre la pulsión sexual que se
materializa en una desnaturalización del sujeto, conllevando un aspecto más
humano del propio sujeto. Ya Freud
señaló al superyó, fuerza
coaccionadota, como la instancia que hace diferente al hombre del animal.
Nietzsche propugnó el primitivismo
instintivo, y esta desnaturalización del sujeto no significa otra cosa que la
esclavitud del sujeto, su acabamiento, la decadencia del superhombre en tanto “sujeto con voluntad de dominación”.
Mientras
que el sujeto se somete a este proceso de desnaturalización, no parece que le
quede otra salida que buscar otras alternativas a la pulsión sexual, a las que
la Naturaleza parece ofrecer al resto de las especies. Pero también es
necesario hablar de la precariedad del
sujeto frente a su pulsión, frente a la posibilidad de brusca agitación
que promueve en el sujeto el deseo más desenfrenado, alcanzando el uso y abuso
del objeto como por ejemplo ya Sade preconizó: la inmoralidad misma, la
búsqueda del placer sin límite… algo que ya para el psicoanálisis no es placer. Y por tanto tenemos que admitir
que la desexualización sea la única manera de tener en cuenta de forma
suficiente al objeto y preservarlo de la megalomanía del sujeto porque la
pulsión se nos muestra como devoradora de objetos. Preservar al objeto, no ya
como acto piadoso que aborrece Nietzsche,
sino porque el reconocimiento de su existencia y de sus vicisitudes se hace
imprescindible para poder preservar la propia estructura psíquica del sujeto.
En la época nazi, la pulsión se desplegó en sus
últimas circunstancias; se puso en juego lo que podemos llamar “el deseo en
estado puro”. La destrucción del ser humano hace mención de ello; se
experimenta aquello de “lo tomo porque lo quiero, es mío”; es la manifestación
de la pulsión en su lado más extremo: un nazi podía actuar de la siguiente
forma: “ te arranco tu ojo porque yo lo deseo”, es decir no se atiene, el
deseo, a ninguna ley. El deseo no condesciende a la ley, a la ley del padre.
Por tanto….la pulsión de muerte.
Debemos
señalar la trampa que acompaña a la ley ya que su cumplimiento, al igual que
todo imperativo al que se liga el sujeto, acarrea cierto bienestar en relación
directa con el sacrificio exigido. Un bienestar proporcionado por el goce, por
un sentimiento de elevación que se acerca más a cierto sentido virtuoso de la
vida; lo que la ley ordena es esta división dolorosa, un sujeto en alguna
medida desnaturalizado, desexualizado al precio de una cierta enajenación en el
goce, que termina anudando líbido y pulsión de muerte. Aparezca por donde
aparezca la desmesura, por el lado de la sexualidad o de la ley, la pulsión de
muerte acecha al sujeto imprimiendo su sello, tanto en el exceso de renuncia
como en el desenfreno dionisiaco porque en ambos se disimula el auténtico
peligro…la falta de un verdadero objeto de deseo.
Lo
importante es preservar el deseo, que se liga a la vida, en tanto movimiento libidinal constante que
busca desplazándose de un objeto a otro; sosteniendo el deseo, a pesar de esa
cierta renuncia a la satisfacción total de las metas pulsionales, mantenemos vivo el objeto, sin pagarlo
demasiado caro, como señala bien Piera Aulagnier, sin que ese resto inevitable
de sufrimiento sea excesivo, y quizá de paso, estemos más cerca de reconocer a
las propias pulsiones del objeto e intentemos satisfacerlas, de forma parcial.
Freud
decía que la evolución exige, no que la pulsión finalice domesticada por el yo,
sino que se consiga ser ligada por éste. Todo esto coloca al Derecho en una
encrucijada en las que debe de intentar preservar las posibilidades de
encuentro entre la naturaleza humana y las exigencias socio-culturales, su
imbricación o, al menos, evitar su dramático desencuentro para que ese
constante trabajo de ligazón del yo no se vea trabado. Quizá en este punto
podemos encontrar que el marco del derecho, a veces, sea pequeño, y produzca un
efecto, en los sujetos, descorazonador, frente a la limitación de la
destructividad humana, en relación, al igual que Edipo, de hacer el bien o la
ignorancia de hacer el mal cometa acciones sin remedio, sin apelación en
referencia directa al Derecho Internacional en su justificación de la “guerra
justa”. Y algo cae en el sujeto cuando comprueba que el Derecho no se atiene a
la ley, cuando se expresa que el Derecho es algo que un representante de la Ley
lo actúa como quiere, sin someterse a sus principios. someterse a sus
principios.
Si
ciertamente aquí se pone en juego la dualidad de la pulsión de vida versus la
pulsión de muerte, emerge otra dualidad también comprometida por esa aspiración
omnipotente a la satisfacción pulsional completa, es decir, de la oposición
masculino-femenino. Introduzcamos el concepto de pulsión de dominio a través de
Pontalis y Laplanche. Ellos nos informan de que se trata de un término
relativamente impreciso utilizado por Freud en la Teoría de los Tres ensayos sobre la teoría sexual:
una pulsión no sexual que sólo secundariamente se une a la sexualidad y cuyo
fin consiste en dominar al objeto por la fuerza. Freud considera a la
musculatura como el soporte de esta pulsión y acuña dicho concepto en la
explicación de la crueldad infantil; no persigue el sufrimiento del objeto,
sino más bien que no lo tiene en cuenta; fase previa entonces, tanto a la
compasión como al sadismo. En las pulsiones y sus destinos, Freud define el
primer fin del sadismo como la humillación y el dominio del objeto por la
violencia. El hacer sufrir no forma parte del fin originario. Finalmente con la
introducción de la pulsión de muerte, la tendencia de asegurarse el
apoderamiento del objeto aparece como una versión que puede adoptar la pulsión
de muerte cuando ésta entra al ser vicio de la pulsión sexual, y el punto de
referencia ya no recae en el dominio sino en la destrucción. Crueldad sobre la
que se asienta este apoderamiento del objeto, para inmovilizarlo, minando su
pulsionalidad misma para dejarlo inactivo y fijarlo en el seno del narcisismo
del sujeto. Objeto pasivizado, convertido en mera proyección narcisista del
sujeto que borracho de omnipotencia, no dispondría de mejor recurso para
desmentir su propia tendencia y temor a la pasivización. Alcanzamos otra
dualidad freudiana: oposición actividad-pasividad. Para Green se trata de
repudiar la feminidad de la madre, esto es, su acción pasivizante, vivida como
un ataque de carácter insoportable a la
identidad del sujeto. No habría de rechazar la feminidad de no hacerse
fundamental el desmentimiento del deseo de fusión como el objeto primario a
causa de la pasivización que implica. Fusión primitiva con la madre que el
hombre, a diferencia de la mujer, no puede en modo alguno revivir, al estar
impedido por la experiencia de la maternidad.
Si
pensamos que la destrucción violenta para aniquilar al objeto debe entrañar
algún tipo de angustia, un temor a algún tipo de desmoronamiento total, el asesinato aparece como la forma de
obtener un cierto sosiego en la destrucción, y que también es autodestrucción.
En muchas historias, sucede que tras el asesinato, se prosigue el suicidio del
sujeto, o también un entregarse a las autoridades. Podríamos interrogarnos a
quién mata entonces el sujeto, qué figura es la destruida…quizá se trate de un
objeto depositario que va más allá de una investidura narcisista; no es una
sombra la que cae sobre el yo, parece el yo mismo destruido en el acto del
asesinato. El objeto encarna, pareciera, un doble necesario, indispensable,
para el sujeto.
Balier realiza
un análisis de comportamientos sexuales violentos; destaca el papel de la escisión
del yo en este tipo de patologías. Son personas que pueden sostenerse en un
mundo objetal ordinario hasta la sobreadaptación, en contraste con otra parte
de sí realmente perturbada oculta en si psiquismo, pudiendo activarse en un
momento determinado, algo así como una llamada.. De ahí, que en ocasiones
aparezca la figura de un sujeto bien adaptado, o maduro socialmente – y que no
es lo mismo que la madurez psíquica -, y que detrás de esta imagen se oculta
una enorme pobreza mental, con una sintomatología de hipermadurez.
Esa
llamada podría ser la amenaza de separación de pérdida del objeto primario
omnipotente; la relación objetal de precipita como un callejón sin salida entre
la angustia de intrusión y la angustia de separación. Nos encontramos ante la
incapacidad para soportar la pérdida, para aceptarla. Emerge el sujeto como
insolvente para tramitar una pérdida porque cuestiona su mismo estatuto de
sujeto.
Feminismo.
Historia del feminismo
Podemos
señalar tres grandes bloques para una Historia del movimiento feminista
mundial: El feminismo premoderno, donde se dan las primeras manifestaciones de
polémicas feministas; el feminismo moderno, que arranca con la obra de Poulain
de la Barre, extediéndose a los movimientos de mujeres y feministas de la
Revolución Francesa, resurgiendo con fuerza en los grandes movimientos sociales del siglo XIX.; y por último, el feminismo
contemporáneo, el neofeminismo de
los años sesenta-setenta alcanzando a las últimas tendencias.
Feminismo Premoderno
Es
cierto que cuando se habla de Feminismo, inmediatamente se piensa en las
feministas contemporáneas o cuando mucho en
las sufragistas; pero en el esfuerzo que realizan muchas investigaciones
por recuperar la Historia de la que han sido borradas las mujeres, hallamos
variadas y continuas muestras de luchas por la igualdad de los sexos. En
general puede afirmarse que ha sido en los periodos de ilustración y en los
momentos de transición hacia formas sociales más justas y liberadoras, cuando
ha surgido con más fuerza la polémica feminista.
Es
posible rastrear signos de esta polémica en los mismos principios de nuestro
pasado clásico. La Ilustración sofística produjo el pensamiento de la igualdad
entre los sexos, aunque ha sobrevivido mucho mejor la reacción patriarcal que
generó: “las chanzas bifrontes de
Aristófanes, la Política de Aristóteles, la recogida de Platón”.
Con
estos precedentes, la historia occidental fue tejiendo minuciosamente – bien
desde la religión, la ciencia y la ley - el discurso y la práctica que afirmaba
la inferioridad de la mujer respecto al varón. Discurso que parecía dividir en
dos la especie humana: dos cuerpos, dos razones, dos morales, dos leyes. Y en
esa dicotomía el sexo femenino quedaba subordinado al masculino.
La
mujer ha ocupado como regla general una posición subordinada con respecto al
hombre en las
sociedades que anteceden a la actual. Esta posición secundaria se ha visto
siempre ligada a una determinada estructura familiar que diferenciaba los roles
de género:
Los
derechos de la mujer en la familia de la Grecia Clásica no aumentaron
con respecto a las civilizaciones egipcia y mesopotámica. Las leyes
reconocían, en el siglo IV a.c. el
divorcio y el repudio de la esposa sin necesidad de alegar motivo alguno. La
mujer, sólo en caso de malos tratos, podía conseguir que se disolviera el
matrimonio., Pasaba toda su vida confinada en el hogar, y tenía a su cargo el
cuidado de los hijos y de los esclavos sin que se le permitiera participar en
los negocios públicos. De niña vivía al lado de su madre y se casaba a los 15
años sin ser consultada.
Las
Amazonas son el primer y más
persistente mito de mujeres en libertad viviendo en comunidades. Poderosas
porque manejaban armas. Tener armas es, ayer como hoy, tener poder. Está
estudiado que las regiones donde vivieron tenían grandes reservas de hierro. De
ahí
que
ellas mismas fabricaran las armas. Y eran guerreras porque querían conquistar
territorios para instalarse.
En
cuanto a la descendencia, como normalmente vivían cerca del mar o en islas,
eran regularmente visitadas por hombres aventureros o marineros, más o menos
incautos, que de buen grado se emparejaban con aquellas mujeres. Ellas
únicamente se quedaban con las hijas y repudiaban o mataban a los de sexo
masculino. Eran, también, tiempos de barbarie.
El
éxito y perennidad del interés por las Amazonas se debe precisamente a que
ellas encarnan una sociedad donde los papeles sociales estaban invertidos.
Mujeres luchadoras, poseedoras de caballos y armas y sin familia tradicional
organizada, fascinaron y quedaron inmortalizadas en cuentos y leyendas
populares de un universo vastísimo.
Además
de estas mujeres, mitad mito mitad leyenda, se conoce la existencia de otras
mujeres que no sólo se salían de sus roles tradicionales sino que fueron muy
reconocidas, pese a que la Historia haya sido injusta con ellas:
Jantipa.
(s. V - IV a.c.)
Mujer denostada, no ha tenido la oportunidad de dejar constancia de su
pensamiento, toda vez que los textos conservados están yermos de palabras que
hubieran sido pronunciadas por Jantipa. Su carácter irritable por el que
eternamente ha sido conocida se justifica por la difícil y asimétrica relación
sentimental con Sócrates, a través de la que asoma una mujer envuelta en un
halo de humanidad y sinceridad que despierta simpatías. Jantipa no se ajusta al
papel de mujer sumisa que sería de esperar en una época de hombres tan
guerreros como es la Grecia clásica. Siempre aparece airada y con un cierto
aire de rebeldía crónico. Sócrates no era precisamente un marido ejemplar, que
pasaba prácticamente la vida en los espacios públicos donde tenía sus
seguidores. Aunque la actitud de Sócrates pasa siempre por defender a su
esposa, es quizás por eso que la pitonisa del oráculo de Apolo en Delfos lo
considerara el más sabio entre los hombres.
Platón
en su obra La República
incluyó a las mujeres en el gobierno de la polis. ¿Había entonces mujeres
pensantes que se pudieran igualar a los varones? La historia atestigua que
existieron mujeres que debatían de igual a igual con los hombres sobre temas
como la política, la filosofía y el arte, entre otros; se llamaban “hetairas”.
Y las representantes más destacadas emergen en el siglo V a.c: el llamado siglo
de Oro o siglo de Pericles, era en el que el pensamiento humano en Occidente
alcanzó su punto más alto.
Federico
Carlos Sainz de Robles en su obra “Encuentro con cincuenta mujeres
inolvidables”, hace mención de Aspasia de Mileto, conocida comúnmente como
la amante de Pericles. En lo que sí coinciden los historiógrafos fue en el
hecho de que contó con los favores de dos diosas: Afrodita, la de la belleza y
Atenea, la divinidad que encarnaba la inteligencia y la sabiduría, entre otros
dones.Nadie habría pensado mal si Pericles hubiera amado a muchachos, o hubiera
tratado mal a su primera mujer, pero escandalizaba que considerase a la segunda
, Aspasia, un ser humano, que viviese
con ella en lugar de relegarla al gineceo, que invitara a su casa a amigos con
sus mujeres. Todo esto era demasiado sorprendente y Aspasia era demasiado
brillante para ser una mujer “honrada”.
Diotima
de Mantinea, era una mujer griega de cuya existencia real hay dudas más que
razonables, supuesta sacerdotisa y maestra del filósofo ateniense Sócrates,
quien en el Banquete de Platón reproduce su doctrina del amor.
Olimpia
y Safo, son otros dos ejemplos de mujeres griegas, independientes y
censuradas por hacer lo mismo que hacían los hombres de la época. A Safo
además, su vinculación con sus alumnas en Lesbos le sirvió para denominar desde
entonces el amor entre mujeres como amor lésbico
La Familia en la Roma clásica.
“La
familia romana era esencialmente patriarcal. El pater familias, o sea, el
marido, constituía la cabeza visible de la misma y ejercía una autoridad
completa sobre los demás miembros de la casa (…) La mujer romana mejoró su
posición respecto a la griega, aunque siempre estuvo bajo la tutela del varón
(…)”
La Familia en el mundo musulmán
“Como
en el resto del mundo musulmán, la familia de la sociedad de Al-Andalus era
esencialmente patriarcal; el padre de la familia ejercía su poder sobre la
esposa, los hijos y los criados; la poligamia era corriente entre los ricos,
pero los pobres eran monógamos por necesidad”.
La mujer en el sistema económico feudal
“La
mujer tenía a su cargo todas las funciones domésticas. Ella amasaba el pan,
preparaba la comida, cuidaba de los animales domésticos y al mismo tiempo,
ordeñaba la vaca que proporcionaba la leche, tan necesaria en la dieta de una
economía de subsistencia. En realidad estaba muy especializada en la
elaboración de productos alimenticios: conservas, pasteles, dulces, embutidos,
etc.”
La mujer en el Antiguo Régimen.
“Durante
el Antiguo Régimen, el concepto que se tenía de la mujer y de su papel social
sufrió importantes modificaciones. Las nuevas pautas, introducidas en el siglo
XVI a partir del humanismo cristiano propugnado por Erasmo de Rotterdam, no
rompieron del todo con la misoginia heredada de los tiempos medievales. Si bien
encontramos mujeres humanistas, cultas e independientes, como Doña Mencía de
Mendoza, el cometido de la mujer es fundamentalmente doméstico”.
“Tres
son sus funciones básicas: ser buena madre y esposa, ordenar el trabajo
doméstico, y perpetuar la especie humana. Fray Luis de León en su obra La
Perfecta Casada recoge la doctrina del Concilio de Trento y traza el perfil
ideal de la mujer: modesta, recatada, obediente, sacrificada, defensora del
propio honor y del familiar, educadora de los hijos, etc. Pero este perfil no
era del todo real. En la España del XVII eran corrientes las relaciones
prematrimoniales, y como no se contraía matrimonio por amor, abundaban el
adulterio, los hijos bastardos y el aborto.”
Continuando
con la Historia del Feminismo Premoderno hay que considerar que El Renacimiento
trajo consigo un nuevo paradigma humano, el de autonomía, pero no se extendió a
las mujeres. El solapamiento de lo humano con los varones permite la apariencia
de universalidad del “ideal de hombre renacentista”.
Sin
embargo, el culto renacentista a la gracia, la belleza, el ingenio y la
inteligencia sí tuvo alguna consecuencia para las mujeres. La importancia de la
educación generó numerosos tratados pedagógicos y abrió un debate sobre la
naturaleza y deberes de los sexos.
Un
importante precedente y un hito en la polémica feminista había sido la obra de Christine de Pisan, La
ciudad de las damas , 1405. Pisan
ataca el discurso de la inferioridad de las mujeres y ofrece una alternativa a
su situación, pero, como certeramente indica Alicia Puleo, no hay que confundir estas obras
reivindicativas con un género apologético también cultivado en el Renacimiento
y destinado a agradar a las damas mecenas. Este género utiliza un discurso de
la excelencia en que elogia la superioridad de las mujeres -”el vicio es
masculino, la virtud femenina”- y confecciona catálogos de mujeres
excepcionales.
Así
por ejemplo, el tratado que Agripa de Nettesheim
dedica a la regente de los Países Bajos en 1510, De nobilitate et
praecellentia foeminei sexus. A pesar de las diferencias entre los tratados,
habrá que esperar al siglo XVII para la formulación de igualdad.
La
cultura y la educación eran entonces un bien demasiado escaso y,
lógicamente, fueron de otra índole las acciones que involucraron a más mujeres
y provocaron mayor represión: la relación de las mujeres con numerosas herejías
como las milenaristas. Guillermine de Bohemia, a fines del siglo XIII,
afirmaba que la redención de Cristo no había alcanzado a la mujer, y que Eva
aún no había sido salvada. Creó una iglesia de mujeres a la que acudían tanto
mujeres del pueblo como burguesas y aristócratas.
La secta fue denunciada por la inquisición a comienzos del siglo XIV.
Aunque
las posiciones de las doctrinas heréticas sobre la naturaleza y la posición de
la mujer eran muy confusas, les conferían una dignidad y un escape emocional e
intelectual que difícilmente podían encontrar en otro espacio público. El movimiento de renovación religiosa
que fue la Reforma protestante significó la posibilidad de un cambio en el
estado de la polémica. Al afirmar la primacía de la conciencia-individuo y el
sacerdocio universal de todos los verdaderos creyentes frente a la relación
jerárquica con Dios, abría de par en par las puertas al interrogante femenino:
¿por qué nosotras no?
Paradójicamente
el protestantismo acabó reforzando la autoridad patriarcal, ya que se
necesitaba un sustituto para la debilitada autoridad del sacerdote y del rey.
Por mucho que la Reforma supusiese una mayor dignificación del papel de la
mujer-esposa-compañera, el padre se convertía en el nuevo e inapelable
intérprete de las Escrituras, dios-rey del hogar.
Sin
embargo, y como ya sucediera con las herejías medievales y renacentistas, la
propia lógica de estas tesis llevó a la formación de grupos más radicales.
Especialmente en Inglaterra, la pujanza del movimiento puritano, ya a mediados
del siglo XVII, dio lugar a algunas sectas que, como los cuáqueros, desafiaron
claramente la prohibición del apóstol Pablo. Estas sectas incluyeron a las
mujeres como predicadoras y admitían que el espíritu pudiese expresarse a
través de ellas.
Algunas
mujeres encontraron una interesante vía para desplegar su individualidad: “El
espíritu podía inducir a una mujer al celibato, o a fiar el derecho de su
marido a gobernar la conciencia de ella, o bien indicarle dónde debía rendir
culto. Los espíritus tenían poca consideración por el respeto debido al
patriarcado terrenal; sólo reconocían el poder de Dios”. Entonces se las acusó
de pactar con el demonio. Las frecuentes acusaciones de brujería contra las
mujeres individualistas a lo largo de estos siglos, y su consiguiente quema,
fue el justo contrapeso “divino” a quienes desafiaban el poder patriarcal.
En la Francia del siglo XVII,
los salones comenzaban su andadura como espacio público capaz de generar nuevas
normas y valores sociales. En los salones, las mujeres tenían una notable
presencia y protagonizaron el movimiento literario y social conocido como
preciosismo. Las preciosas, que declaran preferir la aristocracia del espíritu
a la de la sangre, revitalizaron la lengua francesa e impusieron nuevos estilos
amorosos; establecieron pues sus normativas en un terreno en el que las mujeres
rara vez habían decidido.
Para Oliva Blanco, la
especificidad de la aportación de los salones del XVII al feminismo radica en
que“gracias a ellos la ‘querelle féministe’ deja de ser coto privado de
teólogos y moralistas y pasa a ser un tema de opinión pública”. Sin embargo,
tal y como sucedía con la Ilustración sofística, seguramente hoy se conoce
mejor la reacción patriarcal a este fenómeno, reacción bien simbolizada en
obras tan espeluznantemente misóginas como Las mujeres sabias de Molière y La
culta latiniparla de Quevedo.
Feminismo Moderno
Las raíces ilustradas y la Revolución Francesa.
Diferentes
autoras, como Geneviève Fraisse y Celia Amorós, han coincidido en
señalar la obra del filósofo cartesiano Poulain de la Barre y los movimientos
de mujeres y feministas que tuvieron lugar durante la Revolución Francesa como
dos momentos clave -teóricos uno, práctico el otro- en la articulación del feminismo
moderno. Así, en el texto de Poulain de la Barre titulado “Sobre la igualdad de
los sexos”, publicado en 1673 -en pleno
auge del movimiento de preciosas- sería la primera obra feminista que se centra
explícitamente en fundamentar la demanda de igualdad sexual. Fraisse ha
señalado que en esta obra asistimos a un
cambio en el estatuto epistemológico de la controversia o “guerra entre
los sexos”: “la comparación entre el hombre y la mujer abandona el centro del
debate, y se hace posible una reflexión sobre la igualdad”.
Por
su parte, Amorós encuadra la obra de Poulain en el contexto más amplio de la
Ilustración. Aun reconociendo el carácter pionero y específico de la obra, ésta
forma parte de un continuo feminista que se caracteriza por radicalizar o
universalizar la lógica de la razón, racionalista primero e ilustrada después.
Asimismo,
mantiene que el feminismo como cuerpo coherente de vindicaciones y como
proyecto político capaz de constituir un sujeto revolucionario colectivo, sólo
puede articularse teóricamente a partir de premisas ilustradas: premisas que
afirman que todos los hombres nacen libres e iguales y, por tanto, con los
mismos derechos. Aún cuando las mujeres queden inicialmente fuera del proyecto
igualatorio -tal y como sucedió en la susodicha Francia revolucionaria y en
todas las democracias del siglo XIX y buena parte del XX-, la demanda de
universalidad que caracteriza a la razón ilustrada puede ser utilizada para
irracionalizar sus usos interesados e ilegítimos, en este caso patriarcales.
En este
sentido, afirma que el feminismo supone la efectiva radicalización de proyecto
igualitario ilustrado. La razón ilustrada, razón fundamentalmente crítica,
posee la capacidad de volver sobre sí misma y detectar sus propias
contradicciones. Y así la utilizaron las mujeres de la Revolución Francesa
cuando observaron con estupor cómo el nuevo Estado revolucionario no encontraba
contradicción alguna en pregonar a los cuatro vientos la igualdad universal y
dejar sin derechos civiles y políticos a todas las mujeres.
En
la Revolución Francesa vemos aparecer no sólo el fuerte protagonismo de las
mujeres en los sucesos revolucionarios, sino la aparición de las más
contundentes demandas de igualdad sexual. La convocatoria de los Estados
Generales por parte de Luis XVI se constituyó en el prólogo de la revolución.
Los tres estados -nobleza, clero y pueblo- se reunieron a redactar sus quejas
para presentarlas al Rey. Las mujeres quedaron excluidas, y comenzaron a
redactar sus propios “cahiers de doléance”. Con ellos, las mujeres, que se
autodenominaron “el tercer Estado del tercer Estado”, mostraron su clara
conciencia de colectivo oprimido y del carácter “interestamental” de su
opresión.
Tres
meses después de la toma de la Bastilla, las mujeres parisinas protagonizaron
la crucial marcha hacia Versalles, y trasladaron al Rey a París, donde le sería
más difícil evadir los grandes problemas del pueblo. Paule-Marie Duhet comenta
en su obra “Las mujeres y la Revolución”
, una vez que las mujeres habían sentado el precedente de iniciar un movimiento
popular armado, no iban a cejar en su afán de no ser retiradas de la vida
política. Pronto se formaron clubes de mujeres, en los que plasmaron efectivamente
su voluntad de participación. Uno de los más importantes y radicales fue el
dirigido por Claire Lecombe y Pauline Léon: la Société Républicaine
Révolutionnaire. Impulsadas por su auténtico protagonismo y el reconocimiento
público del mismo, otras mujeres como Théroigne de Méricourt no dudaron en
defender y ejercer el derecho a formar parte del ejército.
Sin
embargo, pronto se comprobó que una cosa era que la República agradeciese y
condecorase a las mujeres por los servicios prestados y otra que estuviera
dispuesta a reconocerles otra función que la de madres y esposas. En
consecuencia, fue desestimada la petición de Condorcet de que la nueva
República educase igualmente a las mujeres y los varones, y la misma suerte
corrió uno de los mejores alegatos feministas de la época, su escrito de 1790
Sobre la admisión de las mujeres al derecho de ciudadanía.
Seguramente
uno de los momentos más lúcidos en la paulatina toma de conciencia feminista de
las mujeres está en la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana,
en 1791. Su autora fue Olympe de Gouges, una mujer del pueblo y de tendencias
políticas moderadas, que dedicó la declaración a la reina María Antonieta, con
quien finalmente compartiría un mismo destino bajo la guillotina.
En
1792, la inglesa Mary Wollstonecraft redactará en pocas semanas la célebre
Vindicación de los derechos de la mujer. Las mujeres habían comenzado
exponiendo sus reivindicaciones en los cuadernos de quejas y terminan afirmando
orgullosamente sus derechos.
La
transformación respecto a los siglos anteriores, como acertadamente ha
sintetizado Fraisse, significa el paso del gesto individual al movimiento
colectivo: la querella es llevada a la plaza pública y toma la forma de un
debate democrático: se convierte por vez primera de forma explícita en una
cuestión política.
Sin
embargo, la Revolución Francesa supuso una amarga y seguramente inesperada,
derrota para el feminismo. Los clubes de mujeres fueron cerrados por los
jacobinos en 1793, y en 1794 se prohibió explícitamente la presencia de mujeres
en cualquier tipo de actividad política. Las que se habían significado en su
participación política, fuese cual fuese su adscripción ideológica,
compartieron el mismo final: la guillotina o el exilio.
Las
más lúgubres predicciones se habían cumplido ampliamente: las mujeres no podían
subir a la tribuna, pero sí al cadalso. La prensa revolucionaria de la época lo
explica: habían transgredido las leyes de la naturaleza abjurando su destino de
madres y esposas, queriendo ser “hombres de Estado”. El nuevo código civil
napoleónico, cuya extraordinaria influencia ha llegado prácticamente a nuestros
días, se encargaría de plasmar legalmente dicha “ley natural”.
Feminismo decimonónico.
En
el siglo XIX, el siglo de los grandes movimientos sociales emancipatorios, el
feminismo aparece, por primera vez, como un movimiento social de carácter
internacional, con una identidad autónoma teórica y organizativa. Además,
ocupará un lugar importante en el seno de los otros grandes movimientos
sociales, los diferentes socialismos y el anarquismo.
Estos
movimientos heredaron en buena medida las demandas igualitarias de la
Ilustración, pero surgieron para dar respuesta a los acuciantes problemas que
estaban generando la revolución industrial y el capitalismo. El desarrollo de
las democracias censitarias y el decisivo hecho de la industrialización
suscitaron enormes expectativas respecto al progreso de la humanidad, y se
llegó a pensar que el fin de la escasez material estaba cercano.
Sin
embargo, estas esperanzas chocaron frontalmente con la realidad. Por un lado, a
las mujeres se les negaban los derechos civiles y políticos más básicos,
segando de sus vidas cualquier atisbo de autonomía personal. Por otro, el
proletariado -y lógicamente las mujeres proletarias- quedaba totalmente al
margen de la riqueza producida por la industria, y su situación de degradación
y miseria se convirtió en uno de los hechos más sangrantes del nuevo orden social.
Estas contradicciones fueron el caldo de cultivo de las teorías emancipadoras y
los movimientos sociales del XIX.
El movimiento sufragista.
El capitalismo alteró las
relaciones entre los sexos.
El nuevo sistema económico incorporó masivamente a las mujeres proletarias al
trabajo industrial -mano de obra más barata y sumisa que los varones-, pero, en
la burguesía, la clase social ascendente, se dio el fenómeno contrario.
Las
mujeres quedaron enclaustradas en un hogar que era, cada vez más, símbolo del
status y éxito laboral del varón. Las mujeres, mayormente las de burguesía
media, experimentaban con creciente indignación su situación de propiedad legal
de sus maridos y su marginación de
la educación y las profesiones liberales, marginación
que, en muchas ocasiones, las conducía inevitablemente, si no contraían
matrimonio, a la pobreza.
En
este contexto, las mujeres comenzaron a organizarse en torno a la
reivindicación del derecho al sufragio,
lo que explica su denominación como sufragistas.
Esto no debe entenderse nunca en el sentido de que ésa fuese su única
reivindicación. Muy al contrario, las sufragistas luchaban por la igualdad en
todos los terrenos apelando a la auténtica universalización de los valores
democráticos y liberales. Sin embargo, y desde un punto de vista estratégico,
consideraban que, una vez conseguido el voto y el acceso al parlamento, podrían
comenzar a cambiar el resto de las leyes e instituciones. Además, el voto era un medio de unir a mujeres de
opiniones políticas muy diferentes. Su movimiento era de carácter
interclasista, pues consideraban que todas las mujeres sufrían en cuanto
mujeres, e independientemente de su clase social, discriminaciones semejantes.
En Estados Unidos, el movimiento
sufragista estuvo inicialmente muy relacionado con el movimiento
abolicionista. Gran número de mujeres unieron sus fuerzas para combatir en la
lucha contra la esclavitud y, como señala Sheyla
Rowbotham, no sólo aprendieron a organizarse, sino a observar las
similitudes de su situación con la de esclavitud.
En 1848, en el Estado de
Nueva York,
se aprobó la Declaración de Seneca Falls,
uno de los textos fundacionales del sufragismo. Los argumentos que se utilizan
para vindicar la igualdad de los sexos son de corte ilustrado: apelan a la ley
natural como fuente de derechos para toda la especie humana, y a la razón y al
buen sentido de la humanidad como armas contra el prejuicio y la costumbre.
También
cabe señalar de nuevo la importancia del trasfondo individualista de la
religión protestante; como ha señalado Richard
Evans: “La creencia protestante en el derecho de todos los hombres y
mujeres a trabajar individualmente por su propia salvación proporcionaría una
seguridad indispensable, y a menudo realmente una auténtica inspiración, a
muchas, si no a casi todas las luchadoras de las campañas feministas del siglo XIX”. Elizabeth Cady Stanton, la
autora de La Biblia de las mujeres, y Susan B. Anthony, fueron dos de las más
significativas sufragistas estadounidenses.
En Europa, el movimiento
sufragista inglés
fue el más potente y radical. Desde
1866, en que el diputado John Stuart Mill, autor de La sujeción de la
mujer, presentó la primera petición a favor del voto femenino en el Parlamento,
no dejaron de sucederse iniciativas políticas.
Sin
embargo, los esfuerzos dirigidos a convencer y persuadir a los políticos de la
legitimidad de los derechos políticos de las mujeres provocaban burlas e
indiferencia. En consecuencia, el movimiento
sufragista dirigió su estrategia a acciones más radicales. Aunque, como bien ha matizado Rowbotham: “las tácticas militantes de la Unión habían
nacido de la desesperación, después de años de paciente constitucionalismo”.
Las sufragistas fueron encarceladas, protagonizaron huelgas de hambre y alguna
encontró la muerte defendiendo su máxima: “votos
para las mujeres”. Tendría que pasar la Primera Guerra Mundial y llegar el
año 1928 para que las mujeres inglesas pudiesen votar en igualdad de
condiciones.
El feminismo socialista.
El
socialismo como corriente de pensamiento siempre ha tenido en cuenta la
situación de las mujeres a la hora de analizar lo sociedad y proyectar el
futuro. Esto no significa que el socialismo sea necesariamente feminista, sino
que en el siglo XIX comenzaba a resultar difícil abanderar proyectos
igualitarios radicales sin tener en cuenta a la mitad de la humanidad.
Los
socialistas utópicos fueron los primeros en abordar el tema de la mujer. El
nervio de su pensamiento, como el de todo socialismo, arranca de la miserable
situación económica y social en que vivía la clase trabajadora. En general,
proponen la vuelta a pequeñas comunidades en que pueda existir cierta
autogestión -los falansterios de Fourier- y se desarrolle la cooperación humana
en un régimen de igualdad que afecte también a los sexos. Sin embargo, y a
pesar de reconocer la necesidad de independencia económica de las mujeres, a
veces no fueron lo suficientemente críticos con la división sexual del
trabajo.
Aun
así, su rechazo a la sujeción de las mujeres tuvo gran impacto social, y la
tesis de Fourier de que la situación de las mujeres era el indicador clave del
nivel de progreso y civilización de una sociedad fue literalmente asumida por
el socialismo posterior.
Flora
Tristán en su obra Unión obrera, 1843,
dedica un capítulo a exponer la situación de las mujeres. Tristán
mantiene que “todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el
desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e
imprescriptibles del ser mujer”. En sus proyectos de reforma, la educación de
las mujeres resulta crucial para el progreso de las clases trabajadoras,
aunque, eso sí, debido a la influencia que como madres, hijas, esposas, etc.,
tienen sobre los varones. Para Tristán, las mujeres “lo son todo en la vida del
obrero”, lo que no deja de suponer una acrítica asunción de la división sexual
del trabajo. Desde otro punto de vista, entre los seguidores de Saint-Simon y
Owen cundió la idea de que el poder espiritual de los varones se había agotado
y la salvación de la sociedad sólo podía proceder de lo “femenino”. En algunos
grupos, incluso, se inició la búsqueda de un nuevo mesías femenino.
Tal vez
la aportación más específica del socialismo utópico resida en la gran importancia
que concedían a la transformación de la institución familiar. Condenaban la
doble moral y consideraban el celibato y el matrimonio indisoluble como
instituciones represoras y causa de injusticia e infelicidad. De hecho, como
señalara en su día John Stuart Mill, a ellos cabe el honor de haber abordado
sin prejuicios temas con los que no se atrevían otros reformadores sociales de
la época.
Socialismo marxista.
A
mediados del siglo XIX comenzó a imponerse en el movimiento obrero el
socialismo de inspiración marxista o “científico”. El marxismo articuló la
llamada “cuestión femenina” en su teoría general de la historia y ofreció una
nueva explicación del origen de la opresión de las mujeres y una nueva
estrategia para su emancipación.
F.Engels
en “El origen de la familia, la
propiedad privada y el Estado”, 1884, el origen de la sujeción de las mujeres
no estaría en causas biológicas -la capacidad reproductora o la constitución
física- sino sociales. En concreto, en la aparición de la propiedad privada y
la exclusión de las mujeres de la esfera de la producción social. En
consecuencia, de este análisis se sigue que la emancipación de las mujeres irá
ligada a su retorno a la producción y a la independencia económica.
Este
análisis, por el que se apoyaba la incorporación de las mujeres a la
producción, no dejó de tener numerosos detractores en el propio ámbito
socialista. Se utilizaban diferentes argumentos para oponerse al trabajo
asalariado de las mujeres: la necesidad de proteger a las obreras de la
sobreexplotación de que eran objeto, el elevado índice de abortos y mortalidad
infantil, el aumento del desempleo masculino, el descenso de los salarios… Pero
como señaló Auguste Bebel en su célebre obra “La mujer y el socialismo”, también se debía a que, a pesar de la teoría,
no todos los socialistas apoyaban la igualdad de los sexos: “No se crea que
todos los socialistas sean emancipadores de la mujer; los hay para quienes la
mujer emancipada es tan antipática como el socialismo para los capitalistas”.
Por
otro lado, el socialismo insistía en las diferencias que separaban a las
mujeres de las distintas clases sociales. Así, aunque las socialistas apoyaban
tácticamente las demandas sufragistas, también las consideraban enemigas de
clase y las acusaban de olvidar la situación de las proletarias, lo que
provocaba la desunión de los movimientos. Además, la relativamente poderosa
infraestructura con que contaban las feministas burguesas y la fuerza de su
mensaje calaba en las obreras llevándolas a su lado. Lógicamente, una de las
tareas de las socialistas fue la de romper esa alianza.
Alejandra
Kollontai, bolchevique y feminista, relata en sus Memorias algunas de sus
estrategias desde la clandestinidad. En diciembre de 1908 tuvo lugar en San
Petersburgo, y convocado por las feministas “burguesas”, el Primer Congreso
Femenino de todas las Rusias. Kollontai no pudo asistir, porque pesaba una
orden de detención sobre ella, pero pudo preparar la intervención de un grupo
de obreras. Estas tomaron la palabra para señalar la especificidad de la
problemática de las mujeres trabajadoras, y cuando se propuso la creación de un
centro femenino interclasista, abandonaron ostentosamente el congreso.
Sin
embargo, y a pesar de sus lógicos enfrentamientos con las sufragistas, existen
numerosos testimonios del dilema que les presentaba a las mujeres socialistas.
Aunque suscribían la tesis de que la emancipación de las mujeres era imposible
en el capitalismo -explotación laboral, desempleo crónico, doble jornada, etc.-
eran conscientes de que para sus camaradas y para la dirección del partido la
“cuestión femenina” no era precisamente prioritaria. Más bien se la consideraba
una mera cuestión de superestructura, que se solucionaría automáticamente con
la socialización de los medios de producción, y, en el peor de los casos, “una
desviación peligrosa hacia el feminismo”. Esto no impidió que las mujeres
socialistas se organizaran dentro de sus propios partidos; se reunían para
discutir sus problemas específicos y crearon, a pesar de que la ley les
prohibía afiliarse a partidos, organizaciones femeninas.
Los
cimientos de un movimiento socialista femenino realmente fueron puestos por la
alemana Clara Zetkin, 1854-1933, quien dirigió la revista femenina Die
Gliechhteit –Igualdad - y llegó a organizar una Conferencia Internacional de
Mujeres en 1907.
El
socialismo marxista también prestó atención a la crítica de la familia y la
doble moral, y relacionó la explotación económica y sexual de la mujer. En este
sentido, es imprescindible remitirse a la obra que Kollontai escribe ya a
principios del siglo XX. Kollontai puso en un primer plano teórico la igualdad
sexual y mostró su interrelación con el triunfo de la revolución socialista.
Pero
también fue ella misma, ministra durante sólo seis meses en el primer gobierno
de Lenin, quien dio la voz de alarma sobre el rumbo preocupante que iba tomando
la revolución feminista en la Unión Soviética. La igualdad de los sexos se
había establecido por decreto, pero no se tomaban medidas específicas, tal y
como ella postulaba, contra lo que hoy llamaríamos la ideología patriarcal.
Movimiento anarquista.
El
anarquismo no articuló con tanta precisión teórica como el socialismo la
problemática de la igualdad entre los sexos, e incluso cabe destacar que un
anarquista de la talla de Proudhom, 1809-1865,
mantuvo tranquilamente posturas antiigualitarias extremas. Estas son sus
palabras: “Por mi parte, puedo decir
que, cuanto más pienso en ello, menos me explico el destino de la mujer fuera
de la familia y el hogar. Cortesana o ama de llaves (ama de llaves, digo, y no
criada); yo no veo término medio”.
Sin
embargo, el anarquismo como movimiento social contó con numerosas mujeres que
contribuyeron a la lucha por la igualdad. Una de las ideas más recurrentes
entre las anarquistas -en consonancia con su individualismo- era la de que las
mujeres se liberarían gracias a su “propia fuerza” y esfuerzo individual. Así
lo expresó Emma Goldman, 1869-1940, para quien poco vale el acceso al trabajo
asalariado si las mujeres no son capaces de vencer todo el peso de la ideología
tradicional en su interior. Así, el énfasis puesto en vivir de acuerdo con las
propias convicciones propició auténticas revoluciones en la vida cotidiana de
mujeres que, orgullosas, se autodesignaban “mujeres libres”. Consideraban que
la libertad era el principio rector de todo y que las relaciones entre los
sexos han de ser absolutamente libres. Su rebelión contra la jerarquización, la
autoridad y el Estado, las llevaba, por un lado y frente a las sufragistas, a
minimizar la importancia del voto y las reformas institucionales; por otro, veían
como un peligro enorme lo que a su juicio proponían los comunistas: la
regulación por parte del Estado de la procreación, la educación y el cuidado de
los niños.
Neofeminismo: los años sesenta y setenta.
Neofeminismo.
La consecución del voto y todas las
reformas habían dejado relativamente tranquilas a las mujeres; sus demandas
habían sido satisfechas, vivían en una sociedad legalmente cuasi-igualitaria y
la calma parecía reinar en la mayoría de los hogares. Sin embargo, debía ser
una calma un tanto enrarecida, pues se acercaba un nuevo despertar de este
movimiento social.
La obra de Simone de Beauvoir es la
referencia fundamental del cambio que se avecina. Tanto su vida como su obra
son paradigmáticas de las razones de un nuevo resurgir del movimiento. Tal y
como ha contado la propia Simone, hasta que emprendió la redacción de “El
segundo sexo” apenas había sido consciente de sufrir discriminación alguna por
el hecho de ser una mujer. La joven filósofa, al igual que su compañero Jean
Paul Sartre, había realizado una brillante carrera académica, e inmediatamente
después ingresó por oposición -también como él- a la carrera docente. ¿Dónde
estaba, pues, la desigualdad, la opresión? Iniciar la contundente respuesta del
feminismo contemporáneo a este interrogante es la impresionante labor llevada a
cabo en los dos tomos de El segundo sexo.
Al mismo tiempo que pionera, Simone de
Beauvoir constituye un brillante ejemplo de cómo la teoría feminista supone una
transformación revolucionaria de nuestra comprensión de la realidad. Son
importantes las valoraciones sobre las dificultades que experimentaron las
mujeres para descubrir y expresar los términos de su opresión en la época de la
"igualdad legal".
Esta dificultad fue retratada con
infinita precisión por la estadounidense Betty Friedan: el problema de las
mujeres era el "problema que no tiene nombre", y el objeto de la
teoría y la práctica feministas fue, justamente, el de nombrarlo. Friedan, en
su también voluminosa obra,” La mística de la feminidad”, en 1963, analizó la
profunda insatisfacción de las mujeres estadounidenses consigo mismas y su
vida, y su traducción en problemas personales y diversas patologías
autodestructivas: ansiedad, depresión, alcoholismo.
Sin embargo, el problema es para ella
un problema político: "la mística de la feminidad" -reacción
patriarcal contra el sufragismo y la incorporación de las mujeres a la esfera
pública durante la Segunda Guerra Mundial-, que identifica mujer con madre y
esposa, con lo que cercena toda posibilidad de realización personal y
culpabiliza a todas aquellas que no son felices viviendo solamente para los
demás.
Feminismo
liberal.
Betty Friedan contribuyó a fundar en 1966 la que ha llegado a ser una de las
organizaciones feministas más poderosas de Estados Unidos, y sin duda la máxima
representante del feminismo liberal, la Organización Nacional para las Mujeres
(NOW).
El feminismo liberal se caracteriza por
definir la situación de las mujeres como una de desigualdad -y no de opresión y
explotación- y por postular la reforma del sistema hasta lograr la igualdad
entre los sexos. Las liberales comenzaron definiendo el problema principal de
las mujeres como su exclusión de la esfera pública, y propugnaban reformas
relacionadas con la inclusión de las mismas en el mercado laboral.
También desde el principio tuvieron una
sección destinada a formar y promover a las mujeres para ocupar puestos
públicos. Pero bien pronto, la influencia del feminismo radical empujó a las
más jóvenes hacia la izquierda. Ante el malestar y el miedo a los sectores más
conservadores, Betty Friedan declara que: "En el futuro, la gente que
piensa que NOW es demasiado activista tendrá menos peso que la juventud".
Así, terminaron abrazando la tesis de que
lo personal es político -cuando Friedan había llegado a quejarse de que las
radicales convertían la lucha política en una "guerra de dormitorio"-
y la organización de grupos de autoconciencia, dos estandartes básicos del
feminismo radical y que inicialmente rechazaban. Más tarde, con el declive del
feminismo radical en Estados Unidos, el reciclado "feminismo liberal"
cobró un importante protagonismo hasta haber llegado a convertirse, a juicio de
Echols, "en la voz del feminismo como movimiento político".
Sin embargo, fue al feminismo radical,
caracterizado por su aversión al liberalismo, a quien correspondió el verdadero
protagonismo en las décadas de los sesenta y setenta.
Feminismo
radical: feministas políticas y feministas.
Los sesenta fueron años de intensa
agitación política. Las contradicciones de un sistema que tiene su legitimación
en la universalidad de sus principios, pero que en realidad es sexista,
racista, clasista e imperialista, motivaron a la formación de la llamada Nueva
Izquierda y diversos movimientos sociales radicales como el movimiento
antirracista, el estudiantil, el pacifista y, claro está, el feminista. La
característica distintiva de todos ellos fue su marcado carácter
contracultural: no estaban interesados en la política reformista de los grandes
partidos, sino en forjar nuevas formas de vida -que prefigurasen la utopía
comunitaria de un futuro que divisaban a la vuelta de la esquina- y, cómo no,
al hombre nuevo.
En buena medida, la génesis del
Movimiento de Liberación de la Mujer hay que buscarla en su creciente
descontento con el papel que jugaban en aquél. Así describe Robin Morgan lo que
fue una experiencia generalizada de mujeres: "Como quiera que creíamos
estar metidas en la lucha para construir una nueva sociedad, fue para nosotras
un lento despertar y una deprimente constatación descubrir que realizábamos el
mismo trabajo en el movimiento que fuera de él: pasando a máquina los discursos
de los varones, haciendo café pero no política, siendo auxiliares de los
hombres, cuya política, supuestamente, reemplazaría al viejo orden".
De nuevo fue a través del activismo
político junto a los varones, como en su día las sufragistas en la lucha contra
el abolicionismo, como las mujeres tomaron conciencia de la peculiaridad de su
opresión. Puesto que el hombre nuevo se hacía esperar, la mujer nueva -de la
que tanto hablara Kollontai a principios de siglo- decidió comenzara reunirse
por su cuenta. La primera decisión política del feminismo fue la de organizarse
en forma autónoma, separarse de los varones, decisión con la que se constituyó
el Movimiento de Liberación de la Mujer. Tal y como señala Echols, si bien
todas estaban de acuerdo en la necesidad de separarse de los varones, disentían
respecto a la naturaleza y el fin de la separación. Así se produjo la primera
gran escisión dentro del feminismo radical: la que dividió a las feministas en
"políticas" y "feministas". Todas ellas forman inicialmente
parte del feminismo radical por su posición antisistema y por su afán de
distanciarse del feminismo liberal, pero sus diferencias son una referencia
fundamental para entender el feminismo de la época.
En un principio, las
"políticas" fueron mayoría, pero a partir del 68 muchas fueron
haciéndose más feministas para, finalmente, quedar en minoría. Para las
"políticas", la opresión de las mujeres deriva del capitalismo o del
Sistema, por lo que los grupos de liberación debían permanecer conectados y
comprometidos con el Movimiento; en realidad, consideraban el feminismo un ala
más de la izquierda. Suele considerarse que a ellas, a su experiencia y a sus
conexiones se debieron muchos de los éxitos organizativos del feminismo, pero
lógicamente también traían su servidumbre ideológica.
Las "feministas" se
manifestaban contra la subordinación a la izquierda, ya que identificaban a los
varones como los beneficiarios de su dominación. No eran, ni mucho menos,
antiizquierda, pero sí muy críticas con su recalcitrante sexismo y la tópica
interpretación del feminismo en un abanico de posibilidades que iba de su mera
consideración como cuestión periférica a la más peligrosa calificación de
contrarrevolucionario.
Las interminables y acaloradas
discusiones entorno a cuál era la contradicción o el enemigo principal
caracterizaron el desarrollo del neofeminismo no sólo en Estados Unidos, sino
también en Europa y España. La lógica de los debates siempre ha sido similar:
mientras las más feministas pugnaban por hacer entender a las políticas que la
opresión de las mujeres no es solamente una simple consecuencia del Sistema,
sino un sistema específico de dominación en que la mujer es definida en
términos del varón, las políticas no podían dejar de ver a los varones como
víctimas del sistema y de enfatizar el no enfrentamiento con éstos.
En Estados Unidos, las políticas
escondían un miedo que ha pesado siempre sobre las mujeres de la izquierda: el
de que los compañeros varones, depositarios del poder simbólico para dar o
quitar denominaciones de origen "progresista", interpretasen un
movimiento sólo de mujeres como reaccionario o liberal. De hecho, es muy
aleccionador reparar en que, a la hora de buscar "denominación", el
término "feminista" fue inicialmente repudiado por algunas radicales.
El problema estaba en que lo asociaban con la que consideraban la primera ola
del feminismo, el movimiento sufragista, al que despreciaban como burgués y
reformista.
Sulamith Firestone, indiscutible
teórica y discutida líder de varios grupos radicales, fue la primera en
atreverse a reivindicar el sufragismo afirmando que era un movimiento radical y
que "su historia había sido enterrada por razones políticas". Finalmente llegó la separación, y el nombre de feminismo radical
pasó a designar únicamente a los grupos y las posiciones teóricas de las
"feministas ".
Feminismo
radical
.
El feminismo radical norteamericano se
desarrolló entre los años 1967 y 1975, y a pesar de la rica heterogeneidad
teórica y práctica de los grupos en que se organizó, parte de unos
planteamientos comunes. Respecto a los fundamentos teóricos, hay que citar dos
obras fundamentales: Política sexual de Kate Millet y La dialéctica de la
sexualidad de Sulamit Firestone, publicadas en el año 1970.
Armadas de las herramientas teóricas
del marxismo, el psicoanálisis y el anticolonialismo, estas obras acuñaron
conceptos fundamentales para el análisis feminista como el de patriarcado,
género y casta sexual.
El patriarcado se define como un
sistema de dominación sexual que se concibe, además, como el sistema básico de
dominación sobre el que se levanta el resto de las dominaciones, como la de
clase y raza. El género expresa la construcción social de la feminidad y la
casta sexual alude a la común experiencia de opresión vivida por todas las
mujeres.
Las radicales identificaron como
centros de la dominación patriarcal esferas de la vida que hasta entonces se
consideraban "privadas". A ellas corresponde el mérito de haber
revolucionado la teoría política al analizar las relaciones de poder que
estructuran la familia y la sexualidad; lo sintetizaron en un slogan: lo
personal es político. Consideraban que los varones, todos los varones y no sólo
una élite, reciben beneficios económicos, sexuales y psicológicos del sistema
patriarcal, pero en general acentuaban la dimensión psicológica de la opresión.
Así lo refleja el manifiesto fundacional de las New York Radical Feminist,1969,
, Politics of the Ego, donde se afirma: “Pensamos que el fin de la dominación
masculina es obtener satisfacción psicológica para su ego, y que sólo
secundariamente esto se manifiesta en las relaciones económicas”.
Una de las aportaciones más
significativas del movimiento feminista radical fue la organización en grupos
de autoconciencia. Esta práctica comenzó en el New York Radical Women, 1967, y
fue Sarachild quien le dio el nombre de "consciousness-raising".
Consistía en que cada mujer del grupo explicase las formas en que experimentaba
y sentía su opresión. El propósito de estos grupos era "despertar la
conciencia latente que... todas las mujeres tenemos sobre nuestra
opresión", para propiciar "la reinterpretación política de la propia
vida" y poner las bases para su transformación.
Con la autoconciencia también se
pretendía que las mujeres de los grupos se convirtieran en auténticas expertas
en su opresión: estaban construyendo la teoría desde la experiencia personal y
no desde el filtro de las ideologías previas. Otra función importante de estos
grupos fue la de contribuir a la revalorización de la palabra y las
experiencias de un colectivo sistemáticamente subordinado y humillado a lo
largo de la historia.
Así lo ha señalado Válcarcel comentando
algunas de las obras clásicas del feminismo: “el movimiento feminista debe
tanto a estas obras escritas como a una singular organización: los grupos de
encuentro, en que sólo mujeres desgranaban, turbada y parsimoniosamente, semana
a semana, la serie de sus. humillaciones, que intentan comprender como parte de
una estructura teorizable".
Sin embargo, los diferentes grupos de
radicales variaban en su apreciación de esta estrategia. Según la durísima
apreciación de Mehrhof, miembro de las Redstockings, 1969,: "la
autoconciencia tiene la habilidad de organizar gran número de mujeres, pero de
organizarlas para nada". Hubo acalorados debates internos, y finalmente
autoconciencia-activismo se configuraron como opciones opuestas.
El activismo de los grupos radicales
fue, en más de un sentido, espectacular. Espectaculares por multitudinarias
fueron las manifestaciones y marchas de mujeres, pero aún más eran los lúcidos
actos de protesta y sabotaje que ponían en evidencia el carácter de objeto y
mercancía de la mujer en el patriarcado. Con actos como la quema pública de
sujetadores y corsés, el sabotaje de comisiones de expertos sobe el aborto
formada por ¡catorce varones y una mujer – monja -!, o la simbólica negativa de
la carismática Ti-Grace Atkinson a dejarse fotografiar en público al lado de un
varón, las radicales consiguieron que la voz del feminismo entrase en todos y
cada uno de los hogares estadounidenses.
Otras actividades no tan
espectaculares, pero de consecuencias enormemente beneficiosas para las
mujeres, fueron la creación de centros alternativos de ayuda y autoayuda. Las
feministas no sólo crearon espacios propios para estudiar y organizarse, sino que
desarrollaron una salud y una ginecología no patriarcales, animando a las
mujeres a conocer su propio cuerpo. También se fundaron guarderías, centros
para mujeres maltratadas, centros de defensa personal y un largo etcétera.
Tal y como se desprende de los grupos
de autoconciencia, otra característica común de los grupos radicales fue el
exigente impulso igualitarista y antijerárquico: ninguna mujer está por encima
de otra. En realidad, las líderes estaban mal vistas, y una de las constantes
organizativas era poner reglas que evitasen el predominio de las más dotadas o
preparadas. Así es frecuente escuchar a las líderes del movimiento, que sin
duda existían, o a quienes actuaban como portavoces, "pedir perdón a
nuestras hermanas por hablar por ellas".
Esta forma de entender la igualdad
trajo muchos problemas a los grupos: uno de los más importantes fue el problema
de admisión de nuevas militantes. Las nuevas tenían que aceptar la línea
ideológica y estratégica del grupo, pero una vez dentro ya podían, y de hecho
así lo hacían frecuentemente, comenzar a cuestionar el manifiesto fundacional.
El resultado era un estado de permanente debate interno, enriquecedor para las
nuevas, pero tremendamente cansino para las veteranas. El igualitarismo se
traducía en que mujeres sin la más mínima experiencia política y recién
llegadas al feminismo se encontraban en la situación de poder criticar
duramente por "elitista" a una líder con la experiencia militante y
la potencia teórica de Sulamith Firestone. Incluso se llegó a recelar de las
teóricas sospechando que instrumentaban el movimiento para hacerse famosas. El
caso es que la mayor parte de las líderes fueron expulsadas de los grupos que
habían fundado. Jo Freeman supo reflejar esta experiencia personal en su obra “La
tiranía de la falta de estructuras “.
Echols ha señalado esta negación de la
diversidad de las mujeres como una de las causas del declive del feminismo
radical. La tesis de la hermandad o sororidad de todas las mujeres unidas por
una experiencia común también se vio amenazada por la polémica aparición dentro
de los grupos de la cuestión de clase y del lesbianismo. Pero, en última
instancia, fueron las agónicas
disensiones internas, más el lógico
desgaste de un movimiento de estas características, lo que trajo a mediados de
los setenta el fin del activismo del feminismo radical.
Feminismo y
socialismo: la nueva alianza .
El feminismo iba decantándose como la
lucha contra el patriarcado, un sistema de dominación sexual, y el socialismo
como la lucha contra el sistema capitalista o de clases. Sin embargo, numerosas
obras de la década de los setenta declaran ser intentos de conciliar
teóricamente feminismo y socialismo y defienden la complementariedad de sus
análisis.
Así lo hicieron, entre otras muchas,
Sheyla Rowbotham, Roberta Hamilton, Zillah Eisenstein y Juliet Michell. Las
feministas socialistas han llegado a reconocer que las categorías analíticas
del marxismo son "ciegas al sexo" y que la "cuestión
femenina" nunca fue la "cuestión feminista", pero también
consideraban que el feminismo es ciego para la historia y para las experiencias
de las mujeres trabajadoras, emigrantes o "no blancas". De ahí que
sigan buscando una alianza más progresiva entre los análisis de clase, género y
raza. Pero en esta renovada alianza, el género y el patriarcado son las
categorías que vertebran sus análisis de la totalidad social.
Feminismos de
la diferencia .
Según el exhaustivo e influyente
análisis de Echols, el feminismo radical estadounidense habría evolucionado
hacia un nuevo tipo de feminismo para el que utiliza el nombre de feminismo
cultural. La evolución radica en el paso de una concepción constructivista del
género, a una concepción esencialista. Pero la diferencia fundamental está en
que mientras el feminismo radical -y también el feminismo socialista y el
liberal- lucha por la superación de los géneros, el feminismo cultural parece
afianzarse en la diferencia.
En Europa, especialmente en Francia e
Italia, también han surgido al hilo de diferentes escisiones o disensiones
dentro del movimiento feminista de los setenta, feminismos que se autoproclaman
defensores de la diferencia sexual. De ahí su designación como feminismos de la
diferencia frente a los igualitarios.
· Feminismo
cultural.
El feminismo cultural estadounidense
engloba, según la tipología de Echols, a las distintas corrientes que igualan
la liberación de las mujeres con el desarrollo y la preservación de una
contracultura femenina: vivir en un mundo de mujeres para mujeres. Esta
contracultura exalta el "principio femenino" y sus valores y denigra
lo "masculino".
Raquel Osborne ha sintetizado algunas
de las características que se atribuyen a un principio y otro. Los hombres
representan la cultura, las mujeres la naturaleza. Ser naturaleza y poseer la
capacidad de ser madres comporta la posesión de las cualidades positivas, que
inclinan en exclusiva a las mujeres a la salvación del planeta, ya que son
moralmente superiores a los varones. La sexualidad masculina es agresiva y
potencialmente letal, la femenina difusa, tierna y orientada a las relaciones
interpersonales. Por último, se deriva la opresión de la mujer de la supresión
de la esencia femenina.
De todo ello se concluye que la
política de acentuar las diferencias entre los sexos, se condena la
heterosexualidad por su connivencia con el mundo masculino y se acude al
lesbianismo como única alternativa de no contaminación. Esta visón netamente
dicotómica de las naturalezas humanas ha cuajado en otros movimientos como el
ecofeminismo de Mary Daly y el surgimiento de un polémico frente
antipornografía y antiprostitución.
· Feminismo
francés de la diferencia.
El feminismo francés de la diferencia
parte de la constatación de la mujer como lo absolutamente “otro”. Instalado en
dicha otredad, pero tomando prestada la herramienta del psicoanálisis, utiliza
la exploración del inconsciente como medio privilegiado de reconstrucción de
una identidad propia, exclusivamente femenina.
Entre sus representantes destacan Annie
Leclerc, Hélène Cixous y, sobre todo, Luce Irigaray. Su estilo, realmente
críptico si no se posee determinada formación filosófica, o incluso
determinadas claves culturales específicamente francesas, no debe hacernos
pensar en un movimiento sin incidencia alguna en la práctica. El grupo
"Psychanalyse et Politique" surgió en los setenta y es un referente
ineludible del feminismo francés. Desde el mismo se criticaba duramente al
feminismo igualitario por considerar que es reformista, asimila las mujeres a
los varones y, en última instancia, no logra salir del paradigma
de dominación masculina. Sus partidarias protagonizaron duros enfrentamientos
con el "feminismo", algunos tan llamativos como asistir a
manifestaciones con pancartas de "Fuera el feminismo", e incluso
acudieron a los Tribunales reivindicando su carácter de legítimas
representantes del movimiento de liberación de la mujer. Tal y como relata Rosa
María Magdá: “Las batallas personales, la defensa
radical o no de la homosexualidad y las diversas posturas con los partidos
políticos han sido también puntos de litigio para un movimiento excesivamente
cerrado sobre sí mismo, que plaga sus textos de referencias ocultas y que,
lejos de la acogedora solidaridad, parece muchas veces convertirse en un campo
minado”.
· Feminismo
italiano de la diferencia.
Sus primeras manifestaciones surgen en
1965, ligadas al grupo DEMAU. Otro hito importante será la publicación en 1970
del manifiesto de Rivolta femminile y el escrito de Carla Lonzi, Escupamos
sobre Hegel. Las italianas, muy influidas por las tesis de las francesas sobre
la necesidad de crear una identidad propia y la experiencia de los grupos de
autoconciencia de las estadounidenses, siempre mostraron su disidencia respecto
a las posiciones mayoritarias del feminismo italiano.
Así lo hicieron en el debate en torno a
la ley del aborto, en que defendían la despenalización frente a la
legalización, finalmente aprobada en 1977, y posteriormente en la propuesta de
ley sobre la violencia sexual. Esta propuesta, iniciada por el MLD, la UDI y
otros grupos del movimiento de liberación, reivindicaba, entre otras cosas, que
la violación pudiese ser perseguida de oficio, aun contra la voluntad de la
víctima, para evitar las frecuentes situaciones en que las presiones sobre ésta
terminaban con el retiro de la demanda. En este caso, como en el del aborto, se
considera "lo más inaceptable" que las mujeres "ofreciesen ese
sufrimiento concreto a la intervención y la tutela del Estado, diciendo actuar
en nombre de todas las mujeres". Mantienen que la ley del hombre nunca es
neutral, y la idea de resolver a través de leyes y reformas generales la
situación de las mujeres es descabellada. Critican al feminismo reivindicativo
por victimista y por no respetar la diversidad de la experiencia de las mujeres.
Además plantean que de nada sirve que las leyes den valor a las mujeres si
éstas de hecho no lo tienen. A cambio, parecen proponer trasladarse al plano
simbólico y que sea en ese plano donde se produzca la efectiva liberación de la
mujer, del "deseo femenino".
Ligada a esta liberación, muy volcada
en la autoestima femenina, están diversas prácticas entre mujeres, como el
affidamento, concepto de difícil traducción, en que el reconocimiento de la
autoridad femenina juega un papel determinante. Lo que sí se afirma con
claridad es que para la mujer no hay libertad ni pensamiento sin el pensamiento
de la diferencia sexual. Es la determinación ontológica fundamental.
Ultimas
tendencias.
Tras las manifestaciones de fuerza y
vitalidad del feminismo y otros movimientos sociales y políticos en los años
setenta, la década de los ochenta parece que pasará a la historia como una
década especialmente conservadora. De hecho, el triunfo de carismáticos líderes
ultraconservadores en países como Inglaterra y Estados Unidos, cierto
agotamiento de las ideologías que surgieron en el siglo XIX, más el
sorprendente derrumbamiento de los Estados socialistas, dieron paso a los
eternos profetas del fin de los conflictos sociales y de la historia.
Yasmine Ergas ha sintetizado bien la
realidad de los ochenta: Si bien la era de los gestos
grandilocuentes y las manifestaciones masivas que tanto habían llamado la
atención de los medios de comunicación parecían tocar su fin, a menudo dejaban
detrás de sí nuevas formas de organización política femenina, una mayor visibilidad
de las mujeres y de sus problemas en la esfera pública y animados debates entre
las propias feministas, así como entre éstas e interlocutores externos. En
otras palabras, la muerte, al menos aparente, del feminismo como movimiento
social organizado no implicaba ni la desaparición de las feministas como
agentes políticos, ni la del feminismo como un conjunto de prácticas
discursivas contestadas, pero siempre en desarrollo.
Efectivamente, el feminismo no ha
desaparecido, pero sí ha conocido profundas transformaciones. En estas
transformaciones han influido tanto los enormes éxitos cosechados -si
consideramos lo que fue el pasado y lo que es el presente de las mujeres- como la profunda conciencia de lo que queda por hacer, si
comparamos la situación de varones y mujeres en la actualidad.
Los éxitos cosechados han provocado una
aparente, tal vez real, merma en la capacidad de movilización de las mujeres en
torno a las reivindicaciones feministas, por más que, paradójicamente, éstas
tengan más apoyo que nunca en la población femenina. Por ejemplo, el consenso
entre las mujeres sobre las demandas de igual salario, medidas frente a la
violencia o una política de guarderías públicas es, prácticamente total. Pero
resulta difícil, por no decir imposible, congregar bajo estas reivindicaciones
manifestaciones similares a las que se producían alrededor de la defensa del
aborto en los años setenta - de hecho, sólo la posible puesta en cuestión del
derecho al propio cuerpo en los Estados Unidos de Bush ha sido capaz de
concitar de nuevo marchas de cientos de miles de personas -.
Sin embargo, esto no implica un
repliegue en la constante lucha por conseguir las reivindicaciones feministas.
Aparte de la imprescindible labor de los grupos feministas de base, que siguen
su continuada tarea de concienciación, reflexión y activismo, ha tomado
progresivamente fuerza lo que ya se denomina feminismo institucional.
Este feminismo reviste diferentes
formas en los distintos países occidentales: desde los pactos interclasistas de
mujeres a la nórdica -donde se ha podido
llegar a hablar de feminismo de Estado- a la formación de lobbies o grupos de
presión, hasta la creación de ministerios o instituciones interministeriales de
la mujer, como es el caso en nuestro país, donde en 1983 se creó como organismo
autónomo el Instituto de la Mujer.
A pesar de estas diferencias, los
feminismos institucionales tienen algo en común: el decidido abandono de la
apuesta por situarse fuera del sistema y por no aceptar sino cambios radicales.
Un resultado notable de estas políticas ha sido el hecho, realmente impensable
hace sólo dos décadas, de que mujeres declaradamente feministas lleguen a
ocupar importantes puestos en los partidos políticos y en el Estado.
Ahora bien, no puede pensarse que este
abandono de la "demonización" del poder no reciba duras críticas
desde otros sectores del feminismo, y no haya supuesto incluso un cambio lento
y difícil para todo un colectivo que, aparte de su vocación radical, ha sido
"socializado en el no poder". En este contexto institucional también
cabe destacar la proliferación en las universidades de centros de
investigaciones feministas. En la década de los ochenta, la
teoría feminista no sólo ha desplegado una vitalidad impresionante, sino
que ha conseguido dar a su interpretación de la realidad un status académico.
En definitiva, los grupos de base, el
feminismo institucional y la pujanza de la teoría feminista, más la paulatina
incorporación de las mujeres a puestos de poder no estrictamente políticos
-administración, judicaturas, cátedras...- y a tareas emblemáticamente
varoniles -ejército y policía-, han ido creando un poso feminista que
simbólicamente se posa en la Declaración
de Atenas de 1992.
En esta Declaración, las mujeres
mostraron su claro deseo de firmar un nuevo contrato social y establecer de una
vez por todas una democracia paritaria. Ahora bien, esta firme voluntad de
avance, y el recuento de todo lo conseguido, no significa que la igualdad
sexual esté a la vuelta de la esquina. Tal y como ha reflejado Susan Faludi en
su obra “Reacción”, la guerra no declarada contra la mujer moderna, el
patriarcado, como todo sistema de dominación firmemente asentado, cuenta con
numerosos recursos para perpetuarse.
El mensaje reactivo de "la
igualdad está ya conseguida" y "el feminismo es un anacronismo que
empobrece la vida de la mujer" parece haber calado en las nuevas
generaciones. Como consecuencia, las mujeres jóvenes, incapaces de traducir de
forma política la opresión, parecen volver a reproducir en patologías
personales antes desconocidas -anorexia, bulimia- el problema que se empeña
"en no tener nombre". o tener un nombre a partir de una identidad
patológica.
El pensamiento español y las mujeres.
En
España no se dio una “Querelle des femmes”, ni tampoco un Movimiento Feminista
organizado hasta la segunda década del siglo XX. Bien es cierto, que no
olvidamos que en la época en que vivió Christine de Pizan, fundadora de la
“Querelle des femmes”, Teresa de Cartagenan,
en el siglo quince, alumna de la Universidad de Salamanca, se vio
obligada por su sordera a dedicarse a la escritura; en modo alguno a esta
religiosa franciscana le pasó inadvertido el hecho de que su sexo no era
socialmente identificado ni, a fortiori, identificable con la dedicación
a la escritura, siendo así que en su obra realiza una apología de las mujeres
que se dedican a ello .
También
en el campo de la literatura, aunque no de la teología, el siglo barroco contó
con María de Zayas que, a través de los personajes de sus novelas, denunció la
subordinación del sexo femenino y presentó nuevos modelos de vida para las
mujeres. Uno de los temas elegidos para la crítica es “el amor”, como conjunto
de sentimientos y de relaciones en que las mujeres existen de formas
subordinadas y dependientes; entre sus obras citaremos “Desengaños amorosos”, de 1647.
La
polémica en torno a la identificación de mujeres y mal, como consecuencia del
mito de Eva, la revisión del pensamiento griego y medieval y su influencia en
la organización social y política preponderante de la historia de Occidente, la
encontraremos tiempo después que en otras tradiciones europeas, donde diversas
pensadoras y pensadores utilizan la pluma para legitimar por qué existen
mujeres pensadoras, o por qué las mujeres no deben estar vetadas para ser
gobernantes, por citar algunos de los temas. En definitiva, lo que se está
poniendo en entredicho es la exclusión; ahora bien, las formas en que se
argumenta el cuestionamiento de un “estado de cosas” que prohíbe a unos
individuos la entrada a determinados espacios o el ejercicio de determinadas
tareas o trabajos, por mencionar algunos ejemplos, va a marcar fronteras entre
los estilos de pensar. Concretamente en la historia del pensamiento español se
distinguen tres etapas:
La primera se
caracteriza por asumir la concepción del derecho natural de la modernidad, es
decir, se parte del principio de que todos los seres humanos en origen son
iguales. Tiene dos momentos:
-Siglo XVIII: se encuentra una
concepción de la educación netamente ilustrada, es decir, universalista.
-Siglo XIX: asume la concepción
universalista de la educación pero, sobre todo, bajo una visión filantrópica.
La segunda etapa comienza con el
esbozo del reconocimiento de la importancia de plantear los derechos políticos
de las mujeres como reivindicación nuclear: ello dará lugar al Movimiento
Sufragista. Por otro lado, se desarrollan críticas comenzadas en el Diecinueve,
como es el caso de la crítica al naturalismo médico y, por otra parte, comienza
el reconocimiento de la tradición feminista o genealógica.
La tercera etapa, enmarcada en el
final de la dictadura franquista y la época de la transición a la democracia se
caracteriza por la parcelación de análisis, sin renunciar a una visión global
del sistema patriarcal o sistema de género/sexo. En ésta también se pueden
señalar como mínimo dos momentos, pero el eje subyacente de la exposición ha
sido el entroncamiento con las tendencias que hoy se estudian y discuten en el
panorama internacional.
Siglo XVIII.
En
la primera mitad del siglo XVIII español contamos con el legado del fraile
benedictino Benito Jerónimo Feijoo. El Discurso XVI de su obra Teatro Crítico lo tituló “Defensa de
la Mujer”,1726; no se trata de un Discurso de la Excelencia en estado puro,
aunque utiliza muchos de los argumentos que habían circulado públicamente en
las polémicas de la “Querelle des femmes”.
Un
ejemplo de ello es la alegación de que las opiniones en torno a la culpabilidad
de Eva de la introducción del mal en el mundo están divididas. Feijoo conocía
perfectamente la defensa pre-ilustrada de Eva, como prueba también el hecho del
conocimiento de obras de pensadoras que habían dedicado gran parte de sus
escritos a mostrar sus discrepancias con interpretaciones misóginas de la
Patrística sobre los textos sagrados; por eso, en este Discurso tiene su lugar,
por ejemplo, Issota Nogarola. También conoce a la representativa filósofa de
los Discursos de la Excelencia, Lucrecia Marinela, autora de “Excelencia de las mujeres, cotejada con los
defectos y vicios de los hombres”. Entre la gran reacción que produjeron
las ideas de Feijoo se registra la negación pública de la existencia de la obra
de esta pensadora veneciana, estudiosa que hizo una inversión valorativa del
orden de prioridades morales de la obra de Aristóteles, que la sitúa en la
primera expresión histórica de lo que en la actualidad se conoce como Ética del
Cuidado.
Feijoo
no se sitúa en la lógica marinelliana y por ello expresa explícitamente: “mi
empeño no es persuadir la ventaja, sino la igualdad”. Este pensador español es
el primero que dedicó importantes páginas de su obra a la crítica a Aristóteles
y al aristotelismo y sus tesis sobre la inferioridad física de las mujeres: la
concepción naturalista sobre los sexos, según la cual la naturaleza siempre
prefiere varón y la hembra es la consecuencia de la imperfección o del
accidente, es puesta en entredicho.
El
Discurso de Feijoo fundamentalmente constituye un alegato a favor de la igual
capacidad intelectual de varones y mujeres. No se sabe si conoce a François
Poulain de la Barre, pero su pensamiento se acerca mucho a este pensador
francés del siglo XVII al mismo tiempo que dirige una crítica explícita al
racionalismo de Malebranche. Para Feijoo el alma es pensamiento y la diferencia
entitativa de las almas no se puede probar. Del mismo modo que Poulain de la
Barre afirmaba que el pensamiento no tiene sexo, Feijoo sostenía que el alma no
es varón ni mujer.
La
obra de Feijoo fue la fuente de inspiración de la política a favor de las
mujeres que se llevó a cabo en la segunda mitad del siglo que lo vio nacer. En
el Dieciocho español se destaca la política innovadora del reinado de Carlos
III, que hereda la corona en 1759. Esta etapa histórica significa la plenitud
del despotismo ilustrado en España. Entre sus innovaciones hemos de señalar la
creación de nuevas instituciones denominadas Sociedades de Amigos del País,
donde se aglutinarían aquellos que abogaban por el progreso y por la confianza
en la educación. El Rey apoyó la creación de Sociedades similares para mujeres
y la Sociedad Económica Matritense contó con 14 damas. La educación para las
mujeres no estaba generalizada en ninguna clase social. Las mujeres instruidas
constituían un número muy reducido. Es en este período histórico cuando se
propuso la creación de escuelas para las mujeres españolas. En 1783 una Real
Cédula establecía oficialmente las escuelas de niñas, aunque la educación era,
sobre todo, en rezos y labores, pero especificaba que “las niñas que quieran
aprender a leer y a escribir les será enseñado por sus maestras”. En la misma
fecha en Madrid funcionaban 32 escuelas de niñas y, poco a poco, empezaron a
crearse en el resto de las regiones españolas.
Josefa
Amar y Borbón, cuya obra es escrita en la segunda mitad del siglo XVIII,
puede ser vista como la ideóloga de la política llevada a cabo en el reinado de
Carlos III. Por propia iniciativa formó parte de la Sociedad Económica de
Zaragoza: su director aceptó la petición de ingreso por parte de Josefa Amar.
Ha sido comparada con Madame Lambert, representante de un feminismo expresado
en la Francia de la primera mitad del siglo XVIII, que distaba mucho de una
concepción ilustrada global.
Hay
dos claves de vital importancia en el pensamiento de Amar que la sitúan entre las figuras más
sobresalientes de la Ilustración española: por un lado la firme convicción del
poder de la educación y, por otro lado, su comprensión del derecho natural,
heredero de la filosofía moderna. Por ello pudo hacer la meritoria defensa de
que las mujeres deberían formar parte también de las Sociedades Económicas de
Amigos del País: cuando se planteó el debate en la Real Sociedad Matritense aportó
su visión propia. Su alegato a favor de la entrada de mujeres en estos núcleos
de élite de la cultura de la época fue publicado en el Memorial Literario con
el título “Discurso en defensa del
talento de las mujeres y de su aptitud para el gobierno y otros cargos en que
se emplean los hombres”. Entre los argumentos que esgrime destaca, a la
luz de su comprensión del derecho natural, la igualdad de origen: se remite al
pecado original y reinterpreta el mito de Eva: la historia relatada en el
Antiguo Testamento para Josefa Amar significaba mayor talento de Eva, que
pecó por afán de conocimiento y de saber.
“Discurso sobre la educación física y moral de las
mujeres”, en 1769, nos permite ubicar a Josefa Amar como una Nueva Platónica:
para mostrar su “ilustrada idea” del poder de la educación se remite a la
antigua Grecia y explica por qué las madres lacedemonias no lloraban las
muertes de sus hijos cuando habían caído en el combate. Esta diferencia
cultural de las madres espartanas la atribuye Amar y Borbón “al poder de la
educación, que sabía excitar el valor”. La defensa de la educación física para
ambos sexos, entre otras razones considerada necesaria para el cultivo de la
salud, la plantea Amar y Borbón remitiéndose a los “maravillosos efectos que se
vieron en Esparta”. La educación física para las mujeres es defendida en virtud
de la preparación que les depara para afrontar peligros imprevistos; además,
Amar y Borbón suscribe la comprensión platónica: la gran influencia que las
mujeres tienen en la primera educación física y moral de los niños,
incontestable hecho que requiere plantear una educación similar para hombres y
mujeres, dado que como Platón conocía “son de mucha consecuencia para el
Estado sus errores o sus virtudes”. No cabe obviar, por otra parte, las
diferencias entre la ilustrada J. y Platón. El filósofo griego entendía que
sólo debían ser educadas las clases superiores –guerreros y gobernantes- y,
además, en ningún caso por un maestro particular, como pudieran ser los
sofistas, ni en una familia, sino en colectividades organizadas por el Estado.
No
sólo se encuentra en Amar y Borbón una idea ilustrada de “educación” de
inspiración platónica, sino que asume el funcionalismo del autor de La
República: es conveniente que haya distintos ejercicios y clases, unos se
dedicarán a las letras, otros a las armas, otros a la agricultura; las mujeres,
por el contrario, han de asumir las tareas domésticas porque “hay ciertas
labores que corresponden peculiarmente a las mujeres, como, por ejemplo, el
coser, el hilar, etc., y que no podrían hacer los hombres sin descuidarse de
sus obligaciones respectivas”. Por ello, en el capítulo que esta autora titula
“De cómo se han de gobernar las madres con las hijas” pone el énfasis en el
respeto a la infancia y trae a colación aquella sentencia de Juvenal comentada
por Locke: maxima debetur pueril reverentia – “se
debe a los niños el mayor respeto”.
Josefa Amar que, a través de su padre tenía una gran influencia de la
obra de Locke, en ningún momento se refiere o asume “el derecho de las madres”
planteado por el autor del “Tratado
del gobierno civil”, para homologarlas a los padres en cuanto a
los derechos sobre sus hijos.
En
el marco feminista de la misma época destaca Beatriz Cienfuegos, pensadora que
publicó en Cádiz periódicamente, entre julio de 1763 y julio de 1764, un
conjunto de escritos destinados a educar, moralizar y despertar las conciencias
de las mujeres y de los hombres. Llevaron el título de Pensamientos,
y cada uno de ellos versaba sobre un tema o cuestión diferentes. La
autoría de Beatriz Cienfuegos ha sido puesta en entredicho, como ha ocurrido con otras autoras.
Los
“Pensamientos” crearon un estado de opinión, sobre todo en la
ciudad de Cádiz, digno de conocer dado que, en importantes temáticas, desafió
los tradicionalismos al mismo tiempo que se autoinstituía como autoridad. Este hecho fue posible
tanto por su formidable formación como por la originalidad con la que se
presentaba públicamente: conocía la historia del pensamiento y escribía en
primera persona, desde un yo explícitamente femenino; no sólo rehuyó el neutro
a través del plural mayestático sino que, abiertamente, se dirigía a mujeres.
No cabe obviar que esta publicación periódica pudo hacerse en virtud de que
muchos varones la leían: aunque en la Cádiz del siglo XVIII existieran más
mujeres que sabían leer que en otras partes del Estado, los Pensamientos de
Cienfuegos iban destinados también a remover las conciencias masculinas. No en
vano uno de ellos fue titulado “Sobre la feminización de los hombres”: era la
respuesta a la idea, compartida por ignorantes y doctos, que circulaba y se
reproducía en cualquier lugar que emergieran mujeres destacadas en Letras o
Ciencias. Realmente lo que trata en este escrito es el prejuicio, y miedo al
mismo tiempo, que se expresa cuando se alerta de “la masculinización de las
mujeres”; exactamente utilizando la misma lógica patriarcal pero invertidos el
sujeto y el objeto, Cienfuegos, persiguiendo la complicidad femenina, convierte
en Objeto al tradicional Sujeto del discurso y Juez de la experiencia: los
varones. Con ello, a través de una ironía socrática, pretendía mostrar la
ilegitimidad del juicio contra el acceso de las mujeres a espacios que les
estaban vedados históricamente. Destacaremos que uno de los “Pensamientos” fue titulado “Sobre el
Tapado en la Mujer”: remitiéndose a la tradición impuesta por los sarracenos el
tiempo que gobernaron Al-Andalus, y que no había desaparecido en Andalucía,
realiza una rigurosa crítica a la religión mahometana e invita a las mujeres de
Cádiz en particular, y a las andaluzas en general, a salir en público con sus
rostros sin tapar.
Los
cambios producidos a finales del Dieciocho no integraban al colectivo femenino:
la industrialización no significaba su incorporación al mundo público; la
creación de numerosas fábricas, como la Real Fábrica de Tapices, la Fábrica de
Paños de Brihuega, contrataron a varones, quedándose las mujeres relegadas a
las tradicionales instituciones gremiales, trabajos que se desempeñaban en
ámbitos domésticos. El Diecinueve llegaba y el Código napoleónico afectaría a
España igual que a un sin número de países europeos y americanos. Las mujeres
serían legalmente las “eternas menores de edad” y con una diferencia: en España
no se contaba con una experiencia feminista que hubiera planteado los derechos
a una ciudadanía política, ni con un movimiento obrero que generara por su
parte lo que posteriormente iba a consolidarse como el feminismo de clase. Este
atraso económico, cultural y político ayudará a explicar por qué el feminismo
del Diecinueve español sigue siendo un pensamiento y una praxis desligada de
los caminos más fecundos que comenzaron a enarbolar quienes se autoinscribieron
en las genealogías inauguradas por las mujeres, y hombres, que se opusieron, a
través de sus escritos y movimientos colectivos, a la sociedad estamental, al
Antiguo Régimen, experiencias que generarían una lógica desconocida entonces en España: la perpetuación de las
costumbres represoras está inextricablemente relacionada con la carencia de
derechos políticos.
Siglo XIX.
Las
inquietudes políticas y, sobre todo, sociales y culturales que habían comenzado
a emerger en el Dieciocho serán la condición de que el Diecinueve sea un siglo
de profundos intentos de construcción de un nuevo orden social. Entre los
ensayos de regímenes políticos nuevos vieron la luz tanto el paso de una
Monarquía Absoluta a otra Constitucional como el paso de una Monarquía a la
Primera República. La abolición de la pena de muerte en 1834 simbolizaba la cristalización de la
eficiente suma de voluntades que pretendían salir del Oscurantismo. En esta
salida de las tinieblas de un pasado ya no querido se manifiestan, acordes con
la época, diversas ideas que se concretarán en la creación de organizaciones e
instituciones de distintas índoles, todas ellas motivadas por el valor de la
ciencia, la idea de necesidad de planificación racional de la sociedad y la
transformación de la educación. La voluntad de laicización marcará fronteras
entre distintos movimientos de ideas o formas de abordar las problemáticas más
necesitadas de reformas urgentes.
Entre
la totalidad de los “ensayos de cambio” con voluntad de transformación social,
se encuentra Francisco Giner de los Ríos y la creación de la Institución Libre
de Enseñanza en 1876. La filosofía que inspiraba a esta Institución era el
krausismo, introducida en España por Julián Sanz del Río. Su profunda
convicción de que el retraso cultural que afectaba a España podía superarse
mediante una reforma del sistema educativo, promovida bajo los ideales de una
ideología liberal y pacifista, guiada por la tolerancia, sería el eje de su
proyecto. Entre los objetivos planteados por el krausismo, la educación de la
mujer constituía uno de los más importantes para elevar su situación social y
profesional. Por iniciativa de Fernando de Castro se crearon entonces las
primeras instituciones dedicadas a la formación profesional de la Mujer, como
la Escuela de Institutrices, la Escuela Normal de Maestras y la Asociación para
la Enseñanza de la Mujer.
Entre
los krausistas tuvo una gran acogida el pensamiento y los escritos de
Concepción Arenal, quien parte de su obra sobre la temática que nos ocupa fue
publicada en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza. Amalia
Martín-Gamero ha expresado que “a este
movimiento debe sin duda la mujer española las primeras iniciativas prácticas
encaminadas a mejorar su situación y a iluminar el oscurantismo en que estaba
sumergida”.
El
curso propio de la historia de
España es una de las razones explicativas que nos ayudan a comprender por qué
no se dio en nuestras tierras un movimiento sufragista alineado con el
Movimiento Sufragista Internacional, que partía de la Declaración de Séneca
Falls en 1848. Este hecho no puede ser explicado por el aislamiento de España:
el feminismo español del Diecinueve en sus diversas manifestaciones estuvo en
estrecho contacto con Organizaciones Internacionales. Lo que sí es cierto es
que de la importante polémica Ilustrada hay que señalar que en España tuvo más
eco e importancia la vertiente filantrópica, en detrimento de la vertiente
política.
En
uno de los escritos publicados en el Boletín de la Institución Libre de
Enseñanza, “El trabajo de las mujeres”, C. Arenal señala lo que posteriormente
en la Teoría Feminista se ha denominado la “adscripción ideológica de las
mujeres a lo doméstico”, entendiendo por ideológica el significado de su
acepción marxista, es decir, una tergiversación de la realidad: la imagen de la
mujer ocupada de los quehaceres del hogar con un marido proveedor de todo lo
necesario “como hecho, es falso, como discurso erróneo, como esperanza, vana”.
Denuncia los paupérrimos sueldos de las mujeres y reclama salarios más justos
para ellas con el objetivo de que no tuvieran que pasar tantas horas fuera de
sus casas: “si la mujer ganara en seis horas lo que gana en doce, podría estar
diez y ocho en casa” – C. Arenal- Se
ocupó también de la problemática de la prostitución y perteneció a nivel
individual a la abolicionista
Féderation Britanique et Continentale, promovida por Joséphina Butler en 1875,
apoyada por las iglesias protestantes.
C.
Arenal entendía que la regeneración de las prostitutas sólo sería posible
cuando las mujeres de las clases desfavorecidas tuviesen mejores condiciones
laborales, al mismo tiempo que unas condiciones de vida en libertad para ganar
el sustento. Francisco Giner de los Ríos, unido a C. Arenal por una gran
amistad, apoyó también la causa abolicionista de la prostitución. En otro de
sus escritos, “Estado Actual de la Mujer en España”, en 1884, Arenal informa
que había señoras matriculadas en los Institutos de 2ª enseñanza y algunas, en
menor número, en las Universidades; sin embargo los títulos que recibían,
certificados de ciencia, acreditaban haber cursado con éxito tales estudios
pero no les permitían ejercer la profesión. Se informaba también del cambio en
la legislación en lo referente a la patria potestad, concedida a las
madres.
Las
dos obras más significativas, desde el punto de vista del pensamiento
feminista, son “La mujer del porvenir
y La mujer de su casa” : por un
lado, porque representan la elaboración más sistematizada del conjunto de sus
ideas sobre los sexos, sus relaciones, sus capacidades y sus espacios en la
sociedad. Por otro lado, porque de la primera a la segunda se aprecia una
evolución de posicionamientos que ya fue objeto de comentario del escrito que
le dedicara Emilia Pardo Bazán después de su muerte.
En
“La mujer del porvenir”
comienza reclamando el derecho de las mujeres al sacerdocio. Por otra parte, su
ferviente creencia en la ciencia no es óbice, sin embargo, para que emerja en
su pensamiento una crítica rigurosa al médico alemán Gall, en defensa de la
igual capacidad intelectual entre los sexos. Su tesis es que las desventajas en
que se encuentran las mujeres respecto a los varones en la sociedad no se deben
a razones fisiológicas, sino a la educación diferente que reciben unos y otras.
En este último aspecto se acerca mucho a las sufragistas anglosajonas, quienes
criticaron con la razón que la historia no les negó las concepciones médicas naturalistas sobre la histeria
femenina. Por el contrario, la lucha que definió al Sufragismo no caló en
Concepción Arenal ya que no compartía la lucha por el derecho al voto ni estaba
de acuerdo con la participación política de las mujeres. Del mismo modo, no
compartía la idea de que las mujeres ocupasen puestos de autoridad: los
espacios del poder y de la autoridad no eran aconsejables para el sexo
femenino.
En
“La mujer de su casa” su autora
defiende el ejercicio por parte del colectivo femenino de profesiones medias y
se aprecia un cambio en la concepción de la inteligencia: alberga dudas sobre
la igualdad en lo que se refiere a la inteligencia,
enfatizando la ausencia de la genialidad
en las mujeres. Esta cuestión es motivo de una profunda y aguda reflexión por
parte de Emilia Pardo Bazán que, básicamente, disiente de la nueva idea de
Arenal y entre otras razones aduce una muy fundamental: si la experiencia nos
mostrara diferencias en la genialidad intelectual, después de una trayectoria
significativa de condiciones igualitarias entre los dos sexos, se podrían
albergar dudas; mientras tanto, Pardo Bazán se posiciona en una perspectiva no
desconocida en la historia del pensamiento feminista:en equivalencia a
Condorcet, cuando en el siglo XVIII defendía que no habría bases empíricas para
hablar con propiedad de la diferencia entre los sexos hasta que ambos se
encontraran en pie de igualdad en educación recibida.
Emilia
Pardo Bazán, en su escrito “Concepción Arenal y sus ideas acerca de la mujer”,
estudia la evolución arenaliana en los trece años que distan desde que
escribiera la obra donde reivindica el derecho de las mujeres al sacerdocio,
hasta que renunciara a reconocer la existencia de la genialidad en una mujer. Arenal consideraba que existen oficios
más propios para los varones y menos idóneos para las mujeres, y aunque amplió
mucho el espectro de profesiones que deberían poder ejercer - farmacéuticas,
médicas, notarias, empleadas, catedráticas y maestras de escuela -, por otra
parte, consideraba que la judicatura y la profesión de las armas no eran
aconsejables para las mujeres: la primera para evitar que tuvieran que firmar
una sentencia de muerte; la segunda, porque es antipática a su condición
sensible y compasiva. Unas razones muy similares esgrimía para explicar por qué
se opuso al sufragio universal masculino y al derecho femenino al voto: al
primero mientras predominara en el pueblo la ignorancia; al segundo porque el
voto de la mujer equivaldría a otorgar voto doble al marido, múltiple al padre
de varias hijas, etc. Pardo Bazán, quien más tarde se manifestaría públicamente
a favor del derecho al voto femenino, nos transmite que datos recogidos en América
del Norte, donde se demostró que las mujeres votaron con más moralidad y
perspicacia que los varones, quebrantaron las primeras ideas de Arenal,
inclinándose hacia una posición contraria.
Entre
Arenal y Pardo Bazán se encuentran notables diferencias, entre otras razones
hay que señalar que la segunda vivió algunos lustros del siglo veinte, mientras
que la primera murió en 1893. En ambas pensadoras, sin embargo, se encuentra
una identificación personal con Teresa de Jesús y un reconocimiento genealógico
en Feijoo: ambas participaron en el certamen de 1876 en Orense, donde se
ofrecía un premio al mejor Estudio crítico sobre las obras de Feijoo. El primer
premio fue para Pardo Bazán, quien compartía con la gran penalista del
Diecinueve la crítica conjunta a la ley civil y a la ley penal: mientras en el
derecho civil se consideraba a la mujer un ser intelectual y moralmente
inferior al hombre, en el derecho penal la ley criminal impone iguales penas
para los dos sexos.
Esta
crítica la había realizado Olimpia de Gouges en el siglo XVIII en su Declaración Universal de los Derechos de la
Mujer y de la Ciudadana, y Pardo Bazán lo sabía como revelan sus propias
palabras: “Una de las famosas mujeres de la revolución francesa había dicho ya:
si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso no se la puede disputar el de
subir a la tribuna. La mujer escritora y militante política que fue
guillotinada por haber redactado la Declaración
auténticamente universalizadora no es nombrada por Pardo Bazán: no se da un
reconocimiento de la vertiente político feminista de la revolución que
pretendía romper con el Antiguo Régimen y abrir las puertas a una modernidad
verdaderamente igualitarista.
Nelly
Clemesy, experta en el pensamiento de Emilia Pardo Bazán, sostiene que a lo
largo de toda su trayectoria se da una posición fluctuante entre la tradición y
la modernidad. Defensora profunda del cristianismo, la costra de incultura y la
inercia ante el cambio de criterio en tierras españolas lo caracteriza Pardo
Bazán como propiamente musulmán. En el mismo escrito, fechado en 1901, esta
autora realiza un agudo análisis sobre la revolución burguesa y sus
implicaciones para las mujeres. Las revoluciones políticas de la burguesía
fueron hechas para el varón, en detrimento de las condiciones de inferioridad
del colectivo completo de las mujeres. La distancia entre un marido y su mujer
es mucho mayor en el siglo del triunfo del sufragio universal masculino que en
el siglo XVIII; los derechos electorales conseguidos por los varones repercuten
proporcionalmente en la situación de degradación de las mujeres.
Entre
las alumnas destacadas de las nuevas instituciones educativas para mujeres,
Concepción Sáiz de Otero merece una atención especial por su compromiso
feminista. Estudió en la Escuela Normal y se hizo maestra después de haber
pasado brillantemente los exámenes. Fue una de las primeras mujeres que asistió
a una clase en el Ateneo, hecho que ocasionó una batalla por parte de quienes
se oponían a la entrada de mujeres. En ese mismo año, 1882, tuvo un papel muy
activo en el primer Congreso Nacional Pedagógico, a partir del cual eclosiona
un movimiento cultural que transformaría la Enseñanza Primaria en España. Cabe
destacar que a este Congreso asistieron 413 mujeres y que Concepción Sáiz tomó
la palabra en la cuarta sesión dedicada a la “Cultura de la Mujer”. Esta
maestra dedicó toda su vida a luchar por la educación del sexo femenino, porque
estaba profundamente convencida de que era el único camino para erradicar el
estancamiento social y profesional en el que las mujeres estaban inmersas.
Escribió “El feminismo en España”
donde se refleja el difícil “calentamiento de motores” del feminismo español.
S.de Otero dice así: “La cuestión del feminismo,
tan agitada teóricamente en los pueblos europeos que no tienen, como el
nuestro, el hábito inveterado de caminar siempre a remolque, empieza, aunque
con timidez, a iniciarse en España. Pocos en número, pero muy valiosos por la
calidad, son los escritores dedicados hasta ahora a su estudio; la masa general
permanece por el momento indiferente o burlona”.
El
feminismo del siglo XIX español culmina con el
krausista Adolfo Posada quien
publicó La “amistad y el sexo”,
donde se trata de la co-educación; y Feminismo,
1899. En esta última obra Posada se define partidario de los movimientos
de emancipación femenina, y expone las corrientes feministas del extranjero, al
mismo tiempo que reitera la tesis de que, para sacar a las mujeres de su
estancamiento y precariedad social, la clave está en darles la oportunidad de
instruirse.
El
krausismo es también un referente para el feminismo laico, pero destaca el
hecho de que, en el discurso de la masonería, la educación de la mujer no es un
fin en sí mismo, sino un medio para progresar en el camino hacia el laicismo:
así fue visto desde su origen, dado que argumentaban que si las mujeres, madres
y educadoras, seguían bajo la influencia de la iglesia católica los esfuerzos
por avanzar hacia una sociedad laica serían vanos. En el feminismo laico tampoco germinó la
vertiente política del espíritu ilustrado: no se dio una anexión al Sufragismo
Internacional. Concha Fagoaga constata que el laicismo y el republicanismo
alejaron a estas mujeres del Sufragismo que se vincularon al movimiento de
librepensadores y a las logias masónicas.
En
1880 se formó en Bruselas la Federación Internacional de Librepensamiento y dos
años más tarde se crearía en Cataluña la Liga Universal Anticlerical de
Librepensadores, donde tuvieron cabida racionalistas, espiritistas, masones,
ateos y feministas. Las logias masónicas negaban la entrada a mujeres alegando
que vivían bajo la tutela masculina y no eran libres: su inferioridad cultural
les impediría comprender “los sagrados misterios”, su simbología, además de ser
aducidas diferentes razones basadas en la fisiología. En España, el Gran Oriente Español aprobó en 1892 la Ley
de Adopción – imitando a la masonería francesa -, que regularía la entrada de
las mujeres en la masonería, a través de la creación de ramas femeninas
mediante el rito de adopción.
Mª
Dolores Ramos valora que el rito de adopción debió ser muy beneficioso para las
mujeres, dado que posibilitaba que discutieran de la problemática específica de
su condición femenina y tomaran conciencia de la necesidad de instruirse, hecho
que favorecería su independencia dentro del marco de la familia, así como les
sería más fácil evitar las influencias clericales. Éste último fue uno de los
objetivos prioritarios de este movimiento social e intelectual: recordaremos
que dos de sus más destacadas representantes, Rosario de Acuña y Ángeles López
de Ayala, pactaron “vivir y morir fuera de todo dogmatismo religioso”.
Junto
a Rosario de Acuña y Ángeles López de Ayala destacan otras escritoras
feministas vinculadas al librepensamiento y a la masonería: Amalia Domingo
Soler, Amalia Carvia y Belén Sárraga. Esta última asistió al Congreso de
Librepensadores, celebrado en Ginebra en 1902 y fue la presidenta de la mesa
donde se abordó cómo combatir el autoritarismo en la familia. Para Belén
Sárraga el autoritarismo ejercido en la familia, basado en la supremacía del
varón y en la servidumbre de la mujer, nutría al autoritarismo estatal y al
religioso. Destacaremos la ausencia de reconocimiento genealógico en Sárraga:
“Francia, la Francia revolucionaria, cumplió ante el mundo la nobilísima misión
de declarar los derechos del hombre. Cumple al Congreso Internacional reunido
en Ginebra declarar los derechos de la mujer”.
El siglo XX.
La
llegada del siglo XX responde a una clasificación cronológica convencional: la
novedad, por tanto, que presenta es básicamente gradual. Ya en el siglo XIX
habían nacido, en autores y autoras significativos, críticas que habrían de
desarrollarse con el aumento de la conciencia colectiva sobre la injusta
discriminación de las mujeres en los diferentes órdenes, ámbitos y espacios
sociales. La creciente concienciación de la injusta desigualdad entre los sexos
y los agitados movimientos feministas que estaban en auge en el mundo
extranjero, favorecieron las manifestaciones públicas de personalidades que
tenían acceso a expresarse por escrito en medios periodísticos y editoriales.
Crítica de la razón
política.
La
crítica de la razón política se fundamenta en los falsos supuestos
igualitaristas de la Ilustración y de la Fraternidad a que tanto se apeló en el
siglo XIX. Esta corriente crítica se caracterizó sobre todo por
su dimensión colectiva y asociacionista y, también, por el carácter político
que desarrolló a diferencia de los siglos anteriores: se trata del Movimiento
Sufragista. Destacaremos que Stuart Mill es un pensador al que se recurre para
reivindicar los derechos políticos de las mujeres. Entre las pensadoras que
escribieron a favor del derecho al voto femenino destacaremos a Isabel Muñoz
Caravaca, a Emilia Pardo Bazán y a María de Maeztu. Otras sufragistas van
saliendo a la luz pública, como es el caso de Benita Asas Manterola, estudiada
por Regina San Juan.
Isabel
Muñoz Caravaca se pronunciaba ya en 1906 en defensa del movimiento sufragista y
reivindicaba el reconocimiento de la “mayoría de edad” para las mujeres en el
contrato matrimonial: “La mujer debe votar y admitir votos; pero esto, en la
plenitud de sus derechos civiles y políticos, sin depender de nadie: es decir,
es un estado de equilibrio social más lógico y más equitativo que este que
tenemos: y no se asuste nadie: esto, lo actual, es lo falso y lo injusto.
Emilia Pardo Bazán, la primera mujer catedrática de la Universidad española, en
1916, se manifestó públicamente a favor del Movimiento Sufragista en un
artículo que denunciaba, por un lado, la actuación de Pankurst cuando cuentan
los periódicos que atentó contra La Venus del espejo de Velázquez en el Museo
Nacional de Londres: “Y yo, que no soy sospechosa, toda vez que profeso la
opinión de que la mujer debe ser electora, y hasta ser elegible, sumo mi
censura a las censuras generales contra este modo de pedir una justísima reforma”
María
de Maeztu, discípula de Unamuno y de Ortega, trabaja por la reforma social
desde la perspectiva del cambio en la educación: funda en 1915 la Residencia de
Señoritas y presidió el Lyceum Club Femenino, institución esta última que se
destacó por sus numerosas conferencias, exposiciones, conciertos y cursillos.
Uno de sus libros se titula “El
trabajo de la Mujer”. Su texto de “La mujer moderna”, compilado por Gregorio
Martínez Sierra, pseudónimo de la escritora feminista María Lejárraga, se
titula “Lo único que pedimos”. Aquí se encuentra un concepto de cultura con
amplia carga prospectiva: “Cultura (…) no se resigna a laborar tan sólo en los
bajos menesteres del taller o de la fábrica o en las faenas del campo, sino que
quiere cooperar también en los grados superiores de la cultura humana: arte,
ciencia, moral, política” .
Clara
Campoamor, defendió en las Cortes españolas en 1931 el derecho al sufragio
femenino con el resultado de la victoria Estuvo a su lado Carmen de Burgos,
autora de un extenso estudio titulado “La
mujer moderna y sus derechos”, 1927. La jurista Victoria Kent se opuso a
la concesión inmediata del derecho al voto de la mujer española: publicó en
1948 “Cuatro años en París”:
se estima que esta obra tiene una notable dimensión filosófica. Entre otras
intelectuales dedicadas a la política y autoras de emblemáticas obras es
necesario citar a Margarita Nelken y a Federica Montseny.
Montseny
fue la primera mujer ministra de Europa: accedió al cargo en 1937 con el
gobierno de Largo Caballero, que le confió el Ministerio de Sanidad. Ilustre
mujer del importante Movimiento de Mujeres Libertarias, afiliada al sindicato
anarquista CNT, escribió “La mujer,
problema del hombre”, 1932 y “Cien días en la vida de una mujer “,
1949.
Crítica de la razón
filosófico-científica.
A
principios de siglo XX se encuentra un autor apenas conocido con una extensa
obra de pensamiento feminista, M. Romera Navarro, autor de, entre otros libros,
“Ensayo de una Filosofía Feminista”,
cuyo subtítulo reza “Refutación a Moebius”, catedrático de una Universidad
alemana y autor de “Inferioridad
mental de la mujer”.
En la línea que ya abriera Concepción Arenal
en su crítica a Gall, realiza una elocuente disertación sobre el atraso
científico de las concepciones de la Frenología, que pretendían seguir
manteniendo las tradicionales tesis fisiológicas sobre la inferioridad
intelectual de las mujeres. Esta obra habla de las superadas creencias
pseudos-científicas que hicieron admitir que existía una proporción directa
entre el tamaño del cráneo y las dimensiones y perfección del cerebro. Informa
Romera Navarro que la ciencia había demostrado ya que la capacidad del cerebro,
su potencia mental, “nace de la irritabilidad de sus órganos y no de sus
condiciones de estructura o peso”. La inferioridad intelectual de la mujer, en
los casos en que se detecte, no puede explicarse por razones de carácter
orgánico, puesto que las diferencias de cantidad y grado en los fenómenos del
proceso nervioso son generadas por las condiciones ambientales. El cerebro de
la mujer se halla formado de la misma manera que el cerebro del varón: las cualidades
de extensión y profundidad, “que son las más negadas al sexo femenino, las
posee éste igual que el masculino”.
Pretender
fundamentar la desigualdad entre los sexos en el discurso filosófico es negar
los principios fundamentales del Derecho natural y de la Metafísica, es decir,
negar la unicidad del espíritu humano.
Si, por el contrario, la desigualdad entre un hombre y una mujer pretende
fundamentarse en la Historia nos remitiremos a la época de la esclavitud: el
argumento de la Historia era esgrimido también para legitimar la organización
social que dividía a sus hombres en libres y siervos.
En
los años veinte toma cuerpo el desarrollo del eugenismo conservador, basado en
las nuevas explicaciones de Gregorio Marañón sobre la vieja doctrina
de la complementariedad de los sexos: la teoría de la
diferenciación sexual constituye el eje ideológico de la higiene, la
puericultura y la maternología. La mujer-madre será objeto de elogio desde
posiciones que parten del principio del determinismo biológico. Ante este
panorama en la “ciencia oficial” emergen escritos críticos: destacaremos a la
discípula de Marañón, Hildegart Rodríguez, secretaria de la Liga Española de
Reforma Sexual: constituye esta organización una expresión de eugenismo
progresista que, frente a las preocupaciones por aumentar los índices
demográficos del eugenismo conservador, aboga por el principio de una
maternidad consciente. Entre sus numerosas obras citaremos la que le dedicó a
su maestro de Eugenesia, el doctor Marañón: sobre bases científicas reclama la
libertad en el amor y la desaparición de todo aquello
que
encierre a la mujer en el falso “dulce hogar”. En su comprensión de la pareja
del futuro aboga por lazos de “buena amistad”.
La
institucionalización de
la genealogía.
En
la tradición feminista española el reconocimiento genealógico ha sido escaso;
se ha tratado, sobre todo, de identificaciones psicológicas, personales, individuales: “entiendo su dolor
porque yo siento también el mío en soledad”. El reconocimiento genealógico en
su dimensión colectiva, en España, no se ha dado hasta el siglo XX. Entre las
pensadoras destacadas en la instauración de genealogías se encuentran Margarita
Nelken, Clara Campoamor y María Campo Alange.
Margarita
Nelken abordó en sus escritos la hipocresía de la moral sexual, el
desconocimiento sobre los métodos anticonceptivos, el estigma del hijo
ilegítimo y la prostitución reglamentada. Muy valorada como crítica de arte,
dedicó una obra a “Las escritoras
españolas”, en 1930.
Clara
Campoamor, en el exilio escribió un libro sobre la escritora feminista
Juana Inés de la Cruz,México del siglo XVII. Por último, destacaremos la obra
de quien también le dedicara uno de sus libros a Arenal: María Campo Alange.
Entre
sus publicaciones citaremos la que revela su labor genealógica: “La mujer española. Cien años de su Historia”,
publicada en 1964. En ella realiza una reflexión sobre el fenómeno que estaba
ocurriendo en el siglo XX, y alertó de la diferenciación entre dos tipos de
feminismos: feminismo socialista y revolucionario y feminismo oportunista y
conservador. Esta escritora siguió tratando la temática en España, cuando casi
todas las pioneras vivientes estaban exiliadas.
Las hijas del
Sesentayochismo.
Uno
de los referentes de esta nueva etapa de feminismo es Aurelia Capmany, autora
de “El feminismo ibérico”: en
sintonía con la diferenciación establecida por María Campo Alange, dice del
feminismo conservador: “no sólo no transformó a la mujer sino que disfrazó con
palabrería y retórica el auténtico planteamiento de la cuestión”.
En
los años sesenta en España se daba muy buen caldo de cultivo para la
asimilación de lo que estaba ocurriendo en el exterior: la lucha contra la
dictadura franquista alcanzaba notables cuotas de organización y las ideas del
sesentayochismo fueron acogidas con gran entusiasmo en las universidades
españolas, así como en los movimientos colectivos organizados, en su mayoría en
sindicatos y en partidos políticos. El feminismo español de estos años se
organizaba, fundamentalmente, para luchar por una serie de reformas legales, ya
que la dictadura había supuesto un retroceso enorme en cuanto a legislación se
refiere. Pero hubo una temática que ocupó a las primeras pioneras en materia de
investigación y pensamiento: el tema del trabajo y de la economía. Podemos
decir, que las leyes y el trabajo fueron dos cuestiones abordadas
prioritariamente en los primeros años.
Inmediatamente,
por asimilación del exterior, se asumió la resignificación del término
“patriarcado”, entendido como un sistema
que impregna la totalidad de la vida humana, en
detrimento
del grupo subordinado, las mujeres. La lucha contra el sistema patriarcal se
enfocará desde dos perspectivas básicas: feminismos de la igualdad y feminismos
de la diferencia. Así, pues, los orígenes del patriarcado, los problemas
estructurales del sistema, el debate sobre una democracia no discriminatoria
con las mujeres, las formas de lucha más eficaces para avanzar en el camino
hacia la Igualdad, serán los ejes del pensamiento de las pioneras españolas del
feminismo que toma cuerpo en la Década de los Setenta. En el terreno del
pensamiento se traduce en las investigaciones en torno a nuevas categorías
analíticas: género, sexualidad, democracia, mujer, capitalismo, socialismo,
movimientos sociales, Ilustración, coeducación, androcentrismo son conceptos
resignificados en un contexto que se encuentra bajo la égida de la aportación
del feminismo radical estadounidense que, como Lidia Cirillo ha expresado,
llega a ser un movimiento de masas en virtud del Sesentayochismo: “Lo personal
es político”.
Para
exponer las ideas básicas del pensamiento feminista de las hijas del
Sesentayochismo podemos establecer concepciones teóricas que pueden ser
englobadas bajo el epígrafe de Teoría Feminista Contemporánea en España.
Economía y Trabajo.
Lidia
Falcón publica en 1963 “Historia del
trabajo en España” y al año siguiente “Los derechos laborales de la mujer”. Entre otros libros
publicados durante la dictadura franquista señalaremos “Los derechos civiles de la mujer” y, de entre los publicados en
la época de la transición sobre el franquismo, “En el infierno” y “ser mujer
en las cárceles españolas”.
Falcón
sostiene que la mujer es una clase social y económica, tesis que converge con
la comprensión de la teórica francesa del modo de producción patriarcal,
Christine Delphy. El concepto “explotación” constituye el núcleo de su
pensamiento; las cuestiones estructurales de la explotación de la mujer son
reproducción, sexualidad y trabajo doméstico. Como clase social explotada tiene
al hombre como clase antagónica: en todas las sociedades humanas la mujer ha
sido la paria que, a diferencia del esclavo, no puede comprar su libertad.
Falcón advierte que la mujer no está sólo
explotada por los varones que han detentado el poder político en las
macroestructuras sociales: el hombre de todas las latitudes y épocas ha
sojuzgado a la mujer. Este hecho requiere una explicación causal encontrada en
las distintas condiciones materiales de cada sexo, es decir, en las disímiles
facultades para la procreación. De este modo, L. Falcón se hace eco de la tesis
biologista de Marx y Engels, la cual fue expresada cuando ambos escribieron que
la primera división del trabajo que se dio en la historia fue entre el hombre y
la mujer para la procreación de la especie. Cuando el hombre se da cuenta de
las ventajas de la posesión del hijo comprende que necesita dominar a la mujer.
Aquí radica el origen del patriarcado.
La
raíz de la opresión femenina, por tanto, se encuentra en la biología: la mujer
es también una clase biológica, tesis que converge con la comprensión de la
teórica feminista radical de Estados Unidos, Shulamith Firestone,
expuesta en su libro “La dialéctica
del sexo”. L. Falcón, sin embargo, se distancia de la teoría marxista
sobre la opresión de la mujer desarrollada en “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”. La
pensadora española no considera que el origen del patriarcado se deba al
nacimiento de la propiedad privada y de la familia monogámica, ni tampoco
comparte la idea de Engels de la liberación de la mujer con el acceso del
colectivo femenino al trabajo realizado en el mundo público. Por ello,
críticamente, denomina a las mujeres socialistas y comunistas, “las adoradoras
de Engels”. La autora de “La razón
feminista” define su pensamiento como “Feminismo científico” porque
descubre las leyes del valor de la producción femenina, de la reproducción y
del trabajo doméstico. La alternativa que propone esta pensadora materialista
que piensa que la raíz de la opresión de la mujer se encuentra en su capacidad
reproductora es la reproducción in
Vitro.
El
análisis falconiano de la explotación de la mujer no es sólo económico,
sociológico o jurídico; sobre todo pretende ser un análisis
político global. En su investigación “Mujer
y poder político”, obra de madurez, considera a Olimpia de Gouges una
excelsa representante de la primera etapa del feminismo en la que ya se puede
observar el arduo camino que las mujeres tendrían que recorrer para conseguir
los derechos como ciudadanas y poder ejercer el poder político. Su propuesta se
concreta en acceder al poder como representantes del colectivo de las mujeres a
través de candidaturas exclusivas de mujeres y de la organización en Partidos
feministas; por ello Lidia Falcón encabezó la única candidatura de mujeres
españolas al Parlamento europeo, presentada en 1999, y por ello también fundó y
es dirigente del Partido Feminista de España.
Otra
de las pensadoras e investigadoras que aborda el tema del trabajo desde una
perspectiva feminista es Mª Ángeles Durán, socióloga, que publica en 1972 su primera obra, “ El trabajo de la mujer en España”. La
temática del “trabajo” –concepto diferenciado de empleo- y la “economía”
constituyen gran parte del núcleo de su labor investigadora. Su análisis del
trabajo de las mujeres no sólo se ha hecho eco de la denuncia que el Movimiento
Feminista ha realizado sobre “la doble jornada laboral” de las amas de casa,
sino que ha demostrado científicamente la importancia clave que el trabajo
no-remunerado de las mujeres tiene en el sustento de la economía española. Uno
de los problemas señalados por. Durán vinculado a la remuneración es el
relativo a los beneficiarios de ese trabajo gratuito, señalando que no se trata
sólo del esposo del ama de casa sino de otros familiares aún más absorbentes,
totalmente incapacitados para ofrecer cualquier contraprestación: se trata de
niños, enfermos y ancianos. Si las amas de casa decidiesen pedir un sueldo por
su trabajo sería difícil acordar quién debe pagarlo; desde una doctrina
económica liberal, correspondería pagar a quienes se benefician directamente de
ese trabajo, es decir, a los familiares.
Desde
la óptica del Estado benefactor, correspondería al Estado puesto que se trata
de unos servicios que en otros contextos son pagados. Y desde una concepción
económica que entiende la economía como el simple juego de dos actores
colectivos, correspondería pagar a los empresarios, puesto que a través de sus
esposos e hijos contratan indirectamente el trabajo de las amas de casa. Durán
sostiene que “cualquiera de estos supuestos son por ahora simples ejercicios de
imaginación económica, porque la estructura de la economía española descansa
precisamente sobre la base del trabajo no directamente remunerado de diez
millones de amas de casa, y modificarla, aunque fuese ligeramente, desharía los
cimientos.
Mª
Ángeles Durán ha señalado la ignorancia habida sobre el papel que han
desempeñado en la economía española las mujeres emigrantes o las que se
quedaron cuando los que emigraron fueron sus maridos, fenómeno repetido en el
siglo XX: largas emigraciones transoceánicas a principios de siglo, tras el
exilio político y los muertos en la guerra civil y tras el movimiento
migratorio a otros países europeos más industrializados en la década de los
años sesenta.
Feminismos de la
Diferencia.
Victoria
Sau escribe en 1975 “ Manifiesto para la Liberación de la Mujer” uno de los
estudios más completos sobre la situación de las mujeres en la familia, en el
trabajo, bajo la ley, en las religiones, en la mitología, en la literatura y en
el arte en general. Desde una perspectiva histórica explica cómo la
reproducción y la sexualidad han sido facetas de las vidas de las mujeres
colonizadas por el poder patriarcal. Entre sus libros destacaremos el “Diccionario ideológico feminista” en
dos volúmenes y “Mujeres Lesbianas”,
1979.
Sobre
los orígenes del patriarcado, esta pensadora sostiene que no se trata de un
sistema eterno sino que tiene su nacimiento en un momento concreto de la
historia de la humanidad. La matrística,
período histórico previo al patriarcado, se divide en dos etapas: en la primera
el hombre no es conocido como fecundador; en la segunda, se conoce su
aportación en la reproducción biológica de la especie humana, pero aún los
varones no han concertado su alianza.
Sau sostiene que este tipo de sociedades no son belicistas, la distribución de
los bienes es comunitaria, las relaciones entre los sexos no están
jerarquizadas, las relaciones de consanguinidad están por encima de las de
ocupación de un territorio y la filiación es matrilineal, efectuándose por vía
madre-hija.
Como
resultado de todo ello, la imago,
prototipo humano por medio del cual cada uno aprende a los demás, es materna.
En el patriarcado, la maternidad no
existe: la madre ha sido rebajada a funcionaria del padre. En la
actualidad el pensamiento patriarcal está agotado; ante esta
consideración Victoria Sau sostiene que el nuevo modelo ha de reconocer las
diferencias entre los sexos por ambas partes, como única vía para alcanzar la
igualdad. Para que el futuro sea mujer una de las condiciones que Sau propone
es que la maternidad se instaure como hecho psico-socio-cultural, es decir, que
sea trascendente. “El debate sobre una maternidad entendida no biológicamente
sino trascendida a lo económico, a lo político, a lo social, etc., es la gran
apuesta de las mujeres para que deje de ser verdad la afirmación de Beauvoir de
que los hombres detentan el poder porque arriesgan la vida, mientras las
mujeres no la arriesgan sino que sólo la ‘dan’” .
Victoria
Sendón de León también sostiene que el matriarcado fue un sistema social y
político real en la historia humana. Su obra “Más allá de Itaca” constituye un profundo y minucioso estudio
sobre los mitos y las teorías de las culturas. Su visión del feminismo de la
diferencia no es ajena a su comprensión de las primeras sociedades humanas; a
través de la metáfora Victoria Sendón expresa que el feminismo de la diferencia
ha soñado voluptuosamente “con un paraíso perdido en el que comernos todas las
manzanas prohibidas”.
La
diferencia no es entendida como lo contrario de la igualdad sino como antónimo
de identidad; lo contrario de igualdad, por lo tanto, no es la diferencia, sino
la desigualdad. Esta filósofa defiende que las diferencias entre los sexos
están en la naturaleza. Las investigaciones científicas en genética, los
avances en los estudios del cerebro, la psicología lo advierten cada día.
Remitiéndose a la historia de la filosofía se refiere críticamente al legado de
la herencia de Hegel, recogida por Sartre y por Beauvoir, para quienes la
naturaleza significa el “en-sí”, “algo a superar y trascender por la libertad
del sujeto en el “para-sí” .
Sendón
de León sostiene que hay un modo de hacer política masculino y otro femenino:
el feminismo de la igualdad ha adoptado el modo masculino de hacer política. El
camino que sigue es consiguiendo leyes y normativas que, sin duda, mejoran las
vidas de las mujeres. El feminismo de la diferencia, por el contrario, no sólo
persigue el cambio de las estructuras y los derechos básicos sino también el cambio de las mujeres. Su
planteamiento radica en conseguir una igualdad entre mujeres y hombres, no la
igualdad con los hombres; esto último implica aceptar el modelo social y
cultural androcéntrico, lo que implica el triunfo del paradigma masculino.
Feminismos
Ilustrados.
En
el feminismo filosófico español se plantea la necesidad de analizar las
relaciones de poder desde una óptica que considere la existencia de multitud de
individuos bajo las construcciones de “hombres” y de “mujeres”, pero que se
detenga en el análisis de las relaciones entre los géneros y de las tácticas
que se ponen en juego para resignificar las diferencias biológicas sexuales.
Para ello, es necesaria una fundamentación histórica de la teoría feminista.
Éste ha sido uno de los temas tratados en el Seminario Permanente “Feminismo e
Ilustración”, creado por la Catedrática de Historia de la Filosofía Cèlia
Amorós en la Universidad Complutense, Premio Nacional de Ensayo en el año 2006
por su obra “La gran diferencia y sus
escasas consecuencias para las luchas de las mujeres. Profesoras e
investigadoras en filosofía, sociología y ciencia política en su mayoría,
forman una corriente de pensamiento en virtud del magisterio de su
creadora.
Cèlia
Amorós en “Hacia una crítica de la
razón patriarcal” aboga por un nominalismo radical como desiderátum del
feminismo. Cuando habla de ideal ético opera con la expresión nominalismo
radical; nominalismo vendría a representar, como nos recuerda Javier Muguerza,
el polo opuesto de cualquier reificación de la esencia de lo femenino.
Posteriormente, cuando piensa en términos de metodología de análisis, lo hace
desde una óptica nominalista moderada o no radical: plantea la necesidad de
explicar qué tipo de entidad connotan los genéricos, que no es esencialista
sino cultural, como en la definición de sistema
de género/sexo de Gayle Rubin.
La
filosofía política de Amorós se centra
en el poder y su relación con los colectivos masculino y femenino. El poder no
es entendido como poder individual: “El poder es siempre poder de colectivos”,
y el poder del grupo estará en función de los pactos que constituyan al propio
grupo. Cuanto más cohesionado por pactos está un grupo tanto más poder tiene.
Amorós parte de una concepción del poder inspirada en la “teoría de los
conjuntos prácticos” que Sartre expone en “Critique de la Raison Dialectique”, donde se encontrarían
algunos elementos susceptibles de ser interpretados en la línea de Foucault avant la lettre. En esta concepción
del poder nominalista moderada se enfatiza que en un sistema de interrelaciones
no se da nunca “una capacidad absoluta de afectar sin ser afectado”, tesis
inspirada en la afirmación de “potentia” de Spinoza.
Amorós
describe los mundos masculino y femenino respectivamente como “el espacio de
los iguales” y “el espacio de las idénticas”. El “espacio de los iguales”
no significa que entre los varones exista una igualdad, ni en el sentido
político ni en el sentido ontológico del término. En este contexto, iguales
significa pares, es decir, equivalentes en cuanto que son, como mínimo,
posibles sujetos de poder. Por el contrario, “el espacio de las idénticas” hace
referencia a un grupo indiferenciado en el que no se produce la
individualización: no tienen poder y no pueden diferenciarse. El colectivo de
las mujeres no tiene poder y como el poder es poder de grupo, el referente del
poder de una mujer estará en el poder de su colectivo “qua sexo-género”, que
siempre “modaliza y rebaja” cualquier otro rango que se tenga.
Amelia
Valcárcel, representa uno de los pensamientos feministas más originales En su
obra el reiterado esfuerzo por deconstruir la identificación judeo-cristiana de
mujer y mal es objeto de una inversión transgresora.
.
A
finales del siglo XX, en el marco de la recuperación de la confianza en el
pensamiento ilustrado, en el pensamiento que universaliza derechos, han nacido
otras interpretaciones y postulados emancipatorios para las mujeres y el mundo
natural. En este panorama destaca el pensamiento de la filósofa Alicia Puleo,
quien a través de una síntesis de pensamientos críticos, defiende un ecofeminismo ilustrado caracterizado
por la igualdad entre los sexos en el proyecto de sociedad sostenible del
futuro y un materialismo compasivo que cambie las relaciones de los humanos con
los animales y el resto de la naturaleza. Recoge la propuesta de algunos
ilustrados del siglo XVIII, que plantearon ampliar la consideración moral hacia
todos los seres con capacidad de sufrir, y a partir de esta idea aboga por una
política ecofeminista, a favor de las mujeres y a favor de la defensa del
planeta.
En
el pensamiento de A. Puleo no hay una identificación de las mujeres y la
naturaleza, identificación que en otras filosofías ecofeministas es aceptada
con virtualidades emancipatorias, como en el caso de Mary Daly o Vandana Shiva.
A. Puleo parte de la identificación histórica señalada por Simone de Beauvoir.
Los caminos seguidos por los distintos ecofeminismos se fundamentan en los ejes
teóricos referenciales. En A. Puleo no se encontrarían razones ontológicas,
sino ético-políticas para fundamentar una praxis ecofeminista, si bien analiza
con suma finura el solapamiento entre androcentrismo y antropocentrismo
encontrado en comprensiones del mundo que han tenido grandes influencias en la
realidad socio-política. Su análisis nos alumbra para ver cómo el
antropocentrismo ha sido una práctica discursiva que ha excluido a las mujeres
de lo humano, relegándolas a una realidad más próxima a lo animal que a la de
la otra mitad de su propia especie. Aunque desplazó el teocentrismo de la
sociedad feudal y autoritaria, la imagen antropocéntica del mundo no fue
rupturista en su totalidad: por el contrario, se aprecia un continuismo en
virtud de su voluntad de poder sobre la naturaleza y sobre el sexo subyugado.
La filosofía ecofeminista ilustrada propuesta por Alicia H. Puleo
permite el acercamiento de ecología y feminismo sin renunciar a los conceptos
de universalidad y autonomía que han permitido la emancipación de las
mujeres en el último siglo.
Psicoanálisis
y feminismo.
En el mundo del pensamiento anglosajón se ha
desarrollado recientemente una perspectiva teórico – crítica que interroga,
yuxtapone y construye conversaciones entre tres vertientes importantes del
discurso occidental contemporáneo: el psicoanálisis, la teoría feminista y la
filosofía posmoderna, lo que permite buscar las articulaciones entre los
problemas concernientes al conocimiento, la diferencia entre los sexos, la
subjetividad y el poder.
Esta
perspectiva considera que todas las teorías son fragmentarias y trata de
desarrollar en cada disciplina o discurso un espíritu crítico, sin pretensiones
de evitar el conflicto y las diferencias insolubles entre ellos y sin intentos
de sintetizar esas diferencias en una totalidad unitaria y unívoca que sólo
podría ser falaz. Tanto el psicoanálisis como el feminismo y el postmodernismo
suponen una crítica radical a las pretensiones de verdad absoluta de las teorías
científicas o filosóficas; podemos entenderlos como modos transicionales de
pensamiento, posibles y necesarios en el mundo occidental contemporáneo donde
prevalecen el cambio, la incertidumbre, la ambivalencia y la falta de puntos de
referencia seguros. Estos modos de pensamiento son síntomas del estado de nuestra cultura y de su malestar y, al
mismo tiempo, son instrumentos parciales, necesariamente imperfectos, para
comprenderla, especialmente en sus facetas más problemáticas: cómo se entienden
y se constituyen el sujeto, el sistema de géneros y el cambio cultural, sin
recurrir a formas de pensar y de ser lineales, teleológicas, jerárquicas.
El malestar que Freud consideraba inherente a la
cultura se ha puesto cada vez más en evidencia a lo largo de nuestro siglo pasado
en razón de una serie de fenómenos: el fin del colonialismo, las
reivindicaciones de los movimientos de mujeres, la revuelta de diversas
culturas contra la hegemonía occidental, el desplazamiento en el equilibrio del
poder político y económico en el plano mundial, la conciencia cada vez mayor de
los costos, y no solo beneficios que conlleva el progreso científico y tecnológico, el derrumbe de
sistemas ideológicos y los estragos producidos por una economía de mercado liberada
a sí misma, carente de todo referente ético y político que, nos convierte cada vez más en mero
instrumento de su ciega voracidad.
Las filosofías posmodernas consideran que las
transformaciones sociales contemporáneas son síntomas o episodios de la ruptura
que se ha producido en la metanarrativa de la Ilustración. Las grandes ideas
que estructuraban, legitimaban y daban coherencia a gran parte de la ciencia,
la filosofía, la economía y la política desde el Siglo XVIII ya no parecen
siquiera plausibles .
Si Kant pensaba que la razón y el conocimiento
podían liberarnos de la esclavitud, ahora sabemos que pueden conducir a una
esclavitud diferente, al sometimiento a los productos de ese conocimiento. La
Ilustración entraña una dialéctica, como apuntaba Adorno, en la que el
Iluminismo reconduce paradójicamente al mito. En efecto, los acontecimientos
más recientes de la historia occidental - Hiroshima, Auschwitz o la degradación
creciente del planeta - han cuestionado profundamente las certezas de la razón
y de su ciencia: ya no es tan evidente que exista una conexión necesaria entre
razón, conocimiento, ciencia, libertad y felicidad del ser humano. El
desarrollo económico puede no proporcionar la liberación de la necesidad, como
creían los economistas políticos, desde Smith hasta los keynesianos
contemporáneos; el bienestar económico de algunos grupos en Occidente puede
depender del subdesarrollo del Tercer Mundo y la emergencia de subclases y
subregiones en el primero.
Sin embargo, las relaciones de la filosofía con la
Ilustración son necesariamente ambivalentes. Se trata de un legado que aquella
no puede aceptar a-críticamente pero tampoco rechazar en bloque. Lo cierto es
que faltan alternativas atractivas a su conjunto de creencias. Quizás esto
tenga que ver con la angustia que producen la falta de coherencia o cierre en
una situación dada y la existencia de deseos o representaciones
contradictorias; angustia que puede desencadenar intentos prematuros de negar
los conflictos, de reprimir algún término de la ambivalencia y de construir un
proyecto totalizador para llenar el vacío que dejan los fracasos de la
Ilustración. Así, las alternativas que prevalecen hoy son teocráticas,
fanáticas, el dogmatismo, los estados absolutistas, o bien el caos o un
relativismo moral paralizante que conduce al nihilismo. De ahí el interés de
perspectivas teóricas que cuestionen las diversas formas del esencialismo, la
fijación de significados que se erigen como representantes de lo Real o de la
Verdad, desconociendo su construcción cultural en contextos históricos,
sociales y lingüísticos, pero que no renuncian a la búsqueda de inteligibilidad
y de significación de los fenómenos que pretenden analizar.
Significaciones
en la teorización feminista.
En 1949, Simone de Beauvoir, una de las fundadoras
de la teoría feminista contemporánea, describió cómo la mujer, el "segundo
sexo", ha sido definida y limitada como el otro –inferior- del hombre. En las culturas patriarcales,
ninguna mujer escapa a las consecuencias de esta posición: aún las más
independientes están deformadas y mutiladas por las ideas y relaciones sociales
que afectan a las menos afortunadas. De Beauvoir insiste en que esta limitación
no refleja ninguna esencia de la mujer, sino que es una consecuencia de ideas y
de fuerzas históricas. En la época en que de Beauvoir escribió su libro no
existían movimientos de mujeres visibles ni activos; en cambio, los desarrollos
teóricos feministas que tuvieron lugar desde los años sesenta hasta la
actualidad están profundamente relacionados con el resurgimiento de los
movimientos de mujeres hacia fines de los años sesenta. La participación de los
grupos de "conscienciación" y las movilizaciones masivas dieron lugar
a la toma de conciencia y al cuestionamiento de determinadas experiencias que
habitualmente se daban por sentadas. Así, por ejemplo, el miedo a la violación,
el embarazo no deseado; el reducido número de profesoras en comparación con sus
colegas hombres; el sesgo masculinista en numerosos campos académicos; la
violencia ejercida contra las mujeres; la restricción, distorsión y explotación
de su sexualidad; la división sexual del trabajo y la exclusión de las mujeres
de la mayoría de los puestos de poder político y económico.
Muchas intelectuales y universitarias intentaron,
explicar lo que estaban reconociendo en la experiencia y en la historia de las
mujeres - fuera de la academia - en función de marcos de referencia teóricos
preexistentes, como el liberalismo, el marxismo, el psicoanálisis o la teoría
crítica, pero encontraron que estas disciplinas eran incapaces de dar cuenta de
muchos aspectos del problema. La razón fundamental de su limitación, como se
puso de manifiesto, es que estas disciplinas o marcos teóricos tampoco estarían
libres de los efectos del género, de manera que la cuestión no podía resolverse
simplemente introduciendo el tema de la mujer en ellos, sino que había que ir
más allá. Esto condujo a la conceptualización de una relación social
fundamental: los sistemas de género. Muchas feministas consideran que "el
problema de la mujer" o "la cuestión femenina" ha sido
erróneamente entendido y categorizado: al conceptuar a la mujer como problema
estamos repitiendo, en lugar de analizar o deconstruir, las relaciones sociales
que construyen o representan a la mujer como problema y, al hacerlo, la mujer
permanece en su posición tradicional de "otro" del hombre, de
desviación con respecto al modelo de humanidad. Se pensó que sería más
productivo situar a hombres y mujeres como personajes incluidos en un contexto
constituido por las relaciones de género. Desde esta perspectiva, tanto hombres
como mujeres son prisioneros del género, de maneras diferenciadas pero relacionadas
entre sí. A diferencia de lo que plantean algunos posmodernos, esto no
significa que hombres y mujeres ocupen un status equivalente, como sujetos escindidos. No se puede negar
que las relaciones de género constituyen formas de dominación, al menos tal
como han sido organizadas hasta el presente. Tampoco se puede negar la
importancia de las desigualdades entre los hombres, que les afectan tanto a
ellos mismos como a las mujeres y niños relacionados con ellos, pero esto no
debe oscurecer el hecho de que los hombres, como colectivo, ocupan una posición
superior y ejercen una dominación sobre la mayor parte de las mujeres en la
mayoría de las sociedades, y que existen fuerzas sistemáticas que generan,
mantienen y reproducen las relaciones genéricas de dominación.
Esta perspectiva tuvo efectos paradójicos en el
estatuto y la interpretación de las teorías feministas: si tanto los hombres
como las mujeres se forman, a través de los sistemas de género, el pensamiento
de ambos, incluso las mismas teorías feministas deben de estar modelados por
las relaciones genéricas de maneras complejas y generalmente inconscientes. En
esta cuestión es donde se ha requerido el conocimiento psicoanalítico, que nos
permite comprender los efectos de la estructuración del sujeto dentro de una
cultura marcada por determinados sistemas de género. También las filosofías
posmodernas del conocimiento pueden contribuir a una comprensión más exacta de
los problemas de la teorización feminista, que se ha ido haciendo cada vez más
compleja y a menudo contradictoria, hasta llegar a la controversia modernidad /
posmodernidad.
Igualdad
/diferencia.
Podemos describir tres formas básicas de plantear
la relación entre el feminismo contemporáneo y el legado del racionalismo
humanista.
Racionalismo
feminista. Parte de la concepción ilustrada de la racionalidad y del humanismo. La
capacidad racional es lo que diferencia al ser humano del reino de la
naturaleza al que, no por azar, se respeta. Las mujeres han sido excluidas del
respeto que se debe a los seres humanos por la suposición de que son menos
racionales y más naturales que los hombres. La diferencia se utilizó para
legitimar el tratamiento desigual a las mujeres y, por lo tanto, debe ser
rechazada teórica y prácticamente para que las mujeres ocupen el lugar que les
corresponde en la sociedad como iguales, no diferentes de los hombres. La
contrapartida epistemológica del feminismo liberal es el empirismo feminista,
que identifica al sexismo y al androcentrismo como desviaciones que se podrían
corregir mediante una adhesión más estricta a las normas de la investigación
científica.
Antirracionalismo
feminista. Acepta una versión más fuerte de la diferencia e intenta revalorizar,
en lugar de superar, la experiencia femenina tradicional y de reformular el
significado de lo racional. El problema es que los términos de la
revalorización son los mismos del "otro" excluido y denigrado: se
celebra la irracionalidad, la naturaleza, el cuerpo y la intuición, como
opuestos a la pretensiones de neutralidad de la cultura que los excluye – 1984,
Lloyd -. Desde el punto de vista epistemológico, reconoce las dimensiones
sexuadas de la investigación racional y considera que la perspectiva específica
y diferenciada de las mujeres es preferible para la investigación, porque la
experiencia y la perspectiva del otro excluido y explotado sería más inclusiva
y coherente que la del grupo dominante. La noción de un "punto de vista
feminista", que epistemológica y éticamente correspondería al estatuto que
Marx asigna al punto de vista del proletariado, ha influido enormemente en el
desarrollo de las teorías feministas pero es sumamente problemática. Depende de
supuestos que no se cuestionan, como la ilusión de que la gente puede actuar
racionalmente en función de sus propios intereses; la creencia de que los
oprimidos pueden tener una mayor objetividad, como si no estuvieran afectados
por su experiencia social en el marco de su cultura. Se presupone que los
oprimidos tienen una capacidad privilegiada para comprender una realidad que
está ahí, esperando una conceptualización. También se supone que existen
relaciones de género en las que hay una categoría de seres que son, o pueden
ser, fundamentalmente semejantes entre sí en virtud de su sexo. Es decir, se da
por hecho la "otredad" uniforme que los hombres asignarían a las
mujeres.
Posracionalismo
feminista. Rechaza los términos y las estrategias de los anteriores y plantea que
el feminismo debe iniciar una ruptura profunda con el paradigma racionalista
para ofrecer nuevas narrativas, descentradas y parciales. Pero también debe
liberarse de los supuestos del humanismo genérico y del feminismo construido
como una teoría y una política para el sujeto mujer. Desde esta
perspectiva, la diferencia se mantiene y se deconstruye simultáneamente: se
contrapone una proliferación de diferencias a la diferencia singular del
género, y se desconfía de la diferencia como artefacto del sistema de
dominación. Si el racionalismo niega la diferencia sexual al servicio de un
humanismo universal, y el antirracionalismo reifica la diferencia, la propuesta
del posracionalismo consiste en sostener la oposición entre igualdad y
diferencia, como aporía que no se podrá resolver. Así, S.Harding considera que
las teorías feministas deberían no sólo tolerar sino sacar provecho de la ambivalencia
frente al legado de la Ilustración. El cierre prematuro y los intentos de
construir teorías entendidas como herederas y análogas a las "grandes
narrativas" del pensamiento occidental sólo podrían conducir a la
parálisis del pensamiento feminista, por lo que muchas autoras, como Flax,
prefieren mantener la indeterminación en sus teorías, considerándola necesaria
y productiva.
Psicoanálisis y Feminismo
Juliet
Mitchell fue una de las primeras feministas que reconocieron la importancia de
las ideas de Freud y propusieron una lectura de su obra totalmente
opuesta a las interpretaciones feministas habituales. El eje de su argumentación es la idea de que si el
psicoanálisis es falocéntrico, ello
se debe a que el orden social que se refracta en el sujeto humano es un orden patriarcal. Hasta la fecha, el padre es
quien ocupa la posición de tercer término que debe romper la díada madre -
hijo. Siempre será necesario que alguien o algo represente ese tercer término;
en una cultura patriarcal es el padre
quien lo hace. De este modo,
Mitchell recusa las lecturas que hace de Freud un biologicista que entendería la sexualidad femenina como un
producto natural del funcionamiento del cuerpo, para centrarse en la
articulación de la construcción del sujeto deseante con la cultura que lo
constituye y alienta al mismo tiempo.
Ningún autor contemporáneo ha propuesto una teoría
sobre el ser humano de la amplitud y complejidad que caracterizan a la teoría
freudiana, a tal punto que no faltan los autores que han utilizado los
conceptos de Freud para deconstruir sus propios textos. Las teorías de Freud no
son monolíticas ni uniformes e incorporan y socavan los preceptos centrales de
la Ilustración.
Las consideraciones freudianas acerca del sujeto cuestionan y refuerzan, a
la vez, las ideas de la Ilustración acerca del ser humano como un ser
esencialmente racional, en tanto lo definen como un sujeto originaria y
primariamente deseante. No está
definido por su capacidad racional,
como en Platón y Kant, ni por su
potencialidad para hablar, razonar y comprometerse en la política, como en Aristóteles, ni por el poder de
producir objetos de valor y de satisfacción de las necesidades, como en Marx.
Son los deseos inconscientes, muchos de ellos inaccesibles para el preconsciente o a la conciencia, los que
constituyen la fuerza dominante de nuestra vida psíquica, además de esa
diferencia fundamental que describe diferenciando la pulsión y el instinto.
Con la
definición del inconsciente como objeto de estudio del psicoanálisis,
Freud funda una nueva disciplina que rompe tanto con las teoría psicológicas
académicas como con las creencias del hombre contemporáneo acerca de cómo él
mismo está constituido, y nos inflige
una herida narcisista al
operar un descentramiento radical del
sujeto con respecto a la conciencia, al saber sobre sí mismo, al yo y su
sentimiento de identidad. El inconsciente escapa al ámbito de las certezas en
las que el hombre se reconoce como yo. Correlativamente, la noción freudiana
del yo subvierte en tal medida la concepción pre-psicoanalítica del yo, situando
a la subversión freudiana en el mismo
nivel que en su época supuso Galileo y Copérnico.
En su Introducción del Narcisismo, Freud afirma que
el yo no es una función primordial, que no existe en el individuo desde el
principio en ninguna unidad comparable al yo, sino que éste ha de ser
desarrollado, convirtiéndose en la piedra angular sobre la que se construye el
sistema narcisista. A partir de este momento, el yo deja de definirse
fundamentalmente como un aparato adaptativo especializado, para revelarse como
un objeto de amor o, más exactamente, como un objeto investido por la libido.
En tanto objeto amado, el yo es el producto complejo de identificaciones
sucesivas con las personas amadas que se van superponiendo a la matriz inicial
de la imagen corporal - del semejante, fundamento de la propia -.
Para Freud, lo primordial, son las pulsiones, que
habrán de ser reprimidas, dominadas, ocultadas por el yo para defender su
representación originaria del cuerpo y de sí mismo. Frente a la instancia del
autoconocimiento y del autocontrol, siéndolo en la Psicología prefreudiana, el
yo aparece aquí como el lugar de la ilusión narcisista de unidad e integración,
el lugar del ocultamiento del sujeto inconsciente cuya revelación descifró
Freud en el síntoma, en el sueño, en el lapsus.
Por esta vía, Freud inaugura una nueva perspectiva
que revoluciona el estudio de la subjetividad y que muestra precisamente que el
sujeto no se confunde con el individuo: el sujeto es excéntrico con relación al
individuo y no coincide con el organismo que se adapta al medio. El sentido de
los síntomas tiene que ver, precisamente, con esta relación problemática del
sujeto consigo mismo. Otro ejemplo: al referirse a la oposición de las
tendencias homo y heterosexuales, Freud indicó, más allá del conflicto entre el
yo y la pulsión, una contradicción fundamental, una incompatibilidad en el seno
del deseo mismo. Pero el yo, en virtud de su tendencia a la síntesis y de las
diferentes identificaciones que en él han dejado su huella, sólo puede aceptar
una de las tendencias del conflicto, rechazando la otra. No puede acoger en sí
la discordia que representa la contradicción; en consecuencia, sólo puede
mantener su identidad y su unidad al precio de lo que oculta.
Freud anticipa las críticas posmodernas de las
teorías psicológicas tradicionales en la medida en que, desde su perspectiva,
se hace insostenible toda epistemología basada en la posibilidad de una
autoobservación exacta y en el acceso directo y fiable, unido al control, de la
mente y sus actividades. Asimismo, si el yo es capaz de elaborar
racionalizaciones para construir o mantener la prisión de la razón, si puede
tornarse rígido y quedar atrapado por la compulsión a la repetición, si puede
someterse – por cuanto a un superyo punitivo - a las autoridades
familiares, intelectuales o políticas, convencido de que al hacerlo persigue la
verdad o expresa su propia voluntad; entonces ya no podemos sostener la
creencia ilustrada en las relaciones necesarias entre la razón, la
autodeterminación y la emancipación .
Sabemos, por otro lado, que las teorías del conocimiento, tanto
empiristas como racionalistas, se basan en las antinomias razón /
irracionalidad y mente / cuerpo. Tanto la creencia racionalista en los poderes
de la razón como la empirista en la confiabilidad de la percepción sensorial se
basan y dependen de la capacidad de la mente para no dejarse afectar por los
estímulos procedentes del cuerpo, de las pasiones y de la autoridad o
convención social. Desde el punto de vista psicoanalítico, en cambio, no se
puede sostener la ecuación entre mente y pensamiento consciente, o entre lo
psíquico y la razón, en la medida en que los procesos psíquicos están
encarnados en lo corporal. Para Freud el yo es ante todo un yo corporal, en
tanto se basa en la imagen del propio cuerpo y en tanto se desarrolla a partir
de ello. Este, a su vez, es el sistema correspondiente a las pulsiones, cuya
naturaleza simultáneamente psíquica y somática ofrece la posibilidad de superar
el dualismo mente – cuerpo.
La
Subversión que genera Freud al sustituir la noción de instinto - fijo y preformado-
por la pulsión –cuyo único aspecto
definido corresponde a ser una fuente de excitación que fluye continuamente,
puesto que sus objetos son variables y contingentes y sus fines múltiples y
parciales- conduce a la disolución de la
ilusión que considera que lo desconocido en nosotros ha de ser necesariamente
monstruoso, y que divide la imagen del ser humano en una mitad animal y otra
racional. En efecto, tanto los síntomas
neuróticos y las perversiones
sexuales como "los productos
más elevados del psiquismo" surgen de la misma fuente: los
"restos" de las pulsiones polimorfas de la infancia.
Si las pulsiones no están predeterminadas, habrán
de ser moldeadas a lo largo de la historia del sujeto, en función de sus
encuentros con objetos y sus representaciones. En efecto, la pulsión sólo se
hace presente en el aparato psíquico
en tanto se fija a una representación; una exigencia somática debe traducirse
en una demanda psíquica para que el sujeto pueda reconocerla y canalizarla. Y
es precisamente este proceso de transformación el que torna las pulsiones
vulnerables a las influencias culturales. De este modo, si la corporalidad,
representada fundamentalmente por la noción de pulsión, enerva la totalidad de
nuestros procesos psíquicos, también el orden sociocultural constituye nuestra corporalidad. Así se disuelve la
antinomina naturaleza – cultura.
El problema es que ni lo real del cuerpo puede ser completamente simbolizado,
ni las pulsiones pueden ser totalmente satisfechas, ni los deseos cabalmente realizados, de modo que el sujeto, incapaz de
lograr un autoconocimiento absoluto, se constituye como un sujeto dividido.
Si esta concepción anticipa la visión posmoderna
del sujeto, no ha tenido menos influencia en algunos sectores de la teorización
feminista; precisamente en aquellos que entienden el feminismo como teoría
crítica, cuya finalidad es deconstruir las imágenes estereotipadas de las
mujeres o de la feminidad, pero no sólo las procedentes de los centros
tradicionales y oficiales de producción y difusión del saber, sino también de
aquellas que el propio feminismo ha ido generando.
Teorías psicoanalíticas de la
diferencia. La constitución de la feminidad.
Las autoras norteamericanas, como Dinnerstein y
Chodorow, como ya hemos indicado en otro
tema, se han basado en la teoría de las relaciones objetales; las francesas, en
cambio, se han apoyado fundamentalmente en la obra de Lacan. Todas han
subrayado, más allá de sus diferencias, la centralidad de la relación entre
madre e hija como fuerza primaria y determinante en la organización de la
sexualidad femenina y de la feminidad. Todas parten de la constatación de que
la sociedad occidental ha producido la disyunción entre lo natural y lo social,
asignando al hombre el polo de la cultura y a la mujer el del cuerpo, lo
concreto, la diferencia. Éste, a su vez, se asocia a las actividades de las
mujeres: reproducción y crianza de los hijos, cuidados de los otros. El paso
siguiente ha sido suponer que la psicología de las mujeres refleja las
cualidades de sus cuerpos y de las actividades femeninas. Se considera que las
mujeres piensan o escriben de una manera diferente y que tienen motivaciones e
intereses distintos de los de los hombres. Se entiende que los hombres tienen
un razonamiento abstracto, que son los amos de la naturaleza, incluyendo los
cuerpos humanos, y que son más agresivos. Dado que estos supuestos han
reflejado y sustentado una cantidad de abusos ideológicos y políticos con
respecto a las mujeres, tanto en el pasado como en la actualidad, la
reaparición de formulaciones semejantes entre las feministas ha provocado
intensas controversias.
Si el feminismo liberal aspira a lograr una
igualdad total de oportunidades en todas las esferas de la vida, modificando la
división sexual del trabajo y las normas que regulan las nociones de feminidad
y masculinidad, el feminismo de la diferencia teme que la cooptación de las
mujeres para cubrir los puestos de los hombres lleve a sostener y extender el
patriarcado. Su aspiración es un nuevo orden social en el que las mujeres no
estén subordinadas a los hombres y la feminidad no se vea desvalorizada, y creen
que las mujeres pueden afirmar su autonomía, recuperar su feminidad verdadera y
natural sólo separadamente de los hombres y de las estructuras patriarcales.
Así, las autoras francesas sostienen que sólo la exploración y valorización de
las diferencias de las mujeres, o una escritura genuinamente femenina, pueden
proporcionar elementos para construir un espacio fuera de los confines de la
cultura falocéntrica.
Según H.Cixous y Luce Irigaray , existen
diferencias psicológicas fundamentales entre hombres y mujeres. Las mujeres
están más influenciadas por sus experiencias preedípicas y menos alejadas de
ellas, y conservan en mayor medida su identificación inicial con la madre.
Puesto que la relación preedípica con la madre ha sido menos reprimida, el yo
femenino sería más fluido, interrelacional y menos disociado de su experiencia
corporal. Los discursos falocéntricos, en consecuencia, han representado
erróneamente el deseo femenino puesto que la sexualidad femenina, más fluida,
no puede conceptualizarse según parámetros masculinos. El discurso masculino
está constituido por una lógica binaria el logocentrismo, que organiza todo lo pensable en oposiciones y
está asociado al falocentrismo en tanto las oposiciones binarias y asimétricas
se relacionan siempre con el par hombre / mujer. Pero la lógica interna del
logocentrismo es la "mismidad"; no puede dar cuenta de la diferencia
porque el otro está reducido a ser el otro de lo mismo, su inferior, su
reflejo, su exceso, definido siempre por el primero.
El discurso filosófico se presenta como una
autorrepresentación del sujeto masculino, como monopolio homo-sexual,
valoración exclusiva de las necesidades y deseos de los hombres, que ordena la
vida social y la cultura. La inclusión de la especificidad podría romper este
monopolio, fragmentando el discurso en una multiplicidad. Las teóricas de la
diferencia no consideran que el objetivo del feminismo liberal, de lograr la
igualdad, sea adecuado para la emancipación de las mujeres, porque entienden
que las mujeres iguales a los hombres no serían mujeres. Éstas deberían
intentar "escribir", literal y metafóricamente, lo femenino, para
afirmar a la mujer en otro espacio que no sea el silencio, que es lugar que se
le reserva en lo simbólico.
Estas conceptualizaciones presuponen la existencia
de una experiencia o un discurso de la sexualidad
femenina, construyendo una falsa unidad que no deja espacio para la expresión
de las diferencias entre las mujeres. Por otra parte, la propuesta de recuperar
la experiencia femenina escribiendo "desde el cuerpo" remite una vez
más a la disyunción ontológica entre signo – mente- hombre y cuerpo-
naturaleza- mujer. Pero si el cuerpo preedípico es presocial y prelingüístico,
y allí se sitúa el origen de lo femenino, la mujer como tal quedaría nuevamente
reducida al silencio, ya que es difícil concebir la existencia, y la capacidad
liberadora, de un deseo femenino situado por fuera
del discurso y de la cultura.
Otro peligro importante de estas teorizaciones es el de caer en la perspectiva de la víctima, como si las mujeres hubieran sido siempre objetos pasivos, totalmente determinados por la voluntad del otro. De este modo, se desconocen aquellas áreas de la experiencia en las que las mujeres han producido efectos, como la historia, la literatura... y se ignoran también las formas en que algunas mujeres han ejercido un poder sobre otros, en función de privilegios diferenciales de raza, clase, preferencia sexual, edad y posición en el sistema social.
LA VICTIMOLOGÍA
Introducción.
Hemos definido ya el concepto de criminología
como “ciencia empírica e interdisciplinar
encargada del estudio del delito, del delincuente, de la victima y de los
medios de control social que trata de suministrar una información valida y
eficaz sobre el hecho delictivo, su forma de actuación y de prevención”.
A partir de este concepto vemos que hay una relación directa con la Victimología, ya en su descripción
observamos a la victima como objeto propio de la Criminología, sin embargo este
concepto no ha estado siempre ahí. La victima comienza a plantearse como objeto
de la criminología a partir de 1950,
es en consecuencia, a partir de esta fecha cuando surge una inquietud en torno
a esta figura, ¿Por qué surge esta figura? Porque hasta este momento solo se
hablaba de un delincuente que realizaba un comportamiento criminal, pero
diversos autores comienzan a plantear otro sujeto en la relación que es la
víctima; dicen que para que exista un delito es necesario que haya una victima
y un delincuente, los dos. Hasta 1950 se habían centrado en el delito, estos
autores plantean que si estudiamos a la victima tendremos mas información sobre
el fenómeno criminal; en resumen, la victima se concibe como complemento de la
unidad o secuencia criminal, es, en consecuencia, a partir de 1950 cuando la
victima adquiere más protagonismo, empieza a hablarse de ella débilmente hasta
que poco a poco llega a conformar la victimología.
Los aspectos en virtud de los cuales se otorga más importancia a la
victima son:
*Información que
aporta el delito.
*La información que
puede aportar del delincuente.
*Los programas de
prevención.
*Una necesidad social
de protección a este sujeto.
Igualmente hay que prestar especial atención a los estudios victimológicos;
las encuestas de victimización -aquellas que solo pueden ser completadas por
victimas de delitos- y los auto sondeos -para la población en general- son
mecanismos estadísticos para medir los índices de victimización y obtener
información relevante sobre el fenómeno criminal.
¿Qué importancia tiene hoy día la victimología? Hoy está a la orden
del día, podemos otorgarle una importancia absoluta, pero en algunos casos es
excesiva o desmedida porque no se puede tener en cuanta solo a las víctimas,
especialmente cuando se trata de legislar, cuando se trata de Derecho Penal. La
representatividad, sobre todo en el ámbito del Derecho Penal, debe ser
proporcionada.
Todas estas notas enunciadas hasta el momento son las que van a
conformar la victimología.
Vínculo entre
criminología y Victimología.
En primer lugar debemos dar un concepto etiológico o rudimentario de lo que es la victimología. Este
concepto etiológico se definirá como la
ciencia encargada del estudio de las victimas, pero debemos tomarlo con
cautela, en tanto debemos plantearnos si la victimología tiene entidad
suficiente para considerarla una ciencia o si entendemos que no es una ciencia
y por tanto la consideramos una disciplina.
Para resolver esa primera hipótesis debemos comenzar diciendo que,
como sabemos, en 1950 comienza a
hablarse de la victima, por tanto la Victimología en sí es un fenómeno joven,
máxime porque no va a ser hasta el VI
Congreso Internacional de Criminología, celebrado en Madrid en 1970, cuando Drapkin propone la
celebración del I Symposium Internacional de Victimología, que se celebraría en
Jerusalén en 1973 y que abarcaría
los siguientes apartados:
1. Estudio de la
Victimología.
a. Concepto.
b. Definición de
victima.
c. Metodología.
d. Cuestiones
generales.
2. Estudio de la
victima: elaborar tipologías victimales, estudiar la presencia de la victima en
el proceso penal, etc.
3. Relación entre
victima y victimario.
4. Relaciones entre la
sociedad y la victima, y en concreto, lo referente a programas de prevención,
tratamiento, resarcimiento…
Este VI Congreso de
Criminología es la primera vez que empieza a plantearse la hipótesis de la
Victimología. A raíz del Symposium comienza a tenerse en consideración el
fenómeno victimal y se inician reuniones científicas cada 3 años donde se
intenta explorar o ahondar aun más en los contenidos de la Victimología; cada 3
años se iba organizando la continuación del Symposium en diferentes lugares
internacionales: Jerusalem, Tokio… .
¿Es la Victimología una ciencia o una disciplina? En estos conceptos
se va conformando esta cuestión. Podemos plantear 3 postulados referentes a la
relación ciencia o disciplina de la Victimología:
1. Posición defendida
por aquellos autores que interpretan la Victimología en el seno de la Criminología, es decir, consideran que
la victimología no presenta autonomía científica, sino que es una rama o
disciplina de la Criminología. Los principales autores son Ellenber y
Goppinger. Ellenber define la
victimología como una rama de la criminología que se ocupa de la victima
directa del crimen y que comprende el conjunto de actos biológicos,
sociológicos y criminológicos concernientes a la victima. Goppinger, por su
parte, dice que la victimología se basa en el método empírico y se centra en el
problema del delincuente y sus relaciones con la victima.
2. Las posiciones
autonomistas dicen que la Victimología es una ciencia autónoma con objeto, método
y fin propios. Mendelsohn la
identifica como una ciencia paralela a la criminología porque la criminología
se centra en el estudio del delincuente y la Victimología en el estudio de la
víctima. Otros autores representativos como Drapkin y Separovic la definen como
la ciencia de las víctimas, el concepto de víctimas que defienden es amplio, no
como sujeto pasivo, pudiendo englobar no solo al sujeto pasivo sino a cualquier
persona que sufra un daño por una acción ilícita.
3. Negación de la
Victimología: se trata de un grupo de autores que no solo niegan su autonomía sino
su propia existencia. En concreto Jiménez de Asúa decía que no había que
debatir si era ciencia o no, sino contribuir para establecer el papel de la
víctima del delito. Otro autor fue Kaiser, que también habla de su inexistencia
por la uniformidad y multiplicidad de la criminología.
El criterio mayoritario es el primero, la Victimología en el seno de
la criminología. Esta posición se justifica mayoritariamente porque el resto de
las posiciones son extremas, una la niega y la otra le da el carácter de
ciencia al cien por cien.
Concepto de
Victimología.
Definimos la Victimología como "una disciplina integrante de la Criminología que estudia a la víctima,
sus características biológicas, psicológicas, morales, sociales y culturales,
su relación con el delincuente y el papel asumido en la génesis del delito, con
el propósito de prevenir futuros comportamientos criminales y atender a las
victimas del delito". De esta definición se derivan las siguientes
características:
1. Se trata de una
disciplina debido a las razones que hemos visto anteriormente.
2. El método es
exactamente igual que en criminología, se trata del método empírico e
interdisciplinar. Que es empírica significa que se basa en la realidad, a
través del empirismo lo que hacemos es observar la realidad y verificar
hipótesis, para ello tenemos que analizar, sistematizar y explicar los datos
que hemos compilado.
Formulamos la
Hipótesis: “las mujeres son mas
proclives al maltrato que los varones”, para verificar esto
elaboramos una investigación: cogemos una muestra de 150 mujeres y
durante cierto tiempo medimos, una vez que lo tenemos, compilamos los datos si
nos da el resultado de que se maltrata más a mujeres que a hombres habremos
verificado la hipótesis inicial.
Por interdisciplinar
entendemos que la Victimología lo que hace es traer conocimientos de otras
ciencias. La diferencia entre interdisciplinariedad y multidisciplinariedad es
que la interdisciplinariedad solo coge los datos que le interesan, la multidisciplinariedad
es que coge la ciencia por completo.
Esto es, la
Criminología coge del derecho la rama de penal o procesal pero no le interesa
el derecho canónico.
3. El objeto de la Victimología es la
victima, que la podemos referir sobre 3 niveles:
a) Este primer nivel
será de naturaleza individual entendida como el sujeto particular sobre el que
recae la acción ilícita.
b) Nivel conductual:
donde estudiaríamos la conducta desarrollada por la victima, es decir, qué ha
pasado antes de que la persona sea victimizada hasta que lo ha sido.
c) Un ámbito general
que comprendería a la pluralidad de victimas:
Victima individual.
Nivel conductual: el
proceso que ha seguido la victima hasta llegar a la victimización.
Ámbito general: el
estudio grupal de todas las victimas.
4. Elemento crítico; sucede lo mismo que en Criminología, hablamos de elemento critico en
cuanto que una de sus funciones será criticar los medios de control social
formales e informales. Los criticamos a través del método empírico: si hemos
planteado la hipótesis del ejemplo anterior y la verificamos, por mucho que nos
digan sabemos que las mujeres son mas victimazas en malos tratos que los
hombres.
5. Es una disciplina abierta en el sentido de que no se cierra a dogmas
ni a axiomas, es decir, está en constante actualización.
6. En cuanto a la finalidad de la Victimología comprendería
básicamente la mejora del sistema previniendo la comisión de nuevos
delitos, atendiendo y dotando de
recursos a las victimas.
Debemos tener muy presente que la criminología presenta un carácter
integrador, por cuanto comprende un todo en el que cohabitan diversas
disciplinas, una de esas disciplinas es la Victimología, y por ello a la
criminología siempre la hemos caracterizado por tener un método integrador.
Por tanto, la Criminología y la Victimología no son dos campos
independientes entre sí, sino complementarios, dicho de otro modo son una
ciencia y una disciplina de la misma respectivamente. Las teorías
victimológicas se encuentran apoyadas por teorías criminológicas, siendo la
Victimología esencial para criminología porque aporta conceptos propios como la mediación, la compensación entre
delincuente y víctima, las encuestas de victimización como vía o mecanismo de
cuantificación del fenómeno victimal y a través de este del fenómeno criminal;
por las medidas de protección a la victima. Y, finalmente, como señala
Montovani, existen dos vías transcendentales que debe abarcar la Victimología:
-Las cualidades
personales y el modo de ser del individuo víctima a fin de determinar su
predisposición victimológica.
-La relación victima
delincuente porque sobre ella se determinará el mecanismo de encuentro entre
ambos.
Victimología
constructivista, crítica y victimadogmática.
Victimología
constructivista.
Busca centrar el Derecho Penal sobre el papel de la víctima, esto es,
el Derecho Penal se entiende como un instrumento protector de las víctimas, en
ese sentido los derechos de las víctimas han de marcar los postulados del
ordenamiento jurídico. En otras palabras, el ordenamiento jurídico no habría
que crearlo sobre las libertades y derechos básicos sino sobre esto. Para ello,
lo primero que habría que hacer conforme al estado actual sería eliminar la
victimización secundaria y subsidiariamente el perfeccionamiento de los
programas de tratamiento para las víctimas. La idea consiste en construir todo
un sistema sobre bases victimológicas, o en el ámbito penal seria construir el
Derecho Penal desde una perspectiva victimal, que supone vincular el ius
puniendi a intereses victimales, lo que supondría a su vez una parcialidad a la
hora de imponer penas y una violación de principios fundamentales, y el Derecho
Penal lo que tiene que hacer es encontrar un equilibrio entre delincuente y
víctima.
Victimología crítica.
Parte de los postulados de la Criminología critica. Las bases de esta Victimología crítica son:
-Una victimización
social, en el sentido de que existen victimizaciones sociales de naturaleza
supraindividual, institucional u opresivo – estructural. Véase la teoría del etiquetamiento; la criminología dice
que hay determinados sujetos a los que se les asocia como delincuentes, la
Victimología critica dice quienes van a ser víctimas como los obreros,
indigentes, que ya nacen victimas de la propia estructura social.
-Cuando trata esta
victimización social, los autores entienden a los medios de comunicación como
causantes de esta victimización.
-Instrumentalización
de la victima; consiste en la
explotación ideológica de las víctimas del delito a cambio de beneficios.
-Justicia
restauradora; en la criminología crítica la vinculamos a la conciliación.
-Obsesión por la
seguridad; La tendencia es a acotar los posibles riesgos que inciden en la
seguridad de una sociedad.
Victimodogmática. Constituye un punto de
encuentro entre el movimiento victimológico y la dogmática penal derivada de la
interacción delincuente–víctima. El comportamiento de las víctimas y su incidencia en la
teoría jurídica del delito. La praxis de esta victimodogmática se podría
resumir en que algunas victimas contribuyen, bien de forma dolosa o imprudente,
a la propia victimización, lo que puede influir en la responsabilidad criminal
del delincuente hasta incluso erradicarla.
Hay que estudiar cual es la participación de la víctima en el hecho
criminal. Tomemos el ejemplo de la eutanasia, existe una disminución de la
responsabilidad del delincuente. El intento desde la victimodogmática es
reinterpretar la dogmática jurídico–penal hacía planteamientos victimológicos.
La principal crítica a la victimo
dogmática es que no podemos exigir una
autoprotección víctimal. Pensemos en que un hurto sucede independientemente de
que la víctima haya descuidado su situación.
Conceptos
víctimológicos.
Definiremos los conceptos utilizados en victimología:
Victimario. Sujeto que produce el daño, sufrimiento o
padecimiento a la víctima, se podría identificar con el delincuente en
Criminología.
Victimización. En Criminología sería modus operandi, es
el mecanismo o proceso en virtud del cual una persona llega a ser victima.
La autovictimización, en principio, no es punible.
Victimidad o factores victimógenos. Conjunto de factores
que predisponen a una persona o grupo de personas a ser víctima.
-Endógenos, innatos de la persona.
-Exógenos, adquiridos del exterior.
Tipos de victimización:
víctimas y delincuentes.
Tipos de victimización.
Podemos establecer las
siguientes:
1. Según la naturaleza
de la infracción podemos hablar de victimización
antisocial y victimización
criminal. La primera no es constitutiva de delito a diferencia de la
victimización criminal que si lo es.
2. Según la extensión
del hecho.
a. Directa: aquella victimización
proyectada sobre la victima en sí. Véase el atropello a alguien y la lesión.
b. Indirecta: aquella que es consecuencia
de la primera y recae sobre personas que tienen una relación estrecha con el
agredido. En el ejemplo anterior, se deriva a la familia de la persona
lesionada.
3. Según las personas:
primaria, secundaria y terciaria.
Veremos los diferentes
tipos de victimización. Los dividiremos en genéricos, víctima, y otros, delincuente.
La víctima.
Podemos referir tres
grandes tipos de victimización: la primaria, la secundaria y la terciaria. La primaria es aquella dirigida contra la
persona o el individuo particular. Secundaria,
referida a aquellos supuestos en los que la víctima ha de rememorar los hechos
en virtud de los cuales ha sido victimizada. Normalmente esta victimización
secundaria se produce ante la administración de justicia, los cuerpos y fuerzas
de seguridad. Por último, la victimización terciaria
es un concepto vago e impreciso pues engloba multitud de acepciones que en
muchos casos no tiene nada que ver una con otra. Hay varias definiciones:
- Terceras personas
que no padecieron el proceso victimal de manera directa, sino como testigos y
padecen secuelas. Podríamos señalarla como una victimización primaria
indirecta.
- Aquella dirigida al
delincuente por el cumplimiento de la pena por la que ha sido condenado. Se
entiende por las hipotéticas intimidaciones, vejaciones sufridas en prisión, el
rechazo social cuando salga; se puede entender como victimización al delincuente. Esta última vendría referida a los
familiares del delincuente y englobaría los padecimientos físicos y
psicológicos que pagarían por parte de la sociedad debido a la vinculación
familiar con el detenido. Según Morillas, si defendemos esta opción, igualmente
podemos plantear la victimización terciaria vinculándola con los familiares,
pero lo referente al delincuente o a los familiares del mismo habría que
anudarlo como victimización del delincuente.
El delincuente.
La victimización del
delincuente comprendería la victimización del victimario. Algunos autores
defienden esta victimización del delincuente, quizá uno de los que lo han
defendido con mas ímpetu es Landrove que parte de la consideración de que el
delincuente es una víctima institucional, es decir, el delincuente sería la
víctima de estructuras sociales injustas que le lleva a la comisión de hechos
delictivos a través de los que intenta evadirse de la marginación; el
delincuente va a delinquir por culpa de la sociedad, va a vivir en zonas
marginales y la única manera que tiene de huir de la marginalidad es
delinquiendo. Estaríamos en una sociedad enferma en la que habría un grupo
dominante , que detectan el poder y unas capas marginales; aquí las capas marginales
serian las victimas.
La
victimización jurisdiccional.
Los errores
judiciales, cuando se interna en prisión a un inocente. ¿En que supuestos seria
útil la prisión? En algunos casos la prisión solo sirve para quitar de en medio
al delincuente y para nada mas. El pedófilo que consume material pornográfico
infantil internarlo en la cárcel no
resuelve nada, cuando salga volverá a hacer lo mismo. Igualmente señalar que
difícilmente puede existir tratamiento psicológico por cuanto estos sujetos no
desean curarse; y, por ello, no hay tratamiento.
Supuestos de
intervención policial referida a supuestos de torturas y vejaciones que puedan
sufrir los sujetos; aquí estamos en un estado garantista, democrático y de
derecho, por tanto sería directamente una víctima, es una victimización
primaria, no una victimización del delincuente.
Presencia de
antecedentes policiales, en el sentido de que hay un mayor riesgo de futuras
detenciones, es decir un sujeto con antecedentes tiene más probabilidad de
sufrir futuras detenciones.
Prisión
preventiva. Se afirma que la prisión preventiva - es una medida cautelar que
podemos encontrar en la Ley de enjuiciamiento criminal -LECrim- victimiza
igualmente que los medios anteriores. La prisión provisional se da en casos muy
estrictos como posibilidad de fuga, destrucción de pruebas; en realidad, según Morillas, la prisión en el
único caso en que se victimizaría sería en caso de que la sentencia fuese
favorable al sujeto, donde volveríamos al primer caso.
Victimización
carcelaria.
Algunos autores
victimológicos, como es el caso de Neuman, que entiende que el preso es una
victima del sistema penal. Intervienen el hacinamiento, cuando por ejemplo, en
una celda de 2 hay 3 sujetos, cuando se supera la capacidad de la prisión;
tratos vejatorios, tanto entre los presos como de los funcionarios a los
reclusos; dudosa alimentación; agresiones sexuales; drogas;
ley del terror: mafias en la prisión.
Victimización
post penitenciaria. En el sentido de que la victimización del delincuente no concluye con
su puesta en libertad, sino que continúa con el rechazo social por la
consideración de ex-recluso que lleva consigo.
Estadísticas
victimales. Encuestas de Victimización y autosondeos.
Hablamos de dos grandes grupos de estadísticas victimales: encuestas
de victimización y auto sondeos. Ambas son una fuente de información real sobre
el delito. En primer lugar, las encuestas
de victimización las definimos como unos cuestionarios estructurados en
los que se realizan diversas preguntas a las víctimas de un delito sobre el
hecho criminal concreto y sus consecuencias; Véanse las circunstancias en que
se produjo, relación con el autor, perfil del agresor, perfil de la victima;
también se pueden incluir hechos posteriores al delito como si fué bien
atendido en comisaría, bien informado. Se pretende medir:
1. El índice de
victimización.
2. La eficacia de los
programas de prevención.
3. las características
típicas del hecho delictivo.
4. El modus operandi
más frecuente.
5. La eficacia de los
aparatos judiciales: como el tiempo que tarde en recibir indemnización, si se
tomaron medidas cautelares…
6. Nuevas medidas de
política criminal para actuar y prevenir el delito; se trataría de un estudio
pormenorizado del fenómeno criminal y sus consecuencias bajo la perspectiva de
la victima.
Los auto-sondeos son un tipo de cuestionarios consistentes en
preguntar de forma anónima a un porcentaje representativo de la población
objeto de estudio cuestiones relacionadas con su participación o conocimiento
de un hecho criminal o antisocial. El problema que tienen los auto- sondeos es
la fiabilidad.
Diferencia entre auto sondeos y encuestas de
victimización.
Las encuestas de victimización serán rellenadas por victimas del hecho
delictivo que estemos midiendo. En el auto sondeo no es necesario que la
persona sea víctima, aquí interesan las que son víctimas y las que no, será
cualquier persona porque también interesa el valor absoluto 0. Para que la
encuesta de victimización sea mas fiable y menos traumática, también la puede
rellenar una persona de apoyo que conteste las preguntas con o por ella. Suelen
ser personas que están en centros.
Tendencias de la
Victimología contemporánea.
Referiremos aquellas líneas por las que se ubica la victimología, su
campo de intervención. Estas líneas se pueden resumir en cuatro:
1.Expansionismo activo y práctico que consiste en una consolidación de
los estudios victimológicos en detrimento de los postulados teóricos. Estudiar
a la victima conforme a estudios empíricos y dejar al margen las teorías.
2.Mayor atención a las necesidades de la victima manifestadas a través
de encuestas de victimización. Tenemos los estudios, vamos a subsanar los
déficits de las victimas. Estas necesidades se suelen enfocar en tres ideas:
A. La asistencia post
victimización.
B. El ámbito de
resarcimiento.
C La compensación.
3. El reconocimiento de los derechos victimales.
4. La consolidación de la victimodogmática.
En España en poco tiempo se ha querido abarcar mucho y se ha
focalizado todo hacia ámbitos de actuación muy concretos. La victimología se ha
especializado en violencia de género, terrorismo y las víctimas de delitos
sexuales.
Evolución de la
violencia de género
Surge con un plan de acción contra la violencia domestica 1998-2000, trata
indistintamente a las víctimas de violencia domestica: mujeres, niños y
ancianos. En 2000 caduca y se crea un segundo plan hasta 2003 con la
particularidad de que es un plan único y exclusivo para las mujeres -el niño
aparece asociado a la mujer.
En 2004 se aprueba la LO 1/2004 de Protección Integral Contra la
Violencia de Género, focalizada sobre la mujer, esto también tuvo sus críticas,
por lo que se introdujo la denominación de “victimas especialmente vulnerables” – no siendo lo mismo que mujer, niño o anciano, sino que se establece
por su condición de desigualdad respecto al sujeto activo-.
Concepto de víctima
No hay un concepto único de víctima, dependerá siempre de la rama en
la que queramos centrar nuestra investigación, la acotación de uno u otro
concepto. Históricamente no se ha prestado una atención especial a la víctima,
es a partir de 1950 cuando comienza a tratarse el tema de la víctima, antes de
esta fecha hay alguna referencia a la víctima, pero son referencias indirectas.
Ferri que trataba a la víctima solamente desde el punto de vista de la
reparación del daño, y Garófalo, que únicamente aludía a la víctima cuando se
refería al tema de la indemnización.
El primero que habla de víctima dándole una dimensión trascendente fue
Von Hentig, que junto con Mendelsohn fue el primero que se preocupó por los
derechos víctimales.
Centrándonos en el concepto de víctima podemos acotar unas cuantas
definiciones según la perspectiva:
Concepto etimológico. El termino víctima
(su traducción etimológica) viene a ser la "persona o animal
sacrificado que se destina al
sacrificio"; este concepto, obviamente, va a ir evolucionando con el paso
del tiempo y se empieza ha hablar de la persona que voluntariamente se
sacrifica por algo, o también se evoluciona hasta entenderla como aquel sujeto
que sufre por culpa de otro.
Concepto gramatical. Gramaticalmente el término
víctima se puede interpretar conforme a tres definiciones:
Definición etimológica.
-Persona que se expone
u ofrece a un grave riesgo a favor de otra.
-Persona que padece un
daño por culpa ajena o causa fortuita.
-De estos tres
conceptos gramaticales el tercero es el que más se acerca.
Concepto congresual.
El principal congreso que trató la víctima de forma más científica fue
en el seno de la ONU, el VI Congreso
de Caracas, Venezuela, celebrado en 1980, y el VII Congreso, que se llevó a
cabo en Milán, Italia. En estos dos congresos se determinó que la víctima era
la persona que había sufrido una pérdida daño o lesión, sea en su persona
propiamente dicha, su propiedad o sus derechos humanos, como resultado de una
conducta que englobe alguna de estas hipótesis:
-Aquellos hechos que
constituyan una violación a la legislación penal nacional; ¿Qué concepto de
víctima manejamos según esta acepción? Según esta primera consideración sólo
sería víctima el sujeto pasivo de un delito.
-Que suponga un delito
bajo el derecho internacional. Por ejemplo, genocidio, terrorismo,
falsificación de monedas, tráfico de seres humanos, prostitución.
-Que de alguna forma
implique un abuso de poder por parte de personas que ocupen posiciones de
autoridad política o económica. Por
ejemplo, supuestos de una dictadura.
Se habla en este congreso, tanto de víctima individual como grupal.
En el Congreso de Milán se clasificó a la víctima dentro de dos
grandes grupos:
1. Víctimas de delitos. Comprenden a toda
aquella persona que individual o colectivamente haya sufrido algún daño,
incluyendo lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida
financiera o menoscabo sustancial de derechos fundamentales como consecuencia
de acciones u omisiones que violen la legislación penal de su estado. Esta
definición es muy amplia, ¿Cómo medimos el sufrimiento emocional?. Esta
definición añade que también serán víctimas los familiares o personas cercanas
a la misma.
2. Víctimas de abuso de poder. Identifica estas
víctimas como toda aquella persona que individual o colectivamente haya sufrido
algún daño, incluyendo lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional,
pérdida financiera o menoscabo sustancial de derechos fundamentales como
consecuencia de acciones u omisiones que no constituyan una violación del
derecho penal nacional -que no sea constitutivo de delito en ese país- pero que
violen normas internacionalmente reconocidas referentes a los derechos humanos.
Una de las grandes diferencias entre las víctimas de delitos y las
segundas viene dada por el concepto de delito: que viole la legislación
nacional -definición de víctima de delito- mientras que la de abuso de poder
hablaba de violar normas internacionalmente reconocidas. Esta diferencia puede
darse en países subdesarrollados ya que en las potencias mundiales estos
delitos ya están contemplados en el catalogo de delitos.
Definiciones
doctrinales.
Definición de Mendelsohn: define la víctima
como la personalidad del individuo o de la colectividad en la medida en que se
encuentre afectada por las consecuencias sociales de un sufrimiento determinado
por factores de muy diverso origen como puede ser el físico, psíquico, económico,
político o social, así como el ambiente natural o técnico.
Definición de Separovic: define víctima como
cualquier persona física o moral que sufre como resultado de un despiadado
designio incidental o accidentalmente.
Hay diversas definiciones además de las vistas, pero las tres mas
representativas son:
Definición de naturaleza victimológica
general:
entiende a la víctima como "el individuo o grupo que padece un daño por
una acción u omisión propia o ajena o por causa fortuita “.
Definición victimológico - criminal de
víctima:
la definimos como "aquella persona física o moral que sufre un daño
producido por una infracción propia o ajena aun no siendo el detentador
(propietario) del derecho vulnerado".
Concepto jurídico de víctima: jurídicamente la
víctima la relacionamos con la figura del perjudicado, que muchas veces será el
sujeto pasivo del delito. El perjudicado sería la persona física o jurídica que
a consecuencia de la comisión de un delito sufre un daño, mientras que el sujeto
pasivo será el titular del bien jurídico protegido o puesto en peligro. Ej. En
un delito de lesiones el perjudicado y el pasivo son la misma persona. Delito
de robo: le roban a la empleada pero los bienes robados son del dueño.
¿Qué diferencia hay entre estas tres definiciones? El primero
contempla el caso fortuito, el victimológico general entra cualquier hecho,
incluido el caso fortuito, en el criminal tiene que ser una infracción (el
desastre natural no entra), el 3º tiene que ser delito y que recaiga al sujeto
pasivo.
De las tres definiciones anteriores, la que vamos a encontrar en la
práctica es la jurídica debido a un criterio coherente, es la que más se da,
para estudiar delitos tenemos que partir de premisas jurídicas. Por tanto
cuando hablemos de víctima genéricamente siempre nos referiremos a la
definición jurídica, si queremos hacer referencia a las otras dos definiciones
tendremos que establecerlo expresamente.
Tipologías victimales.
A. Falsa.
-Imaginaria.
- Simulada.
B. Real.
-Individual
-Inocente:
Especialmente
vulnerable, accidental, común.
Voluntaria.
Provocadora.
Culpable.
-Colectiva.
Colectiva propiamente
dicha.
Colectiva difusa.
El primer criterio que tenemos que distinguir es si se trata de una
víctima falsa o real. La diferencia viene puesta de manifiesto por la propia
consideración de víctima, es decir, la real será un sujeto que ha sido
victimizado, mientras que las víctima falsa es aquella que creemos que en
principio ha sido victimizada pero que a posteriori se demuestra su falsa
victimización.
A. Las víctimas falsas hay algunos autores
que niegan su consideración porque no se tratan de víctimas en sentido
estricto, sin embargo, a efectos operativos si nos interesa por cuanto su falsa
consideración puede llevar consigo responsabilidad posterior.
La víctima imaginaria
comprendería a aquella persona que debido a determinados factores bio-psico-sociales
va a creerse víctima de un delito. Suelen ser sujetos con patologías, los
supuestos más habituales son supuestos de paranoicos, individuos con
personalidad histriónica, algunas psicosis; también lo pueden ser los menores
de edad y ancianos.
La víctima simulada la
identificamos con aquellos individuos que, mediando algún tipo de interés
propio o ajeno, actúan como si verdaderamente fueran víctimas, sabiendo
interiormente que no lo son; un ejemplo puede ser el que simula un robo para
cobrar un seguro o el que quema su propia casa para cobrar el seguro.
La diferencia entre la imaginaria y la simulada es que en la primera
el sujeto cree a ciencia cierta que es víctima, mientras que en la simulada
saben desde el principio que no han sido victimizados.
B. La víctima real comprende el caso más habitual de víctima,
e incluiría aquellas hipótesis en las que se comete un ilícito penal que afecta
a uno o varios sujetos. La podemos subdividir en dos grupos:
- Víctima individual. La definimos como
aquella persona o personas afectadas por el ilícito penal que no presentan
ningún tipo de nexo causal entre ellas o presentándolo no ostentan el grado de
representatividad; el grado de culpabilidad de la víctima es 0% y del delincuente
100%. Dentro de estas distinguimos 4 hipótesis. El criterio que vamos a seguir
para delimitar estas categorías es el grado de responsabilidad de la víctima
sobre el hecho criminal:
-Víctima inocente es aquella cuyo grado de culpabilidad sobre el hecho ilícito es nulo,
hablamos de casos en los que el victimario escoge libremente a su víctima sin
que esta tenga conocimiento de su futuro estado; un robo en la calle.
Dentro de estas
distinguimos tres hipótesis:
- Víctima especialmente vulnerable. La
circunscribimos a aquellos grupos sociales que revisten caracteres exógenos o
endógenos que los hacen fácilmente victimizables, siendo, por tanto, su índice
de victimización mayor que el resto de sujetos. En el delito de violación seria
víctima especialmente vulnerable una mujer joven de 18 a 30 años. En la
violencia doméstica serian ancianos, niños y mujeres.
- Víctima inocente accidental. Sería
aquella cuya victimización se produce por causa o fuerza mayor, lo habitual en
estos casos es que el sujeto activo no sea una persona física, sino que mas
bien, estas situaciones provienen de hechos donde no hay intervención humana.
Lo encontramos en los desastres naturales, ataques de animales. ¿Podría darse
el caso fortuito producido por otra persona? Accidente de tráfico en el que el
conductor ha llevado todas las precauciones necesarias. También, por ejemplo,
en un lugar de caza un cazador dispara a una persona al confundirla con la
presa.
-Víctima común. Es la mas fácil de las
tres por cuanto incluye a todos aquellos sujetos victimizados que no reúnen ni
la consideración de especialmente vulnerable ni la de accidental, es decir, la
víctima común la obtendremos eliminando las hipótesis anteriores, si no
especialmente vulnerable ni accidental, será común. Ejemplo: En el delito de
violencia domestica la víctima común será el hombre, hemos descartado a
mujeres, ancianos y niños.
-Víctima voluntaria: la entendemos como aquellas personas que se ofrece como sujeto
pasivo en la comisión de un delito. Se caracteriza por el carácter voluntario y
libre que manifiesta en su actuación, es decir, tiene que haber un pacto o
acuerdo entre el sujeto activo y el sujeto pasivo, en ese sentido el grado de
responsabilidad de víctima y delincuente es del 50% para cada uno. Recordemos al sujeto alemán que puso un
anuncio en internet de que se quería comer a alguien y el sujeto pasivo
respondió.
-Víctima
provocativa: englobaría aquellos supuestos en los que la víctima incita al
sujeto activo a cometer la conducta delictiva, sería un supuesto muy próximo a
la voluntaria donde el sujeto provoca hasta que el otro desarrolla la conducta
criminal, el grado de culpabilidad del delincuente sería del 25% y de la víctima
75%. ¿Cómo diferenciamos la víctima voluntaria de la provocativa? En la
provocación.
-Víctima culpable:
es aquella en la que la víctima presenta un 100 % de responsabilidad en cuanto el hecho criminal mientras que
el delincuente no presenta responsabilidad alguna; aquí tenemos un intercambio
de roles, la víctima pasa a ser delincuente y el delincuente víctima; el
resultado en los casos reales es que el delincuente sea absuelto. Tomemos el
ejemplo de que un sujeto se lanza a la calzada para ser atropellado y cobrar
una indemnización.
-Víctima colectiva. Se tienen que dar dos elementos esenciales: representativas, y nexo
causal. La representatividad, tienen que verse afectados la mitad más uno de
los integrantes del grupo. El segundo requisito, el nexo causal: entre los
integrantes del grupo tiene que haber un elemento identificativo común; ser
hombres, morenos, ser alumnos, estar en un lugar.
Hay dos tipologías dentro de la víctima colectiva: la difusa y la propiamente dicha. La difusa nos sirve para cuando no se sabe el
número concreto de sujetos afectados. Son los delitos contra el medio ambiente,
humos, no pudiendo determinar las víctimas de esos hechos. La propiamente
dicha, si se puede realizar la victimización de forma concreta.
Factor victimal.
Aquellos factores que favorecen la victimización, es decir, las
condiciones o situaciones de un individuo que lo hacen proclives a convertirse
en víctima. Hay que tener en cuenta que una cosa es factor criminógeno y otra
es causa, el factor es un elemento que facilita la victimización y la causa es
lo que produce la victimización. Se va a distinguir entre los factores exógenos
y endógenos, es un criterio mayoritario pero hay otros que abogan por otros
criterios. Entre ellos, Gullota que habla de factores innatos y adquiridos o,
desde una perspectiva temporal, de factores permanentes o temporales.
Ramírez habla de tres grupos: Predisposiciones biofisiológicas: edad,
sexo, raza y estado físico. Predisposiciones sociales: profesión, status
social, condiciones económicas y condiciones de vida. Y por último,
predisposiciones psicológicas, desviaciones sexuales, estados psicopatológicos
y rasgos de carácter.
Factores endógenos
Son aquellos propios del individuo en tanto quedan implícitos en la
persona, en principio son factores inalterables que no pueden modificarse por
causa externas al individuo. Dentro de éstos, las clases más importantes son:
biológicos, la edad, el sexo, la raza, factores psicológicos-psiquiatricos,
proceso cognitivo y esfera volitiva.
1. Biológico. El individuo
débil, tanto en el reino animal como entre los hombres, es aquel que
probablemente será víctima de un ataque. Algunos como los menores y los
ancianos son débiles en lo físico. Las personas enfermas, los ancianos, los
menores, los sujetos con alguna discapacidad, son fácilmente más victimizables
que el grupo de iguales.
2. Edad. Habría que
delimitar que grupos de edad tienen una mayor tasa de victimización sobre el
delito concreto, no obstante aquí pueden existir sesgos y es que hay
determinados delitos donde hay víctimas de una determinada edad pero no se
pueden cuantificar por no haber realizado la denuncia. Es un factor que se debe
tener presente en cualquier tipo de delito.
3. Sexo. Hay determinadas
tipologías delictivas en las que existe primacía victimal según el género.
4. Debe tenerse en
consideración sobre todo en tipologías delictivas de naturaleza violenta, sobre
todo en el ámbito callejero o urbano, donde detrás de la agresión subyacen
elementos o motivaciones xenófobas.
5. Factores
psicológicos-psiquiátricos. Algunos autores hablan de supuestos de
depresión, estados fóbicos, etc., que se dan en la víctima. Otros autores
hablan específicamente del alcoholismo de la víctima como factor ha tener en
consideración.
Factores exógenos.
Son aquellos que se encuentran fuera del individuo. Estos factores son
modificables, son mutables, entre los tipos de factores más comunes o con mayor
aceptación son:
1. Estado civil.
Determinados por el estado civil de la victima y si ha tenido este relación con
su victimización.
2. Nivel económico. Debemos
de observarlo tanto por exceso como por defecto, es decir, según la tipología
delictiva concreta habrá una incidencia distinta de este factor tanto por
arriba como por abajo -tanto para el que posee solvencia económica como para el
que no la tiene-.
3. Procedencia. Se suele
asociar a extranjería o nacional, pero a los efectos victimológicos debemos
identificarla más con la raza que con lo anterior.
4. Profesión. Existen
determinadas profesiones que sufren una mayor tasa de victimización según el
tipo de delito. Véanse los joyeros son victimas de robos, empleados de
gasolineras, taxistas.
5. Espacio y tiempo victimales.
Todo delito se desarrolla siempre en una zona concreta y en un tiempo
determinado.
6. Otros. Escolaridad,
familia, estatus social
Relaciones
víctima-victimario
Determinar relaciones entre la víctima y el victimario y los elementos
a tener en cuenta. Esta relación va aportar información relevante del hecho,
cuanto mejor se entienda el punto de encuentro entre ellos, habrá más
información sobre la génesis del hecho.
Se hace preciso realizar una distinción
entre pareja penal y pareja criminal. En la primera, tenemos a delincuente/víctima;
Sujeto activo/pasivo; Victimario/víctima. Y en la pareja criminal: dos victimarios, dos delincuentes, dos sujetos
activos.
Una pareja criminal se puede convertir en una pareja criminal;
pensemos en el síndrome de Estocolmo,
en el que el secuestrado se pone de lado del secuestrador, en este caso se
produciría el cambio de penal en criminal. Más frecuente es el caso contrario,
que una pareja criminal se pueda convertir en penal. Por ejemplo, dos
delincuentes que roban un banco y uno de ellos coge el dinero y le dispara a su
compañero, dándose a la fuga.
También se hace necesario realizar una distinción entre víctima y
criminal. Se analizan las siguientes variables:
Conocimiento o desconocimiento, se pueden dar las siguientes
hipótesis:
- Víctima conoce al
delincuente y éste conoce a la víctima, ejemplo: Malos tratos.
- Víctima conoce al
delincuente y éste desconoce a la víctima, ejemplo: Un sujeto se echa encima de
un coche de un famoso al pasar éste para
cobrar una indemnización.
- Víctima desconoce al
delincuente y éste conoce a la víctima
- Víctima y
delincuente no se conocen.
Hay que determinar el
grado de conocimiento
1. Actitud: atracción, rechazo e indiferencia. Con estas se mide la
intensidad o gravedad del hecho criminal; se pueden dar las siguientes
hipótesis:
• Delincuente: A A A I I I R R R
• Víctima: A R I A R I A R I
Para hablar de estas hipótesis se tienen que conocer.
-La atracción es un
sentimiento positivo entre la pareja penal.
-La indiferencia es un
estado emocional neutro, no hay sentimiento ni positivo ni negativo.
-El rechazo daría
origen a un sentimiento violento e indiscriminado hacia la otra parte.
Si conjugamos las variables, la hipótesis en la que agresión es más
leve es cuando hay atracción entre ambas. El caso en la que la agresión es más
fuerte es cuando hay rechazo entre ambos. Otro peligroso es cuando el
delincuente hay rechazo hacía la víctima y la víctima siente atracción. Los
supuestos más difíciles de encuadrar son los que hay indiferencia. La celotipia
se puede encuadrar de la hipótesis en el que el delincuente siente atracción y
la víctima rechazo.
Percepción del criminal
por su víctima.
En este sentido no se puede establecer reglas genéricas para medir
semejante percepción, en tanto va a depender del tipo de delito y de la
relación existente entre ambos. Hay una investigación
de Rodríguez Manzanera en la que medía con carácter general los
sentimientos de la víctima hacía el criminal. Los principales sentimientos son:
27% coraje o rabia frente a un 14% de temor. Otras investigaciones cifran el
sentimiento de coraje o de rabia en torno al 49% frente a un 16% de temor. No
hay parámetros generales, no se puede establecer sentimientos comunes sino que
hay que individualizarlo según el tipo de delito y la relación existente entre
ambos, en consecuencia lo más útil es acotar estas variables y según estas se
podrá determinar en que momento de la relación delictiva se encuentran.
Percepción de la
víctima por el criminal.
Esta percepción va a depender mucho del tipo de delito y de la
relación entre victimario y víctima dentro las variables conocimiento
desconocimiento.
Hay que hacer constar que en determinados delitos el victimario no
percibe a la víctima como persona sino, más bien, como un simple objeto. Así,
si el agresor conoce a la víctima lo habitual es que actúe sobre ella
infravalorándola y cuando es desconocida normalmente el sujeto actúa bajo el
estímulo de drogas o alcohol para silenciar así, en cierto sentido, su propia
conciencia y una vez que comete el ilícito, el sujeto trata de distanciarse
afectivamente de la víctima llegando incluso a considerarla como culpable.
Violencia/ agresión y violencia/castigo.
Estos dos tipos de violencia fueron estudiados y señalados por
Perronne y Nannini según la percepción que tenga el maltratador sobre su
víctima.
1.Violencia/agresión.
Se da cuando el victimario descarga su ira contra la víctima sin
ningún tipo de causa.
2. Violencia/castigo.
Parte de una desigual relación en la que el victimario pretende con su acción
"corregir" a la víctima.
La primera parte de
una motivación subjetiva ya que el agresor actúa por el mero hecho de ocasionar
un mal a la víctima. En el segundo, intenta corregir determinadas faltas que
cree ver en la víctima -es lo que viene
a conocerse como violencia educativa-.
Las variables de atracción(A), de rechazo (R) o de indiferencia (I)
tienen aquí su importancia a la hora de medir la intensidad de la agresión.
Similitudes entre el
criminal y la víctima.
El punto de partida es la formulación de una hipótesis para poder
determinar si tanto víctima como victimario reúnen semejanzas en ciertos
delitos y, para ello, va a jugar un importante papel la edad de la víctima.
Esta hipótesis será afirmativa en los supuestos de víctimas jóvenes - sujetos
mayores entre 18 y 30 años-.
La regla general de partida es correlacionar víctima joven y
delincuente joven en un mismo estrato socioeconómico y de cercanía geográfica.
En los E.E.UU, México y Australia se ha verificado empíricamente esta hipótesis
y se ha demostrado la correlación que existe sobre la variable edad en relación
con el sexo, nivel socioeconómico, estado civil, etc., y las agresiones
violentas por parte de jóvenes delincuentes sobre jóvenes víctimas.
Rodríguez Manzanera habla de ciertos caracteres comunes entre víctima
y criminal asociados a ciertos patrones de conducta y actividades que pueden
influir en la generación de actos violentos tanto desde el punto de vista de la
delincuencia como de la victimización.
En concreto, refiere el siguiente esquema:
Características entre agresor/víctima. Edad. sexo, estado civil ,etc.
-Propensión a correr
riesgos.
-Propensión al
alcohol, drogas, etc.
-Propensión a la
violencia.
Estos tres elementos son factores que pueden determinar la generación
tanto de víctimas como de delincuentes según el tipo de delito de que se trate.
Son hipótesis que hay que investigar en profundidad y, aunque en algunos países
se ha demostrado su validez empírica, en otros, sin embargo, no se han llegado
a completar estos análisis -en España no se han verificado -.
Iter Victimae.
El iter criminis es lo que define como el itinerario del delito.
Consta de dos fases hasta el agotamiento del delito, son:
1. La fase interna que
se produce en el interior del sujeto, por lo que el derecho penal no va a
actuar sobre esa esfera, por cuanto los pensamientos no son punibles.
2. La fase externa que
es la que sí interesa al derecho penal porque comprende la manifestación
externa de la voluntad del sujeto, comprende los actos conducentes a la
consumación o al agotamiento del delito.
El iter victimae se define como el itinerario victimal, es decir, el
camino que sigue la víctima hasta ser víctimizada. Desde una perspectiva
criminológica, todo delito lleva consigo un iter criminis y un iter victimae y
ambos conforman la realización del delito. Sin embargo, desde la perspectiva de
la victimología interesa el iter victimae porque son los pasos que sigue la
víctima hasta ser victimizada.
Para explicar la relación existente entre victima y delincuente, se
recurre a unos esquemas de Rodríguez Manzanera que ayudan a entender la
relación entre víctima y criminal:
Partimos de 3 hipótesis:
A. Tenemos un
delincuente, junto a el, una víctima. El delincuente inicia el iter criminis,
la víctima inicia, otro camino, el iter victimae. El delito estaría en el punto
donde confluyen. El camino de ambos no finaliza en el delito, sino continúa a
través de la denuncia, proceso penal.
B. Atendiendo al
delito, por ejemplo: el homicidio, el iter victimae finaliza con su muerte,
mientras que el iter criminis continúa con el proceso penal.
C. El supuesto de la
pareja penal que se convierte en pareja criminal: en un primer momento
existiría un iter criminal, que se transformaría en doble, tras el cambio de
rol de la víctima.
Sujetos especialmente vulnerables. Los niños
Concepto.
Según la
Convención sobre los Derechos Humanos de las Naciones Unidas podemos definir el
maltrato infantil como: "Toda violencia, perjuicio o abuso físico o
mental, así como cualquier descuido o trato negligente, malos tratos o
explotación, producido mientras el niño se encuentre bajo la custodia de sus
padres o de cualquiera otra persona que lo tenga a su cargo".
La
definición que nosotros daremos es la siguiente: "Toda aquella acción u
omisión consistente en poner en peligro la salud física o mental o la seguridad
de un menor de 18 años por parte de sus familiares o personas responsables de
su cuidado".
De la
definición podemos recoger tres características:
1ª Se
puede llevar a cabo por "acción u omisión".
2ª Ha de
ejercerse sobre "menores de 18 años".
3ª Ha de
producirse necesariamente en el "ámbito familiar" -aunque, por la
reforma del art.173/2 del Código penal de 1995,se extiende también a centros públicos
y privados-.
En
nuestro trabajo, nosotros nos vamos a centrar exclusivamente en el ámbito
familiar: padres, madres, tutores, cuidadores, etc.
Clases de maltrato.
La
tipología del maltrato infantil es muy diversa y nosotros nos limitaremos a
destacar seis:
1° Maltrato físico. Que definiremos como
"aquella acción u omisión llevada a cabo por los padres o personas a cargo
del niño que lleve aparejado un daño físico o enfermedad". Las lesiones
más comunes son contusiones -presentadas en la cabeza o en la cara y, en menor
medida también en la piel o en áreas óseas como en el húmero y en el fémur-;
las heridas, a través de cuerpos
cortantes, punzantes y contusos. Son muy frecuentes las laceraciones del labio
superior con desgarro del frenillo y la alopecia por arrancamiento; las quemaduras, las más frecuentes se producen
por derramamiento de líquidos, escaldadura en pies y las ocasionadas con planchas
y cigarrillos.
Existen también otros
supuestos menos frecuentes pero no por ello carentes de gravedad, como las lesiones esqueléticas: fracturas en la
cabeza, especialmente en el cráneo y huesos de la nariz, y fracturas en las
extremidades, y las lesiones físicas viscerales: lesiones
abdominales, roturas de hígado bazo, intestino, lesiones musculares.
2° Maltrato psíquico. Se asemejan al que padecen
las mujeres maltratadas con la dificultad de que al producirse con menores se
complica mucho el que salgan a la luz.
Los más
frecuentes son las amenazas que
se caracterizan por la producción de temores en el menor, la imposibilidad de
que este pueda conciliar el sueño e incluso la exposición al frío; y el abandono emocional, definido por la
doctrina como "ausencia total de cariño hacia el menor que poco a poco
puede generarle graves trastornos y le puede abocar a comportamientos
delictivos donde él sea sujeto activo o pasivo de los mismos.
3° Maltrato sexual. Lo lleva a cabo alguno de
los padres o responsables y se orienta normalmente a obtener placer sexual. Las
lesiones que pueden producirse mediante estos maltratos pueden ser leves o
mínimas, como casos de vulvo-vaginitis o ligeras erosiones por tocamientos, y
graves, que producen verdaderos desgarros del himen o los anales.
Las
conductas más habituales van desde el contacto sin penetración, tales como
masturbaciones, tocamientos, frotamientos… hasta penetraciones por vía vaginal
o anal, contacto bucal/genital o, incluso, la ausencia de todo contacto -supuestos
de pornografía, voyeurismo, etc.
4° Intoxicación, envenenamiento o drogadicción. Se
pretende en estos supuestos una disminución del nivel de conciencia del niño.
En otros casos se persigue mantener dormido al menor, sobre todo en situaciones
de mendicidad y otras veces, para que se quede quieto. Las sustancias más
utilizadas son los fármacos y la ingesta de determinados gases.
5° Negligencia o abandono. Podemos observarlo por
situaciones de falta de higiene, malnutrición, ropas inadecuadas, etc.
6° Síndrome de Munchausen por poderes. Se
refiere a aquellos casos de madres que hacen enfermar a sus hijos para ejercer
un control total sobre los mismos. Podemos definir este síndrome como: "La
descripción de hechos falsos o provocación de síntomas de enfermedad por parte
de los padres o personas al cuidado del menor con el único fin de crear un
proceso de diagnóstico y atención médica continuado".
El síndrome
de Munchausen por poderes se
manifiesta en cuatro fases:
- Primera fase: aparición de signos o
síntomas producidos o alegados por algún miembro de la familia del menor.
- Segunda fase: sometimiento del menor a
las pruebas tendentes a obtener un diagnóstico.
- Tercera fase: supuesto desconocimiento
por parte del perpetrador de la causa de la supuesta enfermedad del menor.
- Cuarta fase: desaparición de los
síntomas en el momento en que el niño es separado del sujeto que lo ha
perpetrado.
Los
supuestos más típicos de este tipo de maltrato pueden ir desde síntomas
inventados a falsificación de muestras biológicas o administración de fármacos
al menor -en los casos de hiperglucemia acude al médico y éste le manda algún
tipo de análisis que, generalmente, es manipulado añadiéndole alguna sustancia
para tergiversar sus resultados y el propio diagnóstico de la enfermedad-.
Existe
una investigación realizada por Meadow
en la que se confirma que la madre es la causante de este tipo de maltrato en
un 95% de los casos. En general,
suelen ser madres sobreprotectoras y muy temerosas de lo que pueda ocurrirle a
sus hijos pequeños.
Mediante
un gráfico estadístico sobre un estudio del maltrato infantil realizado por el
Instituto Madrileño del Menor y la Familia, se pudo comprobar que de cuatro
tipos de maltrato a analizar el más utilizado fue el físico, 262 casos, seguido
del abandono o negligencia, 250, a continuación el maltrato sexual, 192, y, por
último, el emocional, con 169. El porcentaje de maltratos por sexo es muy
similar si exceptuamos el de índole sexual que es más elevado en las niñas.
Factores de riesgo.
Se
pueden definir como aquellos factores que incrementan la probabilidad del
maltrato sobre el menor. En este sentido, vamos a clasificar las siguientes
categorías atendiendo a:
a) La edad. Se ha comprobado
empíricamente que conforme va creciendo el menor la probabilidad del maltrato
va decreciendo; de una encuesta del Instituto Madrileño del Menor y la Familia
se comprobó como sobre una muestra poblacional de 597 menores los más
maltratados estaban en los limites cronológicos que van de 0 a 3 años; les
seguían los de edades comprendidas entre los 4 a 7 años, a continuación de 8 a
11 años, después de 12 a 15 y, por último, los de 16 a 18 años.
Una vez
analizada la edad del menor pasamos a estudiar otras variables de riesgo:
1° Asociados a los padres. Como la historia de malos
tratos, falta de afecto, desestructuración familiar, la infancia de los padres.
También hay que hacer un estudio sobre otras variables de riesgo de los padres,
como deficiencia mental e inestabilidad emocional, falta de autocontrol y baja
tolerancia a la frustración, desconocimiento del rol parental y aislamiento
social, alcoholismo, drogas, prostitución y delincuencia.
2° Asociados a los niños. Discapacidades, minusvalías
físicas y defectos congénitos, problemas de salud crónicos, hiperactividad y
oposicionismo, prematuridad y bajo peso al nacer.
3° Asociados al nivel socio-económico y cultural. Situaciones
de paro e inestabilidad laboral, pobreza, falta de vivienda o vivienda
insuficiente, exceso de vida social, exceso de trabajo y falta de una adecuada
red de apoyo social.
4° Asociados a la estructura familiar. Número
de hijos, desestructuración familiar, paternidad adolescente, familia numerosa,
padres separados o divorciados, exceso de disciplina, falta de normas
educativas, etc.
b) El perfil del menor maltratado. Se
trataría de un niño varón no deseado, menor de 3 años que padece algún tipo de
retraso mental o anomalía física y que, generalmente, convive con sus padres
quienes no están preparados para la paternidad o suelen ser un padre o una
madre no biológicos).
Importancia de la actuación médica en la detección
del maltrato: interposición de la denuncia.
Es un
tema muy complejo y de difícil solución, entre otras causas porque el menor no
puede acudir por sí mismo a un centro hospitalario y, cuando lo hace irá
siempre acompañado de un adulto que normalmente será su maltratador. De aquí
que el papel del médico sea esencial, ya que es la única instancia capaz de
detectar la situación de maltrato una vez que examina o explora al menor.
Normalmente, estas situaciones son detectadas por una serie de indicios o
evidencias como:
1° La actitud del niño. Al observar si se muestra
receloso o temeroso, si manifiesta miedo por las personas mayores, si se alegra
al ver al personal sanitario porque lo asocia con aquellas personas que lo van
a curar y ayudar, etc.
2° Si se da algún tipo de lesión característica de
los maltratos; quemaduras, hematomas, desgarros musculares, alopecia
por arrancamiento, etc.
3° Si aparecen evidencias de violencia múltiple; esto
es, si el niño presenta varías lesiones.
4° Si existe discordancia: entre las declaraciones
dadas por los padres o cuidadores y la lesión encontrada.
5° Si se aprecia falta de cuidados médicos
habituales como vacunas, revisiones médicas periódicas,
reincidencia en los accidentes provocados. En todo caso, la mejor medida a
adoptar es la separación del menor para obtener la mayor información posible.
Según un
estudio del Instituto Madrileño mencionado anteriormente sobre niños atendidos
hospitalariamente durante los años 1999, 350, a
2000, 320, del total de 670 menores
atendidos se tenía sospecha de maltrato en un 69% de los casos y era evidente
en un 31%.
Repercusiones del maltrato en el niño
En
principio, no se pueden determinar específicamente las repercusiones que pueden
tener en los menores estas situaciones de maltrato pero si pomos hacer una
aproximación muy genérica. Por ello, distinguiremos entre acciones inmediatas
al maltrato y secuelas propiamente dichas. Las primeras son instantáneas al
acto violento y las segundas un poco más alejadas en el tiempo. La secuencia de
las secuelas se darán según variables de proporcionalidad de la violencia y de
la relación que exista entre la víctima y su agresor. Podemos clasificar tres
grupos de secuelas:
1° Emocionales. Producen trastornos depresivos,
autoestima baja, miedos y angustias, trastornos de conducta e, incluso, pesadillas
y terrores nocturnos. Hay autores como A. Galitó, que dice incluso pueden
llegar al suicidio, aunque esto no está muy claro por la corta edad de la
víctima.
2° De naturaleza cognitiva. Afectan al rendimiento
académico, producen retrasos en habilidades lingüisticas, trastornos escolares,
etc.
3° De naturaleza social. Se demuestra principalmente con dosis
inusuales de agresividad.
Sujetos especialmente vulnerables. Los ancianos.
Concepto.
En principio se han dado muchas conceptuaciones
sobre qué es un anciano. Para las Naciones Unidas anciano es: "toda
persona mayor de 60 años''. Para la Unión Europea anciano es: "toda
persona mayor de 65 años". Existe incluso alguna referencia a lo que se
viene en llamar la "cuarta edad", es decir, engloban a aquellas
personas mayores de 80 años. Seguiremos la definición de maltrato a ancianos
que hace la American Medical
Association: "Aquella acción u omisión realizada dentro del ámbito
familiar que lleva como resultado un daño o amenaza de daño para la salud o
bienestar de una persona mayor"
Tipologías.
Antes de hacer una clasificación de las diversas
tipologías hay que partir según sean entendidas en forma positiva o negativa.
La más importante es la opción positiva.
1ª Opción positiva: dentro
de este punto de vista destacamos la siguiente tipología:
Maltrato
físico. Toda acción u omisión llevada a cabo por un miembro de la familia cuyo
resultado produce un daño físico en el anciano; contusiones, alopecia
traumática, quemaduras, pérdida o fractura de piezas dentales, lesiones esqueléticas,
etc.
Maltrato psíquico. Amenazas o actitudes que
provoquen en el anciano determinados temores, del orden de que le van a dejar
solo o que no le van a ayudar nada, o incluso de que tendrá que valerse por sí
mismo.
Abuso
económico. Referido a acciones encaminadas a regir o apoderarse de los
bienes del anciano para lograr su administración.
Abuso sexual. Acciones dirigidas a
mantener o provocar situaciones de abuso sexual con el anciano, incluyéndose
los supuestos de pornografía.
Abandono o negligencia. Relacionado con el maltrato
físico o psíquico; podemos citar no satisfacer las necesidades básicas del
anciano, malnutrición, falta de higiene,
llevar ropas inadecuadas, etc.
Intoxicación. Referido anteriormente respecto al
maltrato infantil, con la agravante de que al ser personas de edad avanzada
pueden causar lesiones irreversibles en su salud.
Restricciones en sus derechos básicos. Pueden
afectar a su capacidad de movimiento, a su control económico, etc.
2ª Opción negativa
Se refiere a determinar cuales son los principios
fundamentales que deben regir la vida de las personas mayores. Cuando estos
principios no se respeten, entendemos que se ha llegado a una situación de
maltrato.
Principios básicos.
Independencia; Tener libre acceso a la
vivienda, alimentación, a ropas adecuadas, etc.
Participación. Plena integración social.
Cuidados. Pleno acceso a la atención
clínica y sanitaria.
Autorrealización. Acceso a los recursos
educativos, espirituales, culturales, recreativos, etc.
Vivir sin tratos degradantes o vejatorios y con
una cierta seguridad.
Perfiles víctima/
Victimario.
Perfil de la Víctima
En general se trata de una persona mayor de 65
años, viudo/a, que convive con algún descendiente y padece de algún tipo de
enfermedad o trastorno por lo que necesita de la atención de su cuidador. Suele
presentar algún tipo de problema funcional como, incontinencia, agitación
nocturna, etc., agravándose esta situación si sufre aislamiento social y carece
de amistades o de conocidos.
Perfil del agresor.
El victimario guarda parentesco con la víctima y,
normalmente, suele ser un hijo aunque no hay que descartar a los nietos. Es un
sujeto que no es capaz de prestarle las atenciones precisas y no tolera bien
cualquier pretensión o reivindicación del anciano, es decir, no es capaz de
asumir sus obligaciones para con el familiar.
Otro rasgo es que suele guardar una dependencia,
normalmente económica o de vivienda, con el anciano. Es agresivo y pierde
fácilmente el control por no saber afrontar pacíficamente los problemas. Es muy
posible que tenga problemas laborales o se haya separado de su pareja.
Factores de riesgo.
Actuación médica en el maltrato de ancianos.
Factores de riesgo
Podemos describir dos tipos de factores:
-Individuales. Dirigidos
tanto a la víctima como a su cuidador, produciendo un deterioro funcional del
anciano, una alteración de sus funciones cognitivas, aislamiento social - estudio
de las características del cuidador, si es agresivo, nervioso….-, convivencia
en el propio domicilio por acuerdo propio,
-Familiares. Lo que
se pueda derivar de la propia relación.
Actuación
médica.
La intervención médica es muy similar a la del
menor maltratado, puesto que no acuden solos y van acompañados casi siempre de
una persona que suele ser el propio agresor.
Indicios.
-El intervalo de tiempo desde que se produjo la
agresión hasta que acude al facultativo.
- Si los hechos relatados difieren y se
crean contradicciones.
-Si existen incongruencias entre la naturaleza de la
explicación y la lesión ocasionada.
-Si se aprecia falta de higiene,
malnutrición u otras manifestaciones similares.
-Cualquier otro tipo de indicio directo como
alopecia, quemaduras hematomas que pueda apreciar el médico.
Estudios de género.
Introducción.
Hay varias razones por las que se presenta como imprescindible la
perspectiva de género para entender la violencia. La fundamental es que
posibilita superar una vieja dicotomía: la atribución excluyente de las causas
de la violencia, o bien a los instintos del hombre, o bien a la sociedad y sus
injusticias. La vieja polémica entre biologicistas
y ambientalistas reducida a su
expresión más vulgar: el hombre es bueno y la sociedad lo malea, o bien,
la sociedad es buena y el hombre es malo por naturaleza.
Los estudios de género están contribuyendo a identificar una
cierta violencia que se manifiesta en lo cotidiano de las relaciones, y que,
por lo tanto, permanece o ha permanecido invisible. La precipitación de esta disciplina surge de la confluencia de
corrientes tan importantes como el pensamiento
feminista, el psicoanálisis y el pensamiento posmoderno.
Otro elemento importante a destacar es que la categoría de género,
no se propone como explicación única, ni última, del fenómeno de la violencia.
No pretende ser el único determinante, aunque a veces pueda ser el más
influyente de los condicionamientos, como podemos ver en la que se ha dado en
llamar violencia doméstica o familiar.
Para Mabel Burin, una
estudiosa del género, apunta que : “Los
estudios de género aspiran a ofrecer nuevas construcciones de sentido para que
hombres y mujeres perciban su masculinidad y su feminidad, y reconstruyan los
vínculos entre ambos en términos que no sean los tradicionales opresivos y
discriminatorios”.
Los estudios de género abordan un campo de la realidad complejo,
sobre el que influyen muchos factores; campo que sufre una fuerte mixtificación
al dedicarse a investigar un asunto tan
complejo, y de tanta trascendencia social, como son las relaciones de pareja y
las relaciones filiales. En ambos casos parecería que el amor es el elemento
clave para definir las relaciones, dentro de la moral occidental en que
vivimos, con sus componentes tanto religiosos como laicos.
Jessica
Benjamin sostiene la tesis: los
vínculos originales entre los seres humanos, son vínculos amorosos, sin
embargo, han sido usurpados fundamentalmente por el ansia de poder, sea en
términos de dominación o de sometimiento. Dicha autora aboga por la necesidad de recuperar esos
vínculos originales, ahora secuestrados en beneficio de prácticas ligadas al
poder.
J, Benjamin emprende, junto con otras autoras, un análisis de las
relaciones de dominación, lo cual produce
un choque para la conciencia. Este análisis de las relaciones genera
resistencias en muchos sectores, porque no trata de establecer una
psicopatología del maltratador, no se busca una historia infantil de violencia,
abandono y malos tratos a la cual atribuir la responsabilidad de esta lacra
social. Se trata de pensar la violencia, la dominación, el abuso, y la negación
de la dignidad del otro –la mujer por lo general –, como parte insoslayable de
las relaciones sociales, pero no como un efecto indeseado o imponderable, sino
como un eje articulador de las mismas.
Las resistencias a entender la violencia como elemento clave de
las relaciones humanas, confluyen principalmente en dos discursos: El primero
trata de psiquiatrizar el problema, no tanto para tratarlo, de hecho la
psiquiatría ortodoxa no ofrece ninguna alternativa de tratamiento, a partir del
abandono en el siglo XIX del
denominado Tratamiento Moral de la Locura. Más bien responde a un intento de
excluir el problema a los márgenes de la sociedad, con su consiguiente efecto
tranquilizador, dejando claro que eso les ocurre a otros. Aquellos que emplean
la violencia, los malos tratos, las vejaciones, los abusos, la dominación en
sus relaciones, son otros, están afectados por una enfermedad mental. Los
beneficios que se obtienen con esa operación son diversos; de un lado se
tranquiliza la conciencia, del otro se aleja el problema; serán necesarios
diagnósticos específicos, unidades de tratamiento, instituciones que se ocupen
de esos alienados. El auge actual de los estudios y los expertos en psicopatías
llama poderosamente la atención. La medicina legal y forense, la criminología
adquieren un protagonismo social impensado hace pocos años. Proliferan los
estudios sobre la personalidad y el perfil del psicópata, y eso parece que nos
tranquiliza, que reduce la “alarma social”.
La indignación y la descalificación moral de los sujetos
violentos, de los maltratadores, de los violadores, el rechazo social, y el
castigo a través de los mecanismos de la justicia. Indignación y
descalificación que plantean una contradicción con la anterior consideración
del sujeto como un enfermo. Sin embargo, esa contradicción no parece ser un
problema, más bien parece una contradicción interesada. Similares ambigüedades
se producen en torno al estudio de las drogodependencias. En cualquier caso, el
rechazo moral, la legítima defensa de la sociedad frente a las transgresiones,
no debería impedir el estudio, el análisis de la violencia de género, esa
violencia invisible pero constante y diseminada en las relaciones sociales. Parece
obvio que necesitamos de esa investigación para poder encarar con mejores
esperanzas que hasta hoy, cualquier propuesta de prevención de la violencia.
Plantear el problema en todas sus dimensiones implica decir que la
violencia de género infiltra los intercambios humanos, está instalada en el
corazón de la vida social. Desde la perspectiva de género, la dominación, la
descalificación del otro, su control, su sometimiento, es una necesidad
implícita para mantener un statu quo, un sistema de relaciones, un orden
social. La violencia no pone en peligro nuestro sistema social, porque forma
parte del mismo. Este orden social aludido
se ha dado en llamar cultura
patriarcal o falocentrismo.
El análisis de la cultura patriarcal o del falocentrismo realizado por pensadoras feministas, psicoanalistas
o estudiosos de género, le debe mucho al pensamiento de Jacques Derrida. Este filósofo francés proporciona elementos
fundamentales para el análisis, al mostrar como el pensamiento occidental
funciona de modo binario, de modo polarizado, de manera que cuando
aborda cualquier realidad social, lo hace privilegiando un elemento del
sistema, en detrimento del otro, que suele ser descalificado o minusvalorado.
Nuestra cultura es falocéntrica
porque privilegia los elementos masculinos sobre los femeninos. la tesis derridiana, es que lo privilegiado es la masculinidad,
por lo tanto el hombre también lo es, pero no de un modo absoluto, sino
solamente en tanto que represente y defienda los valores masculinos. Del mismo
modo, algunas mujeres pueden verse beneficiarse a título personal, siempre y
cuando asuman los valores masculinos del orden social. El acceso de la mujer a
determinadas parcelas institucionales y sociales no supone una subversión del
sistema, como mucho tiempo se pensó, porque su incorporación pasa
necesariamente por la asunción de valores, costumbres y estilos propios a la
masculinidad, pasa por la renuncia a determinados elementos de la feminidad. No
nos referimos aquí a la belleza, o al atractivo sexual, muy por el contrario,
hablamos de aquellos rasgos diferenciados característicos y tradicionales de la
feminidad, como puede ser la capacidad de cuidar, la tolerancia, la comprensión
del otro, la falta de agresividad... rasgos incompatibles con el desempeño de
ciertas responsabilidades sociales en el campo de la política, de la dirección
de empresas, de la judicatura, etc.
La violencia de género tiene una dimensión pública, visible, pero tiene también otra, de la cual
la anterior es sólo
. Esta segunda dimensión es menos visible pero más insidiosa, opera como pivote sobre el
cual se articulan las relaciones humanas. Podríamos llamarla violencia latente, es una violencia que no
produce rechazo porque no se percibe, y generalmente se esconde, se pretexta,
como necesidad de establecer diferencias sexuales claras- La introducción de
esas diferencias conlleva un ejercicio decisivo para la identidad de género,
que consiste en subrayar la preponderancia de la masculinidad, de determinados
valores masculinos, sobre la feminidad, y esto se transmite de modo insidioso y
sibilino para ambos sexos.
Hermenéutica.
Si partimos de lo histórico en cuanto al género, al lugar fijo,
imperativo, con el que se han tratado lo masculino y lo femenino, y que ha sido
invariante, entonces nos conviene hacernos valer con la hermenéutica, como algo
no cerrado, abierto, opuesto a la cosificación y al dogmatismo.
La hermenéutica tiene la notable ventaja de dar
cabida a la intersubjetividad, dando
vida incluso al texto escrito, favoreciendo distintas interpretaciones,
confrontando la obra con los diversos puntos de vista que se integran en el
acto mismo de interpretar, de conocer, de crear, de leer, de pensar. Conlleva la apertura del yo y de su producción hacia el
otro, pero no el otro generalizado sino el otro concreto. Sin embargo, para que
se produzca ese fenómeno de apertura e interpretación, deben darse ciertas
condiciones de base. No se puede ejercer la interpretación si no se conoce el
lenguaje del texto y si no se está familiarizado con el significado de los
símbolos o de los iconos; en definitiva, si no se pertenece a una determinada
cultura o no se comparten determinadas claves de socialización.
La hermenéutica está reñida con la pasividad, la objetualización, la cosificación, el
dogmatismo, el no tener derecho a la
palabra, el encerrarse en el silencio, el estrabismo de la mirada cercenada, la
ocultación y las falsas promesas de verdades imperecederas.
La hermenéutica nos da la posibilidad de ser
sujeto en relación con el otro y lo otro -aunque sea a través de un objeto
producido, ya sea un texto, discurso, obra de arte, etc.-, favoreciendo la
libertad de decisión y elección. Además desafía a la Ilustración, en tanto que
permite la huida de la tutela impuesta por la razón, el conocimiento y la
ciencia, dando cabida a las experiencias personales, subjetivas e intersubjetivas de cada hablante, de
cada autor, de cada intérprete, promoviendo un acto de apertura en el que se
hacen visibles los diversos elementos de comunicación que estructuran a los
hablantes y los procesos narrativos lingüísticos.
En
lo que respecta a los diversos elementos de la comunicación, debemos reconocer
que algunos por efecto de la tradición, la costumbre o por la concepción
transmitida por los sistemas de pensamiento de la modernidad, han sido
particularmente ocultados u oscurecidos hasta haberse vuelto invisibles. Entre
estos cabría mencionar la perspectiva de género dentro de las relaciones
sociales y la vida interna del sujeto. Y es aquí donde resulta conveniente
hablar de psicoanálisis y feminismo.
El primero, la
teoría psicoanalítica,
desveló los entresijos de la vida interna, haciendo tambalear el sólido
edificio de la modernidad construido sobre la diosa razón, a espaldas del
inconsciente, del mundo de los afectos, de los sentimientos de culpa, de
angustia, etc. La identidad del yo, conformada con sesgos diferentes según el
sexo, fue pensada por Freud desde nuevos parámetros que hacían articular un
mundo distinto de símbolos, que adquirían un significado relevante en la vida
de las personas.
El psicoanálisis es un pensamiento de la sospecha, del desvelamiento, que da pie a
una rica hermenéutica que permite explicar la posición de los distintos yoes -ahora autores, ahora intérpretes-
que actúan intersubjetivamente.
Sus sospechas y desvelamientos
estuvieron orientadas sobre todo a la
represión sexual ejercida sobre el individuo y obvió cualquier tipo de
suspicacia sobre significativos modos de relación social, entre ellos la
perspectiva de género, creando un mundo de valores sesgado desde la perspectiva patriarcal, en la
cual la figura simbólica del falo
configuraba la personalidad adulta.
Quizás algo tuvo que ver con el hecho de que Freud eligiera esa representación fálica como elemento básico de la
constitución femenina o masculina, el hecho de que el propio Freud fuera
varón. De hecho, psicoanalistas femeninas posteriores, cuando ejecutaron la
activa labor de intérpretes, la
hermenéutica, evidenciaron el sesgo
sexista del análisis del maestro y transvaloraron o invirtieron la simbología
freudiana, entronizando a la mujer,
simbólicamente representada en el acto
de la maternidad.
Es
innegable que este modelo de pensamiento ha sido el responsable de poner en
evidencia el peso que tiene la vida interna del sujeto para la construcción
social de la realidad.
El segundo
modelo, el feminismo,
es sin lugar a dudas el marco teórico que ha potenciado los análisis de género
poniendo de relieve como el sistema sexo-género
subyace a cualquier tipo de relación social. Al desvelar la carga socio-histórica y cultural que implica la división de las personas en las categorías
genéricas femenina y masculina, la teoría feminista abre sus puertas
hacia una nueva hermenéutica de la
sospecha, adiestrando a los intérpretes en las trampas de un lenguaje
sexista, no neutral, que infravalora
cultural y socialmente aquello que considera como natural del sexo femenino.
Podemos
convenir al psicoanálisis y al feminismo como una alianza de dos modelos hermenéuticos que se
complementan y enriquecen al desvelar el peso específico que tienen -como
elementos que estructuran los actos de habla y los procesos narrativos- la vida interna del sujeto y la perspectiva de género.
El
psicoanálisis como técnica hermenéutica no fue un descubrimiento casual ni
repentino por parte de Freud sino
que tuvo una larga génesis y desarrollo. Freud comenzó su práctica clínica
siguiendo un procedimiento totalmente directivo, como era la hipnosis ensayada
por Charcot para tratar a los pacientes con síntomas histéricos. Después de
aplicar durante algún tiempo ese procedimiento descubrió que era limitado
porque muchas personas no eran susceptibles de ser hipnotizadas, por lo que
ensayó nuevas técnicas hasta comenzar la “talking
cure” cuyo perfeccionamiento dará lugar a la técnica de la asociación libre, por medio de la que
descubrirá el inconsciente y comenzará su hermenéutica de la sospecha.
En
1900, con la publicación de la Interpretación de los Sueños Freud aparece ya como un experto explorador del
inconsciente, como un diestro hermeneuta capaz de descifrar enigmáticos mensajes de ocultas regiones del
psiquismo humano.
El
propio Freud abordará rectificaciones de la propia teoría y práctica hasta el
final de su vida, y serán algunos discípulos y continuadores de Freud los que
reanudarán una profunda transformación de la técnica psicoanalítica que la
alejará de la ortodoxia freudiana, como sucedió con Jung, Adler, Rank y Ferenczi. Otra línea heterodoxa será la
representada por E. Fromm y H. Hartmann, quienes convirtieron al psicoanálisis
en una especie de psicología adaptativa. Por su parte, J. Lacan ha dado un giro a la teoría freudiana al aplicar al
psicoanálisis conceptos lingüísticos como la noción de significante y
estructura.
Melanie Klein abrió un campo importante en sus
trabajos psicoanalíticos con niños, desarrollando
el camino para la indagación del importante papel que juega la madre en la vida del bebé y en el desarrollo de su
personalidad adulta.
La teoría de las
relaciones objetales
del yo fue continuada por la obras de Faribairn
y Winnicott. Este último avanzó el concepto de “relacionidad básica del yo”, en el que establece que la primera
relación de objeto del niño, la relación con su madre, es básica y fundamental
para la organización de su propia identidad.
Las
investigaciones de la teoría de las
relaciones de objeto, al subrayar la importancia primordial que tiene la
madre en la constitución de la subjetividad masculina o femenina, favorecieron la aproximación del
psicoanálisis a la teoría de sistemas de sexo-género,
llevada a cabo en nuestros días por varias psicoanalistas como Nancy Chodorow,
Jane Flax o Juliet Mitchell.
Freud introduce el papel de la
hermenéutica en la teoría de los
sueños.Se plantea el problema de que los sueños han de ser interpretados, entendidos, descifrados,
comprendidos, ya que en ellos el verdadero sentido del sueño se presenta de una
forma velada y encubierta.
Del contenido manifiesto al contenido latente. En el sueño ocurren una serie
de operaciones psicológicas, mediante las que el contenido latente,
originario, se transforma en el contenido manifiesto. Freud llama a esta
operación el trabajo del sueño. La
interpretación puede considerarse la inversión del trabajo original del sueño:
desde el contenido manifiesto recuperar el contenido latente. En el sueño esto
es posible porque el compromiso establecido entre el deseo inconsciente que
pugna por salir y la censura se debilita, permitiendo que el deseo se
manifieste, pero no como el deseo quisiera, sino de una forma mitigada,
censurada, deformada e irreconocible. Por lo tanto, el sueño se expresa por
medio de un lenguaje particular, en el que no rigen las reglas sintácticas sino
procesos de condensación, de desplazamiento, de eliminación, de simbolización, de censura psicológica.
Frente
a ese lenguaje peculiar, desconocido para el propio autor del sueño, la labor que le cabe al analista es la de
intérprete, la de “traducir al
lenguaje vulgar el idioma de los sueños”, la de desentrañar el texto
del contenido latente, revelando que las ideas en él expresadas no son
incoherentes ni absurdas, sino elementos plenamente significativos y llenos de
sentido.
Esta
labor de interpretación también la lleva a cabo Freud con los actos fallidos,
con los lapsus verbales, con los olvidos como pone de manifiesto en Psicopatología de la vida cotidiana. Por
supuesto también realiza esta labor hermenéutica con los procesos patológicos, con los síntomas neuróticos.
Otro
“texto” que utiliza el analista para
interpretar y desvelar los signos ocultos del analizado es la relación de
transferencia. La transferencia consiste, en palabras de Freud, “en
reediciones o productos facsímiles de los impulsos y fantasías que han de ser
despertados y hechos conscientes durante el desarrollo del análisis y que
entrañan como singularidad característica de su especie la sustitución de una
persona anterior por la persona del médico” .
Freud
en su práctica médica
constató que sus pacientes raramente recordaban la experiencia traumática
reprimida en el pasado, pero sin embargo intentaban repetir esa experiencia,
reproduciendo con él el mismo comportamiento que habían tenido con las personas
en las circunstancias causantes del conflicto. Freud incluso llegará a afirmar
que el paciente no sólo tiende a repetir la situación reprimida con el analista
sino también con otras personas de la vida actual, ya que la transferencia no
es más que un hecho particular de un fenómeno mucho más amplio que él denominó
compulsión a la repetición.
En
resumen, se puede considerar que para Freud la labor del analista consiste en
recomponer uno de los diversos juegos del lenguaje ordinario. En los juegos del
lenguaje ordinario, según Wittgenstein, las reglas de la gramática rigen la
relación de los símbolos lingüísticos entre si y la correspondencia o relación
con el que habla, con el gesto y con la expresión corporal, complementándose
entre si estas diversas funciones. Pero en los casos patológicos hay una
desconexión entre unas y otra, siendo necesario que el analista las coordine de
nuevo.
Paul Ricoeur se plantea en Hermenéutica y Psicoanálisis el
problema de si el psicoanálisis es una técnica y si por lo tanto se puede
reducir a las ciencias de la naturaleza, o si por el contrario tiene poco que
ver con ese tipo de saberes. Ante esta problemática responde que efectivamente
el psicoanálisis, en cierto sentido, es una técnica en cuanto que es una
técnica de tratamiento y en cuanto que es un oficio que se aprende y se enseña,
que requiere una didáctica y una deontología.
Pero el psicoanálisis no se inscribe en el mundo de las técnicas en tanto
técnicas de dominación de la naturaleza, pues no satisface los criterios de las
ciencias de observación, ya que hablando propiamente en el psicoanálisis no hay ni “hechos”, ni “leyes” ni
“teoría” en el sentido científico del término, sino que lo único que
existe es la “interpretación” de una historia. En este sentido no es una
ciencia de la naturaleza, ni es una rama de la técnica entendida como
dominación de la naturaleza o una técnica de adaptación, al estilo del
conductismo. Más bien se podría afirmar que es una no-técnica, ya que una
técnica de interpretación tiene mayor semejanza con la cuestión de Schleiermacher, de Dilthey, de
Jaspers, de Max Weber que con el behaviorismo.
El psicoanálisis
para Ricoeur
es una técnica, pero una técnica de la verdad, una técnica de interpretación,
de desenmascaramiento de las máscaras. Esa labor de desvelamiento llevada a
cabo por Freud es calificada por Ricoeur como una hermenéutica de la sospecha en la que también estarían
incluidos Nietzsche y Marx. Los tres como hermeneutas de la sospecha desconfían
de las ilusiones de la conciencia, proceden a su desmistificación y a descifrar
su verdadero sentido. Pero tal hermenéutica es calificada por Ricoeur como
parcial y de carácter reductivo por lo que debe completarse con otra
hermenéutica no de reducción sino de promoción de sentido, como es la
hermenéutica de la escucha. Esta hermenéutica de la escucha de Paul Ricoeur
se opone a la lectura restrictiva del símbolo que hace el psicoanálisis, a que
sólo tenga una interpretación de carácter sexual,
a que el símbolo sólo patentice lo arcaico y restrictivo y no lo prospectivo, a
que sólo sea una representación de lo reprimido y no una manifestación de
generación y promoción de sentido.
Por
su parte, Jürgen Habermas considera
al psicoanálisis como un ejemplo paradigmático de las ciencias críticas, de las
ciencias que se mueven por un interés de emancipación. ”El psicoanálisis -dice Habermas- es importante para nosotros como el
único ejemplo tangible de una ciencia que recurre metódicamente a la
reflexión”.
Habermas
se propone una reconstrucción del psicoanálisis como una teoría de la
comunicación sistemáticamente distorsionada. El análisis de la distorsión es
una labor hermenéutica realizada
por el analista, consistente en hacer inteligible el lenguaje ininteligible,
privado del que hace uso el paciente en los síntomas neuróticos, en los sueños
etc. La labor del psicoanálisis es una forma especial de interpretación, la
hermenéutica de lo profundo, que debe aprehender no sólo el sentido de un texto
eventualmente deformado, sino también el sentido de la deformación del texto.
La terapia
psicoanalítica para Habermas,
además, tiene un interés especial ya que se propone reconstruir la historia del
paciente a la vez que le invita a la reflexión sobre si mismo para recuperar un
fragmento de su historia pasada, resultando que la autorreflexión tiene efectos
terapéuticos al estar presidida por el interés de emancipación.
Durante
mucho tiempo se ha pensado que psicoanálisis y feminismo eran un matrimonio mal
avenido e irreconciliable, ya que existe – para no ser necios – una cierta
tendencia androcéntrica en el pensamiento psicoanalítico, alcanzando a estimar
que la auténtica feminidad pasaba por la condición de madres y esposas, juzgándose
por parte de la teoría feminista como una mera justificación del status quo
burgués y patriarcal.
Sabiendo
que el olvido de la perspectiva de género ha sido una constante en la obra de
Freud, diversos autores y autoras psicoanalistas posteriores aplicando la
propia dialéctica de la sospecha freudiana, han intentado reorientar el enfoque
psicoanalítico dando cabida entre otras cuestiones al tema de género.
Curiosamente
y pese a la falta de consenso general a la hora de pensar cuál es el objeto de
estudio, cuál la metodología apropiada y cuáles los resultados deseables de lo
que se ha dado en llamar la teoría feminista, hay una meta que han hecho suya
todas las teóricas feministas: la meta fundamental es analizar el género.
Al
hacerse visible el concepto de género como una categoría que ni es ni puede ser
naturalmente neutra, surge un nuevo modelo
hermenéutico que pone en cuestión la transparencia y la autenticidad de las
promesas ilustradas que permitían pensar en términos de felicidad, progreso y
libertad.
La
perspectiva de género permite, “insistir
en la insuficiencia de los cuerpos teóricos existentes para explicar la
persistente desigualdad entre hombres y mujeres”- Scott - pone de
manifiesto la existencia de un espacio de silencio, en el que se oculta una voz
diferente y en el que se obliga al estrabismo de una mirada forzada a ver a
través de unos cristales que desfiguran
la realidad.
El silencio
femenino será
roto a través de la hermenéutica feminista
que sitúa a las mujeres en el papel de hablantes, que les da derecho a crear
sus propias narrativas, que desvela su ocultación tradicional. No obstante,
existen demasiados elementos que enturbian y dificultan el nuevo modelo de
comunicación. Como hemos señalado al principio de este trabajo la posibilidad
de cualquier diálogo y la hermenéutica no es sino un modo de diálogo, exige de
ciertos requisitos que permitan compartir un mundo de significados comunes
entre los distintos interlocutores. La teoría
crítica feminista ha cuestionado la neutralidad significativa y
valorativa del discurso patriarcal,
pero curiosamente sus intentos han permitido dentro de los sistemas científicos
sociales tradicionales, empleando formulaciones tradicionales que proporcionan
explicaciones causales universales.
Para
plantear las posibilidades de una alianza entre el feminismo y el
psicoanálisis, que permitan pensar en términos de una transformación epistemológica, resulta
imprescindible investigar en torno al tema de la formación de la identidad
masculina y femenina. Si la
epistemología clásica se construye y fundamentado obviando la
perspectiva de género hasta dar carácter natural a todas las diferencias
sexuales que construyen socialmente la realidad, es imprescindible poner de
relieve cómo se conforma una y otra identidad para averiguar si entran en juego
elementos valorativos de carácter social. Y es desde aquí que vamos a
fundamentar a lo largo del curso dichas identidades para poder llegar a
entender el fenómeno de la violencia en el corazón del género.
La
aproximación de la teoría feminista a la teoría freudiana se produce al
converger ambas teorías en un objetivo común, como es explicar la constitución
de la identidad masculina o femenina.
Freud elaboró una teoría del
desarrollo psicosexual en
torno al niño varón, afirmando que la identidad masculina quedaba conformada al
superar el complejo de Edipo,
configurarse el Super-yo y
realizar la identificación parental pertinente. Pensó que la configuración de
la identidad femenina y el complejo de Edipo en la niña eran simétricos al del
niño, si bien la niña partía de la consideración de estar castrada, por lo que
toda su estructura psicológica se elaboraría tratando de compensar esa
mutilación. La conciencia de esa mutilación retrasa su entrada en el complejo
de Edipo, impide una
resolución clara del mismo y una conformación sólida del Super-yo, razones por las que la mujer no alcanzará nunca el nivel
ético y la ecuanimidad propia del varón ni su capacidad de sublimación.
Posteriormente
a Freud, varias psicoanalistas aplicaron
la hermenéutica de la sospecha a las propias concepciones
freudianas, analizaron la distorsión de
género introducida por el maestro
y pretenderán explicar, desde la teoría psicoanalítica, aspectos fundamentales
de la psicología de las mujeres. Parten del hecho de que muchas de las
afirmaciones freudianas sobre la identidad femenina carecen de una
fundamentación en la clínica, que se basan en presupuestos culturales de tipo patriarcal que no se someten a crítica.
La
contestación más temprana a las tesis freudianas acerca de la identidad
femenina se produce desde la teoría de las relaciones de objeto. Para estas
teóricas la primera relación de objeto que establece el bebé con la madre es
fundamental para la configuración de la personalidad adulta, pasando a
desempeñar un papel primordial la función maternal frente a las tesis
freudianas de envidia del pene, complejo de castración etc.
Nancy Chodorow apunta que la función maternal es
ejercida universalmente por mujeres, las entidades femeninas y masculinas están
generizadas, pues las madres experimentan a sus hijas como una continuación de
si mismas, no estableciendo unas rígidas fronteras yoicas entre ellas y sus hijas , por lo que éstas constituyen su
propia identidad introyectando las
funciones expresivas, intersubjetivas
y de cuidado que sus madres ejercen. Sin embargo, las madres experimentan a sus
hijos varones como opuestos, por lo que tienden a romper sus lazos empáticos
con ellos, urgiendo su entrada en la situación edípica y precipitando la
identificación con la figura del padre y con la función instrumental que el
desempeña en la esfera pública.
Esta
autora propone para finalizar esta generización que la función maternal sea desempeñada
igualmente por hombres y por mujeres, con el fin de evitar un desarrollo
psicológico que condicione de un forma casi imperativa nuestra vivencia y
percepción de lo masculino y lo femenino.
Este
nuevo enfoque de Chodorow y de las
teóricas de las relaciones de objeto, centrado en la importancia
concedida al rol maternal, fue valorado muy positivamente por la teoría
feminista y por varias ciencias sociales. Desde
la teoría feminista se estimó el desafiante reto de Chodorow a la ortodoxia
freudiana, al transvalorar el carácter patriarcal y fálico de la hermenéutica freudiana y presentar un
nuevo símbolo, la maternidad, como determinante de la identidad individual.
Ahora bien, la teoría feminista desvela un nuevo sesgo en estas concepciones
maternales , al quedar la figura de la mujer subsumida bajo el símbolo de la
maternidad, pues al ser ésta tan importante , parece que la función de la mujer
se debe reducir exclusivamente a ser madre, olvidando otras dimensiones como el
derecho a tener una vida propia independientemente del hijo o hija, a
desempeñar un trabajo, a ejercer los derechos y deberes de la ciudadanía, a
disponer de ocio, a tener relaciones con otras personas adultas, etc, ya que su
actividad y vida quedaría absorbida por ese hijo o hija al que debería cuidar.
También
se les ha criticado desde la teoría
feminista la importancia que le conceden a los elementos subjetivos,
obviando el importante papel que juega en la discriminación de la mujer
factores de carácter social y político. Asimismo se le reprocha el carácter
determinante y esencialista de sus concepciones -si bien su esencialismo no es
biológico sino estructurado psicológica y socialmente- según el cual parece que
no hay más remedio que asimilar los imperativos
de género y conformarse al prototipo social, frente a la posibilidad de
conflicto y rebelión que el propio psicoanálisis predica a la hora de
internalizar las normas y valores.
Esta conceptualización de la identidad
masculina y femenina tiene interés no sólo para el psicoanálisis y la teoría
feminista, sino también para la
hermenéutica. En este momento la teoría
feminista exige una alianza con la
hermenéutica , ya que la hermenéutica de la sospecha no se debe ejercer sólo sobre las tesis freudianas sino
sobre cualquier texto susceptible de ser interpretado. En esa labor de
interpretación debe estar presente la hermenéutica
de género, la sospecha de
la carga patriarcal inherente al
significado y al sentido de los símbolos de nuestra cultura. Asimismo no se
puede olvidar la generización del intérprete y la losa de silencio que se ha impuesto sobre las
interpretaciones realizadas desde la voz
y el cuerpo de mujer.
Apostamos
por la tesis de Paul Ricoeur
de ampliar la hermenéutica freudiana
incrementa
ndo
el significado del símbolo y la tesis de Habermas de considerar el
psicoanálisis como una técnica de autoliberación, quedarán completadas con el
análisis de la perspectiva de género,
al favorecer ésta una reflexión más profunda sobre el sentido del símbolo y al
propiciar la autoliberación no sólo del sexo masculino sino de toda la
humanidad.
Estudios sobre el género.
Género en español. Diferencias de idioma, analogías y confusiones
conceptuales.
Una
dificultad inicial es que el término anglosajón
gender no se corresponde totalmente con nuestro género en castellano: en inglés tiene una acepción que apunta
directamente a los sexos – ya sea
como accidente gramatical o ya sea como engendrar - mientras que en castellano
se refiere a la clase, especie o tipo a
la que pertenecen las cosas, a un grupo taxonómico, a los artículos o
mercancías que son objeto de comercio y a la tela. Decir en inglés "vamos a estudiar el género"
lleva implícito que se trata de una cuestión relativa a los sexos; plantear lo
mismo, en castellano, resulta críptico
para los no iniciados; ¿se trata de estudiar qué género, un estilo literario,
un género musical….?
En
la lengua castellana, la
definición clásica, de diccionario, es la siguiente: "Género es la clase, especie o tipo a la que pertenecen las personas o
las cosas". El Diccionario del uso del español, de María Moliner consigna cinco acepciones de género y apenas la
última es la relativa al género gramatical, es decir, a la definición gramatical por la
cual los sustantivos, adjetivos, artículos o pronombres pueden ser femeninos, masculinos o –sólo los artículos y
pronombres– neutros. Según María
Moliner, tal división responde a la naturaleza de las cosas sólo cuando
esas palabras se aplican a animales, pero a los demás se les asigna género
masculino o femenino de manera arbitraria. Esta arbitrariedad en la asignación
de género a las cosas se hace evidente cuando el género atribuido cambia al
pasar a otra lengua. En alemán, el sol es femenino, "la sol" y la luna masculino, "el luna". Además, en alemán el
neutro sirve para referirse a gran cantidad de cosas, inclusive a personas. Al
hablar de niñas y niños en su conjunto, en vez de englobarlos bajo el masculino
"los niños", se utiliza un
neutro que los abarca sin priorizar lo femenino o lo masculino, algo así como "les niñes". Para los
angloparlantes, que no atribuyen género a los objetos, resulta sorprendente
oírnos decir “la silla” o “el espejo”
Como
la anatomía ha sido una de las bases más importantes para la clasificación de
las personas, a los machos y a las hembras de la especie se les designa como los géneros masculino y femenino. En
castellano la connotación de género como cuestión relativa a la construcción de
lo masculino y lo femenino sólo se comprende en función del género gramatical,
y sólo las personas que ya están en antecedentes del debate teórico al respecto
lo comprenden como la simbolización o construcción cultural que alude a la relación
entre los sexos.
Cada
vez se oye hablar más de la perspectiva de género. Como a los sexos también se
les nombra el género masculino o el
género femenino, muchas personas al hablar de género lo utilizan
básicamente como sinónimo de sexo: la variable de género, el factor género, son
nada menos que las mujeres. Esta sustitución de mujeres por género tiene entre
las personas hispanoparlantes una justificación de peso, por la confusión que
se da al hablar, en castellano, de las mujeres como "el género femenino". Por eso es fácil caer en el error
de pensar que hablar de género o de perspectiva de género es referirse a las
mujeres o a la perspectiva del sexo femenino.
Además,
la utilización del término género aparece también como forma de situarse en el
debate teórico, de estar a la moda, de ser moderno. Muchas personas sustituyen
mujeres por género, o dejan de referirse a los
dos sexos y utilizan los dos géneros, porque el empleo de género
supuestamente le da más seriedad académica a una obra, entre otras cosas,
porque género suena más neutral y objetivo que mujeres, y menos incómodo que
sexo. Al hablar de cuestiones de género para referirse erróneamente a
cuestiones de mujeres da la impresión de que se quiere imprimir seriedad al
tema, quitarle la estridencia del reclamo feminista, y por eso se usa una terminología
científica de las ciencias sociales. Este uso erróneo, que es el más
común, ha reducido el género a "un
concepto asociado con el estudio de las cosas relativas a las mujeres."
Es importante señalar que el género afecta tanto a hombres como a mujeres, que
la definición de feminidad se hace en contraste con la de masculinidad, por lo
que género se refiere a aquellas áreas –tanto estructurales como ideológicas–
que comprenden relaciones entre los sexos.
Pero lo importante del concepto de género es que al emplearlo se designan las
relaciones sociales entre los sexos. La información sobre las mujeres es
necesariamente información sobre los hombres. No se trata de dos cuestiones que
se puedan separar. Dada la confusión que se establece por la acepción
tradicional del término género, una
regla útil es tratar de hablar de los hombres y las mujeres como sexos y
dejar el término género para referirse al conjunto de ideas, prescripciones y
valoraciones sociales sobre lo masculino y lo femenino. Los dos conceptos son
necesarios: no se puede ni debe sustituir sexo por género. Son cuestiones
distintas. El sexo se refiere a lo biológico, y el género a lo construido
socialmente, a lo simbólico.
Aunque en español es correcto decir "el
género femenino" para referirse a las mujeres, es mejor tratar de
evitar esa utilización de género, y decir simplemente "las mujeres" o "el sexo
femenino". De esa forma se evitan las confusiones entre el género como
clasificación tradicional y el género como construcción simbólica de la
diferencia sexual.
Género.
El género constituye la categoría explicativa de la construcción
social y simbólica histórico-cultural de los hombres y de las mujeres sobre la
base de la diferencia sexual.
La historia de los Estudios de Género se inicia a partir de las
aportaciones de dos psicoanalistas, John Money y Robert Stoller. Hasta
entonces no se había introducido esta categoría.conceptual. Money
es un psicoanalista norteamericano que trabajó sobre la identidad de género
y los patrones sexuales de conducta tras la II Guerra Mundial, inventó el
término rol de género, no sólo género. Llegó a la conclusión de que estaba determinado
por las fuerzas psicológicas postnatales.
Money amplió sus estudios a los niños nacidos sin ninguna anormalidad
biológica que estaban, sin embargo, mostrando signos de incongruencia de rol de
género, llamados en USA. “sissy boys”*. El
término identidad de género apareció en un comunicado de prensa en 1966 para anunciar la nueva clínica
para transexuales en el Johns Hopkins Hospital. Esto fue difundido por
la prensa de todo el mundo y entró a formar parte de nuestro lenguaje cotidiano.
Antes de 1955 no existía el
concepto de género como referido al sexo de una persona, ni el concepto de
trastorno de la identidad de género. Money observa que los términos de género,
rol de género e identidad de género han sido elevados a principios
organizadores en la historia social de nuestra época.
Money proporciona una definición
fenomenológica de rol de género: es lo que una persona dice o hace para
revelar su estatus como niña o niño, mujer u hombre. Ello incluye estereotipos
de masculinidad y feminidad. La diferencia se juzga por la conducta, el porte,
las maneras, el contenido de los sueños, las fantasías y las prácticas
eróticas. Es importante señalar algunos conceptos importantes que señala Money como el de bifurcación: se trata de que la identidad de género está abierta para los
sujetos humanos desde los 18 hasta los 36 meses de vida, y en ello están de
acuerdo la mayoría de los autores. Consideran fundamental en lo que llaman
asunción de la identidad de género o rol de genero; para ello señalan tres
puntos: se adquiere de forma similar a como se adquiere el lenguaje; es
fundamental el discurso de los padres.; y que tiene importancia el discurso
social.
Así, Money señala
"Como la identidad genérica
se diferencia antes de que el niño pueda hablar de ella, se suponía que era
innata. Pero no es así. Usted nació con algo que estaba preparado para ser más
tarde su identidad de género. El circuito impreso ya estaba, pero la
programación no estaba establecida, como en el caso del lenguaje. Su identidad
de genero no podía diferenciarse ni llegar a ser masculina o femenina sin
estimulo social...".
Pero a todos los efectos, el primer impulsor real de los estudios
de género es Robert Stoller, psicoanalista también, que en los años 70 se dedica a estudiar los
problemas de sujetos que tienen un sexo anatómico con el que no se sienten
identificados, es decir, que han adquirido una identidad sexual diferente de su
sexo anatómico. Stoller es profesor de
psiquiatría en California y psicoanalista, enseña desde 1954, y se le
conoce sobre todo por su dedicación a estudiar y desarrollar la patología de la
identidad de género y los problemas del erotismo, sobre todo en las
perversiones. Dedico años a escuchar casos de
transexuales y de sujetos que por distintas circunstancias fueron sometidos a
reorientaciones de su identidad de género.
Los casos estudiados condujeron a Stoller a suponer que el peso y
la influencia de las asignaciones socio-culturales a los hombres y mujeres, a
través de los ritos y costumbres, y la experiencia personal constituyen los
factores que determinan la identidad y el comportamiento femenino o masculino,
y no el sexo biológico.
A partir de este descubrimiento, acerca del papel de la
socialización como elemento clave de la adquisición de la identidad masculina o
femenina habiendo disfunciones sexuales semejantes en los individuos, Stoller y
John Money propusieron una distinción conceptual entre “ sexo” y “género”, en
los cuales sexo se refiere a los rasgos fisiológicos y biológicos del ser macho
o hembra, y el género a la construcción social de esas diferencias sexuales.
Este hecho tuvo el valor de incorporar la categoría género, años
más tarde, a los estudios de la Mujer de la década de los setenta por el
feminismo americano académico, ayudando a resolver problemáticas que estos no
podían explicar fácilmente y en la
búsqueda de legitimidad académica, lo cual desembocó en los Estudios de Género,
por cuanto distinguir entre sexo y género, supone explicar una serie de
condicionamientos sociales y culturales en su historia que se inscriben sobre
los cuerpos y la sexualidad humanas, en especial las femeninas, enunciados
desde el discurso patriarcal como naturales.
Siendo así, el sexo se hereda y el género se adquiere a través del
aprendizaje cultural. Marta Lamas señala: “además del objetivo científico de
comprender mejor la realidad social, estas académicas tenían un objetivo político: distinguir que
las características humanas consideradas femeninas eran adquiridas por las
mujeres mediante un complejo proceso individual y social, en vez de derivarse
naturalmente de su sexo. Suponían que entre la distinción entre sexo y género
se podía enfrentar mejor el determinismo biológico y se ampliaba la base
teórica argumentativa a favor de la igualdad de las mujeres”. Este fue un concepto recuperado por varias ciencias
sociales. Una de las primeras, fue la
Antropología en la obra de Gayle Rubin con su aportación “ sistema sexo-género” especifico para cada
sociedad previsto como el conjunto de normas que moldean el sexo y la
procreación.
El concepto de género resultó entonces de vital importancia para
el problema de mujeres, de ahí que el aporte de loa psicología se convirtiera
en un poderoso recurso para los feminismos, sus luchas y sus teorías, aún
cuando tuviera sus limitaciones no menos importantes.
De los estudios de la mujer a los estudios de género.
Muchos son los autores en señalar el surgimiento de los estudios
de género en el contexto general que significó la segunda ola del feminismo, en
un proceso complejo que evolucionó de los estudios de la mujer en la década de
los setenta hacia los estudios de género en la década de los ochenta del siglo
pasado Este surgimiento se encuentra marcado por la insuficiencia de los
estudios de la Mujer para dar cuenta de la multiplicidad de realidades que no
entraban en el marco rígido que estos suponían, al universalizar y esencializar
al “sujeto mujer”, reproduciendo los mismo errores que habían criticado las
feministas académicas en su revisión de obras disciplinares de las ciencias
sociales y la literatura, en las que las mujeres estaba ausentes como sujeto u
objeto como producto del sesgo androcéntrico y etnocéntrico en los modelos de
comprensión de dichas ciencias. Estos prejuicios hicieron suponer que en todas
las sociedades las mujeres estaban subordinadas y que las diferencias siempre
existen en un sistema jerárquico.
Desde el propio centro de los Estudios de la Mujer, en el proceso
de cuestionamiento de los modelos teóricos y de comprensión en las disciplinas,
emergieron preguntas que fueron generando una ampliación de conocimiento que
empezaron a poner en tela de juicio los propios hallazgos teóricos y el
discurso mismo de estos Estudios, en cuanto androcentrismo no se relaciona sólo
con el hecho de que los investigadores o pensadores sean hombres, sino porque
son hombres y mujeres adiestrados en disciplinas que aplican la realidad bajo
modelos masculinos. Se gestan así conflictos desde su interior, el aislamiento
y la ghettización. Entre los cuestionamientos de los hallazgos teóricos de los
Estudios de la Mujer, gestados desde su propio ámbito, se hallan expuestos por
las intelectuales negras a finales de los años setenta, acerca de la
universalidad del concepto mujer. Se
plantea la necesidad de superar el sesgo etnocéntrico de dichos estudios y su tendencia a los modelos universales,
pluralizando y hablando de las mujeres, diversas y múltiples en realidades y no
como unicidad abstracta que apunta a hablar más de esencialidad biológica
homógenea. Así también comenzó a cuestionarse la “subordinación universal” de
las mujeres en todas las sociedades,
Aparece entonces la categoría género que podía explicar mejor los
problemas de las mujeres. Resultado de esta dinámica, surgen en los ochenta del
siglo pasado, los llamados Estudios de Género.
La introducción del concepto de género en los análisis sociales
facilitó una nueva comprensión de la posición de las mujeres en las diversas
sociedades humanas, en cuanto supuso la idea de variabilidad toda vez que ser
hombre o mujer es un constructo cultural por cuanto varían sus definiciones en
cada cultura, configura una idea relacional – en la medida en que el género es
una construcción social de las diferencias sexuales, el género refiere a
distinciones entre lo femenino y lo masculino y sus interrelaciones -., hace
emerger la gran variedad de elementos que configuran la identidad de un sujeto
toda vez que el género será experimentado y definido personalmente de acuerdo
con otras pertinencias como la etnia, la raza, la clase, la edad, entre otras.
Finalmente aparece la idea de posicionamiento que hace alusión a que el
análisis de género supone el estudio del contexto donde se dan las relaciones
del género entre hombres y mujeres y la diversidad de posiciones que ocuparán.
Aspectos explicativos del género.
Marta
Lamas
plantea que una discusión rigurosa sobre género, implica abordar la complejidad
y variedad de las articulaciones entre diferencia sexual y cultura. Esto es
así, en la medida en que el género es la categoría correspondiente al orden
sociocultural configurado sobre la base de la sexualidad, que a su vez es
significada y definida históricamente por el orden genérico. El género es una
construcción simbólica e imaginaria que comporta los atributos asignados a las
personas a partir de la interpretación cultural de su sexo: distinciones
biológicas, físicas, económicas, sociales, psicológicas, eróticas, afectivas,
jurídicas, políticas y culturales impuestas. A su vez, la sexualidad se vive
bajo una condición de género que delimita las posibilidades y potencialidades
vitales. El orden fundado sobre la sexualidad – el género – se constituye
entonces en un orden de poder.
El concepto de género emergió para designar todo aquello que es
construido por las sociedades para estructurar, ordenar, las relaciones
sociales entre mujeres y hombres. Al basarse estas relaciones, estas
construcciones sociales y simbólicas en la diferencia sexual, se estructuran
relaciones de poder cuya característica esencial es el dominio masculino. No
obstante el género no nos enfrenta a una problemática exclusiva de las mujeres.
Hablar de genero significa “desnaturalizar
las esencialidades” atribuidas a las personas en función de su sexo
anatómico – y todos los significados y prácticas que conlleva -, en cuyo
proceso de construcción han sido las mujeres las menos favorecidas en las
relaciones sociales hombres-mujeres, en tanto el pensamiento binario que
caracteriza la generalidad de las culturas atribuye a lo “natural” lo que
desvaloriza en el par de opuestos naturaleza-cultura. En tanto construcción
sociocultural detrás del género lo que existen son los símbolos, la ideología
–sustentados en un orden material – que busca establecer un orden social:
instalado el patriarcado, busca perpetuar la dominación masculina a través de
los más diversos mecanismos objetivos y subjetivos.
J. Scott en su definición de género propone dos partes
analiticamente interrelacionadas muy clarificadoras de lo que aporta la
categoría: “ el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales
basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma
primaria de poder”. Así distingue también sus elementos:
-Los símbolos y los mitos culturalmente disponibles.
-Los conceptos normativos surgidos de los símbolos.
.Las instituciones y organizaciones sociales de las relaciones de
género.
-La identidad.
A partir de estos elementos, se podría constatar que toda la vida
de los seres humanos se haya atravesada por su condición genérica masculina o
femenina, mediatizando así las maneras de sentir, pensar, actuar la realidad,
configurando la subjetividad individual. Así también la condición de género
mediatiza el acceso a los recursos materiales y simbólicos, las posibilidades
de acción y las prácticas cotidianas. Lo que no hay que perder de vista es el
carácter activo del sujeto que permite romper en alguna medida con el
desideratum cultural.
Una de las aportaciones principales del género es que.
precisamente su carácter relacional implica necesariamente las relaciones que
tienen lugar entre los sexos elliminano, al decir de Scott, la ficción de que
la experiencia de un sexo no tiene que ver con la del otro, es decir, que
existen esferas separadas. Lo que pasa a las mujeres está muy estrechamente
ligado con los hombres, si no es su resultado directo.
En el imaginario social, lo esencial en la feminidad, desde su
construcción sociocultural, es lo natural, lo biológico, representado en la
capacidad exclusiva de la maternidad, y de ahí la emocionalidad, el cuidado, el
ser para los otros, la fragilidad, la dependencia, entre otros; mientras que lo
esencial en la masculinidad, viene dado por la cultura, la creación, el
pensamiento abstracto, la trascendencia social de la biología. De ello se
desprende que lo relacionado con lo natural-biológico-mujer, en el proceso de
construcciones simbólicas y la práctica concreta emerja como inferior o
subordinada a la cultura-hombre.
Conceptos en las teorías de los géneros.
En la teoría de los géneros se distinguen un conjunto de conceptos
principales que la integran, a su vez fuentes de problematización y estudio
constante:
-La distinción entre lo biológico y género. Esta distinción se
sistematiza como sexo-género, natural-cultural, y se plantea que fue muy
liberadora para la política y la historia de las mujeres. No se niega la
existencia de diferencias sexuales- anatómicas y en el placer erótico –sino que
se propugna en la teoría de los géneros es que esta diferencia no marque de
forma definitiva la vida humana. En estrecha relación con lo anterior se
rechaza entonces, que los comportamientos óptimos sean dos, masculino y femenino,
con un modelo único de relación entre ellos: el heterosexual.
-El género como principio básico de organización social en las
sociedades conocidas.. En este punto se parte de la suposición de que es
universal la distinción hombres-mujeres, y esta distinción binaria dominaría
las clasificaciones sociales, a pesar de que no siempre sean estos dos géneros
los únicos en determinada cultura. Siguiendo a Rivera que nos señala que “ en tanto principio de organización social, el
género ha sido definido como un sistema simbólico o de significado que está
constituido por dos categorías que son complementarias entre sí, pero que se
excluyen mutuamente, y en los cuales están comprendidos todos los seres humanos
“.
-El género como principio de jerarquía. Esto se desprende
que el género como pri8ncipio de organización social no opera de forma neutra
dando como resultado dos sociedades paralelas y simétricas. De los datos
etnográficos se infiere que el predominio del género masculino sobre el
femenino, es prácticamente universal, poder social que genera el orden
patriarcal y se confunde con autoridad. Scott concluía que el género es el
campo por medio del cual se articula el poder. Como consecuencia, las
diferencias de géneros estructuran la percepción y organización concreta y
simbólica de toda la vida social.
- El género como asignación al nacer. El único criterio
que se emplea para clasificar a quien nace, en una u otra categoría, es la
apariencia física de su sexo anatómico, problema que ha resultado complejo con
los descubrimient6os de la biología y la multitud de combinaciones posible de
la información sexual.
-La identidad de género. Los contenidos de la identidad masculina y femenina apuntan a que
se transmiten y se subjetivan a través de la socialización. Por la complejidad
de la información sexual – desde el punto de vista más biológico-, este
constituye otro de los grandes problemas dado la rigidez del modelo
masculino/femenino sin opciones alternativas.
-Como se instituye el género. Se sostiene que el género
como categoría de análisis es inseparable de otra categoría básica de la
Antropología: el parentesco, quines se construyen mutua y separadamente. A
partir de esto se comprenden género y patriarcado; por qué son dos los géneros,
la universalidad de la jerarquía del género masculino en el orden patriarcal.
-La variabilidad del género. Dado en que sus contenidos varían
mucho entre las culturas, aunque el predominio masculino sea una constante
transcultural. Estos contenidos pueden cambiar en el tiempo y estos cambios
dentro de una cultura se producen siempre en relación de los dos. Rivera señala
que dar un valor tan grande a la importancia del elemento relacional, podría
formar parte del llamado fundamentalismo heterosexual, garantizando de alguna
manera la perpetuación de la jerarquía entre los géneros impidiendo una
inversión o desplazamiento verdadero de las relaciones de desigualdad entre
ambos.
-El modelo general masculino y femenino. A éstos se añaden
variantes importantes dentro de cada uno como son la clase social, la raza, la
preferencia erótica.
Enfoques.
Para abordar el estudio de estos elementos explicativos y de
análisis de género, surgen y se han desarrollado dos grandes enfoques:
-El enfoque de género como construcción simbólica. Sostiene
que las diferencias biológicas encuentran significado sólo dentro de un sistema
cultural especifico, con lo cual debe de conocerse cuáles son las ideologías de
género y los valores simbólicos asociados a lo masculino y femenino en cada
sociedad. Ortner plantea que a pesar
de la gran variedad de significados de las diferencias sexuales, hay constantes
en los grupos humanos, siendo una de ellas la simetría de los géneros y la
posición inferior de las mujeres, de lo cual dedujo que lo común en las
distintas culturas relativo a esta posición de las mujeres es que ellas siempre
se hallarían asociadas a lo que la cultura desvaloriza, y ese algo venía de la
supuesta relación de la mujer con la naturaleza. Así, debería ser controlada y
constreñida y sus roles sociales aprisionados en la naturaleza, ya que su papel
como reproductora la habría limitado a funciones ligadas a ésta – el ámbito
doméstico con la crianza de los hijos y la reproducción -. En oposición, el
hombre estaría asociado simbólicamente con la cultura, superior a la
naturaleza, por lo cual se movería en el espacio público y político de la vida
social.
-El enfoque de género como construcción social. Se
encuentra relacionado con la teoría
marxista, destacando el papel de lo económico, y sostiene que más que los
símbolos, lo importantes es considerar que es lo que hacen los hombres y las
mujeres y dicho hacer se relaciona con la división sexual del trabajo. Expone
el cue3stionamiento de una subordinación universal de las mujeres por su
ahistoricidad y no consideración de los efectos de la colonización y el
surgimiento del capitalismo. Esta parte del pensamiento, parte de una revisión
de la obra de F. Engels y argumenta
que el origen de la subordinación de las mujeres, el matrimonio monogámico y el
desarrollo de la familia, se hallan en relación directa con el surgimiento de
la propiedad privada. Plantea además la complementariedad de los sexos y uno de
sus principales aportes, reside en el descubrimiento de la contribución
económica femenina en todas las sociedades, el valor de acceso a los recursos,
las condiciones de trabajo y la distribución de los productos de él.
Algunas propuestas
actuales sobre el género.
El concepto género se utiliza actualmente de las siguientes
maneras:
1) Algunos han sustituído la palabra sexo por género, una vez que el concepto se extiende y se
pone de moda. Por ejemplo, en algunos estudios
de demografía, mercado de trabajo, educación, etc., a la desagregación
por sexo se le llama género, pero no se llena de contenido la categoría.
2) Otros utilizan el concepto
de género como sinónimo de mujeres. En estas ocasiones, el empleo de
género trata de subrayar la seriedad académica de una obra, porque la palabra
género suena más neutral y objetivo que "mujeres", tratando de desmarcarse así de la política del
feminismo. En esta acepción género no comporta una declaración necesaria de
desigualdad o poder, ni nombra al sector oprimido; así el concepto género
incluye a las mujeres sin nombrarlas y parece no plantear amenazas críticas.
Esta es una faceta de lo que podría llamarse la "búsqueda de la legitimidad académica" por parte de las
estudiosas feministas en la década de 1980.
3) Pero también género, utilizado como sustitución de la palabra
"mujeres", se emplea para
sugerir que la información sobre las mujeres es necesariamente información
sobre los hombres, que un estudio implica al otro. Este uso insiste en que el
mundo de las mujeres es parte del mundo de los hombres.
4) Finalmente, género se emplea para designar las relaciones sociales entre los sexos
(hombre-mujer, mujer-mujer-, hombre-hombre), pasando así a ser una forma de
denotar las construcciones socio-culturales de ideas sobre los estereotipos,
roles e identidades asignados a mujeres y hombres. Género es, según esta
acepción, una categoría social
impuesta sobre un cuerpo sexuado
Por otra parte es importante tener claridad en cuanto a que la
perspectiva de género es no sólo una nueva forma de abordar teórica y
metodológicamente el estudio de la condición de vida y situación vital de
mujeres y hombres, sino que es una posición filosófica y política frente al mundo;en este sentido no se debe
dejar de lado su carácter eminentemente crítico frente a lo establecido, lo
cual implica asumir una labor de cambio.
La perspectiva de
género,
dentro de las ciencias sociales, surge como una herramienta conceptual y
metodológica necesaria para el estudio de las mujeres y los hombres. Se trata
de un enfoque que permite conocer y entender mejor sus identidades personales y
sociales, así como las modalidades en que ambos géneros se comportan dentro de
las intrincadas y complejas estructuras que las sociedades han creado para su
funcionamiento.
En esta perspectiva el concepto
de sexo - categoría clasificatoria de los seres humanos basada en la
biología - es sustituído por el de género, que considera los valores creados y
reproducidos dentro y a través de la cultura, como los que generan y sustentan
los atributos con que se conforman, identifican y distinguen "lo fememino" y lo
"masculino".
Esta perspectiva establece que la forma en que mujeres y hombres
son considerados, la valoración social que reciben y la división familiar y
social de su trabajo, son invenciones humanas que van mucho más allá de lo que
las diferencias biológicas pudieran determinar.
Además de todo lo anterior, la perspectiva de género ha hecho las
siguientes aportaciones:
a) Esta perspectiva permite poner entre paréntesis muchos de los
postulados sobre el origen de la subordinación femenina y permite replantear la
forma de entender o visualizar cuestiones fundamentales de la organización
social, económica y política.
b) Permite sacar del terreno biológico lo que determina la
diferencia entre los sexos y colocarlo en el terreno simbólico.
c) Permite delimitar con mayor claridad y precisión cómo la
diferencia entre mujeres y hombres cobra dimensión de desigualdad.
d) Permite identificar las diversas áreas en las que se concentra
el poder masculino y en las que la participación de la mujer es marginal o
secundaria.
e) Permite mirar la sociedad, sus órdenes e intersticios a partir
de los intereses de los géneros oprimidos.
f) Está permitiendo la formalización de una teoría sobre la
división del mundo y del trabajo.
g) Se trata de una perspectiva de mayor generalidad y comprensión
puesto que deja abierta la posibilidad de existencia de distintas formas de
relación entre mujeres y varones.
h) Deja abierta la posibilidad de distinguir formas diversas en
periodos históricos diferentes y como utopía, pensar la liberación de las
mujeres y de los hombres desde otras maneras distintas de organización social.
i) La vitalidad de la propuesta del género radica en que ha
permitido seguir líneas diferentes de investigación, basadas en última
instancia en opciones teórico-metodológicas diferentes.
Psicoanálisis e identidad de género.
Vamos a hacer referencia a la escuela anglo-americana y a la francesa para poder señalar
aspectos importantes relativos a la identidad de género desde la perspectiva
psicoanalítica.
La escuela anglo-americana trabaja
dentro de los términos de las teorías relaciones-objeto. En los Estados Unidos,
Nancy Chodorow es el nombre que más
fácilmente se asocia con este enfoque. Además, la obra de Carol Gilligan ha tenido un fuerte impacto entre
los estudiosos americanos, incluidos los historiadores. La obra de Gilligan
arranca de la de Chodorow, aunque está menos interesada en la construcción del
sujeto que en el desarrollo moral y el comportamiento. En contraste con la escuela anglo-americana, la
escuela francesa se basa en la Iectura estructuralista y posestructuralista de
Freud en términos de teorías del lenguaje .
Ambas escuelas están interesadas en los
procesos por los que se crea la
identidad del sujeto; ambas se centran en las primeras etapas de desarrollo del niño en busca de las
claves para la formación de
la identidad del género. Los teóricos de las relaciones-objeto hacen hincapié en la experiencia real - el
niño ve, oye, se relaciona con quienes cuidan de él, en particular, por
supuesto, con sus padres -, mientras que los posestructuralistas recalcan la
función central del lenguaje en la comunicación, interpretación y representación del género.
Otra diferencia entre las dos escuelas
de pensamiento se concentra en el inconsciente, que para Chodorow es en último extremo sujeto de la comprensión
consciente, y no lo es para Lacan. Para los lacanianos, el inconsciente es un
factor crítico en la construcción del sujeto; además, es la ubicación de la
división sexual y, por esa razón, de
la inestabilidad constante del sujeto con género. En los últimos años, las
historiadoras feministas han recurrido a estas teorías porque sirven para
sancionar hallazgos específicos con observaciones generales o porque parecen
ofrecer una importante formulación teórica sobre el género. Cada vez más, los
historiadores que trabajan con el concepto de "cultura de mujeres" citan las obras de Chodorow o de
Gilligan como prueba y explicación de sus interpretaciones; y quienes desarrollan la teoría feminista miran
a Lacan.
La división familiar del trabajo y la
asignación real de funciones a cada uno de los padres, juegan un papel crucial
en la teoría de Chodorow. La
consecuencia de los sistemas occidentales dominantes es una neta división entre
varón y mujer: "El sentido femenino básico del yo está vinculado al mundo;
el sentido básico del yo está separado. Ya hemos indicado que para Chodorow, si
el padre estuviera más implicado en la crianza y tuviera mayor presencia en las
situaciones domésticas, las consecuencias del drama edípico podrían ser diferentes.
Esta interpretación limita el concepto de género a la familia
y a la experiencia doméstica, por lo que no deja vía para que el historiador
relacione el concepto con "otros sistemas sociales de economía, política o
poder. Por supuesto, queda implícito que el ordenamiento social que requiere
que los padres trabajen y las madres se ocupen de la mayor parte de las tareas
de la crianza de los hijos estructura la organización familiar. No está claro
de dónde proceden esos ordenamientos y por qué se articulan en términos de
división sexual del trabajo. Tampoco en oposición a la asimetría se plantea la
cuestión de la desigualdad.
El lenguaje es el centro de la teoría lacaniana; es la clave para instalar al niño en el orden
simbólico. A través del lenguaje se construye la identidad de género. Según Lacan, el falo es el significante central de la
diferencia sexual. Pero el
significado del falo debe leerse
metafóricamente. Para el niño, el drama edípico se manifiesta en términos de
interacción cultural, puesto que la amenaza de castración incluye el poder y las normas legales del padre.
La relación del niño con la ley
depende de la diferencia sexual, de su identificación con la masculinidad o la
feminidad. En otras palabras, la imposición de las normas de interacción social
son inherentes y específicas del género, porque la mujer tiene necesariamente
una relación diferente con el falo que el hombre. Pero la identificación de género,
si bien siempre aparece como coherente y fija, es de hecho altamente inestable.
Como las propias palabras, las identidades subjetivas son procesos de
diferenciación y distinción, que requieren la eliminación de ambigüedades y de
elementos opuestos con el fin de asegurar
coherencia y comprensión común. La idea de masculinidad descansa en la
necesaria represión de los aspectos femeninos -del potencial del sujeto para la bisexualidad- e
introduce el conflicto en la oposición de lo masculino y femenino. Los deseos
reprimidos están presentes en el inconsciente y son una amenaza constante para
la estabilidad de la identificación de género, al negar su unidad y subvertir
su necesidad de seguridad. Además, las ideas conscientes de masculino y
femenino no son fijas, ya que varían, según el uso del contexto. Existe siempre
conflicto, pues, entre la necesidad del sujeto de una apariencia de totalidad y
la imprecisión de la terminología, su significado relativo y su dependencia de
la represión.
Esta clase de interpretación hace
problemáticas las categorías de "hombre"
y "mujer", al sugerir que masculino y femenino no son
características inherentes, sino construcciones subjetivas. Esta interpretación
implica, también que el sujeto está en un proceso constante de construcción y
ofrece una forma sistemática de interpretar el deseo consciente e inconsciente,
al señalar el lenguaje como el lugar adecuado para el análisis.
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